Filmo a mi esposa masturbándose para su amigo y su amiga

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Era ya de madrugada cuando mi mujer volvió de fiesta.

-¿Qué tal con Cristina?

-¡Ufff! Genial. Nos hemos puesto al día de nuestras cosas, me ha hablado de sus hijos y de su marido, al que ya no aguanta. Y luego hemos follado como nunca. ¿Sabes? Me encanta comerle las tetas con esa medallita de la virgen que cuelga entre ellas.

Imaginé la escena y me volví a empalmar.

-¿Y tú, cariño?

-Nada comparable a lo tuyo. Les he ofrecido un pequeño espectáculo a los vecinos. Mira, disimula, que aún siguen allí. No duermen nunca jajaja…

Nos besamos riendo. En su piel aún permanecía el olor de un perfume que no era el suyo.

Para no ser menos que yo, se fue desnudando en el salón. Previamente había encendido las luces que yo había apagado. Otro cigarrillo prendió en la ventana de enfrente pero me dio la sensación de que ahora la mujer estaba sola. Tendría insomnio.

-¡Oye, tú! Que no llevas bragas…

-Pues no, se las regalé a mi amiga. Le hacía gracia ponérselas.

-Guarrillas…

En ese momento sonó un mensaje entrante en su móvil.

-¿Es de Cristina?

-A ver…. No, es de mi compañero. Me ha enviado una foto para desearme buenas noches-me dijo mostrándomela.

Y allí estaba él, exhibiéndose.

-Ha sido bastante discreto. ¿Qué tal si le envías una tuya, pero más…? ya sabes… Ven, túmbate en el sofá, que aún tenemos una espectadora.

-Eres lo que no hay. Vale… ¿Y qué hacemos?

-No, no. Te lo vas a hacer tú sola… Yo me encargo de las fotos.

-Tócate como si él te estuviera mirando.

Alicia suspiró y, de cara la ventana, tumbada en el sofá con las piernas separadas, empezó a tocarse los pechos con la vista puesta en el objetivo del móvil. Enfoqué bien y fui captando sus movimientos.

Primero unas fotos, luego activé el vídeo. Antes de empezar le había pedido que, cuando se estuviera masturbando, dijera bien claro el nombre de su amigo. Y así lo hizo cuando, ya muy mojada, se acariciaba el clítoris. La humedad ya era evidente en la tela del sofá. Cuando se arqueaba, sus nalgas se hacían visibles. Entre gemidos, pronunciaba su nombre y también palabras obscenas. Con la mano libre, se retorcía los pezones y apretaba sus pechos como si una lengua que no fuera la mía los estuviera lamiendo.

Antes de grabarla, yo ya le había enviado algunas fotos a su compañero y él había respondido con otras suyas. Estaba cachondo, obviamente.

Pero Alicia improvisó y, con un gesto de la mano, me invitó a acercarme.

Filmé en primer plano el momento en que empezaba a hacerme una felación y cómo seguidamente recorría y engullía mi miembro.

Era consciente de que la vecina permanecía en su ventana y la imaginé dándose placer.

Mi mujer ya había experimentado algunos orgasmos cuando yo no pude aguantar más y me corrí en su cara.

Tras ello, se derrumbó derrotada y feliz, momento que aproveché para enviar el vídeo.

-Déjamelo ver, cariño -me pidió.

‐¿Te gusta? ¿Qué haces?

-Lo estoy editando. Borro los momentos en que digo su nombre.

-¿Y por qué?

-Porque se lo voy a pasar a Cristina -respondió con un guiño.

Me lamí los labios, le di la vuelta y, con su cabeza apoyada en el respaldo, me la follé.

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