Hola a todos.
Era un viernes cualquiera de diciembre y tras una larga jornada de trabajo, decidí acabar mi día en el gimnasio. Entré en el gimnasio como a eso de las 20:30, me cambié y me dispuse a entrenar. Ese día estaba bastante calmado el ambiente: no había más que un puñado de jubilados, otros tantos chavales que habían venido a entrenar en solitario y una chica que no recordaba haberla visto antes por el gimnasio. Tenía la piel color chocolate. Llevaba gafas y el pelo atado en un moño. Llevaba puesto un sujetador deportivo y unos leggings negros que remarcaban su voluptuosa figura.
Me acerqué a una máquina cercana a la que ella usaba, con la excusa de estirar un poco antes de ponerme serio. Me observó de reojo, y al ver que le devolvía la mirada con una sonrisa ligera, se la quitó de encima con un gesto tímido.
-¿Eres nueva por aquí, verdad? No te había visto antes -le dije yo armándome de valor
Se quitó un auricular y asintió.
-Sí, es mi primera semana.
Así comenzamos a hablar entre series. Se llamaba Raquel. Tenía una voz suave, diría que era dominicana por su acento. El entrenamiento se volvió casi secundario; pasamos más rato hablando que levantando pesas. Cuando ambos terminamos nuestras rutinas, coincidimos de nuevo en la zona de estiramiento.
Fue entonces cuando me dijo:
-¿Te importa si estiramos juntos? No tengo mucha idea con estos ejercicios.
La ayudé con suavidad, corrigiendo sus posturas, sintiendo el calor de su cuerpo cerca del mío. Una broma llevó a una mirada, la mirada a una pausa, y nos besamos. Unos cuantos besos cortos, sin excedernos debido al estar en público.
Dani: ¿Quieres que vayamos a terminar el entrenamiento al vestuario?
Raquel: ¿Estás loco? Nos puede pillar cualquiera que entre.
Dani: Si ya son las 9 y eres la única tía que queda, creo que vayamos a tener el vestuario femenino para nosotros solos…
Ella se quedó pensando un momento, mientras yo pasaba mi mano por sus voluptuosas piernas.
Raquel: Venga, vale. Vete a por tus cosas, yo te espero en el vestuario.
Un minuto después de que ella se marchase, yo hice lo mismo. Fui a mi vestuario, guardé todo en mi mochila, puse el “material de protección” a mano y con mi mochila al hombro, me colé en el vestuario de mujeres sin que nadie me viera. Ella estaba esperando sentada en un banco en el centro del vestuario. Se levantó del banco a medida que iba acercándome hacia ella y nos comenzamos a besar.
Ella rodeo mi cuello con sus brazos a la par que yo manoseaba su culo a través de la tela de sus leggings. Se los comencé a bajar tímidamente, cosa que ella notó y se separó de mí para bajárselos completamente y quedando en bragas. Nos reímos brevemente y fuimos dirección a la zona de las duchas, que estaba algo más apartada de la puerta. La pegué a la pared y la saqué el sujetador por encima de la cabeza, para acto seguido volverla a besar a la par que masajeaba sus pechos desnudos. Me giró ella, dejándome con la espalda contra la pared.
-No se vale, papi, tú aún no te has quitado nada -dijo ella mientras me besaba el cuello.
Me ayudó a quitarme la camiseta y comenzó a bajar por mi torso hasta que, llegando a mi entrepierna, bajó mis pantalones liberando mi miembro.
-Ummm, lo que tenías aquí escondido -dijo ella mientras masturbaba lentamente mi polla para acto seguido, metérsela en la boca.
La chupaba lentamente, sacándosela casi entera y metiéndosela casi hasta el fondo en cada pasada. Coloqué mi mano en su cabeza, acariciando su pelo y acompañando sus movimientos.
-“Que boquita de oro tienes, hija” -le dije, a lo que ella respondió con una sonrisa lasciva a la par que se sacaba de la boca mi pene y lo masturbaba.
La alcé, y la coloqué con las manos contra la pared, con la espalda algo arqueada. Me agaché y después de bajar sus bragas, comencé a introducir mi lengua en su vagina desde atrás. Ella gemía y colocó su mano derecha detrás de mi cabeza mientras me comía su coño.
Raquel: Ayyy, ya no aguanto más, quiero que me la metas ya.
Fui a buscar el preservativo que había guardado en mis pantalones, me lo puse y tiré el envoltorio al lado de nuestras ropas en el suelo de la ducha. Me acerqué a ella por detrás y mientras nos besábamos, se la introduje hasta lo más profundo de su vagina, produciendo en ella un leve y prolongado gemido. Mis caderas chocaban con sus glúteos en cada embestida produciendo un sonido que resonaba por las paredes del habitáculo. Ella gemía bajito, como intentando no hacer mucho ruido.
Raquel: Ayyy, qué rico. Y pensar que hoy estuve a punto de no venir.
Dani: Pues ahora vas a recibir tu premio a la constancia.
Raquel: Ummm, dame más fuerte, papi.
La agarré del pelo un poco como pude y comencé a aumentar el ritmo de mis embestidas.
Raquel: Ah, ah, ah, ah, dios, qué gusto, sigue por favor, que ya me voy a venir
Así seguí unos segundos más, hasta que finalmente se corrió, soltando un fuerte y prolongado gemido y empapando todas mis piernas. La dí un azote y un beso desde atrás antes de salirme. Se volteó y yo comencé a bajar por su cuerpo, pasando por su cuello, sus pechos y su abdomen, hasta llegar a su coño, el cual me estuve comiendo un rato para que mi polla descansara. Ella volvió nuevamente a poner su mano sobre mi cabeza, acariciando mi pelo mientras gemía con la boca cerrada.
-Qué bien me lo comes, pero ya quiero más de tu polla -masculló ella entre gemidos.
-Pues sírvete como quieras -le dije yo tumbándome en el suelo.
Ella se tumbó encima de mí, restregando sus pechos por todo mi torso hasta unirse conmigo en un beso. Yo a la par, desplazándola hacia abajo con mi mano izquierda en su culo y con la derecha apuntando con mi pene, la coloqué en la entrada de su vagina y acabó entrando por inercia.
Ella se alzó y con su cara hacia arriba, comenzó a botar sobre mí. Mis manos transitaban entre manosear sus grandes pechos y controlar el movimiento agarrado de sus caderas.
Dani: Dios, que bien se siente tu coñito.
Ella se volvió a tumbar encima de mí, directa a besar y morder mi cuello, y haciendo suaves movimientos de cadera. Yo no aguantaba más con la excitación, así que situé mis caderas más hacia abajo, flexioné mis rodillas y agarrándome a su culo, comencé a taladrarla. El choque de mis huevos con su culo resonaba como una fuerte palmada produciendo eco en las paredes de aquellas duchas.
Raquel: Ayy, si, si, si, si, sigue, por Dios, ¡qué gusto!
Así continuamos los dos, casi en estado de éxtasis, durante lo que serían unos 30 segundos más, cuando un sonido de algo elástico cediendo apareció: se había roto el preservativo.
Ella se lo sacó con un leve gemido y se sentó a la altura de mis caderas. Me quitó el preservativo usado y lo tiró unos metros lejos de nosotros, para segundos después, mirarme con lascivia mientras se lo volvía a meter.
Volvió a botar agresivamente sobre mis caderas mientras no paraba de gemir. Mis caderas estaban ya extremadamente encharcadas, produciendo un leve chapoteo en cada metida.
Raquel: Ayyy, ¡qué rico coger contigo sin condón!
Yo estaba en el séptimo cielo, gozando de lo apretadito que estaba su coño. Así continuamos durante unos minutos hasta que yo ya sentía que estaba a punto de correrme. La avisé para que se quitara, pero en lugar de ello ella se tumbó encima de mí como antes. Yo entendí el mensaje y comencé a taladrarla fuertemente como antes. Tras unos segundos, me vine dentro de ella, lo cual produjo un largo gemido en los dos, y continué durante un breve periodo de tiempo hasta que ella finalmente se vino.
La di un azote nada más acabar, y nos besamos pasionalmente con mi pene aún dentro de ella. Se salió de mí, dejando caer un hilo de mi esperma encima de mi pierna. Nos duchamos juntos (sin ningún incidente más), nos vestimos y nos marchamos juntos disimulando un poco.
Ya en la puerta, intercambiamos números y nos despedimos pasionalmente.
-A ver cuando repetimos el entrenamiento -dijo ella guiñándome un ojo mientras se alejaba.
![]()