Te tengo miedo, pero también te tengo ganas (4)

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T. Lectura: 8 min.

Por enésima vez José el dragón está en la cárcel, parece mentira que ya se haya cumplido un año desde nuestro primer encuentro ¿y que pasa? En lugar de estarlo celebrando tengo que contener mis ansias de hembra ya que me amenazó con hacerme daño si lo traicionaba.

Sin embargo, mi marido y mi hijo se habían metido en problemas al hacer un mal negocio con el líder de la banda contraria a la del dragón.

–No mames cabrón, ¿Cómo que me pusiste como garantía? Le digo a mi marido furiosa

–Yo le dije que no mamá, pero el insistió, replica mi hijo

–¿y ahora que va a pasar?

Me comentan que tengo que ir a arreglar las cosas con el cabecilla y que me esta esperando, no quiero confesarles lo del dragón, aunque creo que ya lo saben, pero igual me da miedo el hecho de que llegue a enterarse.

Por mi hijo accedo a ir con el tipo, pero con la condición de que va a quedar entre nosotros.

–pero a poco vas a ir así toda chimoltrufia, me dice el pendejo de mi marido, lanzándole una mirada furiosa le pido un vestido prestado a mi prima, al final me presta un minivestido negro ajustado y de manga corta con escote pronunciado muy pegadito a mi cuerpo dejando ver un poco de mi brasier y resaltando mi cadera, me coloco una tanga negra de encaje, la única que tengo y unas zapatillas negras de tacón alto, me maquillo ligeramente arreglando mi pelo con unas peinetas a los lados, obviamente que le digo a mi esposo que mejor se quede ya que siempre hace algo para arruinar las cosas.

Al fin llegamos al barrio de mala muerte donde nos encontraríamos con el tipo con el que había de negociar, un tipo muy malo, déspota y agresivo según mi hijo y casi caigo de la sorpresa al ver que era el muchacho que me había defendido del dragón en mi primera visita a la cárcel, ¡no lo puedo creer! Le digo, ¿tú?

–Hola señora, ¿se acuerda de mi? Me dice con su voz de malo

–Claro que me acuerdo de ti, le digo entre otras cosas, al final me comenta que la situación esta muy delicada y todas esas cosas de hombres que parecen que son muy difíciles de arreglar.

–Ándale, le digo, hazlo por mí ¿sí? Le coqueteo

Me invita a ir a otro lugar, mi hijo me sigue.

–¿y este wey quién es? O ¿Qué es de ti?

–¡Es mi hermano! Le digo sonriendo mientras me sujeto de su brazo

–tienes una pinche hermana muy buenota cabrón, le dice entre carcajadas.

Me sube a un auto en la parte trasera le dice al que va de chofer una dirección, mi hijo va detrás de nosotros y varias motos con chavos mal encarados y tatuados nos siguen de cerca.

Empezamos a platicar de pendejadas entre sonrisas, bromas y demás y ya en confianza de las palabras pasamos a los besos, a las caricias, así como estamos besándonos, bajo la mano a la bragueta de su pantalón.

Nuestras lenguas juegan ansiosas mientras mi mano saca su verga empezándola a masturbar lenta y pausadamente, disfrutando sus besos y la tersa piel de su mástil, sus manos estrechan mis tetas por encima de la tela del vestido.

–Ya llegamos “nanis” le dice su amigo mientras se sube la bragueta y yo me arreglo un poco.

Son puros chamacos, me digo a mi misma, no se ven mas grandes que mi hijo y ya son todos unos delincuentes temidos por casi todos, subimos por unas escaleras interminables con cuartuchos de lámina estilo favelas brasileñas, un lugar muy inseguro con gente de mirada inquisidora y aterradora, al final llegamos a una especie de bodega, me hacen esperar junto a mi hijo que me toma de la mano mientras intento calmarlo.

Salen sus amigos y me dicen que entre yo sola agarrando a mi hijo, lo tranquilizo, al entrar él está sentado tras un viejo escritorio, me pide que me acerque, hace el sillón donde está sentado hacia atrás y puedo ver que tiene su magnífica macana fuera del pantalón, blandiéndola de forma retadora de un lado a otro,

–A qué viene señora?, me pregunta, como si no supiera el cabrón.

Sonriendo de forma coqueta, le digo: Vengo a ver el problema que tuviste con mi esposo, ¿crees que podamos arreglarlo?

–No sé, haber convénzame, me dice al mismo tiempo que me recorre de arriba a abajo con esa mirada de lujurioso que tiene.

Sin decir palabra alguna y sonriéndole sin dejar de mirarlo a los ojos me inclino para tomar con una de mis manos su hermosa verga, mientras él mete su mano entre mis muslos para acariciar mi vagina por encima de mi tanga con la palma y con los dedos mi ano, hago el intento de agacharme para besar su hermosura de tranca, pero me detiene pidiéndome que primero me de vuelta.

Le obedezco dejando mis caderas a la altura de su cara, el “nanis” me quita el vestido de forma hábil y después baja mi tanga hasta mis tobillos y empinándome hacia su escritorio, comienza a besarme las nalgas y el culo.

Lo hace por largo rato poniéndome al borde de la excitación y la lujuria.

–sé que eres la perra del dragón, me dice, pero no sabía que eras la esposa del wey ese.

Finjo no escucharlo mientras lo separo delicadamente, me hinco frente a él tomo su verga con ambas manos y empiezo a besarle la cabeza dándole chupetes en la punta, enseguida le paso mi lengua desde el tronco hasta la cabeza haciendo prolongadas pausas para lamer sus huevos, subo nuevamente besando y lamiendo el tronco y al llegar a la punta la empiezo a mamar descaradamente, su deliciosa cabeza apenas me cabe entre mis labios con la boca bien abierta y apenas alcanzaban a entrar algunos centímetros de su exquisita verga por el grosor de la misma, pero hago esfuerzos por tragármela lo más posible empleando mi poca experiencia que tengo en esto de chupar penes.

–Luego de varios minutos mamándosela, me saca la verga de la boca y me sienta sobre la mesa.

–Quiero saborearte, lamerte, no dejar un solo rincón de tu cuerpo sin lamer.

–¿Le vas a perdonar la deuda a mi marido? Le pregunto suplicante.

Sin decirme nada se sienta en una silla frente a mi y con placer comienza a introducirme un dedo, luego dos, tres en mi vagina.

–¿cual deuda? Me pregunta, ¿la del carro o la de la apuesta?

Comienzo a respirar agitadamente, mis duros senos saltan de emoción al sentir sus dedos introduciéndose en mí, se los ofrezco, le pido, le ruego que los chupe, que haga lo que quiera con ellos.

El “nanis” se levanta apenas de la silla, mete en su boca en uno de mis senos, los lame, mientras sus dedos hurgan dentro de mi vagina yo no hago más que gozar y suspirar, y pedir más y más.

-¿Quieres más puta? ¿la perra del dragón quiere más?

Se sienta en la silla, me toma de las caderas y me jala hacia su cara, saca su lengua y comienza a transitarme dentro de mi cueva ya a esta altura inundada de mis flujos, enrosco mis pies cubiertos por los altos zapatos en su cuello, de esta forma empujo cada vez más su cabeza entre mis piernas, sus manos se apoderan de mis pezones, con sus dedos los masajea, los pellizca, los malluga.

Me abandono a un delicioso orgasmo, muevo las caderas al compás de sus lamidas entre suspiros, gemidos y gritos de placer.

-Eres una pinche puta, ahora entiendo porque el puto del dragón te quiere tanto.

Coloca unos cartones en el piso, se desnuda y se tiende en ellos, me llama, lo monto, me entierra su rica verga lentamente, me penetra apenas un poquito, después mete más y más, hasta estar todo adentro mío.

Empiezo a cabalgarlo con frenesí, mientras soba mis senos y yo de vez en vez le ofrezco mis labios entregándonos al sexo de la forma más brutal y lujuriosa que hubiera experimentado hasta este momento.

–¿si vas a perdonar a mi esposo? Le pregunto

–Nel, me debe mucho me dice

–Ándale, porfa, le digo suplicante

–no chingá, me ladra pidiendo que me calle y me mueva mas

Decidida a todo y pensando en mi hijo me quedo quieta y me desprendo de él.

–Bueno pues entonces a la chingada cabrón, me vale madre lo que hagas, le digo categóricamente recogiendo el vestido intentando vestirme.

–Ya chingá, no se saque de onda señora, mire como me dejó, venga ándele

–Pero si vas a perdonarlo o ¡no!

–Si chingada madre, le doy mi palabra

Sonriendo triunfante, vuelvo a su lado, me tiendo en los cartones y él acerca acomodándose entre mis piernas, colocándolas entre sus hombros me dobla poniendo la cabeza de su verga a mi sexo y de un solo empujón me la mete hasta la mitad, hum, empuja otro poco y de un golpe sus testículos peludos golpean mis nalgas, una sensación de ahogo me invade, entonces sin miramientos comienza a sacarlo y meterlo arrancándome gritos de placer al sentir las paredes de mi vagina rozadas por su pito,

Mi ahora fornicador se acerca a mi oído y me susurra

–¿El dragón se la culea así? ¿eh?, ¿Dígame, es como yo?

Confundida pero muy caliente, le respondo: No papito, tu si eres un hombre de verdad, un macho

–¿Soy su hombre ahora? ¿lo soy?

–Uf si, eres mi hombre, dame papito ¡con fuerza!

Los compinches del “nanis” obligan a mi hijo a observarnos

–Mira cabrón, ves cómo me cojo a tu hermana uf, mi hijo escucha todo nuestro dialogo caliente observándonos sin poder hacer nada, mientras me rindo ante las embestidas de mi nuevo amante sin importarme nada ya.

–uf, así amor, dame

–¿la perrita quiere más de su macho?

–si amor, préñame, hazme un bebe, le digo en mi paroxismo

Sus embestidas y su forma de mover me indican que está a punto de venirse y no me equivoco, un chorro caliente me inunda muy adentro haciendo que me venga con él al mismo tiempo, sus chorros son interminables, mis manos rodean su cuello mientras lo siento explotar dentro de mí, mi boca busca la suya y lo beso ardientemente.

Suavemente se desprende y se sienta en la silla, los tipos sacan a mi hijo del cuarto, lo observo, es increíble la forma en como este vago me ha hecho tocar el cielo de una forma brutal, lo observo de nuevo, pero esta vez me acerco de forma voluntaria y me doy el placer de acariciarlo completamente mientras el me observa, acaricio su pecho, sus tetillas, empiezo a frotar mi sexo en su muslo mientras mis manos lo recorren.

Mi blanca piel contrasta con su piel morena curtida, beso su pecho mi mano traviesa y ávida de tocar algo toma su miembro flácido y lo comienza a masturbar mientras lo beso, restriego mi sexo en su muslo buscando reanimar de nuevo mis ansias de hembra, no me importa si mi hijo me ve o si mi esposo o el dragón se enojan, me siento usada como algo sin importancia, sin embargo, este tipo al que casi le doblo la edad me ha despertado de nuevo a la vida.

Beso su barbilla, su cuello, roso un pezón de mis pechos en su tórax, mi mano ahora masturba con mayor vehemencia su miembro, pero hace falta algo más, entonces, mientras el dormita, voy bajando por su cuerpo, besando, lamiendo, mordiendo, tirando con mis labios su alfombra de pelos.

Tengo su miembro a mi alcance, lo observo detenidamente, le doy un par de tiernos besos en la cabeza, comienzo a chuparlo despacito, abrazo sus muslos y lo chupo con un placer inusual, como queriendo atraparlo eternamente en mi boca, mi mano aprieta suavemente sus testículos, hasta que me doy cuenta que nuevamente comienza a despertar, siento su mano en mi cabeza y sus gemidos de aprobación.

Me incorporo, abro sus muslos así sentado como está, me siento con las piernas abiertas sobre él, de frente a él, me observa, tomo su pito con una de mis manos y la guio a mi sexo.

Me dejo caer sobre ella despacito pero constante, hasta sentir que ya no hay más que meter.

Con los ojos entrecerrados por el placer de sentirme así de llena, tomo su cara y la conduzco hacia mis pechos, no me muevo, repleta de su verga disfruto a mi hombre chupándome los pechos, arrancándome gemidos intensos, mientras mis manos acarician tiernamente su cabeza.

Así ensartada como estoy miro hacia abajo y toda una gama de sensaciones me envuelven cuando su boca los atrapa.

Mientras el me chupa de este modo, apoyo mis manos en sus fuertes hombros y comienzo a mover mis caderas rítmicamente de adelante y hacia atrás.

Nuevamente mis jugos, comienzan a fluir de mi interior, esta exquisita sensación de moverme de este modo, mientras el me chupa eternamente las tetas.

Gimiendo como perra en celo muevo mis caderas más rápido alcanzando un orgasmo de locura.

Agradecida y caliente, me abrazo a él y lo beso apasionadamente mientras sus manos agarran mis nalgas, continúo moviéndome, pero esta vez subo y bajo mientras el me abraza, lo muerdo, lo beso, le digo que lo amo.

–¿Le gusta señora? Me pregunta

–Oh si papito, mucho

–¿Es mi hembra ahora?

–Si mi amor, tuya, solo tuya, ahora eres mi hombre, mi macho, le digo con palabras que me salen del corazón.

El me abraza y hace algo que mi marido ha dejado de hacer, me hace sentir una mujer deseada.

–Abrázate bien a mí, me dice, entonces con firmeza se levanta del sofá llevándome con él, cuando se pone de pie lo abrazo con mis piernas, ensartada tan profundamente en esa posición camina conmigo, primero asomándose por la puerta diciéndoles a todos que se fueran incluyendo a mi hijo y después así ensartada me lleva a un pequeño cuarto, aunque de lámina, bien decorado y amueblado, me aferro a él abrazando su cabeza con mis manos.

Una vez dentro cierra la puerta, me apoya contra una pared y aferrando fuertemente mis nalgas comienza a fornicarme de una manera bestial, solo en mis sueños me habían fornicado de esta forma y ahora es una increíble realidad.

De la misma forma nunca pensé una pudiera sentir tan profundamente el pene de un hombre.

Lo beso, lo muerdo como loca, después de un rato me deposita en la cama, abre mis piernas y nuevamente me la clava entera, me tiene afirmada las piernas con ambas manos, me las abre al máximo tomadas por los tobillos y me hace sentir su deliciosa macana entrando y saliendo de mí.

Él se prodiga la visión de ver mi sexo penetrado por el suyo.

Suelta mis piernas poniéndolas en sus hombros sacando su hermoso tolete justo en el momento en que comienza a eyacular, me hace sentir sus potentes chorros en el exterior de mi sexo, bajo mis piernas y lanza hacia mi vientre, hacia mis pechos se acerca masturbándose y deposita su semen restante en mi boca, yo se la chupo para tragarme todo lo que queda, intenta recostarse a mi lado, pero yo lo jalo hacia mi colocándolo de nuevo sobre mi cuerpo.

¡Fue maravilloso! Le digo al oído extasiada, mientras nos relajamos juntos besándonos con vehemencia, con furor, terminando rendidos uno encima del otro sin importar nuestra diferencia de edades, siendo solo hombre y mujer.

–por cierto, ¿Cómo te llamas? Le pregunto.

–me llamo Gilberto y usted se llama Silvia ¿no?

Abrazo su cuerpo sintiendo su respiración en mi cuello agradecida por que, a pesar de mi marido y el dragón, el ha sido mi primer hombre realmente, aquel, que estoy segura, todas las mujeres soñamos, aunque no queramos admitirlo, ese hombre, que te lleva al paroxismo como hembra.

–Si, me llamo Silvia, pero tu puedes llamarme como quieras

–¿Cuándo nos volvemos a ver?

–Cuando quieras le digo sin importarme nada más.

Me besa delicadamente, pasados unos minutos más, me incorporo de la cama, me visto arreglando mis ropas y maquillaje, salgo volteando a ver a Gilberto quien también está arreglando sus ropas.

–No se te vaya a olvidar ¿he? Le digo abriendo la puerta ante la mirada inquisidora de mi hijo

–no se preocupe, me sonríe

–Que hermana tan buenota tienes eh carnal, le dice a mi hijo quien se aguanta el coraje y me ayuda abajar por las escaleras entre las risas burlonas de los malvivientes que se quedan con Gilberto.

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