Asesoría candente

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T. Lectura: 2 min.

Ese día me citaste en la universidad para darle la última revisión a mi tesis de posgrado, cuando llegué te avisé que estaba ahí y me pediste que te alcanzara en la biblioteca ya que estabas realizando un trabajo en la computadora, al ingresar a la biblioteca no te vi, de repente saliste de uno de los cubículos privados y me pediste que fuera a donde te encontrabas.

Por el lugar donde nos encontrábamos el saludo fue frío y distante, solo un choque de puños como dos grandes amigos, posteriormente platicamos un poco, al sentir tu cercanía mis pechos se endurecieron, sentía cosquillas en los pezones cada que me acercaba a escribir en el teclado, una de mis rodillas rosaba tu pierna, poco a poco el ambiente fue cambiado, sentí que tu respiración se agitaba, así seguimos un momento sin decir nada, solo el lenguaje corporal se manifestaba.

De pronto al quitar la mano ¿qué otra cosa corregía?, pusiste mi mano sobre el cierre de tu pantalón, sentí tu pene erecto, grande, duro, wow. Mi primer impulso fue apretarlo, así estuvimos un momento en donde la adrenalina invadió nuestros cuerpos, yo seguía apretando y soltando tu pene a diferente ritmo, mientras tanto vigilabas que nadie se acercara.

Dejamos de editar el documento, nos enfocamos en complacernos uno al otro, tú separaste mis piernas, las acariciaste suavemente, dabas pequeños apretoncitos, poco a poco fuiste subiendo la mano, llegaste a mi entrepierna, comenzaste a tocar sobre el pantalón, frotabas tu dedo con mi clítoris, comencé a moverme suavemente, sentía mi vulva humeda, mi vagina contraerse suavemente, pasaste tu mano para atrás tocaste mis nalgas, las acariciaste, las apretaste, lo que me fascino, al tiempo que lo hacias tu brazo apretaba mi pecho, lo que incrementó el placer, quería gemir, gritar de placer, pero no podía hacerlo, en voz baja me recordaste el lugar donde estábamos.

Paramos por un momento, ambos estábamos excitados, desvíe la mirada a la ventana, sentía mi respiración agitada, de pronto te bajaste el cierre del pantalón, sacaste esa deliciosa, enorme y firme verga, la mire por un momento, volteamos a todos lados y sin pensarlo tomaste mi cabeza y la dirigiste a tu entrepierna en voz baja me pediste que la mamara, que la mordiera, escucharte me excito mucho.

Metí tu verga de inmediato a mi boca, seguí tus indicaciones, la adrenalina invadió mi cuerpo, sentía humedecerse mi vulva, mi vagina se contraía, sentía que en cualquier momento expulsaría agüita, me contuve, seguí mamándotela, a diferentes velocidades, estaba a punto de estallar, empezaste a contonearte, me indicaste que pronto terminarás, aumente la velocidad, estaba salivando mucho, wow, siii, sentí como expulsaste la deliciosa lechita, hice un gran esfuerzo para no ahogarme, por un momento olvidamos que nos encontrábamos en la biblioteca de la universidad donde te conocí, hace ya casi 20 años, cuando era tu alumna, en ese entonces jamás pensé que esto pudiera suceder.

Antes de despedirnos nos aseamos, guardamos la laptop y salimos a la cafetería a tomar un refresco, ambos seguíamos extasiados, asombrados de lo que hicimos, después un choque de puños fue el término del encuentro.

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1 COMENTARIO

  1. Un llamado “rapidín”. Que levanté la mano quién lo ha hecho en algún momento de sus vidas

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