Exceso de velocidad
Una tras otra, las palmadas cayeron con ritmo lento y deliberado: primero la nalga derecha, luego la izquierda, alternando hasta que la piel se volvió de un rosa intenso y el calor se hizo casi insoportable. Entre golpe y golpe, Elena deslizaba los dedos por la pelusilla, como si la estuviera peinando, y de vez en cuando apretaba suaveme...