Economista y prosti: Viaje a Buenos Aires (2)

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T. Lectura: 6 min.

Queridos lectores:

Esta nota debió ser la última parte de mi relato acerca de la invitación de Tib a Buenos Aires.

Pero para no arriesgar a que quede cortada en forma desorganizada, esta será la penúltima, para poder, en la última, contarles con detalle cómo conocía a alguien que me gusta y cuya belleza admiro, y como mi último cliente en absoluto As, además de gustar de mí, me hizo una propuesta muy muy especial.

Besos

Nos despedimos y los gerentes se ducharon y se fueron. Yo me quedé a dormir un rato con Tibu en su cama, pues a eso de las 8 am esperaba los análisis de los tres que se habían presentado al laboratorio clínico. Yo estaba realmente agotada, pero sé que me recupero rápidamente. La triple penetración es algo agotador pero tremendamente disfrutable, sobre todo cuando hay buen entendimiento.

Al despertarnos, jugamos unos minutos con Tib, nos bañamos y simplemente vistiendo mi abrigo, me fui a mi habitación. Tibu me hizo presente que me sintiera libre para atender a sus empleados, pues él estaba agotado luego de una noche solos y la siguiente que pasamos con Bruno y Antonio. Quedamos en un almuerzo de despedida el miércoles.

A las 8 y 30, yo estaba desayunando y me llegó el mensaje de aprobación de los tres que se habían analizado. Estaba totalmente segura, que aunque fue aprobado, el señor que el día anterior me pidió tener relaciones porque “ya fui a sacarme sangre y va a dar bien” a lo que me negué, seguramente no se interesaría (y yo tampoco). Y así fue.

Brevemente crucé palabras al entrar a la reunión del día con los otros dos aprobados, diciéndoles de nuestra total libertad pues Tib me dio carta blanca para horarios aunque faltáramos a la conferencia. Uno de ellos dijo que prefería dos horas o algo así después del almuerzo y llegar de vuelta al cierre de la conferencia. El otro, pidió a las 22, libre de toda limitante de trabajo.

Pregunté:

—¿Dos horas después del almuerzo? ¿es que no te animas a ayunar un poco? Podríamos disfrutarnos más tiempo.

—¿Serias capaz?

—Claro que sí, lo principal es que el cliente esté a gusto y no apurado. Te espero 20 minutos después de finalizar las disertaciones, habitación xxx, de esa manera, tengo tiempo de prepararme.

—Allí estaré.

Y allí ya comencé a pensar en cómo esperarlo. Mi duda era: ¿desnuda y sorprenderlo? ¿lencería de cama? ¿lencería de día con ropa elegante?

Finalmente, luego de mucho pensarlo, decidí que si lo recibía en una habitación de hotel, y ya sabiendo a qué iba, lo mejor era recibirlo en “lencería de cama”.

Cuando terminaron las exposiciones de la mañana, me fui velozmente, sin cruzarme con él, para vestirme tranquilamente.

Busqué en mi maleta lo más adecuado y opté por una solución sencilla.

Babbydoll cortito, una versión corta del camisón con el que recibí a Tib, Antonio y Bruno la noche anterior (la ventaja de tener una buena modista personal es que me lleva a la realidad todos mis diseños. Le hago dos líneas de dibujo y ya me entiende y lo hace, además de saber de mi actividad).

Color rosa (jamás rojo, no me gusta la lencería roja, es personal pero me disgusta), transparente y con las dos aberturas verticales al frente de los senos. Corto a mitad de las nalgas, y sin nada debajo, salvo un liguero al tono, alto a la cintura, cuyas cintas verticales se prenden a dos ligas, solamente las ligas, sin medias).

Encima, para cubrirme púdicamente al ir a abrirle la puerta, ja ja, una bata negra, opaca, larga al piso. Y tacos, claro.

Mientras me vestía me miraba al espejo, me gustaba a mí misma y también me gustaba la sensación que sentía.

Una sensación que aún año y medio después de comenzar esta actividad, me asalta con cada hombre nuevo.

Vuelvo a sentir incertidumbre de si le gustaré al intimar, las mariposas parecen volar en mi estómago, algo de ansiedad me inunda, y al mismo tiempo confío en mí misma, en ser capaz de hacerlo gozar, pienso que ese desconocido me ha elegido de alguna manera y ha elegido hacerme un obsequio importantísimo… y me digo a mi misma que no lo voy a defraudar, algo que me pasa casi cada vez, no siempre, que voy a estar con “un nuevo”.

Llamaron a la puerta de la habitación y fui a abrir, mi larga bata cerrada totalmente. Lo saludo con un beso en la mejilla. Entra y dice: —¡Al fin!

Conversación intrascendente, sorbos de refresco que yo había pedido al room service y:

—Pues aquí estamos Dani (lo llamaré Daniel)… me paré frente a él y fui desatando el cinturón de la bata. La dejé entreabierta pero puesta. Le desabroché la camisa y el pantalón mientras comencé a besarlo. Él mismo se quitó todo hasta quedar solamente con el bóxer. Dejé caer la bata y al momento comenzó él a besarme. Pero no sólo a besarme, refregaba su pecho contra mis tetas que parecían querer escaparse del babydoll por las aberturas del frente. Le encantaba el roce de los pezones en su pecho. Sus dos manos acariciaban mis nalgas casi diría que con desesperación.

En un momento dejó de besarme y me susurró al oído: “tienes un culo maravilloso”, mientras me lo seguía acariciando, a veces por sobre el babydoll y a veces la piel de sus manos sobre mis nalgas.

Quise que me mirara, habíamos estado cuerpo a cuerpo desde que me quité la bata. Me alejé un paso e hice que me mirara, mientras yo miraba su bulto en el bóxer, no muy grande aparentemente.

Me siguió diciendo cosas lindas, acerca de mi cara, de mis tetas, mi culo lo enloquecía y me hacía ponerme de espaldas para verme. Hasta que se acercó y me quitó todo, tanto el babydoll como el liguero… ”Te deseo bien natural” dijo.

Le bajé el bóxer y oh sorpresa… una verga corta, bastante corta, no más de unos 15 centímetros, pero… ¡OMG! ¡Que grosor! Creo que junto al chofer africano de Paul, la más gruesa de las que he visto.

Se lo notaba excitado, ya con buena erección. Pese a ser corta, la verga impresionaba.

“Quiero chuparte el culo” dijo mientras me pellizcaba levemente los pezones. Me puse en cuatro al borde de la cama, mi culo disponible; y vaya si lo chupó, con entusiasmo y metiéndome a veces la lengua o un dedo.

Yo tenía al lado de la cama mi bolso (al llegar él depositó allí un sobre cuyo contenido ya imaginan ustedes), estiré la mano, busqué en el bolso y sabiendo que iba a sodomizarme, le entregué un plug anal “ponémelo y me dilata para después” le dije.

No podía recibir su verga atrás sin dilatar perfectamente.

Me di vuelta y comencé a chuparle y lamerle la pija, que aunque corta, es preciosa.

Lengua y labios fueron haciendo su trabajo. También sus dedos trabajaban en mí concha que progresivamente se mojaba.

Le ofrecí mi concha para que la lamiera, y vaya si lo hizo, lengua y dedos no faltaban. Luego nos besamos más y se dedicó a mis tetas mientras le acariciaba la verga ya lista.

“Ponemela”… fue más bien una orden que un pedido. Me puse en cuatro y ofrecí mi ranura para que metiera su instrumento. Estaba yo totalmente mojada. No diré que no dio un poquito de trabajo que me la metiera, pero fue un placer. Y ni hablar del placer cuando comenzamos el vaivén, yo también me mocía.

La sensación que sentía era de plenitud total, pero quería sentirlo mejor. “Sacame el plug“ pedí; lo sacó con un sonoro “plop”. Y mi cuerpo solamente disfrutó en adelante del tronco que me llenaba la vagina.

Finalmente, resistí un buen rato, acabé divinamente, en las nubes, casi que un poco mareada de sentir aquello dentro de mí. Y casi enseguida, él derramó todo su licor de vida en mi interior.

Casi enseguida se salió, “Quiero la leche” dije, mientras con la mano recogía todo lo que se escurría de mi concha y lo lamía.

Luego, la debida limpieza lingual de su herramienta, y quedarnos abrazados.

Por supuesto, me puse boca abajo un momento para que ensalivara mi esfínter, me lo lamió y me volvió a poner el plug… habría anal, y me mentalicé ja ja.

Conversamos y nos besamos. Comencé a masturbarlo (la masturbación en el descanso entre penetraciones me gusta cada vez más).

Conversamos, nos acariciamos, nos masturbamos mutuamente. Afortunadamente supe en ese momento que me había ganado un amigo nuevo, de los que me gustan…de los que les gusto y desean saber como serán los encuentros futuros.

Su pija se tornó dura, volví a chuparla, con dificultad por su grosor y él jugaba con el plug en mi culo. Él estaba listo, yo mentalizado y dilatada.

Le pedí que por favor no acabara adentro, le expliqué que el corrimiento anal no me gusta, pero sí me deleita cuando los fluidos corren desde mi concha. Lo comprendió y me puso en un misionero con almohada bajo mi espalda y mis piernas sobre sus hombros.

Mi culo quedaba a su merced. Saco el plug anal, dejó caer saliva espesa desde su boca a mi culo y lo humedeció bien. Le alcancé gel y se untó la verga.

Con una de sus manos, ubicó su glande bien en mi orificio, y entonces pasó sus manos por debajo de mis omóplatos, me sujetó por los hombros y yo entendí que me la iba a meter de una, y que sus manos me harían sostener la embestida.

Contuve la respiración. El envión fue tremendo, aún con el esfínter dilatado, le costó meterla; pero entró al tiempo que yo gritaba como loca.

Con la verga adentro, retiró sus manos de mis hombros y dijo: “Quieta amor, te va a gustar”.

Y vaya si me gustó cuando comenzó a moverse como en cámara lenta. La dilatación previa hizo su efecto, mi culo se adaptó a su verga, y mi mente al goce total.

Muy de a poco fue aumentando el ritmo y yo lo sujetaba por su espalda clavándole mis uñas. Gemí y grité, no me importó. Cuando no pudo más, sacó su verga de mi cuerpo, sentí un gran vacío… y comenzó a chorrear semen en mi cuerpo, tetas, ombligo. Cayó hacia el costado y comenzó él mismo a recoger el semen con sus dedos y dármelo en la boca.

Cuando termino le agradecí besándolo.

Descansamos unos minutos y no hubo alternativa más que bañarnos rápidamente y volver a la conferencia. Previamente despedida con besos y promesa de él de vernos en Montevideo (le prometí recibirlo en la casa del campo, uno o dos días) o en Buenos Aires, invitada por él o en invitación múltiple.

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