La pared

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T. Lectura: 3 min.

Tus pies separados uno de otro, casi 1 metro, por fuera de tus hombros, y tus pies igualmente a otro metro aproximadamente de la pared.

Tus manos contra esta, separadas también algo más de 1/2 metros, y tu espalda…

Tú espalda arqueada, mostrándome tu precioso culo en pompa.

Sabías que me gusta y saliste a cenar sin bragas, de manera que fue subir ligeramente esa atrevida falda roja y casi me mareo del espectáculo, y es que yo ya estaba en cuclillas con mi cabeza a la altura de tu cadera.

La mueves suave y sutilmente, como si estuvieses buscando mi boca.

Mis manos agarran ambos glúteos, los separa y los vuelve a juntar, aprieta y afloja, juega con ellos, eso te encanta y hace que vayas entrando en acción.

Mi nariz se embriaga del olor a tu sexo, que ya está ligeramente húmedo, a sabiendas de lo que le espera.

Vuelvo a separar tus glúteos, haciendo que tus labios inferiores lo hagan también, mostrándome tus rosáceas carnes más íntimas brillando, y sin tocarlas aún, acerco mis labios, y soplo sutilmente, flojito, como si quisiese silbar una melodía, o susurrarte al oído.

Tú sexo lo nota, te estremeces y noto cómo se te pone la piel de gallina en las nalgas.

La atmósfera es mágica, estamos a oscuras en un callejón, pero ni notamos el frío de la noche ni los ruidos de la ciudad; solo estamos tú y yo.

Por fin la punta de mi lengua, puntiaguda y mojada, toca tu sexo.

Hasta ahora te habías aguantado, pero no puedes contener un “diosss”, si, con la “s” alargada hasta el infinito, mientras tú cabeza mira al cielo con los ojos cerrados.

Mi lengua comienza a lamer, de abajo hacia arriba, como si tú coño fuese un helado derritiéndose y no quisiese dejar que cayese ninguna gota, todo para mí, y mis manos siguen amasando tu culazo.

Cuando eso ya está completamente empapado entre tus fluidos y mi saliva, pongo la lengua puntiaguda e intento follarte con ella.

No entra mucho, pero tú lo notas. Te encanta y por eso arqueas más la espalda, apretando tu culo contra mi cara y notando mi nariz donde la espalda pierde su nombre.

Has separado aún más tus piernas, para abrirme la puerta de tu secreto. Ahora, con los labios bien separados, mi lengua encuentra fácilmente tu clítoris, abultado, sabroso…

Mi lengua puntiaguda hace círculos alrededor, y luego succiono, y repetido la operación según oigo tus gemidos.

Te empiezan a temblar las piernas, así que paro un momento, a pesar de que tú querías más.

Vuelvo a lamer de abajo a arriba, y ahora mi lengua sube hasta tu ano. Empiezo a notar mi barbilla empapada de tus fluidos.

Tú excitación sigue aumentando, lo noto y eso me pone y mucho.

Mi erección empieza a molestarme debajo del pantalón, y cuando de vez en cuando metes tú cabeza entre tus brazos y miras abajo, lo ves.

Quieres más, me pides más, así que suelto un glúteo, humedezco mi dedo índice con saliva, y empiezo a explorar tu vagina, mientras mi lengua sigue jugando.

Mi índice entra y sale ya fácilmente, así que humedezco el medio y ahora son 2 dedos los que te están follando.

Los junto y los aprieto contra la pared exterior de tu vagina, buscando el punto G, mientras la palma choca contra tu clítoris y mi lengua empieza a lamer tu ano.

“Si si si” sale de tus labios, y a mí me suena a órdenes.

Sumamos un dedo más, el anular, y tú coño empieza a gotear. Saco los dedos y me los chupo; tú sexo y un Tequila “Don Julio 70” son los elixires de la vida para mí.

Con ese acto dejo que recuperes un poco la respiración, y que mi lengua y dedos descansen un poco, para el sprint final.

Ahora notas en tus manos la pared helada, pero un calor inexplicable en tu entrepierna; el contraste te vuelve loca.

Por tu espalda bajan gotitas de sudor y estas abierta a todo con tal de llegar al éxtasis.

Entonces vuelvo a introducir el medio y el anular en tu vagina, y esta vez el índice, despacito, en tu culo.

Ya no hay vuelta atrás y me pides claramente “fóllame así”.

Me marcas el ritmo con tus “si si si”, tus jadeos y movimientos de cadera.

Intento lamer lo que puedo entre tanto dedo entrando y saliendo, y los movimientos de tu cuerpo.

Es como estar viendo fuegos artificiales y esperar la traca final, con la boca abierta y los ojos como platos ante el espectáculo explosivo y el ruido.

Noto tus espasmos, tiemblas, gritas, te arqueas aún más desafiando las leyes de la gravedad y abres tus piernas todo lo que puedes ante la llegada del ansiado orgasmo.

Te corres, chorreas, mi carita estaba ahí al lado y tengo que cerrar los ojos, ya no es solo la barbilla lo que tengo empapado.

El pecho y hasta mis piernas, tu squirt ha sido épico.

“Cabrón, mira la que me has liado” aciertas a decir cuando recuperas el habla.

Nuestras cabezas empiezan a aterrizar en el planeta tierra otra vez y miramos a nuestro alrededor para cerciorarnos que ese momento ha sido solo nuestro, aunque poco importa ya.

Aún notas gotas bajando por tus piernas mientras corremos hacia el coche en busca de clínex con los que intentar secar algo.

Ya sentada en el asiento, yo conduzco aún embriagado en tu olor a sexo y fluidos, y a tu mente vuelve el recuerdo de la pared helada, y tu entrepierna, en llamas.

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2 COMENTARIOS

    • Se trata de eso que llamamos “un pim pam”. Cuando hay complicidad todo es posible. Gracias por tu comentario

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