Los cuernos duelen más ¿al salir o al crecer? (2)

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T. Lectura: 7 min.

Narración de David.

Esa tarde, luego de la reunión para ajustar detalles con el empresario, y su prolongación de tareas en el estudio, la vi llegar con gesto de cansancio.

-“Hoy te veo casi agotada, espero que el esfuerzo valga la pena”.

-“Sí mi amor, con toda suerte falta poco para terminar esta etapa, cuando haya un nuevo encargo graduaremos mejor los plazos a la luz de la experiencia adquirida”.

Añoranzas de Marcia.

Lógicamente, con el cargo de conciencia a cuestas, y sin conocimiento de David, reanudé la ingestión de anticonceptivos

A comienzos de la semana siguiente lo llame a Jeremías para avisarle que la prueba estaba lista, lo que hacía innecesaria otra reunión de coordinación, así que convinimos reunirnos el viernes en la sala del estudio y ahí ver el resultado.

El día previsto nos juntamos los cinco en la agencia, yo con la consabida vestimenta de pantalón y blusa, recibiendo la felicitación de Paula por haber tenido la fuerza de regresar a una senda más segura; qué distinto pensaría de saber que, en la reunión anterior, había gozado como puta a pesar de haberme salvado de una cogida monumental.

Expuesto el trabajo, se propusieron ínfimas modificaciones y fue aprobado; quedando satisfecho el cliente se comprometió a transferir la semana siguiente el importe convenido, cosa que produjo honda satisfacción en las cuatro. Paula fue la que recordó nuestro próximo programa.

-“Chicas, esta noche en La Cabaña comida, bebida y después tragos en otro lado”.

Ahí intervino el varón.

-“No me digan que están abandonando a los maridos”.

-“Nada de eso, ellos ya deben estar por partir hacia una excusión de pesca”.

-“¿Y traen algo?”

-“Sí, traen y, después de limpiar cada ejemplar, acondicionan porciones para frizar y luego consumir en otro momento, pero las anécdotas son más sobre lo que comieron y bebieron que sobre las piezas cobradas”.

-“¿No será que se van de farra con variada compañía?”

-“No creo, la nariz llora ante el hedor a suciedad y sudor acumulados, y encima el olor del alcohol transpirado es asqueroso”.

En un momento mis socias fueron a sus despachos para tomar sus cosas y retirarse, Jeremías hizo lo mismo, pero retrasándose para decirme.

-“Cuando ellas se vayan yo regreso, esperame”.

Un minuto debe haber pasado desde que la última dijo hasta que sonó el portero eléctrico, al ver en la pantalla la cara de mi amante abrí, caminando rápidamente a su encuentro. A mitad de la sala de espera lo abracé, poniéndome en puntas de pies para llegar a su boca, haciéndole saber así la calentura que me consumía.

Satisfecha del mutuo deleite de labios y lengua, me arrodillé para desprenderle el pantalón, sacar su miembro y llevármelo a la boca.

-“Por favor, dejá que me siente, no voy poder expulsar toda la leche que vengo acumulando si debo estar pendiente de no perder el equilibrio, además, cuando tenga buena dureza te la pienso meter hasta las bolas”.

-“No, eso va llevar más tiempo y no puedo demorarme mucho, quiero despedirlo a David”

-“Mucha despedida, pero los cuernos que le ponés son enormes y frecuentes; ¿realmente lo querés?”.

-“Por supuesto que lo amo, esto que me lleva a portarme como una puta con vos ni yo lo entiendo; la excitación que me corre por dentro cuando estoy cerca tuyo o cuando se aproxima la hora de verte es algo enfermizo, que solo se puede sentir, no entender, y al no poder sobreponerme a esa tendencia malsana me siento una basura; no soy feliz a tu lado después de calmar la arrechera, y mucho menos junto a mi marido”.

-“Bueno, ya hemos hablado demasiado, chupá fuerte putita”.

Y atrajo mi cabeza atragantándome con el miembro; por supuesto que lo empujé para poder respirar y esa reacción natural le causó gracia porque con una sonrisa en la cara largó.

-“Parece que el cornudo no te hizo practicar lo suficiente para ser una buena mamadora”.

-“Ya te dije que evites nombrar a mi marido, no lo voy a decir nuevamente”.

-“De acuerdo mamita, pero sácame la leche que no doy más, así tesoro, así, ahí va al fondo de tu boca”.

Esa noche, un poco antes de las diez, hora de la reserva, ya estábamos las cuatro instaladas listas para pedir; habíamos quedado en usar taxi para ir pues, si bien no éramos bebedoras, queríamos tener la tranquilidad de poder tomar algo sin pensar en ulteriores consecuencias; íbamos terminando el postre cuando escuchamos una voz conocida.

-“Hola bellas damas, qué gusto encontrarlas”.

Era Jeremías con dos amigos a quienes presentó como Aníbal y Ramón, ambos con cargos gerenciales en una de las empresas y mostrando buena pinta; nos contó que habían comido en un restaurant cercano y, al salir rumbo a una discoteca, el cartel de La Cabaña, le recordó las palabras de Paula diciendo que aquí tendríamos cena de celebración, por lo cual se le ocurrió entrar a ver si estábamos para sumarse al festejo invitándonos a tomar algo en otro lado

Ahí Beatriz nos consultó con la mirada y, al no ver oposición, aceptó pero haciéndole saber que no éramos afectas a fiestas extensas y pidiéndole compartir los gastos ya que bastante había pagado nuestro trabajo; por supuesto quien invitaba dijo que el tiempo lo manejáramos nosotras y sugirió un cambio que tenía varias ventajas, cero costo, bebidas de buena calidad sin límite, música a elección, sin horario de finalización y, en caso de necesidad, lugar cómodo para descansar, y ese lugar era su casa de fin de semana a unos quince minutos de auto.

Como ellos habían salido en dos coches hicimos el trayecto en esos vehículos, yo agradeciendo que mi amante disimulara, haciéndome viajar con el amigo.

Al entrar encontramos lujo sin ostentación, buen gusto en la sobriedad, cómoda amplitud de todas las dependencias y eso produce un deslumbramiento potenciado por no ser esperado. El paseo por los seis dormitorios y sus respectivos baños, todo listo para usar era una invitación tremendamente atrayente.

Se ve que tenía personal permanente en la casa porque estaba todo iluminado, ventilado, con hornillos de aceite esencial soltando un suave aroma riquísimo y música ambiental apropiada. Un conjunto minuciosamente preparado para asombrar por su magnificencia. Cuando nos sentamos ya con las bebidas servidas, el dueño de casa se ubicó a mi lado preguntándome.

-“¿Estás cómoda?”

Aprovechando que mis amigas estaban en la barra mirando el surtido de botellas, mis primeras palabras fueron en voz baja.

-“Estoy cómoda, y mejor me voy a sentir si me prometés ser cuidadoso de manera que nadie piense mal; la decoración me parece hermosa y en justo equilibrio, como para que cada cosa sea bien disfrutada sin la intromisión de algo cercano”.

Y él me contestó en dos volúmenes distintos.

-“No tengas miedo, voy a ser precavido; respecto de eso te voy a hacer una confesión, ese cuadro que está detrás nuestro vale un platal a pesar de ser un adefesio. Lo compré como inversión para venderlo dentro de un tiempo con importante ganancia. Dicen que para apreciarlo debidamente hay que estar a dos metros, justo la distancia del espaldar del sillón, vení nos ubiquemos en el lugar apropiado”.

Al girar la cabeza para mirarlo, su cara delataba que me iba a poner de espaldas a los otros para otra cosa, no con el fin de observar el cuadro.

-“Por favor, no cometás alguna locura”.

-“Querer hacerte gozar como una burra no es una locura, es un deseo natural teniendo al lado una hembra con la almeja babeando flujo de calentura”.

-“No me digás eso cualquiera que te escuchara pensaría que soy una perversa degenerada”.

-“A eso vas en camino putita, ahora desprendé tu pantalón, bajá el cierre y abrí las piernas. Mi sugerencia es que te agarres fuerte del respaldo para no caer al piso luego de la acabada que vas a pegar”.

-“Todos se van a dar cuenta”.

-“Lo que te debe importar son tus socias, y ellas no lo saben con certeza, pero lo suponen. Hoy vas a seguir siendo la misma puta que ellas creen que sos; por lo pronto agarrá fuerte la pija que vas a recibir en breve, para eso la saqué”.

El muy porquería tenía razón, si había algo que abundaba entre mis muslos era ese líquido espeso que largamos a granel cuando andamos buscando verga, y sus dedos, hábiles navegantes, se movían a lo largo de la hendidura, descapuchaban el botón del placer para moverse sobre él subiendo y bajando, pasando luego al ingreso vaginal, recorriendo circularmente sus bordes, amagando entrar, pero dejándome con las ganas, y así llegué al punto de no retorno.

En ese momento, donde lo fisiológico se transforma en el único protagonista, anulando casi al completo intelecto y voluntad, mandé a la mierda mi recato, mi honorabilidad y mi condición de casada; con ambas manos tomé la muñeca de Jeremías y, encorvándome hacia adelante, forcé la entrada de dos dedos, que mantuve firmes mientras mi pelvis iba hacia adelante profundizando la penetración.

Cuando volví a la conciencia, rogué que nadie hubiera dirigido la mirada hacia nosotros unos segundos antes, pues estarían percibiendo mi espalda encorvada, la cabeza gacha con los brazos hacia adelante y en plenas convulsiones orgásmicas. Algo compuestos y adecentados mi macho giró la cabeza indicándole a uno de los hombres lo que debía hacer, ante lo que el receptor invitó a las tres damas a ver el espectáculo observable desde la terraza, saliendo los cinco. Ahí aprovechó Jeremías para tomarme de la mano.

-“Vení, vamos a prepararnos unos tragos al bar”.

Y me llevó haciendo que pasara detrás de la barra, al sentir que me tomaba de la cintura para apoyarme el bulto de su entrepierna en medio de las nalgas, me di cuenta que en realidad la elección del lugar no era para mezclar bebidas sino para tenerme a cubierto de miradas que pudieran generarme algún escrúpulo y oponer alguna resistencia.

Me dejé hacer mansamente porque, además de la común excitación que me producía su cercanía, tenía empapada la biquini por las caricias recibidas mientras simulábamos mirar ese cuadro de porquería; y así mientras las tres mujeres con los dos hombres iban a la terraza a disfrutar de la magnífica vista, teniéndolo a mis espaldas, pasó las manos hacia adelante para desabrochar el pantalón y bajarlo a medio muslo con la prenda interior, luego me ayudó a sentarme en uno de los bancos altos pero dejando las nalgas afuera y reclinándome hacia adelante sobre la superficie del mostrador; todo fue tan rápido que, en un abrir y cerrar de ojos, me había metido toda su pija de un solo golpe llegando hasta el fondo.

-“Por Dios, puede venir alguien”.

-“No va a suceder, mis amigos tienen a tus socias bien entretenidas, y si alguna muestra una pequeña grieta le van a hacer lo que yo estoy haciendo con vos”.

El vaivén era de retirada suave y entrada brusca, como si quisiera traspasarme; mis gemidos contrastaban con sus palabras.

-“Así te quería tener reputa, te hiciste desear como si fueras una adolescente virgen, ahora vas a tener mi leche bien adentro”.

Estaba concentrada en el placer de sentirme horadada cuando sentí frío en el ano, y luego algo ingresando y moviéndose circularmente, dándome certeza sobre lo que se avecinaba, me iba a encular, y me enculó más rápido de lo que me decía mi cabeza; un poco de dolor acompañó el ingreso, pero con toda suerte fue nada más que por forzar el ensanche de las paredes, el lubricante que había sentido frío surtió efecto, pues no hubo desgarro.

Con el acostumbramiento apareció el gozo, y así, pecho sobre la barra, ojos cerrados y gimiendo quedamente por miedo a que me escucharan, empecé a sentir los cabeceos y latidos del pene largando semen.

-“Aguantá un poquito más para que yo también pueda acabar”.

-“No hay cuidado cerdita mía, te vas a correr mejor que una burra arrecha”.

En eso sentí que su verga salía para, un momento después, entrar con nuevos bríos aumentando la frecuencia del metisaca; al sentir que del otro lado del mostrador me tomaban las manos y unos labios cubrían los míos me asusté, pero al abrir los ojos me di con la cara del que, hace instantes, me taladraba desde atrás.

-“Aprovechá yegua que hay más de una manguera para vos deseado llenarte la concha”.

Mi duda inicial se disipó de golpe, los tres hombres tenían perfectamente planeado lo que pensaban hacer, al punto que pocos minutos después apareció Aníbal haciendo que Ramón aumentara el movimiento, en seguida se tensara y me clavara fuertemente dando comienzo a la eyaculación. Al largar la última escupida quedó quieto unos instantes y luego cedió el lugar al recién llegado.

Debo reconocer que el nuevo candidato a cogerme fue diferente a los otros, con suavidad, diría que tiernamente me sentó de frente a él acariciándome la cara.

-“Marcia, sos una hermosa mujer, me encantaría poder intimar con vos, pero no de esta manera algo brutal, valiéndome de tu indefensión”.

-“Gracias Aníbal, estos dos me usaron como si fuera una muñeca inflable, preocupados solo de su placer, ¿me harías gozar?”

-“Nada me gustaría más en este momento”.

Y ahí percibí la segunda diferencia, lo que tenía entre las piernas era un chorizo gordísimo, que entró con paciencia expandiendo los músculos vaginales, provocándome un placer inmenso y el orgasmo de ambos fue casi simultáneo; nos recompusimos y regresamos con el resto, donde inventé la excusa de haber ido al baño. Ya reunida con los otros tomé conciencia de que, una corrida tan intensa y prolongada como la reciente, solo era comparable con aquellas de los primeros tiempos junto a David, lo cual hizo que mi conciencia nuevamente me recriminara.

El resto de la velada fue muy agradable, amena conversación, ambiente cómodo, música, bebidas y aromas exquisitos, hicieron que el tiempo pasara volando; la invitación de Jeremías para quedarnos hasta mañana la declinamos amablemente y, para evitar una segura caída en las garras de los tres, me quedé a dormir en la casa de Beatriz. En realidad, la invitación fue para darme su parecer.

-“Amiga, no te recrimino, no te critico y no pretendo explicaciones, simplemente creo que estás cuesta abajo y que, por alguna razón que te supera, no estás pudiendo frenar. Ojalá esté equivocada, hasta mañana, que descanses”.

No le pude contestar y al desvestirme encontré en el bolsillo un papelito de Aníbal diciendo; el buen recuerdo que tenía de él me hizo acceder a su pedido a pesar de la hora y, al escuchar el tercer timbrazo, corté. Fin de las añoranzas.

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4 COMENTARIOS

    • Gracias Néstor por leer y comentar, me alegro que haya sido de tu gusto, en unos días subiré el último de la serie. Va mi cordial saludo.

    • Gracias Sebastián por leer y comentar, si todo anda según lo previsto, en unos días envío el 3ro y último de esta serie. Va mi cordial saludo.

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