Hasta el lunes (3)

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T. Lectura: 6 min.

Llevaba veinte minutos sentado frente a una pantalla con gráficos del último experimento, pero lo único que podía mirar era el reloj del extremo inferior esperando a que pasaran los 30 minutos que Montse me había dado como plazo para encontrarnos.

No pude aguantar más y cogí unas cuantas carpetas al azar y el portátil y me dirigí a la sala de juntas. Me senté en la mesa frente a la puerta y extendí algún que otro papel por la mesa.

-¿Qué hace aquí? –preguntó mi jefa asomándose por la puerta

-Esperar a Montse, tenemos que cerrar varias cosas del congreso de la próxima semana en Bruselas –respondí esperando haber sonado convincente.

Ella se encogió de hombros demostrando su nulo interés por el trabajo, dudo que supiera de que congreso hablaba, pero su gesto denotó cierta extrañeza que me inquietó.

-Perdón, Mar –dijo Montse cuando se detuvo frente a la puerta que ella obstaculizaba

-Si, claro. Ya sé que tenéis cosas importantes que tratar del congreso de Bruselas –dijo poniendo una voz que quería aparentar seguridad, imagino que para parecer que era una jefa responsable, aunque yo seguí con esa extraña sensación.

Se giró y dejó el paso libre a Montse.

-Bonita falda, por cierto, mi madre tiene una igual –dijo a modo de despedida

No sé si el comentario quería ser educado o no, pero a mi me sonó bastante faltón, aunque me hizo reparar en la indumentaria de Montse. Falda larga verde plisada, una chaqueta de punto de color morado con cos botones abrochados sobre una blusa blanca cerrada y zapatos planos. Mar tenía razón, parecía un look de una mujer veinte años mayor y no precisamente moderna. El pelo recogido en una cola de caballo y la ausencia de complementos, salvo un reloj pequeño y plateado reafirmaban su apariencia de discreción absoluto. Pese a ello mi mente se llenó con las imágenes de la noche anterior y fui consciente del cuerpo que ocultaba esa ropa gris y profesional y no pude empezar a sentir una cierta excitación.

-Bien, ¿qué quieres saber? –dijo tras cerrar la puerta mientras se sentaba con un tono de voz que no se parecía en nada al que conocía y que transmitía seguridad y firmeza.

-¿Por qué estás haciendo esto conmigo? –pregunté a bocajarro.

-Lo disfruto –respondió con un leve encogimiento de hombros mientras abría su portátil para aparentar normalidad.

-¿Es porqué te rechacé aquella noche?

-En parte, pero tenía ganas de ponerte cachondo desde el primer día que te vi, por eso te busqué esa noche

-O sea, que nada de lo tu chico y todo eso era verdad –respondí sorprendido por su lenguaje.

-No, era cierto. Mi enfado con él fue una motivación más.

-¿Y lo de la página web?

-Es una forma de sacarme un sobresueldo y además nos gusta. Me excita saber que puedo tener a cien tíos con la polla dura, tocándose mientras me ven y a mi chico le encanta verme así.

-No me escandaliza –contesté intentado que no se notará mi sorpresa por su confesión, aunque no pude evitar retirar la vista fingiendo buscar entre las carpetas para que ella no viera mi cara –pero creí que te gustaba compartimentar tu vida. ¿Por qué no lo has hecho conmigo?

-Me pones, no hay más razón. Y creo que tú también eres bastante discreto, has sido amable, pero no me contado nada de tu vida ni me has intentado invitar a tomar algo ni has insistido en que te contara nada sobre mí, así que decidí arriesgarme.

Guardé unos segundos de silencio. Procurando no pensar en la erección que comenzaba a notar presionando mi pantalón por culpa de sus palabras.

-¿Tu chico… Javi, lo sabe?

-Si, nos lo contamos todo.

-¿Y no le importa?

-No, de hecho, fue el quién me inició en esto. Empezamos a salir cuando yo tenía 20 años y me ayudo a… liberarme.

-¿Liberarte? –pregunté intrigado.

-Siempre he sido bastante morbosa –admitió– pero era algo que guardaba para mí. Otros chicos con lo que había estado no me dieron la confianza para dejarles entrar en mi mundo. Javi me ayudó a llevar a la realidad todo lo que siempre había deseado probar.

-¿Bueno, supongo que eso pasa con todas las parejas no? –comenté ganando tiempo para asimilar sus palabras.

-¿Si? ¿Has ido con tus novias a clubs de intercambio, has dejado a dos tíos follar a tu chica mientras mirabas, has buscado una sumisa para que ella haga realidad sus fantasías, has dejado a cientos de desconocidos ver como la usas…? -preguntó, aunque no esperaba respuesta, como demostró su divertida sonrisa divertida porque en esta ocasión no pude disimular como me habían golpeado sus palabras.

-No… imagino que no

-¿Solo imaginas, no lo recuerdas? –preguntó provocándome y pareciendo que casi se reía de mí.

-No, no he hecho todo eso –respondí recuperando la compostura.

-Eres prudente, eso tiene sus riesgos. Una de las veces que fuimos a un club alguien del trabajo me reconoció, por eso ahora soy más discreta.

-¿Te despidieron?

-No exactamente, pero cambié de trabajo y terminé aquí a modo de ascenso –dijo con tono misterioso- Ven, necesito otro expediente –exclamó de pronto sin dejarme replicar.

Acto seguido se levantó y salió dejando la puerta abierta. Tardé unos segundos en reaccionar hasta levantarme. Cogí una carpeta para tapar mi entrepierna. No había forma de disimular lo duro que estaba, así que opté por ocultarlo. Vi como Montse giraba por el pasillo y apresuré el paso para ver como entraba en el archivo. Cuando entré ella estaba sacando un archivador de uno de los armarios.

-Cierra la puerta –ordenó mientras volvía a colocar el legajo en su lugar.

Obedecí y me quedé expectante. Estaba deseando que ella se acercara como la noche del parking, pero en su lugar se alejó y se sentó en un escritorio viejo al fondo del cuarto.

-Tu ya me has visto, ahora me toca a mí. Quiero que me devuelvas el espectáculo.

-¿De qué hablas? –pregunté esperando que su respuesta fuera otra.

-Quiero ver como te tocas para mí. Y sé que estás empalmado detrás de esa carpeta, así que déjame verla.

Me quedé bloqueado. Estaba tan excitado que me dolía la polla de lo dura que estaba, pero la exigencia de Montse me tenía bloqueado.

-Vamos, estoy esperando –urgió.

Dejé la carpeta en una de las estanterías. Efectivamente mi erección no se podía disimular. Me bajé la cremallera y me la saqué. Estaba durísima, hinchada, con el capullo rojo y brillante.

-No está mal –apreció con una sonrisa tan lasciva que me hubiera provocado una erección si no estuviera ya en ese estado –escúpete la mano y empieza.

Sin articular palabra hice lo que decía. Noté las venas de mi miembro latiendo cuando comencé a mover mi mano, aunque evitaba mirar su cara.

-Mírame

Cuando lo hice puede verla sentada en el escritorio. Se estaba desabrochando la chaqueta. Cuando acabó comenzó con su blusa, dejando ver un sujetador blanco de encaje al abrirla.

-Me gusta que estés operado, me encanta comerme las pollas así –comentario que me provocó un escalofrío pensando en la posibilidad de sus labios rodeando mi capullo. Sigue tocándote, ya me has visto antes así que no debería sorprenderte.

Su mirada fue increíblemente provocadora y obedecí como un autómata. Se bajo las copas del sujetador mostrando sus pechos. Las aureolas hinchadas y los pezones duros delataban su excitación. Comenzó a acariciarlos y pellizcarlos sin retirar la mirada de mi cara.

-¿Qué pensabas anoche cuando me viste?

-No podía creer que fueras tú

-¿Y qué más?

-Que me gusta tu cuerpo, no esperaba que fuera así.

-Dime la verdad… ¿qué pensabas? –insistió mientras subía su falda y separaba las piernas para dejarme ver su ropa interior de encaje blanco.

-Me dieron ganas de follarte

-Esas ya las tenías –aseguró mientras se acariciaba por encima de la tela, tirando de sus braguitas que se deslizaban entre los labios de su coño- ¿qué más?

-Que fui un idiota dejándote escapar

-Eso también era obvio –respondió con voz susurrante y divertida mientras apartaba la ropa interior para mostrarme tu coñito y como uno de sus dedos entraba lentamente en su interior- ¿Quieres más?

-Si…

-Entonces dime la verdad, ¿qué pensaste?

-Que eras una guarra –respondí sin prensar y subiendo el tono de voz, presa de la excitación. No podía razonar ni intentar buscar una respuesta más correcta.

-Ni te imaginas lo guarra que puedo ser…

Con una sonrisa en su cara subió una pierna sobre la mesa para mostrarme como un segundo dedo seguía al primero. Los sacó brillantes y húmedos, separándolos para que viera los hilos de flujo que pendían entre ellos. Mientras yo seguía masturbándome intentado no explotar, quería disfrutar del espectáculo. Su cara había cambiado. No era la de la mujer eficaz y seria que conocía. El brillo de sus ojos, su gesto, su sonrisa, divertida y provocadora hacían que esa ropa gris y formal, su pelo cómodo y funcional, dejaran de tener importancia para definirla.

Se puso de pie y subiéndose la falda se bajó las bragas y se acercó a mí. Avancé hacia ella, pero me detuvo poniéndome la mano izquierda en el pecho.

-He dicho que quería que me devolvieras el espectáculo, no que pudieras tocarme

-Joder, vas a volverme loco

Ella no respondió y en su lugar acercó esos dedos que hace unos segundos estaban en su interior a mi boca. Los pasó por mis labios, noté la humedad y saqué la lengua para saborear.

-¿Te gusta? –preguntó mientras dejaba que chupara sus dedos hasta dejarlos limpios

Asentí, mientras mi lengua aun buscaba sus flujos y nuevamente intenté acércame a ella.

-He dicho que no –se apartó- ¿quieres que esto acabe?

-No… quiero más

-Aun tienes que pagar por lo que me hiciste, pero hoy te has portado bien. No te muevas y tendrás tu premio…

Mientras terminaba la frase envolvió mi polla en sus braguitas y comenzó a apretar mi polla. El contacto me hizo estremecer. Ella me miró a los ojos y comenzó a pajearme. Lo hacía de forma suave, pero apretando mi miembro mientras con la mano libre se levantaba la falda y comenzaba a tocarse nuevamente. Sabía que no iba a poder aguantar mucho. Su mano, su respiración agitada y profunda mezclada con la mía, el olor a sexo que llenaba la habitación y su cara perversa y sonriente fueron más de lo que puede aguantar.

-Me corro –acerté a decir

Ella movió su mano con más energía.

-Me encanta sentir como explota una polla –susurró inclinándose a mi oído.

Eso fue todo lo que hizo falta para correrme. Sentí mi semen brotando, empapando sus braguitas mientras ella me apretaba la polla y noté como me temblaban las piernas.

-Buena corrida, cuanta más leche, mejor –dijo cuando cesaron los espasmos de mi pene y mientras lo limpiaba suavemente con la ropa interior ya empapada de mi semen.

-¿Y tu?

-Yo voy le contaré esto a mi chico en cuanto llegue a casa para que me diga que soy una guarra y me folle como me gusta. Quiero que lo sepas y pienses en ello esta noche, antes de mandarme una foto con tu corrida -–dijo sacando la mano de entre sus muslos y recomponía su ropa.

-¿Qué? –acerté a decir más desconcertado aun después de lo que acaba de pasar.

-Esta noche te vas a pajear pensando en como me revienta mi chico y me mandarás la prueba. ¿Has entendido?

Asentí mientras devolvía rápidamente mi miembro al interior de mi pantalón antes de que ella abriera la puerta.

-Ahora voy a seguir con el congreso de Bruselas. ¿Lo cerramos lunes? –se despidió con su voz de burócrata dándome la espalda.

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