Tenía que enseñarle las bases del trabajo

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Mi nombre es Sergio tengo 34 años y estoy soltero, mido 1,76 m. y soy de aspecto normal. Soy Ingeniero, Técnico de producción de una importante industria de la ciudad de Vigo, esta empresa tiene la casa matriz en Francia por lo cual bastante a menudo he de desplazarme a ese país.

En el mes de marzo la empresa contrató a una chiquita, Marisa, también Ingeniero con la carrera recién terminada y es un portento en todos los aspectos, tiene 24 años, 1,72 m. de estatura, unas medidas aproximadas de 96–64–90, muy morena y una cara preciosa siempre sonriente, es tremendamente inteligente. Mis jefes me la asignaron para que la formara en todos los aspectos técnicos de la empresa en la rama producción, la primera parte de la formación necesariamente tenía que ser en una de las fábricas matriz situada en el ámbito de París por lo cual programamos un viaje de dos semanas en la capital de Francia.

Salimos el día 12/4 a las 12 del mediodía del aeropuerto de Vigo hacia Orly al cual arribamos a las 17 horas, nos dirigimos al hotel y luego de colocar nuestras cosas y asearnos un poco salimos a dar un paseo por la ciudad, teníamos que cenar y acostarnos temprano, los días siguientes iban a ser bastante duros, nos teníamos que levantar a las 6 de la mañana para estar en la fábrica a las 8 y allí de oficina técnica en oficina técnica y de las oficinas a los talleres, terminábamos la jornada a las 17 horas y cuando llegábamos al hotel realmente estábamos muy cansados.

El viernes la jornada la terminamos a las 13 horas, pregunté a Marisa que quería hacer y me contestó, comer y dormir como mínimo hasta las siete, estaba cansadísima, yo tenía que hacer unas cosas en la ciudad por lo cual aprovecharía y a las 19 horas quedé en llamarla, a las 18,30 horas llegué al hotel me fui a mi habitación, me di una ducha, me cambié de ropa y salí a llamar a Marisa, aporreé la puerta de su habitación y…

¡Hostias! Salió tapada solo con una toalla y chorreando agua, me mandó pasar y con toda la tranquilidad del mundo de espaldas a mí tiró la toalla y procedió a vestirse, yo babeaba mirando su culo y piernas, el culito respingón enmarcado en unas caderas redonditas y rotundas de las cuales partían unos muslos potentes, lisos, con el tamaño justo y unas piernas que parecían esculpidas, vista así por atrás parecía una estatua Griega, sin poder evitarlo mi polla se puso a mil.

Ella se puso unas braguitas de encaje negras muy finas y seguidamente se colocó sobre ellas una faldita que apenas llegaba a cubrírselas, se giró ligeramente hacia mí y quedó a mi vista el perfil de uno de sus senos ¡Que teta Dios mío! Derecha y dura como un Obús, un tamaño espectacular y un pezón que en ese momento tenía erecto del tamaño de un dedal, uno de esos pezones que en cuanto lo metes en la boca te remontas a la época de la lactancia.

Ella cogió un sujetador también de encaje negro (Hacía juego con la braguita) se lo colocó y sobre él un suéter muy fino, a continuación una chaquetita haciendo juego con la faldita, estaba preciosa, yo estaba tan embobado mirándola que debía tener una cara de tonto de mil pares de c… Ella al verme la cara soltó la carcajada y me dice…

―¿Qué pasa? ¿Es que nunca viste a una mujer?

―Mujeres he visto muchas, como tu ninguna, —dije yo.

―Bueno Sergio, dejémonos de sandeces ¿Por qué no me llevas a cenar y luego echamos unos bailecitos en una buena disco? ¿Te parece?

―Es justo el programa que yo tenía preparado solo pendiente de tu aprobación y como veo que tú ya lo tienes decidido ¡En marcha!

Yo llevaba cerca de seis años viajando periódicamente a París por lo que conocía la ciudad bastante bien, nos dirigimos al Barrio Latino donde conocía un restaurante muy acogedor y por añadidura el dueño era un buen amigo, en cuanto entramos salió a saludarme, le presenté a Marisa y el muy cómicamente dio dos vueltas alrededor de ella silbando con admiración, Marisa se tronchaba de risa.

Nos condujo a un reservado, nos puso un aperitivo y a continuación la cena, entre el aperitivo que estaba cargadito de alcohol y el vino de la cena Marisa estaba más que alegre, se reía por todo, ya con el café René (Así se llamaba el dueño del restaurante) nos invitó a unas copas de un licor que yo pienso era afrodisíaco, nos puso a los dos a mil.

Marisa me pidió la llevara a bailar. Fuimos a una disco que yo conozco, es muy elegante y discreta, frecuentada normalmente por gente de un cierto nivel, está formada por la barra, una pista de baile con luces muy, muy discretas, pequeños reservados donde los clientes gozan de una cierta intimidad, según entramos a Marisa le encantó, nos dirigimos a uno de los reservados, pedimos unas copas y nos dirigimos a la pista de baile, en esa disco toda la música es suave y melodiosa.

Tomé a Marisa por el talle y la atraje hacia mí, ella se me pegó como una lapa, me miró a los ojos, acercó su boca a la mía y me besó dulcemente, sentir su cuerpo pegado al mío era electrizante, sus senos se notaban durísimos, el calor de su pubis y muslos llegaba a los míos y en un santiamén tenía mi polla a mil, ella colocó sus brazos alrededor de mi cuello y yo mis manos sobre sus nalgas y más que bailar nos frotábamos el uno contra la otra y viceversa, ella intentaba que mi polla se alojara entre sus muslos, pero la faldita se lo impedía (Era de una tela bastante fuerte).

Con un descaro increíble bajó una mano, sacó mi polla de su alojamiento, se subió un poquito la faldita y alojó mi polla entre sus muslos pegadita a su coño, lo hizo tan rápido y las luces son tan tenues que creo nadie se enteró y si alguien se enteró no le dio mayor importancia, estuvimos así mucho rato disfrutando mutuamente de nuestros atrevidos roces y besándonos continuamente, entonces ella me susurró al oído…

―Métete la polla dentro del pantalón querido y vamos a sentarnos un ratito.

Con cierto disimulo me giré un poquito y guardé mi polla nos dirigimos al reservado y ambos nos quitamos nuestras respectivas chaquetas, llamé al camarero le pedí otras copas le di una buena propina y le rogué que no nos molestara nadie, el chico me hizo un guiño picaresco, me entregó una llavecita y me susurró…

―Luego me la devuelve.

En cuanto salió cerré la puerta con llave y sin perder tiempo cogí a Marisa entre mis brazos, nos besamos con pasión inusitada, nuestras lenguas se enroscaban la una en la otra, intercambiábamos nuestra saliva, nos saboreábamos mutuamente, ella bajó otra vez su mano y sacó otra vez fuera mi polla, muy suavemente comenzó a subir y bajar la piel, me empujó contra el sofá que allí había, se arrodilló entre mis piernas y comenzó a hacerme una fenomenal mamada, en dos minutos y sin poder advertirla comencé a soltar chorros de semen que ella se tragaba con verdadera voracidad, en cuanto terminó sin inmutarse cogió su copa y le largó un buen trago, se la veía satisfecha.

Cogí a Marisa y le saqué el suéter y seguidamente el sostén, la cogí de la cintura y la coloque de pie sobre la mesa esta tenía la altura justa, de pie sus tetas quedaban a la altura de mi boca y sentado en el sofá lo que quedaba el sitio justo era su coño por lo cual comencé a mar de sus pezones igual que un bebe dándole al mismo tiempo pequeños mordisquitos, a ella se le erizaba la piel y gemía dulcemente, solté el cierre de su faldita y esta se cayó por su propio peso, seguidamente le tocó el turno a sus braguitas, dejé sus tetas y me senté en el sofá.

Ella abrió sus piernas todo lo que la mesa le permitía, la imagen resultante era de lo más erótico que imaginarse pueda, recorrí sus piernas con mis manos de abajo arriba, muy lentamente, acaricié sus muslos con suavidad, dándole al mismo tiempo besitos sobre su pubis, mientras con una mano seguía acariciando la cara interna de sus muslos con la otra inicié una caricia enervante del exterior de su vagina, le separé dulcemente los labios y con un dedo excité su clítoris, acerqué mi boca y comencé a darle lametones, aprisione el clítoris entre mis labios y ella empezó a correrse…

Tuvo un orgasmo como ella dijo después de lo más dulce, yo estaba desesperado por follármela, la bajé de la mesa y con toda desfachatez coge sus bragas y se las pone, muy seria seguidamente el sujetador yo con cara de tonto miraba pero ella se colocó el suéter y la faldita, lanzó una carcajada y…

―Querido la función termina en el hotel, me gusta follar a gusto y cómodamente.

―De acuerdo preciosa, me habías dado un susto de muerte.

Nos fuimos al hotel y ya en el ascensor nos comíamos mutuamente, nos metimos en su habitación (Era la primera). Y entonces sí, nos desnudamos mutuamente, nos tiramos sobre la cama y yo me embelesaba con su divino cuerpo, la besé de pies a cabeza, metí mi cabeza entre sus hermosos muslos y mi lengua recorrió toda su vaginita sin dejar ni un solo rincón al descuido, ella se había girado y me hacía una mamada de época, no sabía ni donde chupaba ni donde tocaba, acariciaba o arañaba, notaba sensaciones de todo tipo, no sé cuantos minutos duró, pero nos corrimos simultáneamente…

Nos comimos nuestros jugos mutuamente se puede decir que realmente los paladeamos, nos giramos y con nuestras bocas empapadas de nuestros respectivos jugos nos besamos e intercambiamos con verdadero placer, mi polla seguía totalmente erecta me situé sobre ella, ella cruzó sus piernas sobre mis caderas y muy suavemente mi polla fue penetrando en su deliciosa vagina (Tuve una ligera decepción, no sé porque me había hecho ilusión de que todavía era virgen, pero claro esta eso en estos tiempos es una verdadera utopía).

De todos modos fue un pequeño lapsus, el interior de su vagina era como de terciopelo y se ajustaba como un guante a mi polla, iniciamos muy lentamente el movimiento del coito, disfrutando plenamente de una penetración profunda, los dos ya nos habíamos corrido un par de veces por lo cual teníamos resistencia para rato, me pidió cambiar de posición se colocó sobre mí y se dejó caer lentamente sobre mi polla, con mis manos cogí sus hermosas tetas, ella se inclinó sobre mí para que le chupara los pezones ¡Qué delicia! Los tenía como garbanzos de duros, eran realmente apetitosos…

Seguí con sus pezones en la boca y situé mis manos sobre sus nalgas, las apreté fuertemente contra mi polla y esta se le enterró hasta el útero, ahí empezamos a corrernos de nuevo, en un orgasmo prolongado y profundo, delirante, los dos terminamos desmadejados y cansadísimos, nos abrazamos y besamos, dulcemente nos quedamos profundamente dormidos.

Me desperté por la mañana y ella estaba de espaldas a mí, yo la tenía abrazada por atrás y con una de sus tetas en mi mano, inmediatamente mi polla se puso en pie de guerra, ella tenía el culito en pompa y se le apreciaba el anito todo rosadito, cogí una buena cantidad de saliva en mis dedos y moje bien la cabeza de mi polla seguidamente muy suavecito fui mojando su entrada anal, ella seguía durmiendo, apoyé la cabeza de mi polla en su entrada trasera y fui empujando muy lentamente, ella comenzó a gemir y echó su culo más hacia atrás lo cual facilitó la penetración de la cabeza y ella despertó sobresaltada, lanzó un gemido y me dijo:

―Cuidado que por ahí todavía soy virgen.

―Pues será por poco tiempo cariño, —dije yo.

Ella estaba muy relajada yo tenía mis dedos dentro de su coño que lo tenía totalmente empapado, no quería bajo ningún concepto hacerla daño y yo notaba que la lubricación de mi polla en su culo era insuficiente, entonces se la saqué y la introduje en el interior de su vagina, ella no decía nada, el dedo que tenía antes en el interior de la vagina se lo metí ahora en el culito y suavemente se lo fui dilatando, cuando consideré que era suficiente retire mi polla de su vagina y suavemente fue entrando en su culito hasta las mismísimas pelotas ella lanzaba pequeños gemidos…

Parecía una gatita ronroneando, de pronto con su esfínter comenzó a hacer verdaderos malabarismos, se contraía y dilataba en secuencias continuas, las presiones que ejercía sobre mi polla eran superiores a mí. Dije al principio del relato que ella era terriblemente inteligente y como tal intuyó mi orgasmo por lo cual ella dio un par de meneos con su culito y empezó a correrse, inmediatamente yo solté lo que me quedaba dentro que para mi propia admiración no era poco, los dos nos quedamos relajadísimos, ella giró su cabecita y me dio un beso agradecida…

—Eres un sol, me has hecho la mujer más feliz del mundo, en la Universidad tuve un novio, fue el que me desvirgó pero nunca llegué a saber lo que era un orgasmo, tú me los diste con creces y en una sola noche.

Nuestra estancia en París fue maravillosa, a pesar del trabajo que realmente era duro, al finalizar la jornada salíamos de paseo, hacíamos el amor, en fin, lo pasamos realmente bien. Al regreso a Vigo hicimos un pacto, seguir nuestra vida normal esperando a ver qué pasaba, los dos nos echábamos de menos por lo cual decidimos vivir juntos y a los ocho meses nos casamos.

Podemos asegurarles que somos la pareja más feliz del mundo. Eso si, tengo que averiguar como se las apaña para viajar conmigo siempre que la empresa lo ordena. Desde que vivimos juntos nunca más viajé solo y mucho menos con otra chica. Realmente Marisa es más inteligente que yo, pero… Soy muy feliz teniendo una mujercita como ella.

Fin

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