Hasta el lunes (2)

0
3147
6
T. Lectura: 5 min.

El sonido de alarma me encontró despierto. No había conseguido aparcar las sensaciones que me invadían desde el pasado viernes, la excitación, la intriga, el deseo y la sorpresa había formado una extraña bola de tensión que me había mantenido alerta. El domingo, Montse fue mi pensamiento monotemático. ¿Qué había pasado? ¿Era realmente ella la de del vídeo? ¿Qué hubiera sucedido si no la hubiese apartado esa noche?… esas y otras preguntas parecidas me rondaban, todas con un denominador común: ella.

Me dirigí al laboratorio después de mis rutinas y durante el camino me planteé mil escenarios posibles, pero conseguí sobreponerme y entrar por la puerta con cierta serenidad, aunque no hacía más que mirar hacía la puerta por si ella entraba, algo que sucedió a media mañana.

-Buenos días, ¿Cómo estás hoy? –saludo con su habitual formalidad

-Bien –respondí cortante.

-He dejado en tu mesa la versión final de la comunicación del congreso de Barcelona, cuando des el visto bueno haré el envío –continuo con su tono más profesional– luego me cuentas.

Sin más, salió por la puerta y la trabajada serenidad se esfumó con ella. ¿Qué coño se creía, que podía jugar conmigo y vacilarme? Estábamos solos, hubiera podido decir algo, explicarme lo sucedido… lo que fuera. Tras despotricar en mi fuero interno, conseguí volver a centrar mis pensamientos. Esa noche estaba enfadada y borracha, solo se dejó llevar. Si no, no hubiera buscado nada con un compañero de trabajo y más aún 14 años mayor. Pero… ¿y el sábado, como explicar ese enlace que me llevó a la cámara donde la vi cabalgando a su novio?

Decidí frenar mis pensamientos y centrarme en el trabajo. Di el visto bueno a la comunicación, se la hice llegar a través de un ayudante y seguí con el trabajo. Conseguí llegar al final del día medianamente cuerdo y cuando estaba en el ascensor pensando si ir al super o al gym, Montse entró en el habitáculo.

-¿Qué tal el día? –pregunto

-Bien, sin mucha novedad. Por cierto, ya tienes la comunicación aprobada, puedes mandarla cuando quieras –respondí

-Si, Carlos me lo dijo.

Transcurrieron unos segundos que se me hicieron eternos mientras intentaba no girarme y clavar los ojos en ella. Cuando iba a romperlo con alguna frase absurda, ella se adelantó.

-¿Cuántas veces te has masturbado pensando en mí desde el viernes? –soltó a bocajarro con voz ronca y susurrante.

-Muchas… -respondí dubitativo

-Entra está noche a las 11 en el enlace y serán más… -y sin girarse salió del ascensor, dejándome otra vez desubicado a la vez que no podía evitarme en sus caderas y recordar como hace apenas dos días mis manos las sujetaron

El breve encuentro solucionó mi dilema casero en un momento y me fui directamente a casa. En cuanto llegué encendí el portátil y me registré en la página que me había mandado para no volver a ver el mensaje “Contenido para suscriptores” en el momento más inoportuno. Volvía a estar invadido por la excitación, tuve que resistirme para no masturbarme una vez más pensando en Montse y me movía por la casa como un animal enjaulado esperando que dieran las 11. Refrescaba la página una y otra vez, pero nada cambiaba, el mismo mensaje de “Cámara desconectada” hasta que un reloj de arena comenzó a dar vueltas y en pantalla apareció el sofá de la otra noche.

Sin previo aviso unas piernas de mujer aparecieron en pantalla. Unas piernas largas, de muslos redondeados que se antojaban enormemente suaves y piel blanquecina, a las que siguió un primer plano de un culote de color negro que marcaba sus caderas. Una mano apareció deslizándose desde el vientre hacía abajo, la misma mano que ví en la videollamada del viernes, hasta que la punta de los dedos acarició un tatuaje en forma de ojo en la ingle derecha. El corazón me iba a mil por hora, era ella otra vez. Me incliné sobre el portátil intentado grabar cada segundo en mi retina.

Montse, ahora ya estaba seguro de que era ella, dio la espalda a la cámara y se dirigió al sofá. Pude apreciar su culo y sentí un picor en la yema de los dedos pensando en cómo lo agarré aquella noche. Se sentó de tal forma que el plano se cortaba a la altura de su cuello, obviamente estaba todo perfectamente estudiado. Mientras me fijé en como subía el número de espectadores, 15, 38, 45, 125… hasta casi 200. En el chat de la página comenzaron a aparecer mensajes dando las buenas noches, preguntado si hoy estaba sola, si se iba a desnudar… Muchos usaban una familiaridad que reafirmó mis sospechas de que no era la primera vez que hacía algo así.

Montse separó las piernas lentamente y acarició la cara interior de sus muslos, inclinándose hacia adelante, mostrando sus pechos contenidos en un sujetador a juego con el culote, al tiempo que levantaba la cabeza para ocultar su rostro. Sus manos recorrieron su cuerpo, hasta bajar un tirante del sujetador y, lentamente, dejar al descubierto un pezón de color levemente tostado. En ese momento hizo un gesto de despedida con la mano y apareció el maldito mensaje, pero esta vez pude continuar clicando en la zona de suscriptores. El púbico se había reducido considerablemente, apenas éramos 17 personas las que disfrutábamos de ver a esa mujer acariciando su cuerpo.

Me recree en su cuerpo. La melena negra llegaba al nacimiento de sus pechos que se mostraron cuando se terminó de desabrochar el sujetador y comenzó a masajearlos. No eran grandes, sus manos casi los ocultaban, pero se veían firme, sus pezones duros me hicieron relamerme pensando tenerlos entre mis labios y mis dientes. Dejo caer un poco de saliva y la extendió con el dedo índice haciendo que se pusieran aún más duros y grandes.

Después se puso de pie y dio la espalda a la cámara. Pensé en morder su culo en cuanto vi cómo se marcaban sus nalgas con el culote mientras se inclinaba hacia adelante y comenzaba a deslizarlo por su largas y bien torneadas piernas. Prescindiendo de toda sutilidad, las separo con sus manos y mostró su coñito. Sonrosado, de labios hinchados y perfectamente depilado, al igual que su culo, después se giró, con un gesto de estudiada coquetería ocultó su pubis con la mano y volvió a sentarse.

Los comentarios del chat eran cada vez más subidos de tono. Ella parecía ignorarlos, pero de vez en cuando negaba con la cabeza, rechazando peticiones. Separó las piernas lentamente y retiro la mano mostrando una fina línea de vello y chupándose dos dedos los llevo hasta su coñito y empezó a acariciarlo. Lo hacía lentamente, extendiendo la humedad de sus dedos que comenzaba a mezclarse con sus flujos. Se recostó sin dejar de tocarse y con la contra mano volvió a masajear su pecho, retorciendo levemente los pezones y tirando de ellos. De forma inconsciente me encontré masturbándome, con la polla durísima y jadeando sin poder apartar la vista del monitor.

No podía creer que esa mujer que se exhibía de aquella manera, sin ningún pudor, fue la misma mujer que cada día se comportaba como si fuese una desconocida, tan formal y correcta. Eyaculé casi sin darme cuenta, pero seguí moviendo mi mano mientras ella flexionaba las piernas y ponía los pies el sofá, mostrándose totalmente abierta para que todos viéramos como sus dedos entraban y salían.

De vez en cuando propinaba un pequeño azote sobre su delicioso coñito con la mano abierta y volvía a chuparse los dos, ya no para lubricarse, sino para saborear sus propios flujos. Noté como estaba a punto de correrme otra vez, pero cuando vi como llevaba un dedo hasta culito y lo acariciaba en pequeños círculos no pude evitar una nueva explosión, que salpicó incluso la mesa del escritorio.

Cerré los ojos un momento para recuperar el aliento y cuando volví a abrirlos la pantalla estaba negra con el menaje “recargué crédito”. Tarde lo menos posible en hacer una nueva transferencia, pero cuando volví a entrar apareció un desesperando “Emisión finalizada”.

Me recosté en la silla y mi mente volvió a repasar todo el día. Desde su inicial indiferencia a su comentario en el ascensor y el final del día. Sacudiendo la cabeza decidí que era mejor ir a la ducha y acostarme.

Cuando desperté, mi primer pensamiento fue para Montse y su cuerpo. Sentí como el morbo que me inundaba me estaba controlando. Desayuné, me duché y salí de casa dispuesto a enfrentarme al día y sobre todo a ella.

Al llegar a la oficina Montse ya estaba allí.

-Tenemos que hablar -dije sin más preámbulos parándome frente a su mesa.

-Tranquilo, la comunicación ya está enviada -haciendo caso omiso del tono de mi voz

-Ya sabes de lo que quiero hablar -insistí.

Ella me miró fijamente….

-Te dije que me gusta compartimentar mi vida -respondió en tono duro

-No me gusta que jueguen conmigo

Ella me miró fijamente y suspiró.

-De acuerdo, en media hora hablaremos en la sala de juntas.

-¿Por qué no ahora? -pregunté

-Esa sala tiene paredes de cristal, todo el mundo puede ver lo que sucede y no quiero que nadie piense que es algo más que una reunión de trabajo.

-De acuerdo -concedí- en sala en media hora, tienes mucho que explicarme.

Ella no respondió, simplemente me miró y asintió clavándome los ojos, durante un segundo pude atisbar ese brilló que rondaba mi mente desde hace unos días. Correspondiendo a su silencio con otro movimiento de cabeza, me di la vuelta y me alejé.

-Luego no te olvides de traer la nueva propuesta de comunicación -escuché en voz alta a mis espaldas mientras me dirigía a mi despacho para esperar esa media hora.

Loading

DEJA UN COMENTARIO

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí