Toda chica trans debería tener siempre una amiga cis que la entienda de verdad. Más aún si te pide que te vistas para ella para «lesbianar» juntas. En mi caso, esa amiga es también mi asistente. Sí, trabaja para mí, pero en la intimidad, ella me hace su putita.
Una de nuestras posiciones favoritas es cuando «tijereamos». Básicamente, entrelazamos las piernas, me corrijo la tanga a un lado y le introduzco la verga, simulando que rozamos panochas. Tenemos un vibrador strapon de dos cabezas para que ambas gocemos mientras ella me abre las piernas… ¡Además, me encanta porque es muy dominante! Una vez, se sentó en mi silla yo trabajaba para ella. Acabo abriéndome las piernas en mi escritorio para que me diera un aumento jajaja.
La noche de antier, salimos de trabajar tarde y le di raid a su casa en La Condechi. Al llegar, vimos a dos de sus vecinos afuera, echando chelas. Nos invitaron; aceptamos y se subieron a mi camioneta.
No sé en qué momento se comenzó a hablarse de poppers, pero resultó que uno de ellos los consigue y los usa, lo cual me pareció extraño, pero lo dejé pasar. Le pedí que, si tenía, me mandara catálogo, rápidamente comenzó a buscar en su teléfono. Al mismo tiempo, me llegó un mensaje de mi amiga: «Ese güey también es bi. Tiene novia, pero lo caché una vez jalándosela a otro vato. ¿Qué pedo? ¿Lo averiguas?». En eso, recibí un catálogo enorme con diferentes nombres y colores de frasquitos. Ahí se me ocurrió una idea para comprobar la teoría de mi amiga. Le respondí al mensaje:
«Ahorita que nos vayamos, voy a decirle a tu vecino que necesito platicar con él de los poppers, y vemos qué onda. Te voy avisando, ¿va?». Ella leyó el mensaje y, solo con un gesto del dedo, me dio el sí.
Cinco minutos antes de que se bajara mi amiga, el otro vecino se despidió. Nos quedamos estacionados en el mismo lugar, con él sentado al frente en cuanto mi cómplice bajó. Por discreción, lo llamaremos simplemente «el Vecino».
«A ver, vecino, ya tenemos rato de conocernos y hay confianza, ¿verdad? Lo que hablemos aquí, aquí se queda. Ni siquiera mi amiga… ¿Puedo confiar neta en ti?».
Su respuesta fue afirmativa, en un tono serio que inspiró confianza.
«Pues mira, la neta soy bisexual». Me miró levantando las cejas. Al ver su reacción, hice una pausa y continué: «Sí, me gusta la panocha… y la verga también». En ese momento, el tema de la venta quedó olvidado. Empezó a preguntar y a confesarse a su vez:
«¿Y eres inter, pasivo?».
«Soy inter, pero solo activo con mujeres trans y cis. Con hombres soy pasivo, sobre todo cuando ando vestida».
«¿O sea que te vistes de mujer?».
«¿Quieres ver?».
Tomé mi celular y busqué una foto no demasiado atrevida, pero sí sexy. Se la mostré, y él tomó el teléfono de mis manos. Pasó foto tras foto. Mientras las veía, comenzó a frotarse la verga por encima del pants. Llegó a una imagen de mi panocha falsa en una tanga roja, donde la tela marcaba una panochota gorda con una rajita en medio, totalmente depilada.
«No mames, ¡parece de verdad!».
Como de costumbre, debajo de mis jeans llevaba lencería. Esa vez era un cachetero negro y medias de red.
«¿Te gustó mi panocha? ¿Quieres verla? Creo que te va a gustar lo que te voy a enseñar».
Me desabroché el pantalón y lo bajé lo justo para mostrar el encaje que cubría una panocha carnosa y realista.
«¿Vives solo? ¿Vives lejos?».
«Como a diez minutos. ¿Quieres ir?».
«Pero te vistes completa, con chichis y todo, en lo que me doy un baño, si puedo, claro».
Me bajé un poco más el pantalón, me ajusté el cinturón de seguridad y arranqué. En el camino, le puse un video donde estoy cogiendo precisamente con José, mi amante de Querétaro.
Mientras se sacaba la verga, me preguntó:
«¿Y así cómo te llamas?».
«Lía», dije, y en ese instante tomé su verga, ya dura, comencé a jalársela. Antes de salir a la avenida, se la mamé un poco. Le gustó.
«Se ve que mamas delicioso, mamita».
«Pues hasta ahora no he tenido queja de ningún hombre ni de ninguna mujer».
Todo el camino se la estuve jalando. Unas cuadras antes de llegar, me subí el pantalón. Al entrar a mi departamento, corrí a agarrar el primer conjunto que encontrara. Al final, fue un mini vestido blanco que dejaba transparentar el cachetero negro bajo el panta liguero. Arriba, un brasier negro con mis tetas de silicona talla DD en cada copa. Me maquillé lo más rápido que pude mientras él se bañaba en el baño secundario. Escuché que entraba a mi recámara justo cuando yo me ponía el último tacón y me acomodaba la peluca.
El cuarto estaba con poca luz. Queriendo que me viera bien, encendí otro foco cerca de la puerta del baño. Él se paró de la cama y se acercó a mí. Lo primero que hizo fue levantarme el vestido; me empujó de las nalgas hacia él, embarrándome toda su verga en mi panocha falsa. Me quitó el vestido (de haber sabido lo rápido que me lo quitaría, me hubiera puesto solo un babydoll o algo similar). Me besó intensamente mientras me manoseaba toda. De espaldas, me guio hacia la cama sin dejar de besarme, hasta que llegamos al borde. Poco a poco, fui bajando, besando cada tatuaje de su pecho, hasta que me senté por completo, con su verga frente a mi rostro.
La tomé con la boca. Le di besitos en la cabeza, saboreando su líquido preseminal con mis labios morados. La lamí de arriba abajo, lamiendo también sus bolas, metiéndolas suavemente en mi boca para que mi lengua jugara con ellas. Volví a metérsela entera, ahogándome. Él me empujaba con sus manos para clavármela aún más. Llegó un momento en que ya no pude más. ¡Quería esa verga en mi cola ya!
Me paré por el condón y el lubricante. Mientras, el Vecino se acostó boca arriba en mi cama. Con ambas cosas en la mano, me deslicé como gata hasta donde estaba mi nuevo amante. Volví a meter su pene en mi boca.
«No mames, Lía, neta la mamas delicioso. Si hubiéramos sabido desde antes, ya te hubiera hecho mi putita. ¿Te gustaría ser mi putita?».
Con la boca ocupada, solo pude asentir con un gemido y la cabeza. Tomé el condón, se lo puse con la boca, como me encanta, ahogándome en su verga para generar la mayor cantidad de saliva posible. Mientras, me aplicaba lubricante en la cola, metiéndome un dedo para empezar a dilatarme. Una vez que su pene estaba duro y baboso por las mamadas, me bajé el cachetero de encaje lo suficiente, abrí las piernas y me monté de frente.
Me fui insertando yo misma, moviendo las nalgas con ritmo. De vez en cuando, él me daba empujones que me arrancaban gritos, hasta que la tuve toda dentro. Empecé a mover las caderas lentamente, acostumbrando a mi cuerpo a su tamaño. Una vez que me adapté, me arqueé hacia atrás, apoyándome en sus piernas, dándole sentones profundos. Cambiaba el ritmo, moviéndome de atrás hacia adelante, y con mi mano llena de saliva, le sobaba sus huevos.
Me cambió de posición, poniéndome en cuatro. Empezó a bombearme fuerte; por mi parte, le movía las nalgas al compás. Nuestros movimientos estaban tan sincronizados que parecíamos estar bailando un vals.
Puse una almohada bajo mi cintura, cerré las piernas y le pedí que las abriera. Con el culo más levantado y entre sus muslos, él continuó cogiéndome con fuerza.
«¿Dónde quieres mi lechita, mamita?».
«Mamita quiere imaginar que la estás cogiendo a pelo y que la vas a preñar».
Empezó a decirme que quería embarazarme, y yo le gritaba que me hiciera un hijo, que me llenara. Sentí cómo se venía dentro, clavándomela más en cada embestida, mientras yo lo jalaba por las nalgas para pegarlo más fuerte a mí. Le pedí que no la sacara, y empecé a apretarlo con el culo, lo cual le encantó. ¡Esos ejercicios de Kegel sí que rinden frutos!
Cuando terminó, me preguntó si me había gustado. No me gustó… ¡me encantó! Volvió a preguntarme si quería ser su putita, y acepté.
Ahora solo espero que el Vecino me vuelva a visitar. Ya les estaré contando.
![]()
Ricardo, muchas gracias por tomarte el tiempo en dedicarme estas líneas y una disculpa por tardar en contestar, últimamente he andado como loca. En efecto, la idea es que ustedes sientan que son los protagonistas, me alegra saber que estoy cumpliendo el cometido. Creo que una cosa es poder excitar el cuerpo, lo cual es rico, pero la realidad es que casi la mayoría es capaz de hacer eso.Para mí creo que es importante excitar la mente, crear esa fantasía, hacerte parte de mí en cada historia. Ahora sí como dicen: Excitar el cuerpo es lindo, pero excitar la imaginación enamora.
Pronto estaré de regreso con otra historia que espero les agrade igual.
Richard, como te has dado cuenta en mis historias (gracias por leer todas) cuido la discreción de terceras personas. Si no tienes inconveniente, me encantaría poder utilizar tu nombre en una de mis historias. Nuevamente muchas gracias por seguirme. Besos enormes
Lia, en verdad que son tus relatos super sexis. Ponesla mente de uno a imaginar ser el protagonista de tus relatos. Ya leí todos y me gustaron muchísimo. Sigue contándonos más de ti, gracias. Te envío besos Lia