Me tenía engañada

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Después de seis años de feliz matrimonio, mi marido empezó a decir que yo había cambiado, me había vuelto frígida y no gozaba conmigo, como al principio.

Yo no me notaba dicho cambio, siempre actuaba igual, llegué a pensar que lo decía para disimular su falta de apetencia hacia mí.

Insistió tanto que llegué a creérmelo de verdad, siempre he sido muy ingenua, al principio pasó por mi cabeza serle infiel para comprobar si era yo o él, el desmotivado.

Cuando salía de casa decidida a buscar un hombre, tenía reparos y nunca llegué al final.

Mi nombre es Merche, veintiséis años, mi físico podríamos decir que es normal por la edad.

Mi marido Julio, cuatro años mayor, sin rasgos que destacar.

Empezó a cambiar la situación en una boda, entre otros invitados destacaré un matrimonio sentado delante nuestro, en una mesa para seis personas, ella se llama Claudia de unos cuarenta años, elegante, muy habladora, él, Sebastián le llamaremos Sebas de unos cuarenta y ocho años.

Durante la comida no paré de hablar con Claudia, coincidimos por lo general en nuestros gustos y nuestra forma de hacer, tanto que al despedirnos, me invitó a tomar café a su casa, una torre ajardinada, situada a las afueras de la ciudad, en una urbanización, económicamente se les veía bien.

También se habló ligeramente de sexo, mi marido como era su costumbre, aprovechó para sacar a relucir el tema de su insatisfacción sexual, como siempre culpabilizándome a mí.

Después del café, varios hombres se reunieron en la barra para seguir con sus temas, Julio y Sebe también se sumaron a la tertulia, Claudia y yo continuamos en la mesa, solas, fue entonces cuando ella hizo un intento de sinceridad.

Claudia: Siempre te habla así tu marido en público, ¿Es verdad que no le motivas?, ¿tenéis algún problema?

Merche: Sí, desde hace algún tiempo, antes no era así.

Claudia: ¿Estás convencida de que es por tu culpa?

Merche: No, yo soy la de siempre, que yo me dé cuenta no he cambiado, y de verdad no sé como hacerlo para motivarle, lo he intentado todo, he comprado libros, revistas, películas porno, debe ser verdad que soy incapaz de motivar a un hombre como dice él.

Claudia: Has dicho un hombre, no has dicho mi marido, le eres infiel.

Merche: Lo he pensado, pero no me atrevo, si es que yo soy así, sería otro fracaso.

Claudia: Pásate esta semana por mi casa, si quieres continuaremos con la conversación, me gustaría ayudarte.

No sé porqué, salí más animada de la boda, quedamos el martes sobre las cuatro, cuando salga del trabajo.

La casa era muy bonita de moderna construcción, se veía muy grande lo que justificaba su situación económica.

Me recibieron los dos, Sebe se disculpó, tenía trabajo en el ordenador y además aquello era cosa de mujeres.

Entramos en el salón muy espacioso, en una mesita preparado té y café, con alguna galleta y algo de licores.

Merche: Se están tomando demasiadas molestias.

Claudia: Vayamos directamente al tema, primero contéstame a una pregunta, ¿de que estas convencida?, ¿eres tú o es él que no funciona?.

Merche: Yo siempre he sido igual, creo que es él, no sé porque lo va pregonando en lugar de buscar un remedio.

Claudia: Me dijiste que habías deseado serle infiel para convencerte.

Merche: Si pero no me atreví, no quiero arriesgar mi matrimonio, si lo descubriera me dejaría, a pesar de todo le quiero, somos conocidos, seria fácil que alguien pudiera verme.

Claudia: El otro día en la boda, cuando se reunieron nuestros maridos, el mío pinchó un poco al tuyo para sonsacarle, te es un poco infiel, frecuenta los bares de alterne y otros, sus amigos no entienden que con una mujer joven como tú, te es infiel, lo tuyo quizás lo provoque para justificarse delante de ellos de su infidelidad.

Merche: Si es verdad, es un cabrón, pero todavía no estoy convencida de poder satisfacer a un hombre.

Claudia: ¿Quieres probarlo?

Merche: Ya he dicho que si, pero no me atrevo, puedo ser vista.

Claudia: Puedes hacerlo aquí en mi casa y ahora, nadie lo sabrá, que te parece, mi marido.

Merche: Señora, me está diciendo que folle con su marido aquí y ahora, ¿lo permitiría?

Claudia: Merche, somos una pareja liberal, ambos follamos con otros matrimonios, hoy saldrás de dudas, si quieres, a mi marido le encantará, me dijo que le gustabas, está bastante bien dotado, tiene bastante experiencia, tómatelo como una prueba, no una infidelidad.

En estas su marido entra en el salón, se sentó a mi lado preguntando de que iba la conversación.

Claudia: Le estaba diciendo a Merche si quería follar contigo.

Me miró, hice un gesto de conformidad con los hombros, él dijo, “ven conmigo”, sin mediar palabra, se dirigió a su habitación, yo detrás, le seguí como una cordera que llevan al sacrificio, un poco nerviosa estaba, por miedo a no complacerle.

Mientras el bajaba las persianas, me desnudé, cuando se dio la vuelta, al verme, en lugar de acercarse, se desnudó él junto a la ventana, no hacían falta preámbulos, la tenía totalmente tiesa y dura, nos acercamos lentamente en silencio, llevó mis manos a sus labios para besarlas, al mismo tiempo que repetía, “eres preciosa, tu marido esta tonto perdido”, me abrazó, con leves movimientos de su cuerpo, rozaba el mío.

Hacía y dejaba hacer, no me atrevía a actuar por miedo a estropearlo, al verme indecisa, me susurró al oído.

Sebas: Merche, soy todo tuyo, hazme lo que te gustaría que te hiciera a ti.

Dichas estas palabras, me arrodillé, para saborear aquella polla tan tiesa, muy despacio le pasaba la lengua, quería que no se terminara, se tumbó en la cama, su polla parecía una estaca de dura, continué con la lengua, le tocaba el turno a los testículos, pasaron los dos por mi boca, le puse una almohada debajo de su culo para levantarlo, proseguí con la lengua desde los testículos hasta su agujerito, empecé a lamerlo en sentido de rotación, para acabar con la lengua dentro de su ano, me erguí un momento para coger aire, la postura me había dejado casi sin él, le miré la cara, la tenía de satisfacción.

Merche: Como va Sebas.

Sebas: Si con esta mamada que me has hecho, tu marido no se motiva, más vale que se dedique a otra cosa.

Merche: Gracias, pero esto no es nada, solo es el principio de lo que pienso hacerte.

Sebe murmuro muy bajito. “Si esto es solo el principio, como será el final, que Dios me pille confesado”.

Merche: Que dices Sebas.

Sebas: No nada hablaba solo.

Dicho esto, le hice lo que literalmente se dice un traje de saliva, no dejé ningún rincón de su cuerpo por lamer, lo puse muy caliente, pero no más de lo que estaba yo.

Lo cabalgué, sentada encima de su polla, metida hasta el fondo de mi coño, lo montaba como si fuera un purasangre, cuando intuía el final, paraba los movimientos, dejaba que se relajase, para volver a la carga, uno de los momentos de paro, me acerqué para besarle los labios y decirle.

Merche: Me haces disfrutar mucho Sebas y tú lo haces.

Sebas: Pero Merche que dices, eres como un volcán en plena erupción que tu marido tenía dormido, tu coño parece un horno de lo caliente que esta, si tuviera que puntuarte tendrías un excelente con matrícula de honor, pero ya hablaremos después, que me tienes reservado ahora.

Me levanté un poco para sacar su pene de mi coño, lo doble un poco hacia atrás y lo introduje todo en mi ano.

Sebas: ¡Ho! Merche esto es la traca final, con lo que me gustan a mí los culitos.

Poco tardó en correrse, no callaba en decirme lo buena que estaba.

Ya relajados, abrazados, sentados en el sofá.

Merche: Gracias Sebas.

Sebas: Las gracias te las doy yo a ti, ha sido muy dulce, ha sido como chupar un caramelo, espero que no sea la última vez

Merche: Compraré un detalle para tu mujer, una caja de bombones por ejemplo, le estoy muy agradecida.

Sebas: Si la quieres regalarle una caja de bombones, se de unos que le encantan, tu misma eres como un bomboncito, le gustan las mujeres, tanto como los hombres.

Dicho esto la llamé por el interfono, rogándole que subiera, todavía estábamos desnudos, nada más entrar, me abalancé sobre ella, besando sus labios, no tuvo ninguna sorpresa, de hecho lo estaba deseando, su marido se acercó, la desnudó sin prisas, tenía un cuerpo bien proporcionado, muy cuidado, nunca antes yo lo había hecho con una mujer, le dije que era la primera, esto la calentó al máximo, nos tumbamos a la cama para gozar de nuestros cuerpos, Sebas se quedó sentado en la butaca, disfrutando del espectáculo.

No sé el tiempo que duró, pero al terminar teníamos hambre, bajamos a merendar, lo hicimos en la cocina, hablamos de mí, que pensaba hacer en adelante, de alguna forma quería yo cambiar la reputación que me había dado mi marido.

Claudia hizo una proposición, entre los matrimonios amigos nuestros, había tres que eran liberales, lo tenían en secreto evidentemente, con frecuencia tenían encuentros en su casa para disfrutar del sexo en grupo. Preparó una reunión para el viernes, no recuerdo la excusa que di para llegar de madrugada, veras, dijo Claudia, que sorpresa te llevarás cuando veas quienes son, supongo que no tendrás reparos en follarte a tres amigos de tu marido.

Merche: Ya no, no sé quiénes son, pero me han entrado deseos de follarlos varias veces delante de sus mujeres, me producirá mucho morbo.

El viernes estuve pronto, ayudé a Claudia en la preparación de canapés, ponche y demás alimentos y bebidas para la velada, durante el quehacer me comentó los detalles de mi encuentro con ellos.

Aguardaba detrás de la ventana para verlos llegar, eran sobre las nueve, cuando entraron por el jardín, ¡Joder si son Antonio, Felipe y Manolo!, los tres están muy buenos, que ilusión más grande que sean ellos, lo voy a pasar en grande con los tres a la vez.

Claudia: Te veo muy contenta.

Merche: Claro, nos conocemos muy bien, jamás hubiera creído que fueran ellos, me ha dado mucha excitación al verlos, pensar que están aquí para follarme, dentro de poco tendré a los tres encima.

Claudia: date prisa no te entretengas.

Claudia los recibió, mientras tomaban un aperitivo les dijo que tenía una sorpresa para ellos, se trataba de una mujer casada, quería estar con tres hombres jóvenes, pero no quería revelar su identidad por motivos obvios, aceptaron los tres al instante.

Claudia los llevó a un habitación, en el centro una cama grande redonda, alguna butaca, sofá etc., no faltaban los detalles, para darle un aire más sensual, unas docenas de velas rojas repartidas en el perímetro iluminaban tenuemente la estancia, música escogida para la ocasión, unas barritas encendidas le daban un olor muy sensual.

Antonio: ¡Con esta preparación! ¡uy! ocurrirá aquí algo importante.

Claudia: mientras os preparáis, es decir, mientas os desnudáis, explicaré las normas que van a regir.

Ella como he dicho no quiere ser reconocida, si conoce a alguno de vosotros será discreta.

Llevará puesta una máscara de plumas, de las que trajimos del carnaval de Venecia que tapan media cara, es la única prenda que no le quitareis, a menos que lo diga ella.

Vino a buscarme, yo estaba vestida para la ocasión, además de la máscara, solo llevaba puesto un sujetador muy pequeño, tanga muy finito, medias negras sujetas a un liguero, zapatos de tacón alto muy fino, todo ello escondido debajo de una túnica negra que me llegaba a los pies.

El pequeño camino que había, desde la instancia a la habitación se me hizo interminable, mi corazón se aceleraba conforme me acercaba, caminaba despacio, un poco nerviosa, no pensando en que me fallarían los tres, sino quien eran estos tres.

Entré en la habitación, aquellos tres hombres desnudos, con sus penes medio levantados acabaron de excitarme, me puse delante de ellos a unos dos metros, dejé caer la túnica al suelo, todo fueron exclamaciones de lo buena que estaba, me rodearon y empezaron a tocarme, los muslos, los pechos, el culo, luego me besaron en todo el cuerpo mientras me desnudaban yo les correspondía tocando sus pollas.

Una ligera presión en mis espaldas, indicaba que debía agacharme, Felipe me la puso en mis labios, los abrí para que entrara en mi boca, les iba chupando y masturbando a la vez hasta que las tuvieron bien tiesas.

Me tendieron en la cama, uno a uno me fueron follando, se corrieron, descansaron un momento, para conseguir otra erección, se la volví a chupar a todos, les comí el culo, ellos me comían el coño, tuve varios orgasmos, pero uno a uno fueron cayendo, corriéndose por segunda vez pero ahora en mi boca.

Descansamos un poco, Antonio propuso bajar a comer algo, con el ajetreo le había entrado hambre.

Manolo tenía muchos deseos de conocerme, pidió que me quitara la máscara para bajar a comer.

Accedí y me la guite Manolo exclamó gritando.

Manolo: ¡Joder si es Merche, es la Merche, la mujer de Julio! ya no tengo hambre, no quiero comer, solo quiero follarte, follarte.

Sin parar de repetir que quería follarme, me tomó en brazos, de dos saltos se colocó al borde de la cama y me tiró en ella, para lanzarse sobre mí, parecía una bestia en celo de la ilusión que le había tenido al ver que era yo la mujer de Julio, los otros dos siguieron el ejemplo, lanzándose también, nuestros cuerpos entrelazados, mezclándose brazos y piernas, las lenguas no paraban de recorrer mi cuerpo otra vez, tres penes totalmente tiesos buscaban cualquiera de mis agujeritos, fue un polvo bestial, Manolo boca arriba fallándome, yo sentada sobre el Antonio me enculaba y a Felipe se la estaba chupando, no paraban de decir, “vaya con la Merche, que sorpresa nos ha dado, si tu marido a esto lo llama ser frígida, no sé qué es lo que busca”.

Merche: Callaros tontos, no me lo recordéis y folladme, folladme mucho.

Cuando bajamos, sus penes estaban flácidos, sus mujeres se sorprendieron al verme, estaban, Sebas en el sofá con la mujer de Antonio y la de Felipe que lo estaban pajeando, Claudia y la mujer de Manolo en una butaca besándose y acariciándose.

A partir de aquel día, he ido follando a cada uno de los amigos de mi marido, pero solo he repetido con las cuatro parejas de este relato con las cuales ha surgido una fuerte amistad.

RoF

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