Gaby es una compañera del trabajo, una deliciosa morena bajita y nalgona. Es muy alegre y extrovertida y por lo mismo atrae a las personas, en especial a los hombres que siempre tratan de ligarla.
Me encantan sus outfits; llega con una falda de cuero muy corta y botas del mismo material por encima de las rodillas y blusa blanca casi transparente o con jeans ajustados y sandalias. Por su puesto que desde que la conocí me obsesioné con sus pies, solo podía imaginar su olor por el uso de botas y VANS. Siempre me gusta ver sus fotos en Insta. Hace pole dance en shorts o licras, me encanta ver sus piernas anchas y sus pies morenitos y más la deseo. (También se pone faldas cortas y zapatillas para bailar, me la imagino bailándome antes de coger).
A pesar de ser extrovertida es muy selectiva con las personas. Al principio creo que yo no le caía muy bien pero como le gusta el metal y a mí también nos empezamos a llevarnos bien pero siempre que nos quedábamos solos platicando llegaba un cabrón a interrumpirnos.
Nuestro primer acercamiento fue cuando nos mandaron a un curso en Querétaro. Fuimos en mi auto y durante el camino platicamos de cosas más personales, me dijo que se casó a los 21, un compañero ya me había dicho que Gaby estaba casada pero no le creí porque le da entrada a los weyes que le caen bien o están mamados.
Ese día la sentí a gusto y de regreso paramos para cenar pizza. Me di cuenta de que me miraba de forma coqueta, me seducía con sus labios, así que le seguí el juego. Tomé una rebanada y le di en la boca, ella hizo lo mismo conmigo.
—Tienes cátsup en los labios.
—¿Ya?—. Dijo limpiándose con el dedo.
—¿A ver? —Me acerqué a ella y le di un beso en la comisura de los labios—. Ya.
—Jajaja eso no lo esperaba—. Dijo sonrojada.
Luego de repente me dio un beso en los labios, un calor recorrió mi cuerpo. Sonó su teléfono y me pidió que ya nos fuéramos. En el camino seguía mirándome provocativa, acaricié su mejilla y le di un beso, ella acarició mi pierna, empezaba a excitarme, quería hacerla mía en ese momento.
Llegamos a su casa, esperamos un rato en el auto.
—Me la pasé bien, si sabes a lo que me refiero—. Dije acercándome a ella para besarla, se dio cuenta de mi intención y se apartó.
—Jajaja sí me percaté.
De pronto me besó en la boca, fue un beso más largo y húmedo que el primero que me dio.
—Yo también puedo jugar ese juego—. Dijo retándome.
Quería abrazarla, seguir con el beso y acariciar sus nalgas pero sabía que tenía las de perder, no por miedo a su esposo sino porque era probable que ella se sintiera acosada y no volviera a darme entrada, así que me contuve.
—Que nadie sepa esto—. Me advirtió.
—Confía en mí—. La besé en la mejilla y nos despedimos.
Los siguientes días nos llevábamos como si nada, pasábamos más tiempo juntos y si otro wey llegaba Gaby le daba el cortón para que no nos interrumpiera. A veces nos besamos a escondidas y nos dábamos uno que otro arrimón. Después un compa se dio cuenta y me dijo que esa morra ya ha hecho eso con otros dos weyes y que una vez la vio saliendo de un motel con un cabrón que no era su esposo.
Yo sabía a lo que me atenía con ella, me quedaba claro que era mi “turno” jajaja. No sabía si seguir con ese juego pero tampoco quería ser uno más de esos weyes pero si a ella le vale verga estar casada yo tenía que aprovechar la situación.
Gaby y otra chica llamada Anabell organizaron la fiesta de Halloween de este año. Al principio no tenía muchas ganas de ir pero Gaby subió a su IG fotos probándose varios disfraces, el que más me gustó fue de Princess Kida (de la película de Atlantis), le quedaba perfecto, se veía hermosa y decidí ir dispuesto a hacerla mía.
La fiesta sería en la casa de Anabell, llegué e inmediatamente vi a Gaby que estaba disfrazada de Chel, se veía deliciosa; sus tetas redondas y firmes resaltaban debajo del pequeño top, sus nalgas anchas y firmes apenas estaban cubiertas por la mini falda blanca y en sus pies unas zapatillas abiertas plateadas, su hermoso cabello negro y lacio complementaba perfectamente el atuendo.
—Te ves hermosa—. Dije tomándola de la cintura y besándola.
—Lo sé, yo siempre.
Bebimos y bailamos un poco, después de varias cervezas, whisky y vodka Gaby empezó a marearse, nos sentamos en un sofá.
—¿No va a venir el Diego (su esposo)?
—No, él también fue a una fiesta.
Subí sus piernas en mi regazo, lentamente le quité las zapatillas y acaricié sus pies, no se resistió.
—Me haces cosquillas.
—Los tienes muy suavecitos.
—Me gusta cuidar cada parte de mi cuerpo.
Seguí acariciando sus pies y seguí con sus piernas, subiendo hacia su entrepierna, metí la mano debajo de su mini falda y acaricié levemente su cosita.
—¡Oye cuidado con esa mano!—. Dijo apartándomela.
Volví a besarla mientras acariciaba sus tetas.
—Nooo alguien nos va a ver.
—Vamos a una habitación.
Agarré sus zapatillas y subimos, entramos en la primera habitación que vimos.
La puse contra la puerta y seguí besándola, comiéndole la boca, metí mi mano debajo de su falda apretando sus duras nalgas, su respiración se aceleró. Se apartó, me desabrochó el pantalón y se puso de rodillas, liberó mi verga y empezó a mamármela, hasta el fondo, solo podía escuchar cómo se atragantaba.
Se levantó y fuimos a la cama, quiso desvestirse pero le dije que se quedara así, ella me quitó la ropa y se acosó boca arriba. Le quité su mini tanga blanca y saboreé su cosita mojada.
—¿Ya sabías a lo que venías verdad cabroncito?
—La verdad siempre te he tenido ganas.
—Jajaja se nota.
Saqué un condón y se lo di para que me lo pusiera. La dedeé para que lubricara.
—Una palabra de esto y te corto los huevos—. Me dijo tomándome del cuello, me abrazó con las piernas y entré en ella, estaba estrecha y calientita, Gaby gemía y se mordía los labios.
Tomé sus pies y puse sus suelas contra mi cara, lamí en círculos sus talones, a lo largo de sus suelas raspositas y pálidas, tenían un ligero sabor a tierra y sudor, lamí entre sus dedos quitando pequeñas virutas y pelusitas.
—¡Así! ¡Así métemela toda!—. Me imploraba. Me calenté más con sus pies y aumenté el ritmo, la empecé a ahorcar, contrajo la vagina apretándome la verga.
—Acuéstate—. Me ordenó. Se desvistió y se subió en mí, frotó la punta de mi verga entre sus labios y empezó a cabalgarme. Apreté sus tetas y mordí sus pezones duros y oscuritos
—Te mueves muy rico nena.
—¿Sí? ¿Te gusta mucho?
—Me encanta preciosa.
Siguió cabalgándome y me mordió en el cuello mientras me enterraba las uñas en el pecho y yo apretaba sus nalgas para hacer más profunda la penetración. Gaby se empezó a correr, yo sentí la verga caliente y nos venimos al mismo tiempo. Se dejó caer sobre mí exhausta. Acariciaba su cabello, su carita y sus duras nalgas.
Como Gaby no dejaba de acariciarme la verga se mantuvo dura y parada.
Me incorporé, la puse en cuatro, besé sus nalgas y di pequeñas mordidas, lamí su conchita, pasé a su orto e introduje la puntita de mi lengua mientras acariciaba sus nalgas, Gaby dio un saltito y aflojó el cuerpo. Le puse las zapatillas y me masturbé con sus pies.
—¿Te gustan mucho mis pies?
—Me encantan, los amo.
—Bésalos.
Besé y lamí sus pies por encima de sus zapatillas.
Abrí otro condón, la tomé firmemente de la cadera y entré lentamente en ella, levantó bien las nalgas y apreté el ritmo, tenerla en cuatro era poder contemplar su orto dilatado, le metí un dedo.
—Sí así, se siente bien ricooo—. Decía gimiendo.
—¿Quieres por atrás?
—No, mi chiquito ya tiene dueño—. Me quitó el condón.
Seguí dándole, la jalaba del cabello con cada embestida y la nalgueaba, sus nalgas empezaron a ponerse rojas y Gaby gemía más fuerte y se aferraba a las sábanas pidiéndome que se le metiera más duro.
—Así zorra, grita más fuerte—. Le ordené y gritó mi nombre, cuando estaba a punto de venirme se la saqué y la tomé del cabello apuntando a su cara.
—No, en la cara no, me gustó mi maquillaje.
—Me vale verga—. Solté una descarga de espesa leche caliente en su cara, chorros y chorros, la que cayó en sus labios la saboreó con la lengua y se la tragó. Quedé exhausto y me acosté junto a ella. Sonó su teléfono.
—Vámonos—. Dijo limpiándose la cara.
—No, todavía sigo caliente—. Dije besándola en el cuello.
—Estuvo muy rico pero ya, vámonos antes de que nos vean.
—Está bien pero regálame tus zapatillas.
—OK te las doy el lunes, no me voy a ir descalza.
Terminamos de vestirnos, le di un último beso manoseándole las nalgas. Bajamos a donde estaban los demás.
—Recuerda lo que te dije eh.
—Confía en mí. Y quiero esas zapatillas y también tu tanguita.
—Ay qué pervertido eres.
—Lo justo es lo justo.
—OK el lunes te las doy.
Al poco rato vi que su esposo llegó por ella.
Se ve ruda y cabrona en persona pero en la cama es un zorra sumisa.
Cumplió su promesa y el lunes me dio mis regalos. Seguimos llevándonos bien, los besos y arrimones siguen y ahora mi propósito es seducirla para que entregue el culo.
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Muy bueno y esquisito