Nadie de nuestro entorno podía ni siquiera intuir esa parte de nuestras vidas. Para todos, éramos un matrimonio consolidado, de aquéllos con los que quedas a cenar o a tomar el aperitivo e imaginas, consolado, que sus relaciones sexuales son escasas y rutinarias, como las tuyas. Sin embargo…
Todo había comenzado años atrás de manera banal: Alicia, mi mujer, estaba leyendo la novela erótica que se había puesto de moda por entonces. Y por primera vez, entre bromas, fuimos compartiendo nuestras fantasías. Fue como si renaciera y yo no la hubiera atendido como ella quería y necesitaba.
Jugábamos por WhatsApp, excitados; una mañana me escribió desde el trabajo describiéndome lo ajustado que llevaba el jersey su compañera Cristina (“Y no lleva sujetador. Se le marcan los pezones… ¡Ufff!.”). Esa noche (los niños se habían quedado a dormir con los abuelos), nos metimos calientes y desnudos en la cama y, entre escarceos, mi polla rozó su ano; para mi sorpresa, me dijo “sigue… ” y la penetré por detrás. Nunca la había oído gemir así. “Córrete dentro… “.
Semana tras semana, fuimos haciendo realidad nuestras fantasías, aún los dos solos: la esposé, la latigué, me metió a mí un consolador, eyaculé en su boca, orinó sobre mí en la bañera… Pero con el tiempo, todo eso se volvió algo rutinario y ella empezó a hablarme de un nuevo compañero con el que quedaba a comer al mediodía. Un viernes me dijo que, tras la comida, se quedaba a tomar una copa con él; y volvió a las nueve de la noche sin comentarme nada. Sus encuentros se volvieron habituales. Un día vi casualmente un mensaje que había saltado en su móvil; era de él y lo que le escribía me enfadó y excitó al mismo tiempo. Me confesó su relación y, entre risas, se sacó la tetas y me hizo una mamada.
Meses después, fui yo quien se lió con una amiga común; primero fue un beso inesperado, luego una felación y al final follamos en su casa durante el horario escolar. Así fueron transcurriendo, entre aventuras, los meses, hasta el día en que…
Habíamos hablado de ello alguna vez, fantaseado, pero nunca había ido más allá. Alicia seguía con su vida oculta y yo no tenía detalles de ella. Es cierto que en una ocasión, habiéndose olvidado el móvil en casa al salir un momento a comprar, espié el chat que mantenía con su amigo. No debía, lo sé, era una falta de respeto, pero no pude evitarlo; y lo que vi y leí me ratificó que, en el fondo, no conocía a mi mujer. Ella intuyó mi acción y de primeras se enfadó pero luego me dijo: “A partir de ahora te reenviaré, cuando me apetezca, lo que J. me escriba y las fotos…”. Y así fue.
De vez en cuando recibía alguna de sus conversaciones calientes, alguna imagen de ellos. Luego, ya tomó por costumbre compartir conmigo las explícitas sesiones de sexo que mantenían.
Sin embargo, cuando aquella tarde, inesperadamente, me llamó, no podía esperarme su propuesta.
-Creo que ya es hora de que materialicemos lo que tanto hemos imaginado.
-¿A qué te refieres?.
-Pues, cariño, que me veas follar con J.
Me quedé estupefacto. Ya era un cornudo consentido, lo sé, pero ese paso era algo que aún no podía asimilar. A pesar de ello, obedecí. Así soy. Me marcó las condiciones: yo miraría sin participar y ella se encargaría de que me fuera imposible hacerlo.
-Y lo haremos en casa, en nuestra cama- concluyó.
Con un nudo en el estómago, los esperé desnudo en el jardín como me había ordenado. “Luego ya te diré cómo tendrás que vestirte”, me había comentado.
-Cogeré frío.
-Ya entrarás en calor luego.
Les esperaba .”Ya llegamos. ¿Estás desnudo junto a los setos?”. “Sí. Eres muy morbosa. Sabes cómo humillarme”, le respondí. “Lo sé. Y ahora le estoy metiendo mano”.
No me dio tiempo a contestar; oí el ruido de las llaves en la cerradura de la cancela. Puse cara de póker cuando ambos cruzaron la entrada y se acercaron a mí. Se pararon frente a mi y mi mujer, sonriendo, se giró hacia él y lo morreó. Y yo me empalmé, claro. Él era más joven, alto y fuerte, así que entre sus brazos Alicia parecía una muñeca desmadejada.
Se volvieron hacia mí de nuevo.
-Vamos adentro. Me muero por follármelo- me dijo mientras miraba mi pene- Y ya verás lo que tiene este entre las piernas.
Los seguí obediente hacia nuestro dormitorio, tantos años espectador de nuestras relaciones y que ahora, en cambio, lo sería de las suyas.
-Póntelos- me ordenó dándome aquellos pantalones cortos de cuero con apertura frontal que usaba en nuestras sesiones.
Luego me esposó los brazos a la espalda y me senté en una silla.
-Alicia, ponte de rodillas- le dijo J. mirándome.
Y lo siguió haciendo mientras ella le bajaba la bragueta y le sacaba el miembro erecto. Nunca había visto ni lamido algo así. “¡Vaya tamaño!”, pensé. Mi santa mujer también me dirigió la mirada antes de chuparle los huevos y metérsela entera en la boca. Lo mamaba al tiempo que le bajaba los jeans y le agarraba de los glúteos. Luego se levantó, lo besó y, tras desvestirse rápidamente, lo desnudó.
Tenía el cuerpo de un perfecto empotrador. Cuántas ganas tenía de masturbarme, y más aún cuando él le empezó a comer el sexo; pero no podía. Alicia gemía y me miraba… Se retorcía los pezones. “Sigue….así…”. Se arqueaba levantando las nalgas. “¡Ahhhh…, fóllame… ahora….!”.
Sin dilación, la penetró de una sola embestida y Alicia gritó. Su tez ruborizada y sus gemidos eran los de una mujer en pleno orgasmo. Los movimientos de J. eran cada vez más rápidos y más fuertes sus jadeos.
-“Me corro…”. “En mis pechos, en mi cara… Que Marc vea bien tu leche…”.
Y así fue.
-Seguimos en la ducha- le susurró- Y tú, mientras tanto, túmbate esposado en la cama y aspira nuestro rastro en las sábanas. Y lo hice, excitado en mi vejación.
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Hola…. Amo la infidelidad ser y que me sean infiel…. Saludos
Gracias Carol. ¿Por qué no lo narras?
Lee entonces mi último relato de infieles
me gusta como narras los inicios de vuestra vida cornuda. Supongo que en todas las parejas debe ser similar, pero son los detalles los interesantes. Que edad tienen?. si tienen fotos podriamos intercambiar un par.
Un abrazo.
Hola, son relatos Enzo. No tengo fotos. Si quieres, relátame tus experiencias
Escribes muy bien, buen relato. Soy cornudo desde hace 6 años, me devoro las páginas de relatos… felicitacioens
Gracias Enzo