Un poco antes de la cena estaba viendo un programa de entretenimientos cuando escucho la voz de Fernanda.
-“Me acaba de hablar Rubén, dice que lo asaltaron y golpearon”.
-“Qué lástima, seguro que la policía, a las pocas cuadras habrá agarrado a los ladrones”.
-“No, fue acá en el edificio”.
-“Será alguien que aprovechó el descuido de un vecino y entró por la puerta mal cerrada, habrá que redoblar los cuidados”.
Todo este diálogo fue sin mover la vista del televisor.
-“Voy a ver si necesita algo”.
-“Bien”.
Cuando volvió ni le pregunté el resultado de la visita, aunque noté su mirada desconfiada; sin darme por enterado seguí en lo mío, pero debía estar atento a cuando se reanudaran los encuentros.
Para la próxima etapa de la venganza compré un soplete a gas de los usados en repostería, una jeringa grande con aguja y un litro de alcohol ordinario pues nada pensaba desinfectar, ahora a esperar el momento; y eso sucedió tres días después, cuando ella me avisó que ese mediodía llegaría un poco más tarde; ya alguna vez había usado la misma excusa para, en realidad, salir un poco antes del estudio y, ya en nuestro edificio, meterse en el departamento del vecino.
Cuando la pantalla me mostró al vecino besándola después de cerrar la puerta, apagué el ordenador, acomodé todo de manera que nada indicara que yo había estado ahí, tomé el bolso preparado y salí a realizar lo planeado.
Ya frente a la puerta del departamento del amante, apliqué el soplete un buen tiempo sobre el picaporte hasta que un papel, al ponerlo en contacto con el metal, se encendió; rocié minuciosamente con alcohol treinta centímetros de la parte baja de la puerta, haciendo que también el líquido ingresara por debajo, luego encendí y me fui a la terraza a esperar los resultados.
A los cinco minutos comenzó el alboroto, esperé un poco más y bajé entrando a casa como si recién llegara; el trabajo había sido exitoso, Fernanda, algo desarreglada en vestimenta y peinado, lloraba poniéndose crema sobre la extensa quemadura sobre la palma derecha.
-“Querida, ¡qué te pasó!”
-“Me quemé la mano en la cocina”.
-“Vení que te ayudo con la crema, una lástima justo la derecha, esa que usás para acariciarme la pija mientras me la chupás, de todos modos, como los labios los tenés intactos la diferencia será mínima”.
-“No sé por qué ahora me hablás así, antes nunca lo habías hecho”.
-“Es que leí un artículo en internet que habla de las maneras de revitalizar la unión de la pareja, y dice que estadísticamente la mejor opción para salir de la rutina es tratar a la esposa como a una puta”.
-“No me gusta, me parece ofensivo”.
-“No importa, ya dice el escrito que oponerse es una reacción normal y, que, ante eso, se debe actuar con más fuerza, así que más tarde, cuando se te calme el dolor, me la vas a chupar zorra de la gran puta, dándote maña con la mano izquierda o te cago a trompadas”.
Dos días más tarde las socias del estudio recibieron invitación para cenar en un restaurant elegante en festejo del brillante negocio logrado y en el que ellas habían participado. Naturalmente mi señora se preparó concienzudamente, había que agradar a todos los presentes, pero más que nada al que la llenaba de pija.
Esa noche cuando escuché murmullos de varios en el palier, era la una de la mañana, me asomé por la mirilla y vi a las tres mujeres con Rubén y dos hombres más entrando al departamento; aún sin verles las caras era fácil identificar a mi esposa y su amante pues ambos tenían una mano vendada; al carajo el sueño, había que conectarse a las cámaras.
Interiormente me felicité por haber hecho instalar esas cámaras, probablemente lo obtenido en esta oportunidad sería definitorio para terminar la venganza.
Después de invitarlas a ponerse cómodas y ofrecerles algo para beber, el dueño de casa les dice que, al haber declinado la invitación para seguir la reunión en una discoteca, les agradece haber aceptado continuar en su casa los brindis festejando el éxito logrado, en el cual, ellas participaron. Luego de levantar las copas Rubén puso música invitando a todos a bailar, en ese momento María miró a sus compañeras, que mostraron caras de no estar de acuerdo, y respondió.
-“Te agradecemos la invitación Rubén, pero ya es tarde, terminamos la bebida y nos vamos”.
-“Chicas, hay que disfrutar el momento y cimentar la unión para futuros trabajos”.
-“No lo dudo, pero mañana tenemos tareas y, además, nuestros maridos nos esperan”.
-“María, hay que ser un poco más complaciente con los que te dan trabajo”.
-“Rubén, en el trabajo, complacencia no es sinónimo de eficiencia y creo que fuimos contratadas por ser eficientes”.
-“No estás cuidando el trabajo, podés perderlo”.
-“No hay problema, aun cuando fueras el único cliente, que no lo sos, preferimos perderlo, que se diviertan, hasta la próxima”.
Tres se levantaron mientras Fernanda decía.
-“Termino esta copa y me voy, nos vemos mañana”.
Al quedar mi mujer sola con los tres varones comienza lo atractivo; Rubén toma a Fernanda de la cintura, la hace sacar la lengua para chuparla y mientras tanto le arrolla el vestido en la cintura, mostrando a los dos espectadores sus nalgas al completo, pues el delgado trozo de tela que las separa está hundido entre ellas.
-“Nena, espero que tus socias sepan reconocer que, gracias a tu esfuerzo, van a seguir teniendo trabajo y ganando plata”.
Si quedaba alguna duda que la consideraba de su propiedad, fue disipada con la invitación
-“Les sugiero que aprovechen ahora que otra oportunidad como esta es difícil que se presente, miren bien lo que van a disfrutar gracias a mí, preciosa, mostrá bien los tesoros que tenés y seguramente ellos no vieron nunca”.
Ante esa orden, la hembra obediente, deshace el abrazo, gira y se baja la biquini a medio muslo abriendo algo las piernas para separar los labios vulvares y exhibir la mucosa interior brillante de flujo; la respuesta de los dos espectadores, aplausos y pedidos de seguir la muestra fue aceptada pues se dio vuelta y, sacando el trasero, se abrió las nalgas para dejar bien visible el ano, primero fruncido y luego ligeramente abierto al separar más los glúteos.
Ahí caí en cuenta de la diferente actitud de los dos acompañantes masculinos, uno flaco casi inexpresivo y el otro rellenito muy extrovertido; este último, cuando el dueño de casa exhibió a mi mujer como si fuera una cosa de su propiedad hizo festejos grandilocuentes, en tanto el otro permanecía fumando y tomado un trago; ante esa postura de indiferencia, Rubén preguntó.
-“Qué te pasa Braulio, mirá que hembra pongo a tu disposición”.
-“Lo que ocurre jefe es que las ganas me vienen cuando una mina quiere estar conmigo, y esta que, o es demasiado puta y le gusta cualquier pija, o se ofrece por darte en el gusto, aunque pensándolo bien, podría probar ese culito”.
Entonces el dueño de la puta estableció los turnos.
-“Primero voy yo, que no quiero saborear semen ajeno, luego te toca a vos que estás más alterado y, mientras recargamos las bolas, vos Braulio entrás en escena, de más está decir porqué sos el último”.
Y así fue, los dos primeros usaron la hembra por los tres lugares usuales provocándole tres buenos orgasmos que la dejaron exánime pues no le habían dado tiempo de recuperación; el gordito pareció eyacular hasta la idea de semen a juzgar por los gesto y gritos, si hubiera aguantado un poco más mientras la enculaba y frotaba el clítoris, la cuarta acabada de mi mujer estaba asegurada.
Estando Fernanda boca abajo tratando de reponerse, entendí por qué Braulio había sido dejado para el final, en un abrir y cerrar de ojos se desnudó, dio la última pitada al cigarrillo y mostrando como si nada una majestuosa verga, se aproximó a la desfallecida para levantarla poniéndola en cuatro, hacer una estocada fuerte por la concha que goteaba y después poner el glande en el culo, comenzando, sin prisa, pero sin pausa, a barrenar el recto.
Que no era un ingreso agradable, o algo ajustado pero soportable por una pronta adaptación, eran testimonio la cara, los quejidos lastimeros y las lágrimas, aunque quizá eso no era lo peor, lo grave es que no tenía escape pues no solo era sujetada desde la cintura por el vergudo que la envestía, sino también por sus anteriores machos servidos que, sosteniéndola de los hombros, soltaban sus carcajadas complacidos por el espectáculo.
-“Ahora puta de mierda, con este empujón vamos a invertir el recorrido de la digestión, mi leche te va a salir por la boca”.
Y después de semejante empujón, a juzgar por las expresiones faciales de la hembra, ojos abiertos al máximo, frente fruncida y boqueando, si no fuera por la disposición orgánica, el cogedor hubiera acertado.
Ella tirada como trapo, intentando recuperarse después del temblor generalizado del cuerpo producto de varias corridas continuadas, tomó conciencia de que algo nuevo venía, porque uno se puso de espaldas en el piso haciendo que ella, sentada encima, se clavara el miembro en la vagina, mientras otro la tomaba del pelo poniéndole su miembro en la boca y el tercero le lubricaba el ano. Parece que eso le produjo un instante de lucidez y se tiró a un costado, dirigiéndose a su amante.
-“Hijo de puta, estás usándome como a una cosa junto a tus amigos”.
-“Vamos nena, la puta sos vos no mi madre, bien que te encanta”.
-“Qué basura que sos, lo que hice con estos dos fue por darte en el gusto, pero no más, me voy”.
-“No creo que puedas oponerte a los tres”.
-“Si grito fuerte, diciendo que me están violando, seguro que mi marido escucha y viene, y a él se lo van a tener que explicar”.
-“Andate putita, tenés que limpiarle los cuernos a tu esposo”.
-“Por supuesto que me voy y lo hago con la tristeza de no haberle hecho caso, verte dos veces fueron suficientes para saber cómo sos, y me lo dijo desglosando las etapas, primero querrá seducirte, si lo consigue te gozará un tiempo, luego te exhibirá ante otros, después te va a compartir como si fueras de su propiedad y, antes de dejarte, vendrá la degradación entre varios, esto último no va a suceder, me voy”.
Cuando Fernanda empezó a vestirse tomé una hoja en blanco y escribí el cartel que le dejaría sobre la mesa del comedor «Son las dos de la madrugada, como es casi seguro que vendrás con ese olor que me descompone, ni se te ocurra entrar al dormitorio o al baño nuestro».
Al día siguiente hablé con un abogado amigo para preparar la demanda de divorcio, quedando en entregarme los papeles a firmar tres días más adelante. Y esa noche aceptamos una nueva invitación del vecino para cenar en su casa, mi mujer dijo no querer ir, pero aceptó mis razones de no despreciar a quien le había dado trabajo y así una buena ganancia. Y en la hora indicada fuimos llevando un buen vino y postre, siendo recibidos por el dueño de casa junto a una joven, quizá apenas llegada a la mayoría de edad, pero con un físico poderoso, que exhibía de manera ostentosa; de haberla encontrado en la calle algún aquejado de arrechera seguramente le habría preguntado cuánto cobraba.
-“Hola Fernanda, hola Rafa, un gusto tenerlos acá, les presento a Josefina”.
Mi señora, que habitualmente es cordial y de cara sonriente en las reuniones sociales, esta vez saludó a los dos con cierta frialdad. Como era de esperar la cena fue una demostración de su poder económico, copas distintas para vino blanco, para vino tinto y para agua; cubiertos para entrada, para plato principal y para postre; servilletas de tela blanca en un brillante servilletero de plata, mantel con encaje; es decir un derroche de apariencia.
Comida y bebida excelente fue acompañada con la exposición de grandezas que jalonaban su trayectoria personal y profesional, naturalmente matizada con arrumacos habituales entre aquellos que no son propiamente amigos o pareja estable, sino que comparten calentura y se complacen en mostrarla pues los presentes no suponen un freno ni generan escrúpulos.
En ella se notaba el deseo de hacerse con ese macho que era un buen partido para relacionarse por el tiempo que fuera posible, cuanto más largo mejor pues los beneficios materiales serían mayores. En él era palpable que esos gestos de anticipo del próximo desahogo en la cama, tenían una especial destinataria, Fernanda, y yo disfrutaba verla sufrir; cada abrazo, cada beso, cada incursión de la mano hacia la entrepierna de la putita de turno, que para mi señora eran refinada tortura, me significaban un placer cercano al orgasmo.
Tuve que reprimir mi deseo de darle un fuerte abrazo a ese basura y agradecerle la contribución a mi venganza, con esa actitud de hacerle notar que había sido reemplazada, que su derecho de propiedad o exclusividad era algo totalmente dependiente de la voluntad del varón. Ahora me daba cuenta que le estaba haciendo pagar la negativa a la doble penetración y mamada propuesta en el video de la última reunión.
Por supuesto la sobremesa fue corta, ya que mi esposa, mostrando en su cara el desagrado que la dominaba, dijo sentirse indispuesta y disculpándose me pidió irnos a casa. Naturalmente accedí, pero si ella pensaba que con eso evadía la situación desagradable estaba equivocada, yo estaba dispuesto a echar sal sobre la herida abierta.
El silencio reinante en los pocos pasos que nos separaban de casa y mantenido durante lo previo a acostarnos lo rompí yo.
-“Te sentís mal?”
-“No pero ya estaba harta de una conversación intrascendente mientras ellos, en lugar de atendernos, se dedicaron a meterse mano”.
-“Es verdad, pero no lo puedo criticar, en última instancia él es soltero sin compromiso, y ella no solo es voluptuosa, sino que parecía tener una calentura importante”.
-“Eso te parece a vos que sos un degenerado, seguro que te gustaría montártela”.
-“Por supuesto, mamar esas tetas y perforar semejante culo debe ser la gloria, pero esas chicas no aceptan un tipo que financieramente sea, apenas, algo más que un piojo”.
Mientras esperaba el sueño, haciendo un recorrido por últimamente sucedido, se sentí conforme; para dar por terminada la tarea de venganza faltaba poco, ya tenía la decepción de mi mujer y la filmación de lo sucedido en la última reunión; me quedaba un último escarmiento físico al hombre, enterarla a las socias de la conducta de mi esposa y hacerle saber a los directivos de la empresa el calibre del gerente de área que tenían dentro.
Para provocarle una buena cantidad de moretones al vecino, a modo de despedida, tuve que hacer una tarea de vigilancia que me permitiera concretar algo simple, rápido y anónimo; iba a provechar que la puerta de su departamento estaba inmediatamente al lado de la escalera y la mía justo enfrente, tres metros entre ambas; para no ser escuchado lubriqué detalladamente las bisagras y la cerradura de manera que su funcionamiento no provocara ruido alguno; el momento elegido fue su habitual regreso entre las dos y media y tres de la tarde.
Varias jornadas observé por la mirilla y elegí un día que le vi cara de cansancio y un tanto distraído, cuando salió del ascensor, caminó hasta la puerta y empezó a buscar las llaves, salí silenciosamente me acerqué por detrás, cubrí su cabeza con una bolsa negra, lo hice girar para marearlo y por último empujarlo escaleras abajo. Con toda suerte había superado la tentación de decirle «buen viaje» y, después de comprobar que se movía, en el mismo silencio regrese a mi casa.
El día que me entregaron las dos carpetas del divorcio la esperé, a la hora de almuerzo, con la portátil lista para mostrar las imágenes y los papeles preparados para firmar. Su extrañeza se transformó en pregunta.
-“¿Qué es esta recepción?”
-“Papeles del divorcio”.
-“¿Por qué? ¿Estás loco?”
-“No, simplemente que ya no te quiero”.
-“Y así, ¿de golpe te diste cuenta?”
-“Tal como lo decís”.
-“Pero ¿cómo puede ser eso?”
-“Sencillo, me llegó esto que ahora te muestro y, en lugar de sentir dolor por el engaño, no me importó, sino que sentí asco al ver tu degradación”.
Sabiendo que no había vuelta atrás y que la difusión del video sería un serio traspié en su vida firmó las hojas sin poner peros. En un mes tenía que dejar la casa que yo había heredado de mis padres.
Un par de días después recibí una llamada de María y Claudia pidiendo que fuera a verlas pues querían hablar conmigo, y que lo hiciera fuera del horario habitual de trabajo, ella me avisaría cuando ya no estuviera mi mujer. Era para preguntarme sobre el comportamiento poco común de Fernanda; sin vueltas les conté todo y la situación actual. Al tiempo me contaron que mi ex les había vendido su parte y se iría a otro lado donde tenía parientes para tratar de empezar de nuevo. Nunca más supe de ella fuera de una audiencia ante el juez.
Hay gente que es feliz comprando, y para que su felicidad sea plena debe ser algo que cueste menos, aunque sea centavos, a lo ofrecido por otro comercio, y por ello tienen en permanente funcionamiento una especie de radar de vigilancia que les avisa de una posible oportunidad. Eso es lo que aproveché al mandar cien pen-drive conteniendo copias de lo sucedido durante la reunión en el departamento de mi vecino; el destino fue el mostrador del personal de seguridad en la planta baja del edificio sede de la empresa donde trabajaba, llevando cada uno la inscripción «Magníficas Ofertas».
Para ver que sucedía me ubiqué donde pudiera observar; tres que pasaron sacaron uno junto con propagandas en papel, a los diez minutos parece que había corrido la voz pues sobre la superficie solo quedaban las hojas de promociones. Seguramente la noticia debe haber llegado a los superiores de los farristas porque el primer actor desapareció de escena en los días siguientes sin despedirse.
Yo estoy empeñado en superar esa etapa triste de mi vida.
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Uff!! Leí de corrido los 2 capítulos tremenda historia que solo tu creatividad nos regala, bien Rafael con su venganza la zorra de Fernanda pagó el precio por la traición bien advertída estaba por Rafael lo que ese tipo de las traía para con ella ah el Rubén también pago por la afrenta . Agradecido por compartir la historia va un excelente un gran saludo a la distancia estimado Suruminga.
Querido Avilio Q, como de costumbre alentado mi trabajo. Tus palabras son el combustible que alimenta mis ganas de publicar. Recibe mi afectuoso abrazo.
No pues cualquiera en tu lugar hubiese hecho los mismo mi estimado relator, lo bueno fue que no llegaste a cometer un asesinato.
Gracias Cojelón de Casadas por leer y comentar, me alegra que la narración te haya gustado. Recibe mi cordial saludo.
Excelente relato amigo, lo siento por ti,,, pero como trataste la situación eres un campeón
Muchas gracias Warner por leer y comentar. Mi agradecimiento sube un montón por tu amable elogio. Recibe mi afectuoso saludo.