¿Es real?

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T. Lectura: 3 min.

“El traje me queda bien y esta habitación es tan real.” pensó el señor Rodolfo mientras contemplaba el reflejo de su rostro maduro con barba negra y plateada en el espejo de época.

Un golpe de nudillos en la puerta.

El señor Rodolfo carraspeó y con voz profunda dijo.

-Adelante, está abierto.

Una mujer con traje negro y cabello recogido en un moño entró. A su lado una chica mucho más joven, tez blanca y cabello rubio.

-Disculpe don Rodolfo. Esta muchacha acaba de romper un plato de la vajilla.

-¿La vajilla bañada en oro? -improvisó el caballero.

-Así es señor.

La doncella parecía asustada.

Rodolfo notó que su mejilla derecha estaba colorada e intuyó que se había ganado un bofetón.

-y bien, ¿tienes algo que decir?

La muchacha no respondió.

-¿Quiere que la azote? -intervino la mujer mayor.

-El hombre se fijó en el látigo que llevaba la que llevaba la voz cantante.

Probablemente la desdichada tendría que desnudarse de cintura para arriba, los pechos expuestos y, la espalda, sin protección alguna, recibiría los crueles latigazos.

-No, veo que se trata de una travesura más propia de una cría que de una mujer. Ven aquí y túmbate sobre mis rodillas, te voy a dar una buena azotaina.

La chica observó las piernas del hombre y se fijó en el bulto. Cohibida, enrojeció. Sin embargo, se apresuró a tumbarse sobre el regazo de su señor. La situación era embarazosa, pero las nalgadas, por muy contundentes que fuesen, no se podían comparar con el látigo.

Rodolfo palpó las nalgas de la chica, oyó su respiración agitada, notó el peso del cuerpo y levantó la mano.

En ese momento una gran pantalla azul bloqueó el universo virtual anunciando el fin del POC.

Rodolfo se quitó la diadema.

Estaba solo, en su habitación, con una camisa de tirantes y desnudo de cintura para abajo. De la punta de su pene erecto se columpiaba un hilo transparente y viscoso.

-mejor no lo toco que me pringo. -pensó en voz alta.

Luego se dirigió hacia el monitor táctil y anotó cosas.

El proyecto iba muy bien y esta aplicación se vendería como churros.

-¿Marta, ven para aquí? -llamó abriendo la puerta.

Una mujer de treinta y tantos entró en la habitación.

Se fijo brevemente en el pene y meneó la cabeza.

-¿Qué pasa, no te gusta mi aparato?

-Pensaba que estabas trabajando.

-Y lo estoy, pero necesito, ya sabes, vivirlo. -respondió el varón.

-Hablando de vivirlo, ven para aquí, quiero comparar como de lejos estamos de la realidad.

Marta se acercó al hombre, se puso de cuclillas y tomando el pene en su mano abrió la boca y comenzó a chuparlo como si se tratase de un polo.

Lo único que este helado estaba calentorro y latía.

Rodrigo, apretó el culo y gimió.

Luego, de alguna manera, con torpeza, se levantó e invitó a incorporarse a su chica.

La besó en los labios mientras la abrazaba notando sus pechos.

-Desnúdate.

La mujer obedeció quedando en bolas.

Rodrigo la abrazó de nuevo agarrando sus tiernas nalgas.

Luego la besó en el cuello y lamió los pezones erectos moviendo la lengua a gran velocidad.

Marta arqueó la espalda.

-Ven, siéntate y abre las piernas. Así.

-Estás trabajando en los sabores. -ronroneó Marta cargada de deseo.

-Sí, y todavía estamos lejos. Pero contigo puedo probar no. -respondió humedeciendo los labios mientras contemplaba la zona boscosa.

Marta mordió el labio inferior y apretó su esfinter con anticipación. Rodrigo, de rodillas, abrió la boca y sacando la lengua, degustó el coño con pelos empapado de la hembra. El sabor era tan fuerte como el olor pero había algo super adictivo en ello. Algo que su máquina todavía no era capaz de reproducir. Habían avanzado mucho con la parte visual y sonora. El tacto era apenas indistinguible de la realidad. Pero olores y sabores, todavía dependían de copias y carecían de matices.

-Ahora pon el culo princesa.

Marta se levantó de la silla y se apoyó en el suelo a cuatro patas dándole la espalda. El hombre separó los glúteos y lamió el ano.

-Eres un guarro. -susurró la mujer mientras contraía y expandía su agujero.

-boca arriba.

La mujer obedeció.

Rodrigo colocó su pene en posición y tras besarla en la boca, lo introdujo hasta el fondo.

El placer inundó cada poro de Marta.

Definitivamente esa parte, el coito, era muy difícil de emular. Sin duda se había avanzado mucho, pero faltaba algo.

Rodrigo sacó su miembro, hizo que la mujer se tumbase boca a bajo y se la metió por detrás. Una vez y luego otra, hasta que ella y él, casi a la vez, explotaron de placer alcanzando el orgasmo.

-Puedo hacerte una pregunta… profesional -dijo Marta mientras acariciaba la cabeza de Rodrigo.

-Temo tus preguntas… pero dime

-Antes dijiste que lo del olor es complicado… ¿has pensado en incluir pedos?

-¿pedos? Porque iba a querer incluir olores desagradables pero… ah, ya sé dónde quieres llegar…

-¿Lo sabes?

-Sí, pero voy a decirte una cosa, no quiero cargarme la realidad… creo que es importante saber distinguir y…

-y qué vas a decirle a tu chica virtual, oye tírate uno a ver si eres real

Rodrigo se rio.

Pero aquella idea no le pareció descabellada. Antiguamente los programadores dejaban “puertas traseras” accesos al programa que solo ellos conocían. También al diseñar los primeros humanoides, aposta, dejaban algo mal hecho… una huella, un modo de saber que eso no era humano… un pedo, por qué no.

En ese momento Marta se tiró uno.

Y Rodrigo supo que, por suerte, todavía existía la realidad.

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