Experimentada

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T. Lectura: 7 min.

Al lado de la base dónde nos encontrábamos había una mujer que muchos tildaban de “rayada”, la verdad es que yo la conocía de un banco en el que hicimos varios trabajos con mi padre y ella, además, le llevaba las cuentas. Era una rubia mayor que yo unos 10 años, aparentemente con buenos pechos, pero no muy alta; una noche me la crucé, nos saludamos y se puso a conversar un poco quejándose del movimiento que generábamos; fue así que me comentó que no veía bien algunos canales y me ofrecí para solucionarlo, obvio que enseguida me hizo pasar y empecé la revisación del sistema, no tardé mucho en encontrar el problema e indicarle cuál sería la reparación.

-¿Y cuando la podrás hacer? Me preguntó con una voz casi sensual

-¿Mañana te parece bien? Podría un poco más temprano qué hoy

-Bárbaro. Te estaré esperando

Charlamos un poco más y me fui a la base, sin comentar nada a nadie. Al otro día alrededor de las 19 tocaba timbre en la casa y Rosa me atendió casi de inmediato, haciéndome pasar, estaba vestida con una minifalda y una remera algo ajustada, pero no era raro en ella verla así. La dejé ir adelante por el pasillo y en cuanto llegamos al living pude ver sobre la mesa ratona frente al televisor una picada armadita. Yo bajaba con la valija para reparar el cable y hacia allí fui sin decir mucho, mientras ella me ofreció algo fresco, le dije que sí y apareció con una botella de vino blanco helado, sirvió una copa y me la acercó, yo me encontraba detrás del televisor

-Mmm, no sé si debo tomar alcohol. Comenté medio en broma

-No te va a hacer nada un poco.

Ambos nos reímos e iniciamos una charla informal donde me di a conocer como el hijo de aquel a quien ella llevaba la cuenta, enseguida me reconoció y la charla se relajó aún más, al terminar me dijo que me siente en el sillón para hacer los honores a la picada, lo que obvio hice sin dudar, pero al cabo de unos 30 minutos le pedí si me dejaba pasar al baño, era una excusa para pararme y ver su reacción, me guió hasta la puerta y cuando salí ella estaba en la cocina, me acerqué mucho a ella y le dije que me tendría que ir:

-¿Tan pronto?

Entonces me acerqué aún más y le acaricié la mejilla derecha, nos miramos directo a los ojos y nos besamos, suave, como probando al otro, esperando el no, aunque supiéramos que eso no pasaría, la tomé por la cintura y la atraje hacia mí, ella me abrazó y durante varios minutos nos entrelazamos en un intenso franeleo, hasta que ella me alejó y me llevó derecho al cómodo sillón en el que estábamos, cuando nos sentamos me di cuenta que en el camino se había desabrochado dos botones de la blusa y su corpiño de encaje morado mostraba dos buenos pechos; entonces la abracé y volvimos a besarnos, esta vez con más pasión, sentíamos nuestras lenguas jugar a desearse.

Una de mis manos estaba sobre su busto y levemente desabroché el botón que faltaba para que se asomen completamente sus tetas, como yo tenía remera ella pasó su mano por debajo y acariciaba mi cintura casi metiendo la mano por detrás hasta mi slip, fue cuando la recosté sobre uno de los apoyabrazos, saqué su camisa y su corpiño y saboreé sus pezones duros, muy duros, ella apretaba mi cabeza contra sí misma y con una de mis manos solté mi cinturón, cuando se dio cuenta sentí como una de sus manos iba derecho a mi pene duro y lo tomaba con fuerza, deseándolo, pero suavemente me incorporó, creo que ni pensábamos,

-¿Estamos yendo muy rápido? Pregunté

-Pensaba lo mismo. Me dijo con su voz sensual

-Perdoná, la verdad que sos muy linda y me caés muy bien

-Me pasa lo mismo con vos. Comentó mientras se acomodaba la ropa

Entonces serví vino en cada copa le entregué una y le dije:

-Brindemos por esto que nace

Me miró a los ojos y luego del sonido del choque característico bebimos ambos un poco para encontrarse nuevamente nuestras miradas al bajar las copas. Nos besamos, esta vez más profundamente e iniciamos un nuevo momento intenso, de caricias, de deseo sexual, volví a sus pechos y ella me abrazaba, con cuidado ella sacó mi remera, el roce de nuestra piel caliente era algo incontrolable, entonces se levantó del sillón y me llevó hasta su habitación, tardamos muy poco en estar completamente desnudos, yo besaba todo su cuerpo y ella no paraba de gemir, bajé hasta su pubis y el aroma de su vagina húmeda y caliente me llevó derecho a posar mis labios sobre su clítoris, casi que me lo comía, mi lengua entraba en ella y Rosa se incorporaba tomando mi cabeza

-Nadie me lo hizo así. Sentí que dijo

Y entonces dejé de hacerlo, subí hasta su pechos turgentes, y la penetré con cuidado, no parábamos de besarnos, abrazarnos y sentirnos, salí me puse un preservativo y volví hacia ella con ímpetu, pasión, fuerza, inicié el bombeo que nos llevaba al éxtasis, entonces sin que me saliera me puso contra la cama y ella encima empezó a moverse con furia, apoyó sus manos sobre mis hombros y en cada embestida en la que se tragaba mi pija a punto de explotar ella gritaba.

-Basta, ya, ya, ya por favor. Dijo, y su clímax fue tal que calmando sus movimientos me hizo llegar al mío y ambos nos quedamos acostados abrazados.

-Hacía mucho que no disfrutaba tanto, especialmente la primera vez. Dijo mientras acariciaba mi cabeza

-Yo nunca había conocido una mujer así, me encanta

-Ay, no te pareceré muy loca, ¿no?

-Para nada. Siempre me gustaste desde hace muchos años y te pensaba así. Es lo que me gusta de una mujer

-Así ¿cómo?

-Como fuiste esta noche, apasionada, que me desee, que me cree la expectativa de volver y no de una noche y chau.

Charlamos un poco más en la cama, hasta que ella se levantó para ir al baño, nos cambiamos y luego de unos minutos me fui con una fogosa despedida donde quedamos en vernos a la semana siguiente.

Rosa se convirtió en mi vida en la persona con la que aprendí a satisfacer los deseos sexuales de la mujer, hasta cambió la intimidad con mi señora que de por sí ya era poca y básica. Con casi 40 años mi deseo sexual estaba a pleno y mi esposa cada vez ponía menos ganas en la cama, las pocas veces en la que nos acostábamos al mismo tiempo.

Yo no hacía más que buscar como incentivarla, mejorar el sexo, como si nuestro alejamiento fuera por eso, ya llevábamos más 15 años de casados y yo aún la deseaba, pero era evidente que ella solo cumplía con su deber marital; el resto del día nos llevábamos bien, sin discusiones, yo trabajaba mucho, ella otro poco a contratiempo conmigo y la vida se nos pasaba.

No quiero justificar mi infidelidad, lo que está mal está mal, pero también me daba cuenta por qué hacía estas cosas, yo era un hombre muy sexual (aún lo soy), no digo que mi vida pasara por coger, pero sí que el contacto sexual con una persona se me hacía necesario al menos una vez por semana, sentir desnuda/o a alguien a mi lado, acariciarla/o, saber que me deseaba se me estaba convirtiendo en algo imprescindible, y Rosa parecía adivinar eso por lo que me tenía casi atrapado teniendo una cita al menos una vez por semana.

Su morbo era tal que no hubo lugar de la casa en el que no tuvimos sexo, que yo llegue, me siente en el sillón y ella se arrodille ante mí para saborear mi pene era una práctica habitual, nos mirábamos directamente a los ojos cuando lo hacía, aunque nunca acabé haciéndolo ahí ella lo deseaba, pero yo no iba a una mamada y listo, necesitaba más y lo notaba

-Nunca había tenido una pareja tan sexual como vos, realmente sos muy bueno. Me dijo un día, yo pensé lo obvio “a cuántos les habrá dicho lo mismo”

Entonces un día, en la despedida yo miraba que no era tan difícil entrar a la casa por sorpresa aún sin la llave.

-Es fácil entrar a tu casa por acá

-¿Sí? ¿Te parece?

-Digo, soy alto y de piernas largas, podría hacerlo, decí que tenés la otra puerta de la casa

-Ahhh, pero esa no tiene llave. Comentó mientras sonreía de manera cómplice. Y ahí quedó la conversación despidiéndome.

Eso pasó un viernes y ella sabía que hasta el martes a las 19 h yo no podría ir, pero le di una sorpresa. Con la excusa de que tendría que hacer un trabajo especial, debía entrar a trabajar a las 6 de la mañana y así me fui de mi casa, mi horario normal era a las 9.

Entonces a las 6,30 estaba trepando por el frente de la casa para saltear la primer puerta, no fue difícil, caminé por el pasillo de unos 20 m rápidamente y cuando llegué a la puerta de la casa con mucho cuidado tanteé la manija esperando esté abierta, la puerta me dio paso sin problema y entré muy sigilosamente, me desnudé en el comedor y me dirigí hacia la pieza, donde ella se encontraba durmiendo, semi tapada y dejando ver algo de su nalga por debajo del camisolín de seda, totalmente desnudo me acosté a su lado, nos tapé y suavemente la abracé.

-¿Eh? ¿Qué? Ahhh, sos vos ¿Qué hora es? ¿Cómo entraste? Dijo sorprendida, entredormida, pero sin sobresaltarse demasiado y acurrucándose entre mis brazos.

-Tranquila, disfrutemos. Le dije mientras la acariciaba suavemente y notaba que ella se acomodaba para hacerlo.

Nos quedamos abrazados sintiendo nuestros cuerpos tibios al menos media hora, cada tanto la besaba en los hombros y ella acariciaba mis piernas, mi pene erecto se afirmaba contra sus nalgas, despacio iniciamos un franeleo que se volvió intenso.

Rosa se puso boca arriba, corrió las sábanas y abrió sus piernas dejándome ver por debajo del camisolín una vagina empapada que penetré muy fácilmente al ir a chupar sus pezones; sus movimientos eran tan suaves que parecían caricias en mi pubis, ambos empezamos a movernos de forma que el otro nos sintiera por dentro, pero manejé la situación yo, la senté frente a mí y desnudé completamente, al quedar yo arrodillado mi pija dura estaba a la altura de su cara y no pudo resistirse a chuparla, saboreándola desde los huevos hasta la cabeza, sabía muy bien como usar su lengua conmigo.

Pero entonces le pedí que se acueste boca abajo y sin decir palabra lo hizo exhibiéndome su hermosa cola que sus piernas cerradas resaltaban; entonces, suavemente empecé por masajes en los hombros mientras mi pene se apoyaba entre sus nalgas, cada tanto besaba su cuerpo completamente, ella gemía, con mis labios y manos la recorría desde los pies hasta los hombros, hasta que en un momento me detuve en sus nalgas, las mordisqueaba y se quejaba, era un juego, las abrí y mi lengua fue derecho a su ano, abrió sus piernas y saboreé ese agujero por 15 minutos, “sos un guacho” “nadie me hizo esto” “no pares por favor” fueron algunas frases que me decía.

Hasta que me rogó que la penetre mientras con sus manos se abría bien los glúteos, entonces con suavidad, como me habían enseñado los hombres fui metiendo el miembro duro al tiempo que ella gritaba de placer; nuestro nuevo juego se inició, estuvimos en esa posición mucho tiempo, yo entraba y salía ya muy fácilmente y ella deseaba que lo haga una y otra vez, pero en un momento que salí ella se dio vuelta:

-Necesito mirarte cuando lo hacés. Puso sus piernas bien arriba, yo las sostenía y su ano muy abierto quedó expuesto esperando mi penetración hasta el fondo, al hacerlo nos miramos y fui derecho a besarla, cuando lo hice me di cuenta que tocaba su concha húmeda con mi pubis y ella gozaba más, por lo que me quedé en esa posición haciéndola llegar al clímax, nunca tenía menos de 3 orgasmos, al primero llegaba rápido pero el tercero era increíblemente intenso.

-Por favor cogeme. Me rogó

Y al sacarla de su ano bajó sus piernas y la penetré de tal forma que ambos llegamos al orgasmo en menos de un minuto. Nos quedamos, así, sintiéndonos, saboreando el momento, hasta que me recosté a su lado y al abrazarnos nos dormimos como por media hora; luego ella se levantó y desnuda como estaba se puso a preparar el desayuno, yo me acerqué a ayudarla, ambos sin nada de ropa nos franeleamos un poco más pero sabíamos que no podíamos retomar ya que debíamos presentarnos a nuestros trabajos, luego de desayunar nos bañamos ella entró primero y al cabo de varios minutos entré yo.

Jugamos un poco pero la ayudé a secarse y salió, ni bien terminé me cambié y seguimos charlando con unos mates de por medio, ella me contó que le había gustado mucho lo que hicimos y que con su pareja anterior no logró que le hiciera la cola, yo le conté que era la primera vez que lo hacía (en realidad a una mujer era así) y a partir de aquel día hicimos le hice el culo en casi todas nuestras citas y en todos los lugares de la casa, hasta en la piletita de lona que en el verano armaba en el patio.

Charlamos hasta que se hizo la hora, fuimos a la puerta donde nos despedimos con pasión y cada uno siguió su camino.

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