Trataré de ser breve y preciso, fue hace ya casi 40 años. Estudiaba fuera de mi ciudad en Venezuela y en ocasiones llegaba de viaje en horas de la madrugada. Tendría 19 años. En una madrugada, a eso de las 3 am, me dirigía del terminal de pasajeros a mi habitación en una residencia cercana, a 6 manzanas.
Faltando como tres manzanas, de una callejuela o espacio entre dos casa surgió un tipo con un suéter de esas con capucha ocultado su rostro y peinado. Me mostró un revolver o pistola, no o supe definir, pero era un arma de fuego.
-Quieto, -me dijo. Me detuve en silencio y temiendo perder mi poca ropa y algún libro.
-Entra aquí -señalando el estrecho espacio. Lo hice y me susurró:- siéntate -así hice. Sin dejar de apuntarme introdujo su otra mano en su pantalón y sacó su verga.
Se acercó y con su mano me golpeó el cabello. Yo miraba al suelo y estaba aterrado, quise creer que si le apretaba el pene o le golpeaba los testículos tendría una oportunidad. Pero la pistola apuntando a 5 cm mi cráneo detenía cualquier acción. Lo siguiente que pensaba era que me pediría que bajara mis pantalones e intentar abusar de mí.
No decía nada y comenzó a suspirar cada vez más profundo. Su miembro comenzaba a crecer y aunque lo tenía muy cerca, él no intentaba nada, solo darme golpes en mi cabeza.
Sin pensar, subí mi rostro y de darme un golpe con su falo en la cara el siguiente fue cerca de mi boca, instintivamente subí mis manos y detuve su golpeteo, lo tomé con mi mano y lo olí, era como oxido con miel ese aroma.
Saqué la lengua y acaricié su glande, sentí como se retraía ese miembro grueso y brillante, seguí lamiendo y él apoyó sus dos manos a la pared detrás de mí. Detuve mi lengua y abrí la boca tanto como pude, entró, lento, firme, grueso.
Con mis dos manos apreté su cintura y le hice que siguiera un compás de entrar y salir de mi boca. Él aceptó la propuesta y se dejó llevar. Fue un ritmo suave que fue ascendiendo y ni cuenta pude darme que sus manos tomaban mi cabeza e intentaban que su verga entrara cada vez más en mi boca. Aparentemente él había guardado su arma de hierro y me daba con ganas su arma de carne.
Así seguimos, hasta que su respiración fue en aumento, los ataques más profundos y mi asombro más grande.
El final llegó con fuerza y abundancia, él no quiso retirar su verga y de verdad, para ser mi primera vez, forzado y en contra de mi voluntad, aceptaba su semen y lo tragaba con gusto, espeso, dulzón y cremoso.
De improviso se separó y me dijo en voz baja -vete por favor.
Me levanté y me traje en mis labios las últimas gotas.
Caminé de prisa, casi corrí y llegué a mi residencia. Entré en ella y me fui directo al baño. Sin ropa y bajo la ducha, me masturbé con furia. Eyaculé en abundancia. Y me fui a la cama, caí rendido y asombrado. Había librado la muerte siendo abusado por otro hombre. Un secreto que quizá nunca creí contar.
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