Hola, querido lector.
Estoy haciendo un ejercicio de escritura creativa porque quiero hacer una actividad diferente.
Yo soy médico internista, tengo mi consultorio privado para atender pacientes los lunes, miércoles y viernes en las tardes. Además, trabajo desde las 7 am hasta las 14 pm de lunes a sábado en una clínica, entonces no tengo mucho espacio para experimentar con mi creatividad, ¿cierto?
Bueno, en realidad si exploto mi lado creativo en un contexto distinto al laboral… Algunas noches me gusta frecuentar bares o clubes populares entre jóvenes universitarios. Esas noches dejo de ser la doctora y me transformo en nutricionista, entrenadora personal, gerente, etc. Me gusta la energía y el sex appeal entre la juventud de 18 y 25 años. Se podría decir que soy una cougar.
Yo tengo 42 años y siempre he hecho deporte. En la secundaria era parte del equipo de voleibol y además me gustaba correr. Cuando llegué a la facultad de medicina participé en algunas competencias de ambos deportes, pero al comenzar a hacer las guardias de 24 horas, que además eran rotativas, dejé de lado mi faceta deportista.
En el quinto año de medicina decidí entrenar en el gimnasio. Ya tenía seis meses yendo al gym, cuando decidieron organizar un concurso de bikini fitness y uno de los entrenadores me sugirió participar. Como soy competitiva comencé a prepararme para el concurso y a enamorarme del proceso de tonificación y marcación muscular.
En la actualidad, sigo yendo al gym. Entreno todos los días 45 minutos, me gusta verme y sentirme en forma. Al vestirme optó por piezas abiertas a los lados para mostrar mis piernas definidas o por modelos ceñidos al cuerpo que marcan toda mi trabajada anatomía.
Cuando salgo de cacería me gusta sentarme en el bar y observar todo de lejos, mientras degusto un Gin Tonic. Mi debilidad son los jóvenes altos y delgados de cabellos largos. Una vez que elijo la dosis de colágeno, me acerco y con una voz relajada, pero segura digo algo como:
—Hola…Ven acá, siéntate aquí… No tengas miedo… ¿Qué hace un hombre bello así como tú solito por acá? Te invito un trago… Salud mi amor, por ti…
En un principio, el elegido se siente intimidado, pero a medida que la conversación avanza, se relaja y todo fluye.
Hoy quiero recordar a Antonio, un joven bajista de 21 años que grababa música en Fiverr para diferentes proyectos que requerían su talento. Sin embargo, él tenía muchos temas de conversación, la música tan solo era uno de ellos… Este joven estaba estudiando en la universidad Ingeniería de la Computación, aún le faltaba un año para graduarse. ¿Cómo puedo describirlo? De belleza simple y delicada, un machirulo diría que Antonio tiene porte de maricón.
Su rostro es ovalado, usa una barba prolija, tiene un piercing en la ceja izquierda, lleva aretes, tiene piel blanca y cabellos castaños espectaculares, que por lo general lleva recogidos en un moño alto o chongo. Es un joven alto y esbelto, tiene una clave de Fa tatuada en la mano derecha en tamaño pequeño y otros tatuajes distribuidos en su cuerpo de Adonis. A simple vista él es un joven metalero atractivo, aunque musicalmente escucha y toca de todo.
Recuerdo que Antonio y yo coincidimos en una noche de reggae. Ese día asistí al bar porque la banda de mi sobrina tocaría 3 canciones. Llegué temprano, me senté en la barra y esperé por los shows. Cuando el tercer grupo subió al escenario, el bajista se robó mi atención. El cuarto grupo era el de mi sobrina y ellos cerraban la noche.
La semana siguiente volví al bar con un grupo de amigos y para mí sorpresa otra vez estaba tocando la banda del bajista sexy. Era noche de música latina: bachata, merengue y salsa. Justamente organicé la reunión con mis amistades para poder bailar, fuimos 3 damas y 3 caballeros, 2 de los caballeros eran pareja pero no les importaba bailar con cualquiera de nosotras, el otro hombre estaba interesado en una de las mujeres y los cromosomas XX del grupo solo queríamos bailar hasta el amanecer. Estuvimos bailando hasta las 4 de la mañana.
Cuando el grupo se despide del escenario, aproveché para ir al baño y al salir me encontré con el bajista, así que no perdí la oportunidad para decirle:
—Hola, me ha encantado como tocas el bajo. Bueno, todos los músicos de tu grupo son maravillosos. Te escuché haciendo reggae la semana pasada y ¡qué sorpresa la de hoy: escucharte toda la noche haciendo música latina!
Él me respondió sonrojado:
—Gracias. Tocamos mañana en la noche en el bar de la esquina. Por si quieres volver a escucharnos
Respondí:
—Perfecto, allí estaré. Por cierto, ¿cómo te llamas? Yo me llamo Olivia.
—Mucho gusto, soy Antonio.
Al escuchar su nombre y la forma en la que lo dijo sentí un corrientazo en todo mi cuerpo. Me gustan los nombres que comienzan y terminan con vocales.
La noche siguiente me vestí divina: opté por un vestido strapless en color rojo, tipo tubo y hasta la altura de la rodilla, un modelito que marcaba muy bien mi cuerpo. Me puse unas sandalias transparentes, con un taco tan delgado que podría sacarle un ojo a cualquiera. Mi manicura y mi pedicura eran tipo francés: color nude y línea delgada blanca.
No me puse ropa interior y me apliqué desde el cuello hasta los pies una crema corporal con efecto brillante de olor neutro para que no interfiriera con mi perfume: My de Burberry. La joyería que acompañaba este look fue sencilla y sofisticada: todas las piezas eran doradas, collar largo que caía sobre mis pechos naturales pero firmes, un par de argollas minimalistas y un anillo maxi en la mano derecha. Mientras me preparaba estaba escuchando una canción que dice:
“Ponte cara, solo quiero verte para
comerte porque eres toda una loba en la alcoba…
Ponte cara que esta noche te espero
Para darte lo que quieres
Y tú darme lo que quiero”…
Salí de casa pensando en lo bien que la pasaría…
Estaba tan emocionada por ver a Antonio que me sentía de 20 años y estaba húmeda, con mis pezones, labios vaginales y clítoris algo crecidos y palpitantes…
Llegué al bar y no conseguí lugar para estacionar mi auto. Estacioné a una cuadra del local y maldije la distancia porque aunque mis zapatos son espectaculares no están hechos para caminar una cuadra larga.
Entré y el sitio estaba rozando el límite de su capacidad: era la fiesta de lanzamiento del primer álbum del grupo. Los chicos subieron al escenario, tocaron un set de 8 canciones pertenecientes a distintos géneros musicales y todos los asistentes estábamos emocionados por la energía que transmitían con su show.
Se bajaron de la tarima para empezar a saludar a sus invitados y de repente alguien me toca el hombro, volteo con sonrisa coqueta y para mi sorpresa no es Antonio, era el vocalista de la banda y me dijo:
—Hola, mucho gusto. Gracias por venir al lanzamiento de nuestro disco.
Y yo le respondí.
—Hola, soy Olivia. Antonio me invitó. Los escuché la semana pasada haciendo reggae y anoche haciendo música latina. Hoy me sorprendieron con toda la fusión que hacen, ¡felicidades!
Él con la cara sonrojada, me dijo:
—Soy Santi y gracias por el apoyo. Le diré a Antonio que estás acá en la barra para que se acerque.
Y yo solo sonreí coqueta y le dije:
—Gracias, acá estaré disfrutando mi siguiente Gin Tonic.
No sé qué le dijo el vocalista al bajista, pero en cuestión de minutos Antonio estaba en la barra saludándome. Él me dijo para ir a la sala VIP donde estaba la banda y yo gustosa acepté. Allí volví a saludar al vocalista y conocí a los otros músicos. Conversamos, bebimos, reímos y poco a poco todos se fueron marchando hasta que solo quedamos Antonio y yo.
Aproveche la oportunidad y le propuse un juego: verdad o reto.
Él eligió la verdad. Le pregunté:
—Antonio, ¿qué sientes en el escenario?
Y él me respondió:
—Ansiedad antes del show. Euforia y júbilo mientras toco. Al bajarme de la tarima siento agotamiento físico pero al mismo tiempo tengo una energía haciéndome cosquillas desde la cabeza hasta los pies. Es una experiencia sensorial loca y me encanta.
Luego, me dijo te toca y elegí el reto.
Le dije que me tenía que dar un beso.
—¿Dónde lo quieres? —me preguntó.
—Sorpréndeme —le dije.
Antonio se acercó muy lentamente a mi cuello, sentía su respiración.
Se me erizaron hasta las pestañas.
Tensión.
Mucha tensión.
Estaba recorriendo un poco del área de mi cuello simplemente rozando su nariz y boca.
Mientras yo pensaba: “¡Hazlo, hazlo ya joder! Bésame”.
Y me besó.
Se encendió un fuego dentro de mi.
Uno muy grande. Muy intenso.
No pude resistir más y fui por él.
Nuestras bocas se encontraron.
Nos besamos apasionadamente mientras nos quitamos la ropa mutuamente ahí mismo, en la sala VIP de un bar inspirado en músicos rebeldes.
Antonio se sorprendió porque yo no llevaba ropa interior y me lanzó esa mirada que ponen todos los hombres la primera vez que ven al objeto de su deseo sin vestimenta: de adoración y devoción profunda.
Ese momento particular es de los souvenirs que guardo en mi memoria.
—¿Te gusta lo que ves? —Pregunté.
—Me encanta —Respondió.
Continuamos besándonos apasionadamente y sus manos recorrían de manera frenética todo mi cuerpo, así que lo detuve para darle indicaciones de lo que me gusta.
Lo primero que le dije fue algo elemental:
—Cuando un hombre acaricia con suavidad y calma todo el cuerpo de su amante antes de tocar los pechos, los glúteos y los genitales, la mujer se vuelve sexualmente más receptiva —y es esto lo que hace al hombre ser mejor amante. Luego agregué:
—Estaré sentada en aquel sillón y tú vas a ver y acariciar la parte superior de mis pies, los dedos y la planta usando tus dedos como si tocarás tu bajo. En algún punto te pediré que los beses, lamas o chupes porque me encantan las sensaciones que mis pies me brindan, ¿ok?
Él estaba desconcertado por mi indicación, lo noté en sus ojos, pero igual me observó con lujuria mientras me acomodaba en el sillón y colocaba mis piernas en el espaldar del mueble porque me acosté con la espalda en el asiento y la cabeza colgando.
Así no solo vería a Antonio besarme los pies sino que lo vería acariciarme y chuparme la vulva…
Cuando Antonio llegó al sillón le dije acaricia mi pie izquierdo con tu dedo índice haciendo movimientos circulares… Luego de un minuto, le dije acaricia el pie derecho de la misma forma… Luego le dije toca mis pies como si fuesen tu bajo.
En algún momento le dije usa tu lengua en mis dedos de los pies y mientras él me lamía los pies yo acariciaba mi vulva, de manera suave y lenta…
Él estaba lamiendo el meñique de mi pie derecho cuando sus ojos notaron que yo me estaba tocando y me vio con hambre…
Le dije quieres comerme y me dijo: Si
Le dije: Devórame el coño.
Su lengua se movía en pequeños círculos, luego se movía en movimientos verticales y después cambiaba a movimientos horizontales.
Cambiaba el orden de los movimientos y la intensidad, así llegó mi primer orgasmo.
Mi clítoris estaba palpitante. Este chico si sabía comer pussy, aún lo recuerdo y me humedezco.
Después de comerme rico, decidió penetrarme con tres dedos. Sacaba los dedos y volvía al ataque con la lengua, así estuvimos un buen rato. Volví a llegar al clímax justo antes de que comenzaran a llamar a la puerta.
Él me dijo: la próxima me comes tú la verga y te voy a penetrar al ritmo de una canción que elijas. Elige bien la música Olivia porque así como te comí de rico te voy a dar en el coño.
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