Cariño, estoy en casa

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T. Lectura: 2 min.

Hace un par de años me case con mi esposo, somos un matrimonio bastante activo, en todas las áreas. Sin embargo, de vez en cuando sueño despierta y fantaseo con escenarios que no me atrevo a decir en voz alta.

Sentada en el balcón de nuestro apartamento con vista a la ciudad, imaginé la siguiente situación.

“Después de haberme duchado, ponerme la pijama —un set de top y pantalones cortos de seda negros— miro el reloj y sé que falta poco para que llegue mi esposo.

Me dirijo a la cocina, me preparo un té y al mirar por la ventana el cielo está teñido de colores entre naranja y rosa que vale la pena contemplar, por lo que, salgo a la terraza para admirar la vista.

No han pasado ni 20 minutos cuando mi móvil avisandome que he recibido un mensaje y al ver el remitente veo que es mi esposo.

Abro la conversación y me encuentro con una video en la que aparezco de espaldas como hace unos segundos solo que se enfoca mi culo y el mensaje dice “Que rico”.

No puedo evitar soltar una carcajada, me giro y encuentro a mi esposo sonriéndome al otro lado de la sala de estar. Está en uniforme pero a ese hombre nada le queda mal.

Saber que él me desea, siempre ha producido cierta excitación en mi, por lo que, la humedad ya se ha hecho presente entre mis piernas.

—¿Muy rico?

Asiente. —Muy rico.

Dejé la taza de té sobre la mesa del comedor junto al celular.

—Ven a saludar a tu esposa.

—Me encanta cuando te pones mandona, esposa. —dijo mientras caminaba hacia a mi.

Sonrío. No lo dudo y le rodeo el cuellos con mis brazos, él lleva las manos a mi cintura y damos inicio al beso. Sus manos buscan mi culo y lo aprietan, para después deslizarlas por mis muslos, me impulso y le rodeo las caderas con mi piernas.

Nos llevó al sofá y se sentó en él. Metió las manos por debajo del short y lo sentí gruñir en mi garganta al notar que no llevaba ropa interior.

Le saqué con su ayuda la camisa del uniforme, besé su cuello mientras me frotaba contra su erección cogiendomelo en seco. Me quitó el top y se llevo uno de mis pezones a la boca.

Estaba tan mojada que estoy segura que ya había traspasado a su pantalón, metí mi mano entre los dos hacia su polla, estaba dura caliente, puse mi dedo en el prepucio y el gimió un poco.

—Alza las caderas. Te la tengo que meter ya.

Hice lo que me pidió, bajo un poco su pantalón, hizo a un lado mis pantaloncitos y la guíe hacia me entrada.

Descendí lento, tiene una buena verga, fui cuidadosa, apretaba de vez en cuando para deleitarme en la expresión de placer de su rostro. Una vez que la tuve toda adentro, empecé a cabalgarlo, subía y bajaba, repetidamente, él volvió a chuparme las tetas. Así estuvimos por un rato.

Luego lleve mi mano a su cuello, lo atraje a mi y lo bese, reduje el ritmo pero él inmediato me rodeo con sus dos brazos y empezó a embestirme desde abajo, la fricción de nuestros pechos era deliciosa gemía en su boca

—Mi amor, voy a…

No pude terminar la frase el orgasmo me arrasó y a los pocos segundos él también se corrió llenándome de su semen.”

Un par de días después monté a mi esposo, en el sofá de nuestra casa, luego de que él llego del trabajo.

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2 COMENTARIOS

  1. Excelente sin exageraciones ,esas cogidas maritales son exquisitas cuando uno llega a casa y ve a su mujer vestida con un short de inmediato dan ganas de quitárselo.

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