Calor, hombres, baile y mi esposa (2)

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T. Lectura: 7 min.

Al día siguiente me despertó el sonido de la ducha. Eran aproximadamente las 8 de la mañana y mi esposa ya se había levantado para asearse.

Pasados unos diez minutos salió del baño y me dirigió una sonrisa un tanto apenada. Le di los buenos días, contestando con otra sonrisa igual de cómplice.

Decidí darme igualmente un baño y le propuse ir a desayunar para planear nuestro día. Cuando salí de la regadera ella ya se había alistado, luciendo radiante y aún más primorosa que el día anterior.

Durante el viaje por fin decidimos abordar los hechos de la noche anterior. Yo quise adelantar mi opinión y le agradecí el que ella se hubiera decidido a hacer algo de esa magnitud, pues para mi había sido una de las experiencias más excitantes de mi vida, verla disfrutar completa y sin inhibiciones. Estas palabras actuaron como un bálsamo en ella, agradeciendo también mi apertura.

Ya más tranquila me confesó que jamás había tenido tantos orgasmos y, a pesar de que nunca lo había imaginado, el estar a disposición de tantos hombres, había tenido un efecto erógeno que aún la estremecía y hacia palpitar nuevamente sus orificios al recordar la sensación de varios miembros entrando y saliendo a placer.

De regreso al complejo nos topamos con una de las esposas de los hombres que habíamos conocido la noche anterior, ella nos saludó afablemente, esto nos hizo pensar que solo los protagonistas de la velada sexual tenían conocimiento de lo acontecido. La discreción de aquellos caballeros nos dio mucha confianza y decidimos darle mi número de celular para que pudiéramos continuar con el contacto, en caso de que así lo deseáramos.

Una vez en nuestro cuarto decidimos poner una película y reposar los alimentos antes de continuar con nuestros planes. Pasados algunos minutos yo empecé a dormitar un poco, pero mi somnolencia se interrumpió por las caricias de mi esposa que se dirigían directamente hacia mi miembro. Después de un par de besos prolongados me despojó del pantalón y comenzó a bajar el bóxer, dejando libre mi enhiesta herramienta. Después de recorrerla con la lengua se la introdujo completamente en la boca, chupando con fruición y deseo.

Hizo descender su escote para poder liberar los hermosos senos, colocándolos sobre mis testículos sin dejar de succionar mi brillante verga. La sensación de sus senos oprimiendo me ocasionó una excitación instantánea. La tomé de la cabeza e inicié un movimiento de mete y saca que la hizo emitir deliciosos sonidos mientras intentaba tragar saliva. Después de un par de minutos me derrame en su boca abundantemente, siendo la primera vez que ella aceptó mi semen, ingiriendo sin chistar.

Obviamente le di un prolongado beso, pensando en los importantes cambios que notaba en el comportamiento sexual de mi esposa, después de aquella noche desenfrenada.

Nos quedamos dormidos un par de horas, despertando debido a un par de mensajes que recibí por WhatsApp. Al leerlos no pude evitar una sensación de emoción, era Hernán, avisándonos que había recibido nuestro contacto y lo consideraba bastante oportuno porque necesitaba comunicarse con nosotros.

Le devolví el saludo y pregunté porque la necesidad de contactarnos, a lo cual pregunto que sí aún estábamos en el complejo. Ante mi afirmación me preguntó si podíamos vernos pues mi esposa había olvidado un pendiente en su cabaña.

Mi esposa me urgió a aceptar el encuentro pues quería recuperar el pendiente, a pesar de haber perdido ambos. Pero me dijo que no deseaba acudir a un lugar donde estuvieran más personas , pues debido a lo acontecido, aún sentía cierta vergüenza.

Le pedí a Hernán que viniera a nuestro cuarto para poder recibir el pendiente, aceptando él inmediatamente y pidiendo las indicaciones para poder acudir sin dilación. Cuando escribía la respuesta mi esposa se levantó casi corriendo hacia el baño, noté que se comenzaba a acicalar el cabello y ponerse un humectante de labios. Se justificó diciendo que no quería parecer avergonzada o agobiada, para no hacerlo sentir incómodo. Noté de inmediato que esa no era la verdadera razón de su nerviosismo, pero decidí no insistir.

Al cabo de 15 minutos tocaron la puerta, al abrir saludé cordialmente a Hernán invitándolo a entrar. Él me saludó amablemente y de inmediato buscó con la mirada a Vivi. Yo le agradecí por su preocupación por devolver el pendiente, pero él no prestaba mucha atención a mi palabras.

Cuando mi esposa salió del baño a él se le iluminaron los ojos con una mirada de perversión y deseo, mientras ella no podía ocultar su perturbación, mostrando unas mejillas encendidas y una sonrisa de oreja a oreja, incluso su mirada descendió sin querer hacia la entrepierna de Hernán, recordando, quizá, el placer que ese pedazo de carne le había proporcionado la noche anterior.

Ambos se fundieron en un abrazo que duró más de lo esperado, haciéndome sentir un tanto incómodo, pero excitado, por la franca atracción sexual entre ambos.

Tomamos asiento en la cama y después de una corta platica sin importancia Hernán se sinceró. En realidad, no había encontrado ningún pendiente, había inventado esto como pretexto para volver a ver a Vivi antes de viajar de regreso.

Nos quedamos algunos segundos en silencio para al final soltar una leve carcajada, los tres aliviamos la tensión y nos permitimos sonreír después del bochornoso comienzo.

Vivi le dijo que estaba muy contenta después de la experiencia y esperaba que ambos la hubiéramos disfrutado. Hernán afirmó con energía, expresando que él era el más agradecido, especialmente con ella por haberlo considerado en lo que calificó como la mejor experiencia de su vida.

Para este momento el ambiente se tornaba más cálido, las miradas se desviaban de los ojos hacia otras partes del cuerpo y regresaban a los labios.

Finalmente Hernán hizo una pregunta que nos tomó desprevenidos: ¿Me permitirías besar a tu esposa, en caso de que ella acepte?

Yo le respondí, con la voz temblando de excitación: ella decide, yo no tengo porque darle permiso.

Vivi, sin esperar a que terminara, le replicó: hazlo por favor.

Hernán la tomó de rostro y le dio un beso largo, con emoción, pero dándose tiempo de disfrutarlo.

Me levanté de la cama para cerrar las persianas y encender la luz, como pretexto para darles un poco de espacio. Al voltear me di cuenta que no era necesario, Hernán ya había subido el vestido de mi esposa y ella tocaba su abultado miembro sobre el pantalón.

Mi esposa extendió su mano hacia mi sin dejar de masajear la verga semiparada de Hernán. Tomé su mano sentándome al lado de ella, empezando a acariciar sus senos y besar su cuello. Hernán mientras tanto masajeaba sus piernas, sin dejar de besarla apasionadamente. Vivi se dirigió a nuestras braguetas, deseosa de liberar ambos miembros.

Una vez que ambos penes aparecieron erguidos ante ella, los miro embelesada, prestando más atención al gran miembro de Hernán. Este abrió las piernas de ella y haciendo a un lado la tanga introdujo dos dedos en su vagina, ocasionando un quejido de placer en Vivi. Cuando retiró ambos dedos me los mostró completamente húmedos, para después chupar esos jugos deliciosos provenientes de la panocha de mi esposa.

Después de masajear nuestros penes durante un rato, Vivi se hincó frente a nosotros y paseando su mirada entre Hernán y yo engullo la verga palpitante de Hernán.

La misma dificultad se presentó una vez más, el tamaño era deseado, pero difícil de manejar por los labios de Vivi. Afortunadamente ya había tenido oportunidad de buscar formas diferentes de lidiar con esto y se enfocó en disfrutar al máximo de la hombría de Hernán mediante succiones lentas y acompasadas que él disfrutaba y promovía con gemidos, acariciando la nuca de mi esposa.

Mientras hacía gemir a Hernán chupando deliciosamente su verga continuaba acariciando mi miembro ocasionando una constante salida de líquido preseminal.

Vivi decidió cambiar y alojó ahora mi miembro en su boca, la calentura para mi ya era demasiada, así que comencé un movimiento rápido de caderas para tratar de llegar más profundo en su garganta.

Aprovechando que tenía su atención la levanté y despojé rápidamente de sus ropas, dejándola completamente desnuda y a nuestra disposición. Hernán se abalanzó sobre su cuerpo, besando, succionando, mordiendo, oprimiendo cada parte del cuerpo de mi esposa mientras ella se retorcía y le pedía que continuara. En medio de la vorágine, los dos machos nos deshicimos de la ropa, ocasionando un efecto de mayor excitación en Vivi, si es que esto fuera posible, fundiéndonos en un abrazo comunal donde la persona que recibía la mayor atención era ella.

Vivi no aguantó mucho tiempo sin tener nuestros penes dentro de su cuerpo, así que le pidió a Hernán que se recostara en la cama para después ella acercarse en cuatro a devorar nuevamente su verga. Esta vista me enloqueció pues me permitía un exquisito panorama de los orificios y el culo delicioso de Vivi.

Sin esperar un segundo puse inmediatamente mi boca en su vagina, lamiendo desesperadamente y extrayendo todos los deliciosos jugos que se habían desbordado por su calentura. Vivi emitía pequeños gritos debido al placer del cunnilingus y la boca llena de un pene que le encantaba.

El sabor de su panocha era embriagante, yo no podía dejar de beber sus jugos mientras escuchaba las palabras entrecortadas de Hernán, urgiéndola a continuar mamando su gran miembro. Mientras ella continuaba su labor, Hernán le preguntó si podía llamarla con palabras más fuertes, a lo que ella afirmó con un sonido de su garganta, al no poder emitir palabras. No quería dejar de succionar un segundo la verga que la mantenía encantada.

A partir de ese momento todo fue de menos a más en temperatura. Hernán no escatimo en lenguaje obsceno, ocasionando que todos, no sólo aumentáramos el ritmo, si no que buscáramos satisfacer completamente a los demás. Él instaba a Vivi a comer su verga completa, llamándola putita y jalando su cabello para hundir completa la verga dentro de su boca, haciendo que ella dejara lleno de saliva el miembro, mientras otro tanto caía sobre sus testículos.

Yo pasé de chupar su vagina hacia su apretado culito, haciendo que ella se estremeciera en un orgasmo, que disfrutó sin sacar el pene de Hernán de su boca. Aproveché el momento para colocar mi verga en la entrada de su ano y empujé con fuerza. Mi labor previa ayudó a que mi verga entrara completa ocasionándome un placer infinito. La sensación física de calidez, humedad y presión era indescriptible, unida al deseo reprimido de penetrarla analmente.

Vivi, inundada de lujuria, inició un movimiento de vaivén, haciendo que nuestros cuerpos chocaran creando el excitante sonido de la penetración. Este mismo movimiento le permitía ejercer una rica felación a Hernán, el cual continuaba con sus provocativas frases, incitándola a disfrutar de sus machos, como hembra en brama poseedora de 2 vergas a su disposición.

Los sonidos por sí mismos eran excitantes, los gemidos de Vivi, su boca húmeda subiendo y bajando en la verga de Hernán, mis embestidas y por último las frases vulgares de Hernán creaban un cuadro pornográfico digno de una película.

Ahora Hernán preguntaba a Vivi si estaba disfrutando la cogida que le estábamos propinando, a lo que ella afirmaba con gemidos, sin que fuera necesario que dijera algo. Cuando él le preguntó que más deseaba, ella le respondió entre jadeos que quería montar su vergota.

Sus deseos eran órdenes, así que ella se giró y poniéndose en cuclillas descendió lentamente mientras el miembro de Hernán llenaba su culo. El tamaño le ocasionó cierta incomodidad, pero en cuanto él le dijo a voz en cuello que se lo metiera todo, pues era poco para una hembra como ella, Vivi se dejó caer, empalándose hasta la base de la imponente verga, brincando inmediatamente entre gritos de placer. Esta vista era hermosa, Vivi con los ojos cerrados, pidiéndole más a Hernán mientras sus pechos se bamboleaban al ritmo de la penetración anal. Hernán le replicaba llamándola zorra hambrienta y le decía que tenía un culo hermoso y tragón, que debía ser disfrutado por muchos hombres.

Yo me ubiqué frente a ella y tomando su cabeza le metí completamente mi verga en la boca, controlando los rápidos movimientos mediante ligeros tirones de cabello.

La caliente escena me hizo llegar rápidamente a la eyaculación, haciéndome sujetar la cabeza de Vivi, obligándola a tragar mis chorros de leche. Aunque esto no era en realidad necesario, pues ella comió hasta la última gota chupando mi glande como paleta de caramelo.

Hernán saco su verga del ano de mi esposa y la giró dejándola boca arriba y abriendo sus piernas completamente. Dirigió la cabezota de su verga hacia la vagina de mi esposa ensartándola pausadamente mientras ella lo veía a los ojos con la boca entreabierta y oprimía las nalgas de Hernán exigiéndole que la empalara hasta el fondo. Él no espero mucho para clavar hasta los huevos a Vivi con un mete saca salvaje que le ocasionó dos orgasmos seguidos, poniendo a Hernán como animal, buscando devorar sus senos y boca, levantando cada vez más sus piernas para conseguir la mayor penetración posible.

Los gritos de ambos debieron escucharse en todo el edificio cuando ella alcanzó otro orgasmo y le exigió que le diera toda su leche en la vagina, a lo que él obedeció mientras le gritaba que ahora era suya y sería para siempre su putita, mientras llenaba de leche la palpitante vagina de mi esposa.

Estaremos felices de leer sus comentarios.

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2 COMENTARIOS

  1. Que buena historia y me encanta y es un honor saber lo que me comentaste que cierta parte de Hernán está inspirada en un servidor 😉 gracias amigo .

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