Soy Lau ya me conocen y esta historia fue mucho antes de conocer a José mi marido.
Era otra época, hace ya algunos años de esto.
Mis tíos me invitan a quedarme en su casa un finde, porque mis padres viajaban, al llegar me dieron la habitación de mi primo Horacio. Acomodo mi ropa en el placard y me pongo a armar mi cama con sábanas limpias que me dio mi tía, al tiempo que veo una caja escondida, por entonces internet no se había inventado. Lo mejor de lo que se disponía eran algunas revistas vaya usted a saber dónde la conseguían, tenían sexo explícito de orgías, interracial, lésbicos, oral, anal, era un compilado increíble que me hizo entrar en calor inmediatamente.
Cosas de la prehistoria, jajaja, vamos, seguro que hay muchos que se reconocen en ese personaje. Aunque haya cambiado el siglo no hace tantos años de esto.
La época está clara, los personajes van ahora, empiezo por Horacio mi primo y su amigo Mario. Dos chicos jóvenes que, en esa época tenían 19 años, parecidos delgados y con algún grano de vez en cuando, no hace falta entrar en grandes detalles. Pueden imaginar por qué.
Falta otro personaje, Yo, jajaja, tenía unos 23 años ya con una larga experiencia, con un culo redondo y respingón, tetas duras y bien puestas, una larga melena y una carita que hizo caer a muchos. En resumen, una piba que tenía detrás a mucho guapetones del barrio. Pero tenía novio, un gil que me cogía mal por lo que duro poco en mi larga lista.
Horacio y yo éramos compinches, aunque nos veíamos muy poco. Así que al llegar la noche nos pusimos a charlar en la habitación, yo enseguida pregunte por las revistas, cosa que puso colorado a mi primo, que atino a contarme que la usa para matarse a pajas. Pronto contó que lo hace junto a un amigo porque le daba más morbo. Que aún era virgen y que se conformaba con intercambiar las revistas que conseguían y en algún descampado, en el patio, en el garaje ocultos sacaban sus pijas y se ponían a darle manos a sus duros miembros.
A veces tenían algo más de suerte y quedaban solos en la casa, para poder masturbarse juntos sobre una cama con comodidad y sin prisas. Esa conversación hacía que me estuviera calentando. Justo cuando le iba a pedir que se me masturbara para mi entra mi tía a saludarnos, y él se va a la otra habitación a dormir y seguramente a pajearse. Cosa que yo también hice mirando esas increíbles revistas.
Al día siguiente mis tíos nos invitan a salir durante toda la tarde, Horacio le contesta que no porque había un partido de futbol que quería ver junto a Mario, yo enseguida me imagine que se juntaban pajearse.
A la tarde cuando nos estábamos yendo les digo a mis tíos que me duele la cabeza, que se vayan sin mí. Con la intención de ver que hacía mi querido primo con su amigo. Él no sabía que yo me quede en la casa.
Cuando escucho que llego Mario me fui al patio a tomar sol poniéndome en tetas mirando hacia la ventana de la habitación con la intención de que se masturben mirándome a mí y no a las revistas.
Al ver que no se asomaban a la ventana me consumió la intriga de lo que estaban haciendo y me dirijo a la habitación, subo despacio las escaleras, escucho que Horacio le contaba la charla de anoche y de lo buena que yo estaba. Mientras yo veía por la puerta que ambos estaban desnudos y cada uno ya tenían una revista en la mano, machacándose y mirándose el uno al otro sin notar mi presencia.
Horacio lo escucho decir: que ganas de coger a mi prima, mira lo dura que la tengo Mario. Mientras se miraban a los ojos y al rabo alternativamente.
Horacio se tira en la cama, al tiempo que Mario también lo hace, el roce entre ellos parecía casual en tanto ninguno soltaba su pija. De pronto veo como Mario roza sus dedos y aprieta la mano de mi primo sobre su pija. Diciendo mira si fuera la mano de tu prima. Sus pijas eran duras, rectas, parecidas en tamaño, con sus matas de pelo largo y oscuro en la base.
Con diestros movimientos, practicado miles de veces, seguían ambos. Yo no podía dejar de mirar tocando mis tetas que estaban al aire y mi conchita totalmente empapada a esa altura. Me tenían hipnotizada, ver a esos dos vírgenes pendejos masturbarse
De pronto Horacio acerco su mano a los peludos huevos de Mario, sin ningún reproche por parte de este, en más con una sonrisa cómplice. Sus dedos se deslizaron por su piel, enredándose con su largo vello. No se enfadó, al contrario, soltó un gemido que me indicó que le gustaba.
Tanto, que extendió el brazo hacia la pija de Horacio, mientras él seguía acariciando sus huevos cada vez con más confianza. La apretaba con suavidad moviéndola de arriba abajo sin prisa, acariciaba todo su pubis peludo, huevos y verga.
Solo miraban lo que cada uno tenía en las manos, estaban tan cachondos que todavía no percataban mi presencia que los observaba desde la puerta, que no se preocuparon en cerrar porque se suponía que debían estar solos.
Yo cada vez más caliente, baje mi tanga hasta los muslos para tocarme con más comodidad.
El concepto de bisexual no lo teníamos muy claro en esa época. Pero era evidente que, aunque lo que estaban haciendo juntos en ese momento les gustaba y estaban dispuesto a seguir explorándolo.
Hasta que di un par de paso más para entrar en la habitación y hacer que me vieran, allí delante mirándonos con una expresión desencajada, excitada y cachonda, que en lugar de cortarnos los excitó aún más.
Uno tenía una mano en la pija y la otra en sus huevos, pero lo acariciaba suave y el otro en cambio movía la suya como si quisiera arrancarle la leche y llevársela a su casa como recuerdo.
Me acerco y pongo mi mano sobre la de Mario para que aflojara el ritmo y a la vez mis dedos rozaban el glande de mi primo que me miraba casi sin creer lo que pasaba.
Si acaban demasiado pronto a las chicas no nos hace gracia. Tómatelo con calma, no tenemos prisa.
No podían salir de su asombro. Al tiempo que seguía acariciándola con ternura junto con la mano de Mario.
Mario retiró su mano y dejó solo la mía pajeando con suavidad, arrebatando la iniciativa, era yo la que mandaba.
Enseguida tome la pija de Mario, ya tenía los dos rabos uno en cada mano, uniendo la acción a la palabra me arrodilló entre los dos, no soltando las vergas, inclinó la cabecita y hago sentir mi lengua recorriendo el escroto de Horacio. Una corriente eléctrica recorrió su columna, tembló todo su cuerpo.
Un jadeo escapó de sus labios cuando me dedique al rabo de Mario. Cada poco rato cambiaba de pija, lamiendo el tronco hasta llegar al glande o chupando los huevos.
Mis tetas cónicas y duras serían las primeras que verían estos pajerillos en vivo. Los pechos que veía eran aún más maravillosos que cualquier otra incluso las que salían en las revistas.
Mario tuvo la misma reacción que Horacio, los dos estiraron sus manos hacia ellas para acariciarlas suavemente como quien toca un cristal con miedo a que se rompa, junto con mis manos que dejaban caer mi pequeña tanga que apenas tapaba mi encharcada concha.
Fueron segundos pues en cuanto deslice los dedos por los labios de mi vulva separándolas y mostrándoles mi clítoris, aunque no sabían hasta un rato después como se llamaba ese botón. Y eso que si lo habían visto en las fotos de las revistas ciento de veces.
En ese momento empuje a Mario encima la cama y puse mi sexo encima de su boca para que pruebe el sabor de mis jugos que seguro le sabían a gloria.
-Despacio nene, no hay prisa. Como te dije antes. Pasa la lengua y disfrútalo.
Mario no dejado de lamer, y Horacio se había girado y puesto entre mis piernas para no perderse nada, para entonces estaba tan excitado que no pudo contenerse más y se corrió entre las sábanas y el cuerpo de Mario.
Mario que tenía la boca muy ocupada con mi concha. No le importó. Y seguía dando lengua, pero yo quería una verga o las dos dentro y la de mi primo había quedado fuera de juego por el momento.
Así que me subí encima y despacio, con las rodillas a los lados de su cadera, dejando caer mi pelvis sobre su duro rabo e invitar a mi primito a comerme el culito que quedaba apuntando hacia él, a lamer mis nalgas y llegar hasta el ano con la sin hueso.
gemíamos disfrutando del polvo, y yo más por las atenciones que recibía con la lengua. Al tiempo que la pija de Horacio volvía a ponerse dura.
Ni en sus más locas fantasías estos pajeros se habrían imaginado que su estreno en el sexo sería así. Al momento que obligo a mi primo que me penetre con sus dedos el culo ya entrenado en muchas ocasiones anteriores. Ya estaba sacada, a punto de acabar, con la doble penetración que estaba recibiendo.
Hasta que le digo: -Ponle bien de saliva y a tu pija también. Como había hecho toda la tarde siguió mis instrucciones al pie de la letra. Guiando el glande con la mano lo acerco al ano e hizo fuerza. Es evidente que debido a su inexperiencia no entró a la primera, pero insistiendo consiguió deslizarlo en el interior de mi recto.
Coordinar los movimientos también nos llevó unos momentos lo que consiguió además retrasar la corrida de Mario. Pero no mucho más tiempo, estaba muy excitado, y acabo entre gemidos y gritos, al tiempo que yo sentía sus chorros como desbordaban mi canal vaginal, inmovilizado por mi peso no podía moverse así que siguió besando y comiendo mis duras tetas mientras mi primito debutaba nada menos que con mi culo.
Seguí gritando, sigue cogiendo, no pares, mientras comenzaba mi brutal orgasmo y terminar llenando mi culo de leche. Les estaba demostrando lo morbosa y puta que puedo ser.
Luego de un momento me incorpore como puede al tiempo que caía el semen de mi ano y el de mi coñito que aún salía algo de su propia lefa sobre Mario que continuaba debajo.
Yo pensaba en que tendría algún rato a solas con mi primo en la casa sin padres.
Para entonces ya teníamos algo de prisa para lavarnos y ventilar la habitación. Aunque no los prive de contemplarme mientras entraba a la ducha, lavándome con mucho jabón mi cuerpo y tocándome sin descaro el culito completamente desnudo. Al tiempo que ellos se lavaban sus rabos, especialmente Mario que tenía el cuerpo lleno de leche.
Por entonces le llegué a coger el gusto a tener más de una pija o un vibrador metido en el ano. Un placer del que no me he privado con posterioridad cada vez que se me presentaba la oportunidad. Desde luego los tríos los he repetido todo lo que pude, todo lo morbosos, obsceno y lujurioso que nos dictaba nuestra imaginación.
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