La inquilina facilona (1)

1
30786
60
T. Lectura: 3 min.

Datos:

Verónica: Edad: 40 años. Estado civil: Soltera con hijos. Ocupación: Ama de casa. Aspecto físico: Cabello: Café oscuro con rizos naturales que llegan hasta los hombros. Cuerpo: Curvas pronunciadas (reloj de arena), piel morena suave. Atributos: Pechos grandes (talla copa D), trasero redondo y firme (no exagerado, pero llamativo). Vestimenta típica: Vestidos ajustados o blusas escotadas con jeans, siempre con tacones bajos por comodidad.

Paul: Edad: 24 años. Estado civil: Soltero (sin compromisos). Ocupación: Casero novato (hereda los departamentos de su abuelo). Aspecto físico: Cabello: Rapado al cero (estilo militar). Cuerpo: Alto (1.85 m), complexión musculosa (gimnasio constante). Piel: Blanca, con algunos tatuajes discretos en los brazos. Rasgo distintivo: Gafas de sol siempre puestas (incluso en interiores), le dan un aire misterioso. Vestimenta típica: Camisetas ajustadas, jeans desgastados y botas negras.

Me llamo Paul. Hace unos años estaba estudiando Administración de Empresas, pero por cuestiones económicas no pude seguir con mi carrera y tuve que mudarme con mi abuelo.

Mi abuelo llevaba tiempo siendo viudo y tenía fama de viejo verde con cualquier mujer que se le topaba. Fue dueño de unos departamentos que heredé después de que falleciera hace unos meses. Al principio creí que sería fácil ser casero y cobrar la renta, pero implica más tareas de las que pensé y algunos inquilinos han sido problemáticos.

Una tarde, mientras pasaba a cobrar el alquiler, toqué a la puerta del departamento 24.

Verónica abrió la puerta.

Paul quedó con la boca babeando cuando vio a Verónica con su body oscuro tan ajustado y sensual.

Verónica: —Hola, tú debes ser el nuevo casero —dijo, viéndolo con lujuria sin poder evitar mirarlo de pies a cabeza.

Paul: —Sí, soy yo —respondió con tono nervioso y tembloroso, pero disimuló lo mejor que pudo.

Verónica: —Déjame cambiarme, muñeco, y ahorita te pago —guiñó el ojo y cerró la puerta en su cara.

Paul: —Ok —murmuró atontado. El ruido de la puerta lo regresó a la realidad.

Paul se quedó esperando, imaginando cómo se estaría cambiando, tratando de ser un caballero y no hacerse ideas.

De repente, le llegó un recuerdo: su abuelo le había comentado que había una inquilina que nunca pagó su renta porque sus “encuentros” con ella valían más que simples billetes.

Se preocupó por no recibir el pago de Verónica, ya que el dinero lo necesitaba para reparaciones de los departamentos y otros gastos, incluyendo su subsistencia.

Verónica abrió la puerta ya cambiada, con una blusa naranja de estampado floral, luciendo incluso más sensual que con el body de antes.

Verónica: —Te seré honesta. Yo tenía un acuerdo con tu abuelo. No quiero perder el apartamento: tengo dos hijos pequeños, y mis otros dos, aunque son mayores, no ayudan y no viven cerca —lo dijo con voz sincera y preocupada.

Verónica: —Por favor… Te haré sentir bien a cambio de no pagar la renta —susurró con tono sugerente.

Paul: —Necesito el dinero. Además, no puedo aceptar ese trato —respondió nervioso, mientras se ponía rojo.

Verónica se lanzó sobre él, haciéndolo caer al suelo del pasillo, y lo besó apasionadamente, con lujuria bestial.

Paul se quedó inmóvil, sin saber cómo reaccionar, mientras seguía siendo besado. El sonido de sus labios llenaba el pasillo.

Verónica se separó del beso, dejando un hilo de saliva entre ellos.

Paul estaba absorto en el momento, observando cómo el hilo de saliva caía sobre la blusa naranja de Verónica.

Verónica, con tono caliente, murmuró: —Yo te voy a cuidar bien…

Paul se puso rojo pero no la detuvo.

Verónica desabrochó el cinturón de Paul, dejándolo en boxers, y pasó su lengua sobre la tela, humedeciéndola.

Paul emitió sonidos de placer mientras la veía continuar, sintiendo cómo su boxers se empapaba.

Verónica bajó el boxers y posó sus labios para hacerle una felación, llenando el pasillo de ruidos obscenos.

Paul empujó su cabeza para controlar el ritmo.

Verónica aumentó la velocidad sin parar, buscando darle más placer.

Mientras tanto, acariciaba sus testículos sin dejar de trabajar con la boca.

Paul soltó un gemido y se corrió en su boca.

Verónica lo tragó todo con facilidad y luego le dio un besito en su miembro.

Verónica: —Disfruta mi primer pago. Después se volverá más interesante —guiñó el ojo, se quitó el polvo imaginario de la ropa y, antes de meterse a su departamento, añadió—: Espero contar contigo para los pagos futuros de la renta.

Cerró la puerta, dejando a Paul afuera, feliz por su nueva aventura. Se vistió de nuevo y se dirigió a su apartamento.

Paul caminó hacia su apartamento con las piernas aún temblorosas, el sabor de Verónica aún fresco en sus labios. Mientras se ajustaba el cinturón, notó que había olvidado cobrarle—otra vez—, pero esa sonrisa de satisfacción en su rostro valía más que el dinero.

Al entrar a su departamento, se dejó caer en el sofá, mirando al techo. “¿En qué me he metido?”, pensó, pasándose una mano por el rostro. Su abuelo le había advertido sobre Verónica, pero nunca imaginó esto.

Continuará…

Loading

1 COMENTARIO

DEJA UN COMENTARIO

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí