Fuego en un instante: Mi primera aventura

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T. Lectura: 10 min.

Queridos lectores,

Mi nombre es Julieta, tengo 35 años y soy de Argentina. Tengo la fortuna de contar con un trabajo estable que me permite vivir cómodamente. Mido 1.70, me apasiona el gimnasio y salir a correr, lo que me ha ayudado a mantener un cuerpo que, con orgullo, considero atractivo y bien definido. Estuve casada durante diez años y actualmente estoy soltera. No busco activamente una pareja, pero hace algunos meses sentí el impulso de compartir algunas de las experiencias que han marcado mi vida.

Todo comenzó antes de mi matrimonio, y aunque no fueron muchas, las vivencias que siguieron tienen un matiz especial, algunas incluso podrían considerarse eróticas. No sé si busco justificarme al contar estas historias; quizás sea el deseo de revivir esos momentos, liberar un peso que llevo dentro o simplemente explorar un nuevo hobby en este mundo tan fascinante. No soy seguidora del porno, ya que lo encuentro poco realista y nunca logró captar mi interés. Sin embargo, un día, mientras navegaba por internet, descubrí los relatos de una chica también argentina. Sus historias, llenas de intensidad y profundidad, despertaron en mí primero curiosidad y luego una emoción inesperada. Sigo leyendo sus escritos, que continúan atrapándome con su mezcla de sensualidad y sinceridad.

Con esta introducción, quiero darles la bienvenida a mi espacio, donde compartiré fragmentos de mi vida en los próximos meses. Tal vez, si me apasiona, esto se convierta en un hobby permanente. Espero que me acompañen en este viaje de recuerdos, emociones y, por qué no, un toque de audacia.

Hace unos quince años, cuando tenía 20, estaba en mi segundo año de carrera universitaria. Las cosas me iban bastante bien: académicamente no tenía problemas, y en el plano personal, mantenía un círculo cercano de amistades. Conservaba a mis amigas de siempre y había conocido a nuevos compañeros en la facultad. Llevaba cuatro años de novia con mi excompañero de secundaria, quien más tarde sería mi esposo. Aunque él estudiaba en otra universidad y tenía una tienda de ropa en el centro de la ciudad, nuestro amor era intenso y todo parecía perfecto, como un cuento de hadas. Nos veíamos cuando podíamos; él solía pasar a buscarme en su auto y nos íbamos a pasear o a su departamento. Esos momentos eran mágicos.

Ese año conocí a Lisandro, un chico que encajaba perfectamente en el estereotipo de “nerd”: anteojos, cabello largo, y, para ser honesta, no muy agraciado físicamente. Al principio, no me caía bien. Cada vez que entraba al aula, sentía las miradas de los chicos, pero la de Lisandro era especialmente insistente, casi intimidante. Un día, el aula estaba tan llena que no tuve más opción que sentarme a su lado. No paraba de mirarme, especialmente mis pechos y mi figura, lo que me hizo sentir incómoda.

—Ho-hola… —dijo con una voz temblorosa.

No le respondí; no me sentía cómoda. Afortunadamente, pronto se desocupó un asiento y me cambié rápidamente. Pensé que todo quedaría ahí, que Lisandro era solo un típico chico tímido y deslumbrado, pero me equivoqué. En la siguiente clase, al salir, me siguió.

—¡Julieta! ¡Esperá un segundo! —gritó mientras corría entre otros compañeros.

—¿Eh? Perdón, ¿te conozco? —respondí con tono cortante, sin detener mi paso.

—Perdón, me llamo Lisandro. Soy tu compañero desde el año pasado, pero seguro no me notaste —dijo con una sonrisa.

—Perdón, no te conozco. ¿Qué querés? —Mi tono era firme, y aceleré el paso.

—Nada, solo quería charlar. No te vi con tus amigos de siempre y pensé que tal vez querías hacer nuevos —insistió, ignorando mi evidente desinterés.

—Mirá, mil disculpas, pero no tengo tiempo. Me está esperando mi novio —dije, un poco más amable pero manteniendo la firmeza.

—Okey, adiós —respondió, quedándose parado, sin disimular que me miraba de arriba abajo mientras me alejaba.

Afuera, como siempre, me esperaba mi novio.

—¡Amor! —exclamé, dándole un beso apenas lo vi.

—Hola, chiquita —me respondió con un abrazo cálido y un beso.

—Vení, subí —dijo mientras me abría la puerta del auto.

—¿A dónde vamos, amor? —pregunté, emocionada.

—A donde siempre, nena —respondió con una sonrisa pícara, tocándome las piernas mientras conducía.

Ya llevábamos casi dos años disfrutando de nuestra intimidad. Al llegar a su departamento, dejó las llaves en la mesa y me preguntó:

—¿Cómo te fue, mi amor?

—Bien, tu chica, además de bonita, es inteligente, ¿eh? —bromeé.

—Lo sé, nena, vos sos la mejor —dijo mientras me abrazaba, me alzaba en sus brazos y me llevaba a la cama.

—¿Ningún mirón se quiso pasar de listo? —preguntó mientras se quitaba la camisa y buscaba un preservativo.

—No, bebé, nadie es más lindo que vos —reí—. Aunque hoy conocí a un baboso. Es el más inteligente del salón, pero demasiado intenso.

—Jaja, el típico nerd que cree que tiene chances con este bombón —bromeó mientras se acercaba a mí.

Se puso encima de mí y empezamos a con besos muy lentos, nos deseábamos como el primer día…

—Uhmm –dije entre gemidos por los besos en mis pechos y cada vez bajaba más

Mientras me besaba los labios me acariciaba la vagina con un ferviente ímpetu

—Uhmm, sigue… ¡Oh!!! –gemía con fervor ante sus maravillosas manos y labios

Le fascinaba que le diera sexo oral y me guio hacia su palo erecto

—Ya sabes lo que me gusta beba –mientras me sujetaba la cabeza

—Claro bebe —mientras bajaba mirándolo a los ojos con esa mirada picara que tanto le gustaba.

Se me hacía agua la boca cada que contemplaba de cerca su enorme erección…

—Siempre tan enorme… Me encanta nene —Mientras empezaba a darle besos desde la cabeza… Devorarlo era mi delirio, además como era bien higiénico y no tenía pelos una mano mía acariciaba sus testículos mientras mi boca hacia su trabajo

—¡Aaah nena, eres increíble!! –mientras gemía y su mano acariciaba mi enorme culo.

Chipárselo me excitaba mas de lo que ya estaba, lamerlo como si fuera un enorme chupetín era algo tan rico…

Cada que lo tenía en la boca sentía que era solo mío y yo de él.

—Me voy a venir nena… ahhh ¡cuidado aun no! —decía mientras se estremecía en la cama por mi tan buen desempeño…

La sensación era única y aumentaba cuando apagaba mi sed con la miel que yo misma había llamado… Para mí en ese momento él era el mejor novio, el mejor amigo y el mejor amante del mundo…

—¡Oh nena siento como me escurro! —mientras me agarraba y penetraba en 4.

—Si bebe agarra mi enorme culo… ¡es todo tuyo! —mientras sujetaba las sábanas de la cama mas no poder

No era comparado con nadie ni pensaba hacerlo el era todo lo que estaba bien en el sexo.

—¿Así nena? —mientras penetraba y agarraba cada vez mas subiendo la intensidad

—¡Sigueee!

Él había sido el primer y único hombre en mi vida, no tenía necesidad de nadie mas pues él era que me dejaba satisfecha siempre y además me trataba como una reina.

—¡Te adoro! Ahhh —un suspiro lleno de beso y de pasión mientras el acababa por fin

—¡Yo a vos nena te lo juro!

No todo era un cuento de hadas. Una tarde, mi clase terminó antes de lo previsto, y decidí sorprender a mi novio. Conduje hasta su departamento, llena de ilusión, pero al llegar, sin siquiera bajar del auto, vi algo que hizo que mi mundo se derrumbara: él salía de su edificio acompañado de otra chica. En ese instante, un torbellino de emociones me invadió. No entendía qué había hecho mal. Mil preguntas se agolpaban en mi cabeza, pero, en lugar de enfrentarlo, cometí el mayor error de mi vida: fingir que nada había pasado.

Por dentro, estaba destrozada, aunque no lo mostraba. Una parte de mí intentaba justificar lo ocurrido, convenciéndome de que era algo “normal” o que quizás había una explicación. Pero otra parte, más rebelde, me susurraba que ahora tenía “libertad”. ¿Libertad? ¿Acaso no la había tenido antes? Me sentía atrapada en un torbellino de confusión, como si estuviera perdiendo la cabeza. Afortunadamente, los estudios me mantenían ocupada y distraída, dándome un refugio temporal. Decidí no contarle nada, ni a él ni a nadie. Seguimos con nuestra relación, incluso con momentos de intimidad que, curiosamente, parecían cada vez más intensos. Quise creer que esa fue la única vez que me traicionó, aunque, siendo honesta, ni yo misma me lo creía del todo.

Ese episodio me marcó para siempre. Algo en mí cambió; comencé a sentirme más “libre”. Empecé a prestarle más atención a mi apariencia, vistiendo de forma más llamativa, aunque siempre dentro de un límite que me sentía cómoda respetando. Retomé mis entrenamientos con más dedicación, lo que no solo mejoró mi ya atractivo físico, sino que también elevó mi autoestima. Mis curvas, esculpidas por el esfuerzo en el gimnasio, atraían las miradas de todos… especialmente la de Lisandro.

A pesar de haberle dejado claro que tenía novio, Lisandro no se rendía. Su insistencia era casi exasperante.

—¡Juli! ¡Esperá! —gritó un día mientras salía del aula, haciéndome sentir una vergüenza tremenda. No sabía dónde esconderme.

—¡Ay, ¿qué querés? —respondí con un tono entre molesto y agotado. Entre los problemas internos que cargaba y el torbellino emocional que vivía, lo último que quería era lidiar con él.

Lisandro, sin embargo, parecía decidido a hablar conmigo.

—Solo saludarte, ¿tiene algo de malo? —dijo con un entusiasmo inusual. Noté que estaba más arreglado de lo habitual, con un aspecto menos desaliñado.

Intentó acercarse para darme un beso en la mejilla, pero di un paso atrás de inmediato.

—¡Nooo! —exclamé, apartando la cara.

—¿Te molesta que te salude? —preguntó, con un dejo de pena en la voz.

—No, no es eso, pero mi novio es muy celoso y no le gusta que salude a nadie, ¿sabés? —respondí, intentando suavizar la situación.

La verdad, empezaba a darme un poco de lástima. Su perseverancia era casi admirable, aunque también agotadora. Tanto insistió que mis amigas de la facultad comenzaron a bromear al respecto, en especial mi mejor amiga, una mexicana pícaramente encantadora y, para el deleite de muchos, también bellísima.

—Dicen que el hombre es como el oso: entre más feo, más sabroso —bromeó con una sonrisa traviesa.

—¡Jajaja, qué decís, boluda! Será muy insistente, pero ni loca le haría caso —repliqué, riéndome.

—Eso lo decís ahora, pero sus amigos me contaron que desde que te conoció, empezó a ir al gimnasio y hasta se viste mejor —insistió ella, con su tono juguetón.

—¡Ya, callate, jajaja! —le dije, sin poder contener la risa.

—No digas eso, que más pronto cae un hablador que un cojo —remató con uno de sus típicos refranes mexicanos, mientras ambas estallamos en carcajadas.

Con el paso de los días, Lisandro comenzó a comportarse de manera menos invasiva. Incluso formamos un grupo de estudio con otros compañeros para la materia que compartíamos, lo que me permitió verlo en un contexto más relajado. Una tarde, a la salida de clases, aproveché para presentarles a mi novio a todos.

—Chicos, él es mi novio —dije con una sonrisa mientras las chicas lo saludaban amablemente y los chicos intercambiaban apretones de manos. Lisandro, sin embargo, lo miró con una expresión que destilaba arrogancia y algo más.

—Qué tal, chicos. Un placer. Juli me cuenta que son muy buenos —dijo mi novio, dándome un beso frente a todos—. Vamos, nena, que se nos hace tarde.

La cara de Lisandro cambió por completo; sus celos y envidia eran evidentes.

—Nos vemos, chicos. ¡Espero que sigan bien! —dije mientras nos íbamos tomados de la mano.

Ya en el auto, no pude evitar comentar:

—¿Viste la cara de Lisandro? ¡No te podía ni ver! —dije, riéndome.

—Jaja, se nota que está bien enamorado de vos. Pobre, está tan ilusionado que cree que tiene chances contigo, ni en sueños —respondió él, con un tono burlón.

—Quién sabe, es feo pero inteligente —bromeé, aunque en el fondo quería que captara que sabía de su aventura.

—A otras chicas con novios infieles les puede interesar —solté, mirándolo de reojo.

—Jaja, seguro… —respondió, incómodo, tosiendo y cambiando de tema rápidamente.

Llegamos a su departamento y, como siempre, tuvimos un momento de intimidad. Aunque el sexo seguía siendo el de siempre, poco a poco recuperábamos ese cariño que había quedado en pausa tras su traición.

Con el tiempo, Lisandro empezó a ganarse mi amistad. Se volvió más atento y respetuoso, y su inteligencia me fue de gran ayuda con exámenes y trabajos de la materia. Incluso me pasaba sus apuntes y tareas para que los presentara, algo que, aunque yo era responsable, nunca venía mal.

Un día, tenía una sesión de fotos para una tienda de ropa local, un trabajo extra que hacía como modelo para ganar algo de dinero y no depender tanto de mis padres mientras estudiaba. Llevé un vestido que, aunque no era ajustado, resaltaba mis curvas de manera notoria. Ese día no llevé mi auto, ya que mi novio iba a pasar por mí. Sin embargo, al salir de clases, lo esperé en vano. Lo llamé.

—Amor, lo siento, no creo que pueda pasar a buscarte. Surgió un problema en la tienda y voy a tardar. Mil disculpas, bebé —dijo.

—Okey, chau —respondí, quizás con un tono más cortante de lo necesario. En ese momento, no pude evitar pensar lo peor: ¿estaría con ella otra vez?

Justo entonces, apareció Lisandro.

—¿Todavía no llegó tu novio? —preguntó.

—No, no va a venir. Tuvo un problema —respondí, con desgano. Su rostro se iluminó de inmediato.

—Deja que te lleve a tu casa. Tengo que pasar por mi departamento y luego te dejo —dijo con una sonrisa de oreja a oreja.

—No, no quiero molestar, en serio —insistí.

—Ninguna molestia, vamos —respondió con una carcajada.

Noté un interés evidente en él, pero, sin pensarlo demasiado, acepté. En el auto, la conversación fluyó sorprendentemente bien. Entre risas y anécdotas, la pasé mejor de lo que esperaba. Al llegar a su departamento, asumí que lo esperaría abajo, pero me invitó a pasar porque, según él, se iba a demorar un poco. Accedí, prefiriendo eso a quedarme en el auto.

Una vez dentro, Lisandro volvió a ser el de antes. Sus miradas recorrieron mi cuerpo de arriba abajo mientras me sentaba en su sofá. De pronto, se acercó, me abrazó e intentó besarme.

—Vamos, Juli, por favor, haceme un favor. Soy virgen y sería un placer perder la virginidad con una mujer tan linda y con un cuerpo tan increíble como el tuyo —dijo, sujetándome.

Con un movimiento rápido, me solté, aprovechando que tenía más fuerza que él.

—¡¿Estás loco?! ¡No podés intentar imponerte por la fuerza! —lo reprendí, furiosa, mientras agarraba mi bolso para irme.

Entonces, lo vi derrumbarse. Casi llorando, se sentó y se tomó la cabeza.

—Tenés razón, perdón. Es que nunca voy a tener a una mujer. Mírame, soy feo, nadie me quiere —dijo, con la voz quebrada.

Sus palabras me ablandaron un poco. Me senté a su lado y traté de calmarlo.

—Mirá, no digas eso. Estuviste mal, pero tenés que ponerte en el lugar de las chicas. Si seguís siendo caballeroso, como venías siendo, y no brusco como ahora, vas a lograr mucho más —le aconsejé.

—¿En serio? Igual, me puse una vara muy alta con vos. Una mujer como vos, con un novio perfecto, nunca me daría una chance —dijo, levantándose por las llaves.

Cuando mencionó “novio perfecto”, algo en mí explotó. Las voces en mi cabeza se debatían: unas me instaban a contarle que mi novio no era perfecto, que probablemente estaba con otra en ese mismo momento; otras me tentaban a dejarme llevar.

—Mirá, pensé que por los favores que te hice quizás tenía una chance, jaja. Igual, mil disculpas, no quiero que pienses que soy un acosador —dijo, abriendo la puerta.

En un impulso que no logro explicar, respondí:

—Sabés qué, acepto que me des un beso y que me acaricies, pero hasta ahí, ¿okey?

—SI SI lo que quieras —Dijo cerrando la puerta

No sé qué pasó por mi cabeza en ese momento. Quizás fue el deseo de soltarme, de tomar el control. Dejé mi bolso en el sofá y me acerqué a él.

Se acercó a mí y me llenó de besos de golpe, al principio era medio brusco pero poco a poco empezó a hacerlo demasiado bien…

Lisandro me envolvió en un torbellino de placer inesperado. Sus caricias, cada vez más audaces, encendían mi piel.

—Tu cuerpo es perfecto —susurró mientras sus manos recorrían mi trasero con devoción.

Por dentro, no podía creer lo bien que lo hacía, considerando su inexperiencia. Cuando deslizó mi vestido por completo, supe que la situación se estaba saliendo de control, pero la excitación me dominaba. Él corrió mi tanga a un lado y hundió su rostro entre mis muslos. Su lengua, traviesa y precisa, comenzó a explorar mi intimidad, llevándome a un éxtasis que no esperaba.

—Mmmh, qué rico —gemí, perdida en el placer.

Su lengua navegó con maestría, tocando cada rincón hasta alcanzar el fondo. Yo, arañando el sofá, no podía contenerme. Entonces, ocurrió algo que nunca había experimentado con mi novio: un orgasmo intenso me estremeció, liberándome en su rostro.

—Ooh, mmmh, perdón —dije entre risas, sorprendida por lo que acababa de pasar.

—No importa, nena, eres increíble —respondió él, secándose con una toalla que tenía cerca, con una sonrisa satisfecha.

La lujuria me consumía, y no quería que el momento terminara.

—Vení, te tengo que enseñar más —le dije, tomándolo de la mano y llevándolo a su cuarto. Sin decir una palabra más, lo desnudé. Para mi sorpresa, su “herramienta” no era como la imaginé: era grande, imponente.

—No dejás de sorprenderme —murmuré mientras, arrodillada, comenzaba a masturbarlo y a besar su miembro con deseo, desde la base hasta la punta. Luego, coloqué su pene entre mis pechos, moviéndolos lentamente para darle placer.

—Ohh, sí, eres increíble —jadeó él, claramente abrumado.

Tras un rato, pasamos a la acción. Me puse en cuatro, y él comenzó a penetrarme con una intensidad que me arrancó gemidos.

—Ooh, sí, nene, ¡sos increíble! —exclamé, perdida en el placer.

—Vos también, nena —respondió, mientras sus manos no dejaban de acariciar mi trasero.

Sus movimientos eran buenos, pero los míos lo superaban. Probamos varias posiciones, cada una más intensa que la anterior, hasta que él no pudo más.

—Ya estoy por correrme, nena —dijo, con la voz entrecortada.

—Dámelo todo entre las tetas, corazón —le susurré, con un tono cargado de erotismo.

Su clímax fue explosivo, una liberación que me sorprendió por su intensidad. Fue, sin duda, una de las mejores experiencias sexuales de mi vida. Sin embargo, dejé claro que lo que pasó quedaba ahí, que no podía repetirse. Estaba a mano con mi pareja, o al menos eso creía. Sé que lo que hice no estuvo bien, pero en ese momento la pasión me dominó por completo.

Lisandro y yo seguimos siendo compañeros, aunque él se cambió de universidad por el trabajo de sus padres. Nunca volvimos a cruzar esa línea, pero noté un cambio en él: estaba más seguro, más animado, incluso más atractivo.

Esta fue mi primera historia. No soy escritora, solo una mujer que, en un momento de debilidad, fue infiel. No busco justificarme ni espero que me juzguen; solo quiero compartir estas vivencias. Espero que me acompañen en los próximos relatos. ¡Hasta pronto!

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16 COMENTARIOS

  1. Excelente relato, y es verdad a veces las mujeres miran algo perfecto y no quien las trate como diosas qué son, y las dejen satisfechas hasta con palabras, me considero como el oso jjajaja

  2. Muy buen relato, acá estamos para expresar nuestras experiencias o vivencias , nadie te va a reprimir, pero te diré me encantó este relato. Espero más como este, Saludos

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