La torna graduación

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T. Lectura: 7 min.

Hola, soy Fernando, quizá ya has leído nuestras anécdotas, tengo 25 años y mi esposa Priscilla 24. Esta historia que recordamos pasó en la graduación de una de nuestras mejores amigas, Natalia. Yo soy alto, delgado, tez morena y cuerpo normal pero fuerte por el ejercicio; mi esposa es bajita y delgada, pechos y nalgas pequeñas, pero también buen cuerpo por el ejercicio. Natalia nuestra amiga es un poco más alta de Priscilla, blanca y de pelo chino, no es gorda, pero tiene caderas que la hacen ver muy curvy.

Cuando estábamos en la fiesta, Natalia nos sentó con otros amigos y unos familiares, además estaba un maestro joven con su novia, ambos muy agradables, él parecía de unos 40 años máximo, delgado, blanco y claramente atleta pues su delgadez era de alguien que hace ejercicio, probablemente corredor o algo así, su novia, alta delgada también, con cuerpo de una mujer de 35, proporcionada y con un vestido que dejaba ver la hermosa piel que tenía.

Durante la cena convivimos con ellos, nos comentó que tiene poco dando clases y se llama Alfredo, su novia se llama Liz, además bailamos y conforme avanzó la noche, la confianza se fue ganando entre los 4, sin contar que habíamos hecho el brindis, lo que condujo a estar más relajados.

Tras bailar toda la noche con Priscilla, nos despedimos de todos pues Natalia nos dijo que iríamos a una fiesta después, era en una casa de un compañero de ella, que estaba sola y ahí habría más música y de bebidas, por lo que accedimos. Al llegar al lugar había mucha gente, todos graduados con sus amigos, nosotros nos fuimos a una mesa con Natalia y sus amigos.

Mientras convivíamos Priscilla me pidió que fuéramos por su cambio de ropa, pues seguía en un vestido de noche en el cual se veía espectacular, yo le dije que se quedara así pues el color negro brilloso le contorneaba su delgado, pero bien proporcionado cuerpo, además me gustaba porque por lo delgado de la tela, cuando pasaba mi mano por sus nalgas no se sentía nada hasta que encontraba el cordón de la tanga que llevaba puesto, sin embargo, me dijo que se quería poner cómoda.

Después de ir al auto, íbamos con una pequeña mochila con su ropa y un pantalón mío; los baños estaban llenos así que nos dirigimos a la casa, que estaba sola, pero adentro había mucha gente tomando; subimos al segundo piso y en un cuarto al fondo notamos que se veía tranquilo, porque además se suponía las escaleras estaban bloqueadas, pero lo ignoramos. Al llegar abrí la puerta despacio para confirmar que no hubiera nadie, pero el cuarto estaba muy oscuro, así que entramos y al parecer estaba solo.

Caminamos despacio y aunque intentamos prender la luz no funcionó, nos acercamos a tientas a una silla que estaba pegada a la pared, y aunque a pesar de sentirnos solos, hablábamos despacio y con voz baja como previniendo que hubiera alguien por ahí y nos sacara. Priscilla me pidió bajar el cierre del vestido escotado, pero que en la espalda baja tenía un seguro, así lo hice; con la poca luz que había miraba como no llevaba sostén, sus pequeñas tetas brillaban con la luz que entraba de una ventana con persianas, se veía su silueta azul, después miré como quedó en tanga y no pude aguantarme, me bajé mi pantalón para cambiarme, pero antes de colocarme el otro me puse detrás de ella.

Bese a Priscilla en el cuello, ella no dijo nada, con mis manos abrí sus pequeñas nalgas y después pase uno de mis dedos de abajo hacia arriba, ella me pidió parar por miedo a ser descubiertos, pero ya era tarde, yo estaba duro, mi pene latía por el nervio y las ganas, la giré y comenzamos a besarnos, ella me masturbaba despacio con sus manos; yo estaba doblado por lo alto y ella bajita que es, yo hice a un lado el triángulo delantero de su tanga y comencé a masajear su zona, ella estaba mojada y yo disfrutaba de su calor, de su aroma a mujer.

Mientras nos besamos ella sacó mi pene del bóxer que llevaba puesto, y comenzó a frotarlo por su húmeda conchita, yo quería clavarla de una vez, pero ella disfrutaba de hacerme sufrir un poco, ella se sentó en la silla de madera, abrió sus piernas y me jaló con sus manos, comenzó a darme una mamada deliciosa, su lengua recorría todo mi pene, luego lo colocaba y me masajeaba con su lengua mi cabeza. Tras unos minutos decidí ahora ser yo quien se comiera ese manjar, pero cuando la levanté nos comenzamos a besar y a fajar delicioso, no notamos que la puerta se abrió y enseguida una luz del celular iluminó el lugar, solo escuchamos “perdón, perdón, no sabía que…”, era Alfredo, el maestro de Natalia.

Sorprendido, Alfredo cerró la puerta de golpe y se quedó dentro, noté que, a pesar de lo sucedido, no dejaba de ver el cuerpo casi desnudo de Priscilla, ella se tapaba con un brazo sus pequeños senos y con la otra acomodaba su tanga, le pedí disculpas y traté de tapar a mi mujer con mi cuerpo, me guardé mi atributo que sobresalía por lo marcado de mi erección, él solo se rio y nosotros enseguida hicimos lo mismo. Al parecer se había equivocado, nos comentó que su novia dormía en un sofá que estaba en un cuarto pero que no recordaba cual cuarto, nosotros le comentamos que solo nos íbamos a cambiar pero que una cosa llevó a la otra.

Alfredo ya iba con varias copas encima, se reía de una forma inquietante, como si estuviera disfrutando, pero a la vez no sabía si era real la situación. Le coloqué mi camisa a Priscilla y ella la lucía como una bata pues le quedaba grande, yo estaba en camiseta interior de tirantes y en mi bóxer, pero semi desnudos ambos. El maestro comenzó a platicar con nosotros, lo cual nos hizo vernos sorprendidos, hasta que lo soltó, “¿me dejarían verlos mientras se tocan?”, Priscilla me miró acelerada, yo lo miré y no supe si lo que escuchaba era real, así que confirmé “¿quieres que sigamos en lo nuestro mientras nos ves?”. Asombrado, pero avalentonado por la situación, Alfredo asintió con la cabeza.

Le pedí que no se confundiera, pero el solo se rio, fingió estar jugando, así que solo reímos, Priscilla le pidió apagar la luz del celular, él lo hizo, pero continúo platicando; yo me acerqué a él para distraerlo en lo que mi mujer buscaba su ropa, pero por lo encandilado dijo, pueden mejor prender la luz de nuevo, Alfredo rápido lo encendió, mi mujer seguía en tanga y camisa que se transparentaba por la luz, dejando ver su silueta pequeña.

Alfredo se acercó a ella fingiendo ayudar a buscar la ropa, yo me acerqué también, encontramos el pantalón de Priscilla y su playera, pero yo la abracé y le di un beso, ella se puso nerviosa. El maestro seguía ahí mirando, “sigan, sigan, por mí no se detengan”, nosotros reímos, pero yo seguía erecto y caliente, le dije a mi mujer en voz alta “si le hacemos caso al profe nos da puntos extra”, todos reímos, Priscilla entendió lo que buscaba, que diéramos un show, me acerqué a la puerta buscando a tientas la perilla y la cerré con seguro, regresé al lugar de Priscilla le dije “siéntese maestro”, el miró la silla que estaba ahí y nos miró.

Comencé besando el cuello de Priscilla, le comenté que sería divertido, ella encantada me pasó sus brazos por el cuello, yo la tocaba de arriba abajo, levanté la camisa y ella se la quitó, sus pequeños pezones estaban duros, la luz hacía que su silueta se viera muy marcada; ella me bajó el bóxer se colocó en cuclillas con las piernas abiertas, Alfredo se movió el celular y nos enfocaba como reflector, sobre todo a mi mujer, yo tomé su cabeza con una mano y la guie en el ritmo mientras me comía mi verga que estaba dura, ella se tocaba con sus manos los pequeños pechos y bajaba hasta sobarse por arriba de la tanga negra que tenía puesta.

Unos minutos después Priscilla se levantó y me dijo si así estaba bien, yo le dije que ya me había prendido y ahora teníamos que cumplir, Alfredo se rio. Priscilla buscaba otra silla, sin embargo, no se veía bien, aunque al notar esto, el maestro se levantó y le dejó el lugar, yo puse en 4 a Priscilla, quien no se opuso, yo me puse a comer su conchita que estaba muy mojada, tenía su sabor y como tenía cerrados mis ojos, no noté que Alfredo se acercó a Priscilla, él le acariciaba la espalda con una mano y con otra sostenía su celular con la luz hacía mi mujer.

Ella gemía y no se oponía a que la tocara el maestro, hasta que él le apretó una nalga, ella se movió y yo me levanté, “es puro show, por favor no meta manos profe”, le comenté a manera de burla, pero de forma seca.

Alfredo se hizo un poco hacia atrás, pero se bajó el pantalón y sacó su verga, como era muy delgado, su verga se veía larga, delgada y de cabeza rosa, Priscilla lo miraba de arriba abajo, pero no dejaba de gemir mientras yo le metía un dedo y acariciaba su culito.

Mientras nosotros disfrutábamos de la adrenalina, el maestro se masturbaba y nos veía cual perverso que era, no aguantó y se acercó a Priscilla, sin tocarla, se colocó muy cerca esperando ella tomara la iniciativa para hacer algo, sin embargo, ella no hizo nada, yo me prendí y la clavé, Priscilla soltó un grito ahogado, y como estaba en 4, la verga de Alfredo le quedaba justo en su cara, yo le daba fuerte y en ocasiones notaba como la cara de mi mujer topaba con el trozo de carne del espectador.

En una envestida Priscilla abrió la boca y Alfredo no dudó en colocar su miembro ahí, tomé la cabeza de mi mujer y la empujé; ella comenzó a mamar su verga, lo disfrutaba pero se hacía la fuerte, después, el hombre levantó el celular y se inclinó hacia adelante, mientras Priscilla se ahogaba con la verga larga, el con la mano pasó de tocar sus pechos hasta frotar el clítoris, eso la hizo venirse y me llenó de sus deliciosos jugos, me hice hacia atrás y miré tan maravilloso espectáculo, Priscilla se puso de pie y sus piernas temblaban, estábamos sudando y llenos de jugos, Alfredo preguntó tambaleándose si podía hacerlo con ella, mi mujer y yo nos miramos y le comentamos que no teníamos condones, a lo que respondió que tenía la vasectomía pues era divorciado y tenía 2 hijos.

Yo tomé a Priscilla y mientras me la pegué de espaldas a mi pecho, la comencé a clavar y le respondía a Alfredo que lo mejor era solo así, el no dijo nada y se sentó en la silla ya sin nada de pantalón y masturbándose rápidamente. Mientras yo le daba a mi mujer, ella gemía, pero por su altura era algo complicado, poco a poco, fui acercando a Priscilla a la silla donde estaba sentado el maestro, la fui empujando hasta quedar de frente al hombre, él se inclinó un poco y comenzó a lamer sus pezones. De pronto sentí como sus dedos ya estaban en la vagina de mi mujer y entre cada ensartada rozaban mis testículos por accidente, así que tomé los brazos de mi esposa y los coloqué en los hombros de Alfredo.

El hombre tomó de la cintura a mi mujer para sostenerla, besaba su cuello y sus senos, yo no podía dejar de clavar en la estrecha conchita que estaba más que mojada, entonces miré y Priscilla se estaba besando con el hombre.

Salí de mi mujer y despacio retrocedí, le quité el celular de la mano a Alfredo y este tomó a mi mujer, la fue colocando hasta que de frente la sentó sobre él, ella frotaba con su pelvis y su vagina mojada la larga verga de aquel hombre, sin embargo, en un movimiento y por lo lubricada que estaba su concha, la verga resbaló y la ensartó, Priscilla comenzó a moverse para zafarse pero aquel hombre la sostuvo y no la dejó salir, así que yo me acerqué y comencé a besar el cuello por detrás de mi mujer, ambos tocábamos su cuerpo que era mucho más pequeño que el nuestro, y poco a poco haciendo círculos y subiendo y bajando Priscilla comenzó a tomar a aquel hombre.

Yo estaba demasiado caliente que mientras me masturbaba no aguanté más y me corrí en la espalda de mi esposa, el semen escurrió por tanto sudor y llegó a sus nalgas, y conforme se movía sobre la verga de Alfredo, noté que el semen estaba en el culo y caía también al pene del maestro.

Miré las expresiones de aquel hombre y supuse que se quería correr, así que tomé a mi mujer y la estiré hacia atrás, la verga se salió y aunque Alfredo sostenía de la cintura a Priscilla, ya no pudo meterla de nuevo y cuando lo intentó soltó un chorro de leche que calló hasta la cara de Priscilla, su abdomen y un poco en la conchita que estaba abierta y quedo cubierta por tanto semen que tenía.

Descansamos y tras unos minutos nos limpiamos los tres, nos cambiamos en silencio hasta que Alfredo dijo “gracias, no saben lo feliz que me han hecho”, nosotros solo lo miramos y sonreímos. Ya cambiados, bajamos a la fiesta, había puros jóvenes borrachos y la novia de Alfredo seguía dormida así que nos pusimos a platicar en unas sillas de plástico mientras tomábamos cerveza hasta que amaneció.

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