Julia, la farmacéutica (6)

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Es martes y entro en la farmacia enseguida que don Boscos sale a desayunar y a hacer algunos recados. Por suerte no hay ningún cliente y Julia y yo entramos a la sala de al lado.

-Don carpintero, me alegra verle. Pero me temo que no tiene usted dinero todavía, ¿verdad?

-No, no, ya le dije que no, Julia. Quizá el viernes…

-Ya, pero ya sabe que yo no volveré a la farmacia hasta el lunes.

-Sí, por algo de un servicio muy especial ¿no?

-Así es. Estaré varios días fuera.

-¿Sin su familia?

-Sí, claro. Es… bueno… no sé si contarlo. Quizá usted pensaría que…

-Julia, hay confianza.

-Sí, pero… no, no, mejor no se lo digo. Bueno ¿y qué quiere usted de mí si no tiene dinero?

-Es que ayer me contó lo de esa tarde, su show ante esos hombres. Y que se sorprendió al ver allí a su primo.

-Bueno, sí, pero no, Raúl es primo de mi esposo. Él se sorprendió más al verme desnuda, solo con el liguero, como una… delante de tantos hombres…

-Es normal que se sorprendiera, si él no sabía que usted…

-¡Pues claro que no sabía nada! A ver, él siempre me ha tenido por una esposa y una madre ejemplar. Bueno, es que es lo que soy.

-Sí, no lo dudo, Julia. Así ¿qué pasó? ¿Usted se fue y ya está?

-No, no podía irme. Esos siete hombres habían gastado mucho dinero para esa tarde. Y don Boscos nunca me lo iba a perdonar. Usted no sabe cómo es cuando se enfada. Ayer mismo…

-¿Qué pasó?

-No, nada, me da cosa contárselo…

-¿La castigó porque vio que yo estaba aquí?

-Pues sí, el muy cabrón. Me hizo quedar al cerrar la tienda y él… aunque le dije que no porque aún me dolía el ano por lo del sábado…

-¿La forzó?

-Sí, bueno, no exactamente. Me hizo subirme la bata hasta la cintura, él me quitó las braguitas, las “bragas de cerda” dijo cuando vio que estaban muy húmedas, me puso en su regazo y me dio nalgadas. A ver, no es que me hiciera daño, pero sí que era humillante.

-Entiendo.

-Lo peor es yo me excité y cuando vio que le mojaba el pantalón con mi flujo, me dijo que “¿Ves cómo eres una guarra y te mereces el castigo?” y que “¡Te voy a romper el culo, cerda!”

-¡Oh! ¡Pero eso es denunciable!

-Sí, yo le contesté que por el culo no, que lo tenía escocido, pero él me dijo que con lo puerca que soy, que es por el culo donde más me gusta.

-¡Él no podía obligarle!

-Ya, lo sé. Cuando le dije que de ninguna manera y que me iba a ir, él me dijo que “vale, tú misma, pero no hace falta que vuelvas mañana”, que “adiós” y tal. Y claro, yo no puedo perder mi trabajo. Y menos mis cobros tan especiales.

-Entiendo. Así que…

-Sí, sí, me quedé y dejé que él… bueno ya sabe…

-¿Le dio porculo?

-Sí, y muy salvajemente. Nunca le había visto tan agresivo. Yo sollozaba y le decía que no tan fuerte, pero él todavía me daba más duro. Como es mayor, tardó mucho en correrse dentro de mi ano. Notaba cómo su verga iba creciendo dentro de mí y él no cesaba de bombear mi culo. Y lo peor es que yo, aun con dolor y todo, me corrí varias veces y eso hizo que me dijera que “ves como eres una zorra y te gusta que te enculen” y cosas así. Cuando por fin eyaculó en el fondo de mis entrañas y al cabo de unos minutos sacó su polla de mi ano, hizo que se la limpiara con la boca. Pero es que incluso eso me excitó y me acaricié el clítoris mientras le chupaba el miembro. Me corrí varias veces más en cuclillas y dejé un buen charco en el suelo.

-Es que usted es una mujer muy caliente.

-Sí, debo reconocerlo. Él se enfadó al ver que había mojado incluso el suelo y me volvió a insultar, de guarra y cerda hasta cochina y puta, que se avergüenza de tener contratada una farmacéutica tan marrana y tal. No hace falta decir que me hizo fregar el suelo antes de que me pudiera ir. Mi marido estaba muy disgustado cuando llegué tan tarde a casa. Además, es que aún le dura el enfado desde que el sábado no dejé que él… ya sabe.

-Es normal que su esposo esté enfadado.

-Sí, y eso que él no sabe nada de que yo… bueno, de mis servicios especiales en la farmacia. En cambio, esta mañana el señor Boscos ha sido muy amable conmigo. No sé quizá tiene algún remordimiento. Bueno, será mejor que se largue, don carpintero, que si viene le ve a usted aquí… no quiero que se vuelva a enfadar. Le da usted rabia.

-Me voy a ir enseguida, Julia, pero, espere, cuénteme ¿qué pasó en la fiesta, con esos hombres?

-A sí. Gustavo, el que contrató mis servicios, me vio disgustada y que pedía mi ropa para irme antes de lo acordado. Él se acercó a Raúl y a mí y dijo:

“Juli, ¿qué le pasa? ¿Es que acaso no se siente usted bien?

-Sí, la verdad, son ustedes muy amables. Pero es que… él… yo no sabía que…

-¿Quién? ¿Raulito? Es uno de mis mejores amigos.

-Ya, pero es que… no, yo… mi esposo… ¿Quién tiene mi ropa? Debo irme.

-Pero mujer, no, por favor. No haga este feo a mis amigos. Llevamos semanas esperando este día. Además, ya pagamos a don Boscos. Y dudo de que él acepte devolvernos el dinero.

-Seguro que no. Pero yo no puedo continuar, no, con Raúl aquí no…

-Espera, prima, a ver… Ya viste que no quise interrumpir el espectáculo. Y es que me gustó lo que vi. ¡Mucho!

-¡Ay, qué vergüenza! ¡Me voy!

-Espera, Julita, vamos a hablar un momento, nosotros solos.

Entramos los dos en una habitación. No ha habido manera de encontrar mi ropa, es que ni mis braguitas, y yo me siento incómoda desnuda ante el primo de mi marido, solo con el liguero y me tapo como puedo con los brazos y las manos.

-Julita, a ver, de verdad es que nunca pensé que tú, bueno, que… siempre te he visto como una buena esposa, una madre perfecta…

-¡Es lo que soy! – me cubro como puedo los pechos y el pubis porque él mira fijamente mi cuerpo – ¡Soy una buena madre y esposa!

-Sí, no lo dudo, mujer. A ver, no sé, si quieres, me voy yo. Pero me sabe mal que no… que no continues con lo previsto. Mis amigos nunca me lo iban a perdonar.

-No, si… esto… ya terminé.

-Sabes que no es cierto. A ver, cada uno hemos pagado mucho dinero para disfrutar de este día. Yo no sabía que… bueno… Gustavo nos dijo que le habían hablado de una mujer… una MILF… una mujer casada… que estaba muy buena…

-¡Yo no estoy tan buena!

-Oye ¡vaya si estás buena! En eso no puedes engañarme, ¡que nos lo has enseñado todo! Estás buena, buena. ¡Un pivón!

-Ya no soy una niña ¡Pero si he tenido tres hijos!

-A los que sabes que quiero mucho, como si fueran míos.

-Sí, es verdad, lo sé, Raúl.

-Venga, mujer, no te vayas. Y deja que me quede, por favor.

-Me da reparo, delante de ti. No, no, me voy. Ya te digo, solo era eso, haceros un estriptís y ya está.

-Mentira, Julia. A ver, piensa que cada uno hemos pagado casi tres mil euros por esta tarde.

-¡Oh, tanto dinero!

-Claro. Gustavo nos dijo que la MILF que vendría no era una prostituta cualquiera, que era una mujer educada, elegante, con estudios.

-¡Y es lo que soy!

-Pues claro que sí. Y que era esposa y madre y que nunca había hecho un show así ante tantos hombres, que no era una profesional.

-Pues claro que no. Yo soy farmacéutica, ya lo sabes, Raül. Yo no hago espectáculos de estos. Es la primera vez.

-Sí, Julita. Eso nos dijeron. Y que por eso nos salía tan caro. Pero no creo que ninguno se arrepienta de haber pagado tanto. Yo, por lo menos, no.

-¿De verdad? ¿No te sabe mal haber pagado tres mil euros por verme a mí? ¿No has tenido una decepción al ver que no era una modelo o algo así?

-¿Pero qué dices? ¡Al contrario! He tenido una agradable sorpresa. Increíble. ¡Es que no me lo puedo ni creer! ¡Mi prima!

-Ya -me ruborizo.

-Mira, debo reconocer que… siempre me has gustado, no sé, cómo eres, cómo vistes… ¡Desde que te conocí que me has parecido una mujer con mucha clase y muy atractiva!

-¡Pero si soy mayor que tú, bastante mayor! ¡Si tu esposa tiene diez años menos que yo!

-Julita, de verdad, te encuentro una mujer muy deseable. Y ahora que… vaya, así desnuda, que te lo he visto todo, pues aún más. ¡Tienes un cuerpo irresistible! ¡Y tan sexual!

-Ay, no sé.

-Eres una mujer muy guapa.

-Sabes que no es verdad, Raúl.

-¡Y además veo que eres una mujer muy caliente! Y a la que le gusta exhibirse.

-No es eso, no. De verdad que yo no…

-A ver, no lo puedes negar. Todos hemos visto lo excitada que estabas. Que estás.

-¿Sí? – aún noto mis muslos húmedos de mis jugos-¿Te diste cuenta?

-¡Vaya si me di cuenta! Con ropa eres guapa, pero así desnuda, eres irresistible. Y tan… tan… desinhibida, tan… ¡erótica!

-Gracias, Raúl.

-No, gracias a ti. Va, salgamos a la sala, con mis amigos, y sigue con lo planeado por favor.

-Pero es que tú… vas a pensar que yo…

-Voy a pensar que eres una mujer increíble, muy atractiva, que disfruta de su cuerpo muy deseable y deja que otros disfruten admirándolo.

-Pero mi esposo… tu primo…

-No le voy a decir nada, de verdad. Confía en mí.

-Ay, no sé.

-No te preocupes por eso. Va ¿sí?

Él toma mis manos y las separa de mi cuerpo. Me mira mis tetas, se relame, baja su mirada hasta mi pubis y entrecierra los ojos y se muerde los labios. Le dejo hacer porque el pobre ha pagado casi tres mil euros. Pero es que además, no sé por qué, pero me gusta que vea mi cuerpo.

-¡Qué buena estás, prima! ¡Qué suerte tuvieron tus hijos de mamar unos pechos así!

-Ay, no digas eso, Raúl. – me ruborizo y me excito cuando veo que él se relame.

-Es la verdad, Julita. ¡Vaya tetas!

-Venga, vayamos con los demás – un minuto más y creo que le habría dicho que me follara allí mismo.

Así que salimos a la sala. Todos me aplauden, aliviados, cuando ven que no me voy a ir.

-Confío en ti, Raúl.

-De verdad que haces bien, prima.

-Bueno, amigos, ahora empieza la segunda parte de la fiesta – anuncia Gustavo -Y la estrella es Juli. Por cierto ¿qué os parece la chica?

Todos contestaron que les encantaba, que estaba muy buena, que les gustaba todo de mí, que tenía un buen polvo, etc. Yo estaba ante ellos, solo con el liguero y tapándome los pechos y el sexo con ambas manos, sabiendo que eso les excitaba tanto como vérmelo todo, todo el rato.

“Gustavo les recordó que ahora que ya me conocían y “que este bombón nos lo ha enseñado todo de su cuerpo”, ellos debían hacerme los honores y desnudarse delante de mí. Yo, mientras tanto, encontré mi sostén y me lo puse, para estar más cómoda. Pero no hubo manera de encontrar las bragas.

-Alguno las tendría en el bolsillo, seguro.

-Pues no anda usted desencaminado, don carpintero. Me senté, con las piernas juntas, solo con el sostén y el liguero, y con voz inocente y expresión ingenua, les dije “Señores, sean ustedes buenos y muéstrenme su cuerpo desnudo. Quiero verlo todo. -eso sí estaba en el guion, pero además es que era verdad, tenía ganas de ver el cuerpo de mis admiradores y, sobre todo, sus pollas -Especialmente… me gustaría ver… bueno, ya saben qué. Yo soy una buena chica, una esposa fiel y ejemplar madre de familia, pero eso no impide que me gusten los hombres y ver sus… mejores cosas”

“Todos sonrieron. A alguno se le veía nervioso, pero fueron quitándose la ropa. Como me imaginaba, prácticamente todos sus miembros estaban ya empinados y más de uno, tenia el glande húmedo de líquido preseminal. Yo nunca había visto tantas trancas juntas y en mi vida me habría imaginado que estarían erectas por mí, pero así era.

“Se les veía buenas personas, unos caballeros. Además, Raúl, me guiñaba un ojo y me hacía gestos para darme tranquilidad. Me fijé que mi primo gastaba una buena talla de verga y que la tenía completamente erecta. Vaya, que era verdad que yo le gustaba. Todos me miraban con deseo, nerviosos y excitados. Y eso me ponía a cien. Me sentía muy a gusto. Sí que veía algunas sonrisas y oía bromas que se hacían entre ellos, que si estaba buena, que si seguro que me gustaría que me follaran, que con lo puta que era que querría que me la metiera más de uno… Pero no lo decían con mala intención y es que la verdad, estaban en lo cierto en lo que se decían.

“Gustavo fue el último que se quitó los calzoncillos y explicó lo que haríamos.

-Aunque Juli ya se habrá dado cuenta de que todos estamos excitados con ella, seguro que ella desearía que nuestras vergas sigan creciendo aún más ¿verdad?” “Pues sí, mucho más”, dije yo. “Es que me gustan mucho las pollas grandes, gruesas y largas”. Eso sí estaba en las instrucciones, je, je, je. “Pues para que nuestros miembros aumenten de tamaño, la ‘MILF’ se va a sentar ante todos, se abrirá de piernas y… bueno, vais a ver. ¿Juli, crees que conseguirás que nuestras vergas crezcan todavía más?” y yo contesté haciéndome la ingenua “Por supuesto, caballeros, que deseo que vuestras pollas se conviertan en pollones y duros como el mármol”. Todos se rieron y Gustavo me dijo que adelante.

“Separé mis piernas lentamente y todos se admiraron cuando vieron que al momento mi flujo empezó a humedecer mi chocho. “Chicos”, exclamé “estoy muy caliente y me temo que enseguida me voy a correr ante todos” y sí, me puse un dedo en la vagina y me acaricié el clítoris y, al momento, ya tuve un orgasmo muy placentero que acompañé de suspiros y gemidos. Continué masturbándome ante todos. El señor Boscos me había insistido de que en esa fase debía llegar a lanzar algunos chorros de squirt. Así que fui encadenando orgasmos. En ese momento sí que me sentía muy cerda y exhibicionista, pero no conseguía llegar a una eyaculación vaginal.

Alguno iba contando mis corridas. Oí que exclamó “¡cuatro!” y todos aplaudieron y me vitorearon. “¡Otro, otro!”. Pedían a coro. Mis mejillas ardían. Mis manos estaban empapadas de mis jugos, así como el sofá. Aunque me hacía sentir una guarra, eso no parecía molestar a mis espectadores, porque sí, sus miembros viriles seguían creciendo, muy empinados y duros. Yo me relamía y me mordía los labios mirando sus pollas, a cuál más apetecible. Mientras me metía casi toda la mano en el coño, les pedí ““¿No me puede ayudar nadie, por favor?” y todos se rieron y se hicieron voluntarios, pero el organizador dijo que no, que me debía ceñir a las instrucciones.

“Cuando tenía todos los dedos de la mano izquierda en el culo y casi toda la mano derecha en el chichi, entre mis gemidos y suspiros, oí que gritaban “¡Nueve!” y aplaudían al ver que, con las piernas arriba y moviendo las manos frenéticamente dentro de mí, conseguí lanzar varios chorros de squirt.” Cuando mis jadeos terminaron, Gustavo se acercó y me felicitó por mis orgasmos y sobre todo el último. Pidió un aplauso “para la mujer más caliente que jamás he conocido”. Me tomó de la mano y yo me levanté y saludé, aunque mis piernas temblaban. El flujo y el squirt empapaba mis muslos y no sabía si sentir vergüenza u orgullo. Miré a Raúl y vi aliviada que él me hacía un gesto de aprobación y no de reprobación. No pude evitar mirar su miembro y vi con satisfacción que estaba completamente erecto y más grueso y largo todavía.

Gustavo explico que “Ahora Juli debe descansar así que ella se sentará en el sofá y escogerá a dos de nosotros para… bueno, ahora veréis. Juli, cuando quieras.” Yo me senté, junté las piernas y señalé a un chico que se veía joven, no creo que llegara a los treinta años. Después supe que se llamaba Tadeo. Cuando le vi al principio pensé que quizá yo no le gustaba porque me veía muy mayor. Pero enseguida me había dado cuenta de un buen bulto en su pantalón y eso me hizo ver que estaba equivocada y que me debía encontrar muy atractiva. El chico era bastante guapo y… ay, me da vergüenza decirlo, don carpintero, bueno, va, sí, que su polla era la más deseable.

Pensé en escoger también a Raúl, siempre le he encontrado un chico muy majo, pero me daba reparo, así que señalé a Gustavo. Él dijo entonces ‘’Como Juli es una MILF con unas tetas muy deseables, como podéis ver, nos sentaremos en su regazo desnudo y ella nos debe amamantar”.

Así que se sentaron en mis muslos, yo les ofrecí mis pechos y me estuvieron mamando durante un buen rato. Eso me excitaba un montón, así delante de todos. Me daba placer cada sorbo, cada chupetón, cada beso, cada mordisquito… pero conseguí no correrme y aguantar. Aunque yo no los podías tocar, increíblemente la tranca de Tadeo continuó creciendo totalmente vertical. Temí que eyacularan, pero no. Gustavo casi me hacía daño porque chupaba mi pezón con fuerza, en cambio Tadeo era delicado. Me agarraba la teta con la mano y sorbía mi pezón con delicadeza, aunque intensamente. Por un momento pensé que realmente iba a brotar leche de mis tetas, pero no. Al cabo de un rato, yo debía escoger a otros dos y también darles de mamar.

Elegí al que se veía mayor, un caballero calvo, y a un señor con bigote de unos sesenta y cinco o setenta años. Sus vergas eran bastante normales, más gruesa la de don Cosme, el calvo, y más larga la del señor Rapáez, pero las dos completamente empinadas. Mi sorpresa es que, con un par de chupadas, el señor Rapáez exclamó que “No puedo, ay, no puedo. Oh, perdón, ¡perdón!” y se agarró el miembro y empezó a suspirar y a eyacular en mi barriga sin dejar de sorber mi teta. Don Cosme se levantó y se apartó y Rapáez siguió lanzándome su esperma. Yo, al ver tanto placer y sentir su lefa caliente en mi cuerpo desnudo, tampoco pude evitar correrme y junté mis gemidos a los suyos. Todos aplaudieron mientras Rapáez se separó, siguió gimiendo y escurriendo su polla sobre mis pechos.

“Bueno, eso no entraba en el guion” – exclamé – ¡pero me ha encantado! ¡Gracias, señor!

-No, perdona, ay, me da vergüenza. Es que hacía tiempo que no… con ninguna chica. Mira, me sabe mal, luego te voy a dar un dinero por lo que ha pasado.

-De ninguna manera, señor, no, si me ha gustado, de verdad.

-Te pido disculpas, hija. De verdad que te voy a pagar por esto.

-Que no, no tiene importancia. ¡Mire si me ha gustado! – recojo con el dedo algo del semen que tengo en la barriga y en el pecho y lo chupo con cara de placer. La verdad es que estaba rico. Después, alcanzo mis pezones con mis labios y los sorbo.

-“Todos aplaudieron. Entonces Gustavo dice que… oh, don carpintero ¡se tiene que marchar!

-¿Cómo? ¿Don Boscos? Pero si aún es pronto.

-No, no, es Margalida, una clienta.

-Ah, ya me espero a que la atienda.

-No, no, ella… viene todos los jueves y… no viene a comprar.

-¡Ah!

-¡Hola, Margalida! Tendrás que esperar un poco, porque don Boscos no está y no puedo dejar la farmacia sin atender.

-Me espero, Julia, no tengo prisa. Y vale la pena esperar. Ya sabes que pedí fiesta en el trabajo, al no estar tu este jueves, pues vengo hoy

-Sí, sí, este señor ya se iba. ¡Adiós don carpintero!

-Julia, de acuerdo, me voy. Pero es que querría saber cómo terminó su… servicio tan especial.

-Ya, no sé, a ver, mire usted de estar por aquí después dl mediodía y…a veces el dueño viene más tarde o se marcha antes, no puedo asegurarle nada.

-Vale, estaré mirando a ver si él no está y podemos terminar de charlar.

-Sí, muy bien ¡adiós!

Lo mejor es que me da dos besos antes de irme. Se nota que le caigo bien. No voy a la carpintería. Estoy muy caliente y me alivio en casa, pensando en lo que me ha contado la farmacéutica. Hace muchos, muchos años que no me hacía tantas pajas. Por la tarde tampoco trabajaré, para estar pendiente de poder ver a Julia. A ver si me entero de por qué va a estar los próximos días sin ir a trabajar.

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