Narración de David.
Primera reunión después de la pesca; promediaba la sobremesa cuando una voz femenina se hizo escuchar; los cuernos duelen más ¿cuándo salen o cuando crecen? Esa fue la pregunta que una de las mujeres lanzó al ruedo para, según ella, amenizar la velada. Eduardo, esposo de Lorena, fue el primero en intervenir.
-“Antes que nada deberíamos establecer qué es lo determinante para que haya cornada”.
Lucio, esposo de Paula, aportó su parecer
-“Entiendo que una cornada se produce cuando es conscientemente buscada, el resto me parecen debilidades, accidentes, o indefensión transitoria”.
Ahí intervino Raúl, esposo de Beatriz.
-“Mejor escuchemos a David, que seguro sabe y siente mejor que nosotros”.
Imposible pensar mal del que había hablado, pues era un tipo incapaz de ofender gratuitamente; seguramente esa frase, mal sonante, había sido largada con total inocencia, pero la reacción de su mujer me dio que pensar, ya que empezó a palidecer, lo miró a su esposo lanzando llamas, como recriminando su dicho y luego bajo la cabeza; mi mujer también se puso pálida atragantándose con lo que estaba comiendo. Raúl compungido retomó la palabra.
-“Hermano, por favor, con esta frase de mierda quise decir que vos, como profesional, más capaz y estudioso que nosotros, estás mejor capacitado para opinar, perdoname la burrada”.
-“Raúl, querido amigo, que vos hables con mala intención es algo tan raro como un aimara de dos metros de alto, setenta centímetros entre hombros, ojos celestes, rubio y blanco como la leche; despreocupate, sé que quisiste decir”.
-“Gracias hermano, cuando me di cuenta de lo que había largado se me estrujó el corazón pensando que te había ofendido”.
-“Nada que perdonar y voy a contestar según yo entiendo la cosa. Si fuera una cuestión biológica debieran doler solo al salir, como los dientes, pero no lo es. Sin embargo, siendo un pesar emocional, que depende del conocimiento, siguen doliendo más al salir”.
-“Mas explicación, por favor”.
-“Para el engañado, conocer la traición siempre es el primer momento, aunque en realidad lo vengan engañando desde tiempo inmemorial. El dolor empieza en el instante que conoce la infidelidad y estimo que después no es más intenso sino más profundo, echa raíces, se transforma en encono”.
-“Y qué hacer en ese caso”.
Mi respuesta llevaba la intención de detener la traición, y dar una oportunidad para volver atrás.
-“Vengarse, causando un dolor intenso o con liso y llano exterminio”.
-“Me parece un castigo desproporcionado”.
-“Puede ser, dependiendo de cuánto daño haya provocado la infidelidad. Hay personas que aman tanto que no conciben la vida sin la persona amada, y a veces llegan al suicidio. Haciendo un balance simple, es preferible que muera un culpable y no un inocente. Más aun, hay algunos que no llegan a la decisión traumática del suicidio, sino que su tristeza deviene en profunda depresión que les baja las defensas orgánicas, y así, cualquier bicho piojoso, que en condiciones normales de salud se cura con seis pastillas, entra al cuerpo y se lo lleva a la tumba””
Terminado mi intento de explicación hice el esfuerzo de evadirme de las voces para concentrar mi atención en las mujeres, en particular Beatriz y mi esposa. Ambas se dieron cuenta de que las observaba atentamente y reaccionaron, aunque de distinta manera; la esposa de Raúl, si bien había recuperado el color, miraba para otro lado cuando mi vista iba hacia ella, pero la visión lateral me indicaba que cuando giraba para enfocarla a Marcia ella estaba pendiente de mí. En tanto mi mujer con la cabeza baja no podía controlar el temblor de las manos, por más que las juntara.
La conclusión, triste y dolorosa, era que ya los tenía, incipientes o robustos, con puntas filosas o no, pero visibles, por lo menos para tres, los dos interesados y Beatriz. Esta situación que trituraba mi existencia no iba a terminar con mi vida, el odio que despertaba lo transformaría en el combustible apropiado para moverme y arreglar cuentas. Y eso requería por lo menos dos acciones, prestar suma atención a la conducta general de Marcia, sus gestos, sus palabras, su cuerpo, sus llamadas, todo; y por otro lado tratar de vigilar los lugares por donde ella se movía cuando no estaba conmigo.
Respecto de la casa no era problema, pues cuando ella estuviera en el estudio haría instalar cámaras en varios ambientes; respecto de su despacho se me ocurrió pedirle usar la fotocopiadora de alta definición en colores, que ellas tienen, para imprimir una estadística que quería presentar y, para ello, emplear la mañana del sábado cuando la agencia no trabajaba; para no despertar sospechas futuras le diría que pensaba usar su máquina llevando un pen-drive, y me evitaba tener que conectar la mía a la impresora.
Primero contraté y ejecuté la instalación en casa, dejando para un poco más adelante, la misma tarea en su lugar de trabajo. Ahora tenía que darle tiempo libre, sea para que se arrepintiera modificando su conducta, sea para afirmar mi convicción de que no había vuelta atrás; y para eso inventé un corto paseo de pesca con amigos del hospital, saliendo el viernes a la tarde para regresar el domingo a media mañana; el aviso de esa escapada se lo di el miércoles, dándole un lapso suficiente para pensar qué hacer.
Tristeza y reincidencia de Marcia.
Un error que cometí fue no comentarle a David la salida de copas a la casa de Sotelo y que se enterara por comentario de mis compañeras; si bien era posible un olvido, eso alimentó recelos en mi esposo y en mis socias; evidentemente la omisión había nacido en mi mala conciencia porque, en sí misma, esa actividad nada raro podía significar.
El jueves, desde el estudio empleando el teléfono que solo uso para el trabajo, hablé con Jeremías diciéndole que al día siguiente por la noche estaría sola pues mi esposo salía en excusión de pesca alrededor de las siete de la tarde, su contestación fue:
En un principio me preocupó recibirlo en casa, pues imperceptiblemente podría quedar alguna señal de su presencia, pero me hice el firme propósito de no permitir que durmiera aquí y el sábado limpiar bien.
El viernes lo despedí a mi marido y me aseguré de tener hielo y un espumante en el freezer, hasta la noche se enfriaría lo suficiente; cuando a los pocos minutos sonó el timbre me pregunté quién podría ser y, al abrir, darme con la sorpresa de tener en frente a Jeremías y Ramón portando una botella de buen whiski; en lugar del común saludo de beso en la mejilla entraron cerrando la puerta tomándome como si fuera el queso del emparedado, el patrón por delante y el empleado por detrás, sentía dos pares de labios, uno en la boca y otro en el cuello bajo la nuca, dos pares de manos, uno en las nalgas y otro en las tetas, dos miembros duros, uno empujando mi sexo y el otro alojado entre las nalgas forzadamente separadas. A mi espalda sonó la voz.
-“Casi dos semanas esperando este momento mamita”.
El tenor del saludo era consecuencia de lo sucedido durante la reunión de matrimonios en que Beatriz y yo habíamos acusado el impacto de la conversación, y eso originó una cierta sospecha en mi marido. La culpa y un poco de temor me habían llevado a evitar un nuevo encuentro con cualquiera, pero ahora la añoranza y el deseo causaron mi claudicación.
Estaba en medio del ataque en dos frentes cuando, así apretada, me llevaron hasta el sofá; Ramón se sentó quedando yo en sus faldas y sacándome el vestido, el otro se encargó de dejarme sin biquini; evidentemente mi atacante trasero había sacado su miembro mientras estábamos parados, porque ahora, sentada en sus faldas dándole la espalda, sentía un cilindro de carne rondando mi entrepierna y no era Jeremías, totalmente dedicado a aplicarme crema en el culito, por lo cual supe lo que se avecinaba.
La confirmación se produjo segundos después, mirando desnudarse al que había lubricado sentí el ingreso de una pija y la distención del esfínter; cerré los ojos concentrándome en la sensación de la empalada cuando, en la vagina, entró la otra; seguro que para ellos era costumbre porque el que me enculaba dijo.
-“¿Alternados o simultáneos?”
-“Primero alternados”.
El significado de esas palabras algo enigmáticas, se me hizo entendible cuando una voz dirigía el movimiento haciendo que el ingreso de uno supusiera la salida del otro; pero la sensación de plenitud maravillosa la tuve cuando cambiaron a , donde ambos entraban juntos y, al unísono, salían. Cuando estos perversos complotados me echaron semen por los dos lados me había corrido ya dos veces, y eso porque mientras me taladraban uno retorcía mis tetas y el otro atormentaba mi clítoris.
El insistente pedido de siguiéramos la farra en el dormitorio matrimonial, usando la cama que ocupábamos David y yo, no lo acepté y tampoco que se quedaran a dormir; creo no exagerar si digo que esa noche terminaron secos los dos.
El sábado a media mañana me llamó Aníbal.
-“Hola Marcia, espero no interrumpir alguna reunión”.
-“Seguro que no, porque estoy sola”.
-“Entonces la reunión de ayer, a la que me habían invitado, no fue para todo el fin de semana”.
-“Eso pretendían, pero no era conveniente, David regresa mañana antes del mediodía y debo repasar bien todo, no sea que algo se me escape en la limpieza”.
-“¿Podré ir a verte?”
-“Te espero”.
Media hora después lo tenía ante mi puerta, con la mirada de quien se alegra de verte. Su saludo fue expresivamente afectuoso y recién después de tener a sus espaldas la puerta cerrada dio cauce a la pasión; sus besos y caricias en nada se asemejaban al proceder de sus compañeros, mostraba deseo de posesión no solo carnal sino de la persona toda, completa, sin dejar nada afuera, y eso me trastornó; tomándolo de la mano lo arrastré al sillón, le bajé el pantalón descubriendo el enorme miembro rígido y, a caballo de sus muslos, hice a un costado mi biquini para ensartarme totalmente.
Después de gozar varias veces como una yegua tomé conciencia de mi situación y, despidiéndolo, me dediqué a ordenar la casa. Fin de tristeza y reincidencia.
Narración de David.
Acerca de quién podía ser el macho que se sacaba las ganas con mi mujer, hice un ejercicio muy común para acercarme a su identidad, y el procedimiento era contestar una sencilla pregunta ¿qué sucede ahora que tres meses atrás no sucedía? La tarea, anotando las diferencias que surgían de la evocación, me llevaron en veinte minutos a la aparición de Jeremías Sotelo como cliente; a ese personaje prestaría especial atención.
Algo llamativo era que, a pesar de haber redoblado la atención sobre cualquier aspecto que diera pie para pensar en una relación paralela, ella no recibiera llamadas telefónicas sospechosas, o consultara su celular atenta a mensajes en frecuencia desusada, pero podía ser que ambos fueran muy precavidos.
El día viernes inicié mi supuesta salida de pesca cuando en verdad fui a un hotel cercano, donde ya había probado la conexión de mi portátil a las cámaras instaladas en casa; habiendo partido a las siete, veinte minutos después estaba ubicado y controlando mi hogar mediante el ordenador; mi suposición era que la acción se iniciaría después de cena, pero se ve que el grado de calentura de los involucrados era tal alto que mi apreciación fue errada, pues siete y media ya entraban a casa, no uno sino, dos varones.
A pesar de sentir como si un hierro al rojo entrara en mi estómago tuve que reconocer que esos tipos le habían dado una cogida monumental a mi esposa a solo veinte minutos de haberme alejado del hogar. La presencia del cuarto actor, el día siguiente, solo corroboró que esta situación no tenía retorno.
La firme decisión de Marcia, oponiéndose al uso del dormitorio y cama matrimonial, me hizo cambiar un aspecto importante de la venganza; en lugar de provocarle un daño permanente, le iba a causar un problema transitorio, y en esa modificación también influyó el reflexionar sobre mi pasado, cuando después de cometer un error de cierta importancia, del cual estaba arrepentido, rogaba por una nueva oportunidad; si así somos los humanos es porque una deuda debe poder pagarse, y una vez pagada tiene que haber alguna posibilidad de reconstruirse, aunque queden secuelas de lo vivido.
Después de constatar fehacientemente la existencia de mis poderosos cuernos y además lo irreversible de esa triste situación me quedaba una pequeña, y en cierto modo intrascendente, incógnita ¿cuánto tiempo llevé, sin saberlo, adornos en la cabeza?
Esa interrogación fue lo que me llevó a continuar con la pantomima de usar la fotocopiadora en el despacho de Marcia, quizá allí estuviera la respuesta que buscaba. Así que el sábado fui solo, la instalación prevista ahora era superflua; instalado en su escritorio busqué tranquilo en su ordenador, recordando sus palabras de no usar clave alguna; encontrados algunos emails entre ambos, lo único fuera de lo común eran expresiones deseando volver a verse, en las que él recordaba su pedido de no usar pantalones. Esos intercambios databan de unos dos meses y medio atrás.
Continuando la pesquisa llegué a una carpeta identificada como Jer, allí había nada más que tres archivos.
El primero muestra a mi mujer sentada en un sillón individual con la blusa abierta, el sostén corrido, una teta al aire, la otra siendo estrujada por una mano que deja aparecer el pezón entre los dedos, que más parecen garras; por si la imagen fuera poco sugerente, se ven dos caras de perfil, unidas por los labios, que corresponden a Marcia y su cliente-macho; pero hay más, pues la posición de ella responde a quien se encuentra frente al ginecólogo, ya que las corvas de las rodillas están sobre los apoyabrazos mientras sus manos separan los labios vulvares totalmente a la vista con la biquini corrida a un costado. Si alguien quisiera saber dónde ocurre eso solo tendría que averiguar cuál es la dependencia que tiene el hermoso cuadro que se divisa sobre la cabeza del hombre que, inclinado, besa a la hembra.
El segundo es un corto video que data de unos minutos después de la foto anterior. Ella está despatarrada en un sillón grande, los ojos cerrados, la cabeza ladeada hacia un costado, con un líquido blancuzco que le sale de la comisura ubicada más abajo; su única vestimenta es la falda arrollada en la cintura, las nalgas en el borde del asiento y las piernas abiertas mostrando el brillo del flujo que empapaba el vello pubiano. Por supuesto yo hervía por dentro al ver que la misma boca, que me transmitía amor y pasión al besarme, ahora chorreaba semen ajeno en postura de abandono.
El tercero, también un video de corta duración, sin duda estaba tomado en el estudio, pues el enfoque desde arriba muestra un primer plano de la cara de Marcia mamando el miembro que agarraba como si fuera de su propiedad, también mostraba que ella se encontraba de rodillas sobre los cerámicos grises y rugosos del piso conocido por mí.
La venganza ya estaba decidida, tenía elegido qué iba a hacer, y cuanto daño quería provocar; solo debía ajustar algunos detalles y esperar que se diera la oportunidad con la llegada de un nuevo enfermo; mi profesión, desempeñada en el hospital público dedicado en especial a los infecto contagiosos, me daba una oportunidad inmejorable; no le iba a inyectar sangre de un sidoso haciéndola cargar con un problema para toda la vida, sino la de un sifilítico, problema con rápida solución desde el punto de vista orgánico, aunque anímicamente fuera de alto impacto para ellos y también para el círculo íntimo familiar.
Llegado el momento ninguna complicación me llevó dormirla profundamente con una droga en la comida y luego en una vena del cuello inyectarle cuarto centímetro cúbico de la sangre que llevaba preparada. Lógicamente el recuerdo de este proceder mío lo sepulté tan profundamente como pude.
Tres semanas después se quejó de algún dolor de cabeza y una cierta inflamación de los ganglios bajo el maxilar inferior; lógicamente le dije que lo más sensato era un simple análisis de sangre; como en este estudio no quería tener intervención pues, ante el resultado, ella podía alegar que yo estaba inventando para perjudicarla, le dije que en nuestro laboratorio estábamos haciendo los exámenes periódicos de una empresa por lo cual convenía que se hiciera los estudios con un colega de reconocido prestigio.
Cuando se hizo la extracción de sangre y en qué momento retiró los resultados fueron datos que mantuvo en reserva; algo totalmente esperable, pues resulta extremadamente difícil que una esposa le cuente al marido, el cual lleva cerca de tres meses usando preservativo, que está contagiada de sífilis. Con los tres que había mantenido relaciones la cosa tampoco resultaba fácil, pues seguramente abundarían las acusaciones cruzadas sobre quién había iniciado el contagio, y quizá la trasmisión abarcara a alguien de las respectivas familias. En resumen, un maravilloso quilombo del que yo solo era espectador.
Días después de que Marcia acusara los malestares se produjo un hecho auspicioso, el Consejo Publicitario, órgano de nivel nacional que agrupa a las agencias del rubro, le otorgó a las cuatro socias un premio a la creatividad por un producto preparado para la empresa de Sotelo; eso fue motivo para organizar una cena de festejo que por supuesto incluía a Jeremías y su esposa Marta, a quien ya conocíamos; en realidad ella era la poseedora de la parte más grande del paquete accionario del grupo de empresas que heredara de su padre, aunque había delegado en su esposo el manejo ejecutivo.
En la reunión me ubiqué al lado de Marta, facilitando que el marido se sentara al lado de mi mujer; era una manera de tentarlos a ambos pues el morbo de lo prohibido resulta tan atrayente que muy pocos permanecen insensibles si se les presenta la oportunidad; terminados los postres veo que el galán, con el celular en la mano, le dice a mi señora que se acerque para ver la pantalla, eso afirmó mi convicción de que iban a caer en el lazo y así sucedió.
En ese momento Raúl, el esposo de Beatriz comentó que esa tarde había oficiado de bombero, pues a una señora estacionada frente a uno de sus locales, se le había prendido fuego el motor y la ayudó usando el matafuegos del negocio; luego siguieron las bromas y cuentos sobre el tema cuando veo que mi esposa, con la cabeza en dirección al teléfono que le mostraban, cierra los ojos teniendo los puños apretados mientras el brazo del empresario estaba cruzado en dirección a su falda, y entonces la bronca guio mis palabras.
-“Aprovechando que Jeremías tiene a Marcia al borde del orgasmo, acariciándola por bajo el mantel, y siguiendo con el tema roles, debo reconocer que lamentablemente es así, a veces la vida nos lleva a desempeñar un rol que ni siquiera soñamos, tomemos dos ejemplos cercanos; yo, desde hace unos meses y con mucho dolor, estoy fungiendo como cornudo pues ellos dos son amantes, pero como nada es gratis, ahora él está en el papel de portador del treponema pallidum, en otras palabras es sifilítico, igual suerte deben haber corrido los dos gerentes a los que él, como si fuera dueño de la puta, les permitió gozar sin costo. Marta ¿ya te mostró la úlcera que debe tener en el pene? Te sugiero hacerte los estudios de sangre si no están usando preservativo”.
El silencio era tan denso que podía cortarse con un cuchillo, la esposa engañada, después de mirarme fijamente mientras palidecía, dejó sobre la mesa cubiertos, servilleta y, sin pronunciar palabra, salió; el afectado, que estaba como paralizado, hizo lo mismo cuando el sonido de la puerta al cerrarse lo trajo a la conciencia. Mi mujer también se levantó y en ese momento le advertí.
-“Ni te molestes en ir a casa, no vas a poder entrar porque en estos momentos ya debe estar cambiada la cerradura, déjame mensaje en el teléfono dónde querés que envíe tus cosas”.
Lógicamente, la onda expansiva de la bomba, dio lugar a varias consecuencias, dos divorcios, el despido del reputado empresario, una agencia con solo tres socias y el enojo de los tres maridos para conmigo, pues me achacaban desconsideración hacia el dueño de casa al haber hecho terminar de reunión de manera escandalosa. Ignoro que habrá sido de la vida de los otros dos que gozaron de mi esposa.
Dejando que unas semanas calmaran las aguas lo busqué a Raúl y le pedí disculpas pues en algo tenía razón, de todos modos, entendió que quienes primero no respetaron su casa fueron los amantes, y que ese comportamiento fue el causante de mi bronca. Ya calmado este amigo me preguntó cómo era posible que tan súbitamente hubiera salido a flote el asunto si en realidad los amantes ya llevaban un cierto tiempo de relación.
-“La primera sensación de portar cuernos fue en esa reunión donde largaste la frase ambigua que cayó mal y te disculpaste; pero tu esposa reaccionó como diciéndote , a lo cual se agregó que mi mujer palideció y empezó a temblar como el que acaba de ser descubierto en falta”.
-“Qué raro que mi esposa no me haya hecho algún comentario”.
-“De ella debo pensar bien porque sé cómo es, quizá tuvo la esperanza de que cambiara. Sigo la respuesta, por supuesto que el lapso hasta que terminó la reunión alterné mi atención entre las dos, Beatriz solo me miraba cuando yo dirigía la vista a Marcia y cuando volvía hacia ella la retiraba; en cambio mi mujer en ningún momento se atrevió levantar la cabeza y no recuperó el aplomo hasta el día siguiente, con decirte que esa noche durmió a los saltos”.
-“Y qué hiciste”.
-“Lógicamente redoble la vigilancia y además hice instalar cámaras en casa, no solo para ver sino también para oír; cuando confirmé la existencia de la relación me di cuenta también que el susto por lo sucedido en la reunión había durado poco; los encuentros de los amantes se repitieron más de diez días, ahí resolví terminar y, mientras pensaba cómo hacerlo, ella empezó con los síntomas propios de una infección, por lo cual la mandé a un colega de prestigio; yo con la bronca que tenía iba a ser un deficiente profesional, así que no era conveniente mi intervención; seguramente ella debe hacer retirado los resultados pero nada me dijo, por eso el bioquímico que había realizado el estudio, extrañado que yo no diera señales de vida ante lo descubierto, me llamó para decirme lo encontrado y la necesidad de ver también mi sangre, pues en Marcia había una infección de transmisión sexual”.
-“Por Dios, qué macana”
-“La llamada diciendo que yo estaba limpio me llegó horas antes de la última comida que terminó escandalosamente; resultado nada raro pues hacía más de dos meses que yo usaba preservativo para que ella descansara de las pastillas. En resumen, tenía buenos cuernos, pero no solo eso, sino cuernos enfermos. La metida de mano en la mesa fue la gota que rebalsó el vaso, de por sí, demasiado cargado”.
Hoy nuevamente estoy integrado al grupo que alivia mi soledad, mientras las tres mujeres han hecho una apuesta sobre quien de ellas tiene mayor capacidad oficiando de celestina. El tiempo dirá.
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Hoy leí de corrido los 3 capítulos el final excelente un justo castigo para la infiel Marcia ésta se creía la reina del juego y terminó perdiendo por culisuelta también las amigas una se libró y el “jugador” del Jeremías perdió y con premio incluído jajaja. Estimado Suruminga volviendo a tus raíces duro con las o los infieles .un gran saludo a la distancia. Mi voto. Excelente.
Mi muy estimado Avilio Q, los tres últimos relatos son obra de tu impulso inspirador que, naturalmente, agradezco. A vos te consta que mis narraciones se publican con una frecuencia cercana a los treinta días y a veces, más. En esta oportunidad en menos de un mes pude hacer tres envíos. Tus amables palabras del 16 de abril fueron suficiente motivación para concretarlos. Aunque mi ego se resista, debo reconocer que la autoría de esta narración es compartida con vos. Recibe mi afectuoso abrazo.
Realmente pense que había un cambio en sus relatos primero por hacerlo en varios capítulos y eso me hizo pensar en un cambio de estilo , pero gracias a Dios eso no ocurrió , me gustó mucho lo de los capítulos , pero mucho más el final . Tengo que felicitarlo como siempre ojalá nos enteremos de otra historia de cómo está o la posible continuación de la vida de este David
Mi estimado Josemafacu, el fraccionamiento en tres partes obedece a que los administradores han introducido el límite de 4000 caracteres por envío. Te agradezco la constancia en leer y comentar mis publicaciones. Tus palabras me producen una alegría muy grande. Recibe mi afectuoso abrazo.
Excelente final!! Espero que pronto nos hagas disfrutar de una nueva historia de Infidelidad sin consentidores. Gracias por escribir
Estimado Sebastián muchas gracias por tus palabras, saber que tu labor resulta agradable al lector es muy gratificante. Recibe mi cordial saludo.