Hola queridos lectores.
Por razones de extensión, publico en dos veces, que envío una a continuación de otra. Besos.
Luego de regresar de las vacaciones, hablamos con Maca y quedamos en encontrarnos para conversar acerca de si aceptaba venir a trabajar conmigo.
Nos encontramos, imaginen el reencuentro, ¡gastamos nuestras lenguas besándonos!
Finalmente, resumiendo, acordamos que pasaría a ayudarme part time con investigación y recopilación de datos, para lo cual yo le pagaría muy bien pero menos de lo ofrecido para trabajar conmigo full time. Desea preparar su salida de su actual trabajo y ver si se adapta a sus nuevas funciones.
Yo encantada igualmente acepté. Quedó para el futuro definir si acepta la función de “secretaria de agenda putesca”, y habló con su marido Javi la posibilidad de comenzar con “trabajo paralelo” ja ja, a lo cual no se deciden. Simplemente le recordé que no corresponde que yo la empuje a eso ni que le ofrezca posibilidades, pero si se deciden si me lo pide con consentimiento personal de su esposo, entonces sí que la ayudaré.
De todos modos, en la conversación surgió algo muy interesante, y es que cuando conversaron Maca y Javi, él le expresó que estaba contento de que comenzara a trabajar part time conmigo pues así él también podría verme frecuentemente “y Sofi está muy buena”.
A lo cual mi respuesta fue “¿y si intercambiamos? porque Tommy te desea y podríamos intentarlo”. —Mmm lo pensaré y hablaré con Javi .
—Sabes que cuentas conmigo y con nosotros, pero por favor, no vayas a forzar nada, si se da debe ser natural.
Llegamos a fin de octubre, el trabajo de Maca es bueno y útil. Nos amamos un par de veces, nos encanta estar juntas.
Y, no olvidaré la fecha, el viernes 31 de octubre, a la mañana, estaba yo en mis oficinas, esperando a un cliente “putifino” para un par de horas de servicio, cuando apareció Maca.Besos, caricias, y: ¿Sabés que? Javi acepta intercambio. Pero no por separado, debería ser todos en la misma habitación.
Eufórica, le dije que no solamente en la misma habitación sino en la misma cama, que ella conoce perfectamente bien y es enorme. Y ya convinimos fijar fecha a la brevedad.
Pero… siempre hay un “pero”, ocurrió algo que les contaré antes de relatarles nuestro encuentro con Maca y Javi, relato que vendrá después.
En Uruguay, también en Argentina, y supongo que en otros países, es tradición hacer reuniones de amigos, de compañeros de trabajo o de compañías con sus proveedores y clientes, anticipando las fiestas de Navidad y fin de año.
Y en la compañía donde trabaja Tommy y cuyo propietario es Sam, organizaron la primera reunión, justamente con proveedores y clientes, para la segunda quincena de noviembre, más concretamente para el viernes 21 la noche. Luego habría otra reunión con todos los empleados y, ya estábamos avisados, una última de Sam con los gerentes y directores y sus familias.
En la reunión que les relato, del 21 de octubre, participaron proveedores, clientes y sus esposas, esposos o parejas.
Me adelanto a decirles, que aunque se tengan buenos clientes, siempre debe tratar de incorporar más, de ello depende la prosperidad futura, y así me lo aplico a mí misma.
No pensaba que en esa reunión pudiera conquistar clientes, directamente, pero haría lo posible por generar interés si es que algún caballero parecía interesarse.
Se lo dije a Tommy y a Sam en la reunión del jueves anterior, ¡nos seguimos reuniendo todos los jueves, sin falta!
Ambos estuvieron de acuerdo, siempre que actuara con discreción. Y llegó un pedido adicional de Sam. Unos días después, debía viajar a Punta del Este para encontrarse con dos industriales brasileños, interesados en productos de la compañía de Sam.
—¿Qué opinan amigos? ¿Estarías de acuerdo Tommy si Sofía me acompaña? ¿Vendrías Sofi?
—Sé que quieres iniciar esos negocios, dijo Tommy; y si Sofi quiere ir, yo estoy totalmente de acuerdo.
—¡Voy encantada! Supongo que no va tu esposa Sam, está convaleciente de sus implantes mamarios…
—Ciertamente, y no le haría ningún bien viajar en esas condiciones, aunque evoluciona rápidamente.
Déjenme decirles, a modo de íntima confesión, que me encantó la propuesta. Sam me coge muy bien y me trata de maravillas, depósito en mi cuenta, compras etc. etc., encantada de pasar nada menos que tres días con él.
Llegado el viernes, y en consulta con Tommy, elegí mi ropa para la fiesta.
Zapatos negros de suela roja, sí, los L… de taco altísimo, 12 cm. Pantalón palazzo negro, ni suelto ni muy ajustado, lo justo como para que se pudiera apreciar, sin mucho detalle, mi trasero.
Como lencería, un muy sencillo conjunto de tanga y brassier, de tipo sin costuras. Y encima, un precioso blazer corto, a la cintura, apenas más largo que una torera, pero con cuello tipo “smoking”, o sea con solapa, en este caso solapas largas hasta la cintura, prendido con un solo botón de gran tamaño. Todo el blazer negro, pero las solapas en blanco, para contraste.
Por la abertura de las solapas, y por tener un único botón muy bajo, hubiera mostrado generosamente mis tetas, pero lo evitaba por una pieza triangular de seda negra, totalmente opaca, colocada por dentro del blazer y sujeta a la parte interior de este por velcro.
Lo liviano del blazer, permitía de cierta manera deducir la forma generosa y firme de mi busto, pero nada más.
En resumen, creo que estaba muy elegante, un poco seductora (modestia aparte) y cero escandalosa.
Era lo que correspondía en una reunión de fin de año con esposas presentes.
Si bien entramos juntos con Tommy, una vez que ya había llegado una buena cantidad de asistentes, nos pusimos a circular por nuestra cuenta, y algunas veces simplemente me presenté como “economista independiente que suelo hacer informes para la compañía”.
Conversé con varios caballeros y damas, juntos o por separado. Pero mi conversación fue particularmente interesante con un Sr. a quien vi circular separado de su esposa y con otro a quien veía circular solo.
Ambos al conversar me dedicaban miradas intensas, y se esforzaban por no dejar que la conversación decayera, lo cual nos hubiera separado.
Uno de ellos demostraba mucho interés en mi faz de economista independiente y de asesora de finanzas personales, el otro, el que había ido con su esposa, se interesaba más que nada en mis estudios, post grado etc.
En cierto momento se dio lo que yo esperaba, el “soltero” (supongo), alabó mi elegancia, con especial énfasis en mis stilettos (que había observado en detalle mientras estuvimos sentados), y en mi blazer; “qué lástima ese complemento de seda que lleva al frente”. Me sonreí, le guiñé un ojo y le dije “¿cree que podría venir a la fiesta sin ese aditamento en el blazer? Antes de seguir circulando, discretamente, le entregué mi tarjeta de visita (la de economista, no la de putifina), diciéndole que podíamos seguir conversando si él lo deseaba y me llamaba.
Recibió la tarjeta y viendo la ubicación de mi oficina, dijo que era muy fácil visitarme, pues su propia oficina estaba a diez minutos caminando. Primer objetivo logrado.
Luego supe que es titular de una compañía importadora de ciertos insumos utilizados en la compañía de Sam.
El diálogo con “el caballero casado “ se mantuvo con alguna referencia a “mi elegancia”, comentarios acerca de mi estado civil, casada, pues prestó atención a mis anillos matrimoniales, yo uso dos, el de oro liso, llamado alianza, y otro con brillante, llamado solitario. Lamentó tal circunstancia, pero traté de dejar una línea tendida diciéndole que mi esposo está por ahí, me deja conversar tranquila, me da total libertad en todo, y recalqué “en todo”. Y por supuesto le entregué mi tarjeta “por si llega a necesitar de alguno de mis servicios”.
A lo cual respondió agradeciéndome y diciéndome que viven en Montevideo y tienen granja cerca de la ciudad, donde cultivan ciertos vegetales que procesan en la compañía de Sam. Algo que me atrajo fue que su granja queda al Oeste de Montevideo, como nuestro campo.
En la fiesta pude conversar un rato con Sam, recogí sus opiniones acerca de los caballeros con quienes conversé (opinó bien de ambos). También conversamos acerca de la próxima escapada a Punta del Este y luego se acercó su Sra. quien me puso al tanto de su cirugía de mejora del busto, de su convalecencia, y de cómo esperaba “mejorar un poco su atractivo”, a lo cual tanto Sam como yo respondimos que sin dudas así sería. Posteriormente vi que ella y Sam conversaban largo y tendido con Tommy.
Terminamos la noche sin más novedades, pero lo consideré satisfactorio, pues había hecho lo que parecían ser dos buenos contactos. Lo cual me fue confirmado por Tommy, quien tenía referencias en la compañía acerca de ellos, aunque no ha tenido trato personal.
Y el sábado a eso de las diez de la mañana, yo estaba “en acción” cabalgando sobre un cliente y justamente me suena el teléfono. El cliente me sigue dando y, riéndose, me pide que atienda la llamada. Era el Sr. “soltero”, que se manifestaba interesado en conversar acerca de mis servicios como economista consejera de finanzas personales. Rápidamente fijamos una reunión para el lunes a las 9 de la mañana, mientras yo me esforzaba por no gemir ante los enviones de quien me estaba poseyendo.
La conversación finalizó con un mensaje de quien llamaré Ernesto: “espero que el blazer de ayer de noche sea parte de su ropa de trabajo”… mensaje clarísimo. Por suerte la llamada duró poco y pude dedicarme a disfrutar del semen que el cliente que estaba atendiendo depositó dentro de mí.
El fin de semana siguió con mucha actividad, mi cuenta bancaria agradecida, los hombres parecen ponerse más cachondos en los dos últimos meses del año, ja ja.
Y llegó el lunes. A las 9 en punto Ernesto se presentó a la oficina. Lo recibí de acuerdo a la temperatura interior de la oficina, que mantengo siempre agradable a 23 grados, todo el año. Me había puesto un jean y camisa blanca, nada espectacular, con tacos altos, eso sí, siempre.
Conversamos largamente “de trabajo”, acerca de mi visión de finanzas personales, de mis informes sobre perspectivas económicas del país etc. ya casi transcurrida una hora, le ofrecí un segundo café (obvio lo había recibido con un primer espresso de cafetera y café italianos).
Me retiré un momento a la kitchenette, donde había dejado mi ropa de recambio y mientras se hacía el café, me cambié.
Blazer de la fiesta, pero sin el triángulo “de pudor” que había disimulado mis adorados tesoros, y una mini plisada negra. Cero soutien, pero tenía tanga y liguero negros, y medias de seda negras.
Le acerqué el café y por cierto no se esperaba la sorpresa. Abrió los ojos desmesuradamente y solamente dijo “Dios mío”.
Tenía a la vista gran parte de mis tetas y del canal entre ellas y buena parte de mis piernas incluyendo los muslos hasta bastante arriba.
Le dije: —“Mientras toma su café, le traeré copia algunos informes del pasado, a título ilustrativo, pero debo subir al mueble archivador del piso de arriba”.
Recuerdan que previo a la entrada a la suite, hay una plataforma en el primer piso, con balcón hacia la sala de planta baja donde estábamos.
Se imaginan lo que fue mi ascenso y descenso. Al subir, me encargué de mover generosamente mis caderas. Al bajar, lo hice dando pequeños saltitos de escalón en escalón, para que mis tetas se movieran. Y se hicieran notar. ¡Ernesto seguía mudo! ja ja, pero cuando me acerqué a él a entregarle las copias de dos informes, atinó a hablar.
—Sabía que lo que veía en la fiesta era la punta del iceberg; ¡pero no imaginé la belleza total del iceberg!
—Ayyy Ernesto, que gentil. Solamente estoy respondiendo a su inquietud por ver el blazer sin el triángulo de seda que lo hacía apropiado para la fiesta. De ninguna manera me hubiera presentado así ante decenas de personas.
—Pero lo estás haciendo ante mí… vamos a tutearnos por favor.
—Es que… no sé, lo hice porque siento una cierta confianza mutua, nadie va a enterarse de que me has visto así.
—Es que ya no me alcanza con verte así…
—¡Ernesto! Parece que aspiras a ciertas cosas de las que no hemos hablado.
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