Esta es la historia de Matías y Valeria. Una joven pareja, él 28 y ella 22 años. Se mudaron a vivir juntos hacía un par de meses, eran activos sexualmente y aunque no era explosivo, cada encuentro cumplía. Al menos para sacarse algunas ganas, nada más.
En busca de avivar más la llama, Matías propuso un trío. Pero quería que sea una chica más, Valeria y él. Su novia por supuesto se negó, ella estaba dentro de todo conforme con su moderada y para nada excepcional calidad íntima.
Pero él insistió, hasta el punto de llegar a un “acuerdo” que consistía en que primero tendría un trío con un chico y luego con una chica. La idea tampoco agradó demasiado a Valeria; de vuelta, a ella no le importaba agregar algo a sus encuentros entre sábanas.
Sin embargo, más por la insistencia de su novio que por convicción, la chica terminó aceptando.
El primer paso fue crearse un perfil en una app de citas. Como nombre utilizaron sus iniciales (myv) y un par de fotos de ambos, sin que se les vea el rostro; con poca ropa frente a un espejo, juntos.
Matías era un chico no muy alto, apenas llegaba al 1.70 m; Valeria por su parte medía 1.65. Y eran de esas típicas parejas que cuando ves a ella y lo ves a él, pensas en que el chico debe ser muy gracioso para haberse levantado a una mina como ella. Él no era precisamente feo, pero entre que la estatura no lo ayudaba, era muy flaco y aparte en los pantalones solo guardaba una pistolita que en los mejores días llegaba a los 12 cm; uno diría que era muy afortunado de haberse encontrado a Valeria.
Ella era todo lo contrario. Su baja estatura la compensaba con un cuerpo tremendo. 85-62-94 de medidas. Rubia, piel clara, ojos verdes y una sonrisa cautivadora. Eso sí, de personalidad reservada. Teniendo todos esos atributos, nunca fue la chica más popular en ningún lado, ni la más extrovertida. Quizás por eso se conformó con el insulso de Matías.
Tras varios días buscando candidatos para la primera fase, un día apreció uno que llenaba las expectativas.
En la foto no se lo veía muy bien, pero a Matías le cayó bien cuando hablaron por el chat de la app, luego de hacer “match”. El chico se veía normal, al menos en la única foto que tenía en su perfil. No precisamente con el rostro de un actor de cine, simplemente con cara de buen tipo. Su nombre era Sandro, 31 años y según había contado a Matías, con “ganas de experimentar cosas nuevas”. El pobre Matías no se esperaba lo que se venía.
Luego de intercambiar números de teléfono, mensajes y la ubicación del departamento donde vivía la pareja; llegó el día.
Era un sábado por la tarde, más o menos las 17:00 h. Estaba nublado, fresco. El ambiente era ligero, sin mucho ruido.
Sandro avisó por mensaje a Matías que ya había llegado a la ubicación. Subió al piso 6 y tocó la puerta del departamento 14. El chico abrió y lo dejó pasar. El lugar se veía acogedor, un monoambiente bien iluminado y decorado. Vio a la chica sentada en el sofá, la saludó con un beso en el cachete. Los primeros segundos fueron del más incómodo silencio.
Sandro estaba parado, al lado de Matías. Valeria sentada en el sofá, los miraba a ambos y la diferencia era notoria: el chico desconocido era muy alto, casi 1.90 m. Se veía robusto, los brazos notoriamente trabajados en el gimnasio al igual que el pecho, la espalda, las piernas; su tez blanca y su cabello castaño encrespado daban un buen contraste.
Matías fue el encargado de romper el silencio. “Bueno, a ver… Qué les parece si nos vamos conociendo. O si vemos algo en la tele para ir distendiendo”. Sandro y Valeria asintieron. Matías encendió la TV, los tres se sentaron en el sofá y mientras el novio buscaba algo para ver, el tercero observaba el cuerpo de la novia, se acercaba de a poco a ella; que estaba vestida con un top negro, una falda roja y negra a cuadros y botas oscuras. Una tímida mano se posó en el muslo de ella, que permitió el avance, sintiendo que cuanto más rápido ocurría todo mejor. Aún no estaba tan convencida de todo el tema.
Pasaron los minutos, realmente no fluía la charla, pero había algo; lo que cambió fue que Valeria empezaba a estar más receptiva a las caricias que Sandro le ofrecía, mientras a Matías –el ideólogo de todo–lo empezaba a invadirnos comodidad. Cuando el novio se levantó a buscar un vaso de agua, el tercero tomó a la novia por la parte posterior de la cabeza y la comenzó a besar, ella recibió el beso primero con apatía pero al sentir la pasión que le ponía al acto, se sintió atraída y respondió. Los brazos de ella se entrelazaron detrás de la nuca de él, mientras las manos fuertes del invitado tomaban su cintura con una seguridad que jamás había sentido por parte de su pareja.
“Bueh, ya vamos comenzando entonces”, dijo Matías algo entusiasmado. Se acercó al sofá y comenzó a besar el cuello de su novia, pero con cierta timidez. Valeria y Sandro se besaban como si fuesen solo ellos dos en el lugar, sin involucrar al novio en la acción más de lo que él mismo se involucró.
Valeria comenzó a sentir un calor entre sus piernas que hacía rato no sentía, las fuertes manos del hombre con el que no había intercambiado mucho más que un saludo la hacían sentir más deseada que los tímidos besos de quien supuestamente estaba enamorada.
Sintiéndose culpable, Valeria giró hacia Matías y lo empezó a besar. Pero el beso se sentis frío, sin alma. Mientras tanto, las manos de Sandro manoseaban sus tetas por encima de la ropa, excitándola tanto al punto de hacerla gemir.
Mientras los besos sin sabor con Matías continuaban, Sandro la despojaba del top y ahora manoseaba sus tetas piel a piel, pinchando sus pezones, apretando y sobando sus redondos y firmes senos, mientras besaba su cuello y nuca con la pasión con la que había besado su boca anteriormente.
Ya preso del deseo y comenzando a tomar la actitud dominante que marcaría el resto de la acción, Sandro tomó del pelo a Valeria, la levantó y la arrojó a la cama –que estaba solo a unos centímetros del sofá–mientras Matías un poco molesto, se levantaba y los seguía.
Pero parecía no haber espacio para él en esa cama, aunque sobraba espacio físico. Pero Valeria ya estaba recostada en ella, con Sandro encima besándola y manoseándola, quitándole la falda y la ropa interior, hurgando con sus dedos en su vagina húmeda y apretada. Matías subió a la cama y entendió como mejor forma de ponerse a todo, quitarse la ropa. Si cuerpo escuálido y su miembro flácido y pequeño no tenían lugar en la tormenta de pasión que se desataba frente a él.
Valeria quitó la camiseta de Sandro y observó si torso, musculoso y amplio. Posó sus manos en su pecho, las pasó por sus hombros. Sintió la firmeza de esa musculatura, mientras observaba con deseo y se mordía el labio inferior. Matías, por su parte, apenas a centímetros; se masturbaba con fuerza intentando tener una erección. Pero no estaba en sintonía y realmente era el mal tercio.
Peor fue la cosa cuando Valeria bajó los pantalones de Sandro y una gigantesca pija de 25 cm golpeó su rostro. Larga, muy gruesa y venosa.
Matías vio eso y no pudo evitar acomplejarse, era más del doble de lo que tenía para ofrecer. Si de por sí le estaba costando ponérsela dura, la vergüenza que sentía de si mismo disminuía aún más las chances de lograrlo. Peor fue cuando al ver semejante miembro descomunal, a Valeria le salió del alma una frase que hirió a su novio más de lo que imaginaba. “Uff que pedazo de pija”. Fue un puñal.
Intentó no sonar tan despectiva con su propio novio, lo quiso animar después.
–”Gordo, dale, súmate que la vamos a pasar bien.” Dijo, intentando reanimar el ego destrozado del pobre Matías, que aunque lo intentaba ni siquiera podía ponérsela dura.
Sandro, por su parte, sentía como las manos de Valeria intentaban rodear todo su miembro, sin éxito. El grosor era tremendo y al sostenerla con ambas manos, sobraba demasiada carne.
–”Hijo de puta, te juro que ni en los videos porno vi algo así.” Decía Valeria mientras lentamente iba pajeando semejante bestia.
–”Amor… No te jode sí ya empezamos? O sea…”
La frase se cortó abruptamente porque Sandro introdujo la cabeza de su verga en la boca de Valeria y ni bien sintió esa pija en su boca, ella se olvidó de que su novio estaba ahí, intentando sumarse.
–”Ey, permiso.” Atinó a decir el invitado al novio, pidiéndole espacio en la cama para recostarse y disfrutar de como Valeria intentaba dar placer a su enorme verga. Matías sin más opción, se levantó y terminó sentándose en el sofá, derrotado. Ya sin intentar lograr una erección y arrepintiéndose de lo que había planeado.
–”Amor, dale, ponetela dura y vení.” Decía Valeria intentando animarlo, mientras con ambas manos sostenía el enorme miembro de Sandro y lo chupaba con ganas.
“Ghmmph gkkk gkkk” se escuchaba, mientras la señorita se atragantaba en la enorme poronga del macho que la iba a satisfacer como nunca antes.
–”Gordo perdón, pero estoy re caliente. Sandro, cogeme por favor. Amor, perdón, sumate cuando puedas que esto es para los dos, ¿te acordas?” Decía Valeria, intentando lograr que su ya devastado novio vuelva del abismo en el que él mismo se había metido.
Sandro la puso en cuatro, se preparó para penetrarla. Matías rompió el silencio:
–”Ey flaco, ¿qué haces? Ponete un forro hijo de puta. Y vos, ¿por qué no le decis que se cuide?”. Reclamó a ambos.
Valeria se acercó a la cómoda a un costado de la cama y sacó uno de los condones que usaba con Matías. Le quitó el envoltorio y procedió a intentar colocárselo a Sandro. Y fue eso, nada más que un intento.
Logró muy apenas hacer que ingrese la cabeza, Sandro sintió como le apretaba demasiado pero no se quejó. Cuando Valeria intentó desenrollar el forro para cubrir toda la superficie, este se rompió.
Sandro y Valeria no pudieron evitar reírse, Matías por el contrario no podía creer lo que veía. Era como una pesadilla.
–”Amor, perdoname pero -dijo y luego levantó el condón destruido para que lo pueda ver- no sé cómo podemos hacer esto, en serio no pensé que…”
La frase quedó hasta ahí, porque Sandro no quería esperar. La puso en cuatro y antes que nadie reaccione, dijo mirando a Matías:
–”Loco, jodete. Tu mina quiere pija.” Y procedió a penetrarla
–”Ayyy hijo de putaaa diosss”. Valeria gritaba mientras se aferraba a las sábanas, cerraba los ojos y empezaba a sentir como la enorme pija de Sandro penetraba su concha húmeda y apretada.
Matías no podía creer lo que ocurría: el amor de su vida, en su casa y con un tipo que él mismo eligió; se estaba dejando coger sin forro.
–”Valeria cuantas veces te pedí cogerte a pelo y no me dejabas, hija de puta”.
–”Ay amor, perdo… Ahhh dios es demasiado grande. Aghhh. Gordo, perdó… Ohhh. Es que es distinto esto, estamos jugand… Ahhh la puta madre”.
Mientras ella intentaba explicarse con Matías, Sandro no perdía tiempo y la penetró hasta que se la metió hasta el fondo.
–”Hijo de puta ahhh la puta madre ahhg ay ay ay boludo la siento en el útero carajo”.
Exclamaba, mientras Sandro aumentaba la fuerza y velocidad de sus embestidas, a medida que las paredes de su vagina iban cediendo.
Ella en cuatro, recibiendo verga fuerte mientras era nalgueada y estirada del pelo; Matías sentado en el sofá, miraba a ratos con rabia y frustración, luego apartaba la vista. No entendía la mezcla de sentimientos por dentro.
–”¿Te gusta así, putita? ¿Te gusta que le coja frente al cornudo de tu novio?”. Decía Sandro mientras la hacía suya.
‐”AY papi me encanta, cogeme toda”. Respondía ella, entregada.
“Plaf, plaf, plaf”. El sonido de las embestidas retumbaba en el departamento.
Matías trataba de ya no mirar, de evitar prestarle atención a la escena. Pero era difícil, estaba ahí al lado. Sentía el impulso de huir pero a la vez no podía. Estaba preso en una pesadilla que parecía no terminar.
“Ahhgh ahhh ayyy estoy acabando por favor cogeme fuerte”, se escuchaba mientras Sandro la detonaba, con las piernas de ella en sus hombros y él alcanzando aún más profundidad dentro de ella y con más fuerza.
Valeria ponía los ojos en blanco y arañaba la amplia espalda de su nuevo amantes mientras orgasmos sucesivos la atacaban sin parar. Sus piernas temblaban, toda ella temblaba.
Tras años fingiendo orgasmos con Matías y teniendo alguno real pero leve de vez en cuando, esto era algo totalmente nuevo.
–”¿Hijo de puta qué estás haciendo?” Exclamó ella, cuando Sandro metió sus dedos en su vagina y la estimuló por dentro hasta que un chorrazo de fluidos salió de su uretra. Era un squirt. Matías se sorprendió al ser salpicado por semejante chorro, Valeria reía, respiraba agitada y gemía. Sandro observaba orgulloso.
Hubo una aparente tregua de unos segundos. Se escuchaba la respiración agitada de ambos. Sandro se dirigió a Matías, que miraba un punto fijo en la pared.
–”Ey mira, ¿hacemos lo siguiente? Ella decide: me la sigo cogiendo y vos la perdonas o seguimos y haces lo que se te cante, qué decis”.
Valeria los miró a ambos. Su cuerpo aún se sentía como una gelatina luego de tantos orgasmos.
–”Gordo, prometeme que me vas a perdonar por lo que voy a hacer”. Dijo. Matías ni la miraba.
–”Amor por favor, en serio te pido que me entiendas”.
El silencio era su respuesta. Hasta que entonces Valeria dijo:
–”Matu perdón pero se la voy a pedir por la cola”.
Sandro se sorprendió, la miró con una sonrisa de deseo. Matías se volvió hacia ella.
–”¡¿Qué?! Por años te pedí el culo y se lo vas a dar a este que apenas conoces. Sos una desgraciada”.
–”Amor perdoname, pero estoy demasiado puta, quiero explorar esto. De verdad es más fuerte que yo, vos sabes que yo te amo”.
Todo esto lo decía mientras se ponía en cuatro, ofreciendo su ano a Sandro, que se untaba la pija con lubricante.
–”Matías por favor te suplico que me perdones, vos sabes que en mi corazón sos el único, vos sabes que yo te amo, sos el amor de mi vidaahgg dios sí rompeme el culo con esa pija enorme papi”.
Nuevamente su discurso se interrumpía, esta vez por la enorme verga penetrando su cola.
Sandro con paciencia iba empujando su verga en el culo de Valeria, mientras ella mordía y apretaba las sábanas. Matías sentado en el sofá solo podía escuchar lo que ocurría tan cerca de él, con tantas ganas de que no fuese real. Pero sí lo era.
Por instantes, Matías lograba disociarse de la situación, pero los gritos y gemidos de Valeria no se lo permitían.
–”Gordo me está detonando al ojete, dios mío me lo va descoser”. Decía Valeria, mientras Sandro iba penetrando más y más dentro de ella.
Pasaron los minutos, Valeria seguía en cuatro. Su ano se había dilatado los suficiente para recibir la verga que entraba y salía de ella, ahora ya con facilidad. La fricción de toda esa carne dura, la textura de las venas; sentía todo en su ano dilatado y al rojo vivo, que dolía pero se sentía bien.
–”Rompeme el culo, rompemelo todo por favor. Fuerte, fuerte. Mas fuerte. Soy tu puta, Sandro. Cogete a tu puta por el culo”.
Los gritos de Valeria retumbaban en el lugar. Matías no aguantaba más, comenzó a llorar.
–”¿Qué pasa cornudito?”. Dijo Sandro, burlón.
–”Amor, no llores”. Interrumpió Valeria.
Matías se levantó e intentó hacer que Sandro pare, la propia Valeria lo frenó.
–”No, amor espera. Por favor ya está, esto ya fue, es un rato y después lo charlamos, te lo compenso”. Decía mientras lo miraba a los ojos. Eso aprovechó Sandro para volver a meterle la pija en el culo.
Matías vio como las pupilas de Valeria se dilataban, luego se cerraban sus ojos y su boca se abría para expulsar otro grito:
– “Ayyy por dios sí llename el culo de pija, papi. Rompeme el ojete”.
No había forma de frenarlos. Matías se sentó a llorar, Valeria estaba tan perdida en el éxtasis del momento que ya no le importó su dolor –si es que alguna vez le importó–.
Matías escuchó la voz de Valeria dirigiéndose a él luego de unos minutos, pensó que ya había terminado todo, pero no.
–”Amor, disculpame. En serio te amo. Pero, le voy a pedir la leche, perdón”.
Se arrodilló, estaba frente a Sandro, toda la escena en frente a Matías sentado en el sofá.
–”Dame toda la leche, papi. Pintame toda”.
Estaba tan urgida que con sus manos empezó a pajear a Sandro, le chupaba los huevos. Hasta que finalmente, una potente descarga seminal le cubrió la cara. El semen corría por su rostro como una cascada, llegaba a su mentón y terminaba en sus tetas. Le chupó hasta la última gota.
–”Tragatela toda”. Ordenó Sandro.
–”SÍ, papi”. Respondió mientras juntaba toda la leche y se la tragaba.
–”Está muy rica, papi”. Dijo para finalizar.
Cuando por fin terminó todo, Valeria y Sandro estaban desnudos en la cama. Al lado, Matías ya vestido se dirigió a ambos:
–”Por favor, andate de mi casa loco. Y a vos no sé como te voy a mirar a la cara, sos peor que una puta”.
Dijo, antes de salir del departamento.
Corrió, huyendo de lo que él mismo propició. Lloró por lo que a quien amaba le hizo. Y se sintió culpable de más tarde masturbarse recordando toda esa pesadilla, porque se sentía culpable de en el fondo haber disfrutado ser un cornudo.
![]()