Maestra en mini (5)

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Hoy es uno de esos días en lo que todo sale mal, se me hizo tarde para llegar a la escuela, el auto se me descompuso, al caminar me torcí el pie, ya no pude comer nada, para colmo se me olvidó que tenía que organizar la colecta para la conserje de la escuela ya que vamos a entrar en receso y no se les pagan las vacaciones, y como si faltara poco un torrencial aguacero se suelta a la hora de salir, a estas alturas me doy cuenta que a mi celular se le agotó la batería y para acabarla mi esposo tuvo una reunión con directivos y tuvo que salir antes.

En fin, resignada a mi suerte y casi a punto de salir me viene a la mente que no he llevado la despensa a la conserje, espero a que se pase un poco la lluvia, le grito al ver las luces prendidas, pero al ver que no hay respuesta tomo las llaves de emergencia y como puedo trato de cargar todas las cosas después de cubrirme con algunas bolsas de plástico que encuentro.

De mal humor me encamino a la conserjería, me dispongo a dejar las cosas sobre la pequeña mesa de la salita, estoy a punto de salir cuando de pronto escucho un susurro o más bien un quejido apasionado, quizá estoy importunando, me digo a mí misma, sin embargo, la curiosidad me hace acercarme poco a poco hacia lo que parece la recámara.

Discretamente me voy acercando, tratando de no hacer ruido, recorro muy delicadamente la cortina que sirve como puerta, abro lo suficiente para lograr ver y el corazón casi me da un vuelco al ver a ¡mi marido! Con Ana su alumna y esposa de Lalo, el tipo con el que ya había tenido algunos roces incluso frente a mi marido.

¡Me bloqueo! ¡no sé qué hacer! Hasta ahora es mi esposo quien ha presenciado mis infidelidades, incluso ha sido cómplice en ellas, es difícil aceptar que ahora sea el quién disfrute estar con alguien que no sea yo.

No se dan cuenta que los observo, de nuevo la lluvia torrencial se deja caer sobre las láminas de la consejería haciendo un ruido ensordecedor perfecto para los amantes, se besan tiernamente, luego de forma ansiosa, mi marido hábilmente quita la blusa de Ana, desabrocha el brasier y deja al descubierto los grandes senos de ella, más grandes que los míos, comienza a masajearlos mientras sus lenguas se enroscan con lujuria.

El, desprendiéndose de la boca de ella lame su cuello, sus hombros, mientras ella con los ojos cerrados desliza su mano y agarra y acaricia con ternura y deseo su bulto por encima del pantalón, ambos se desnudan entre sí, sin prisas, mientras yo solo observo.

¿Por qué no hago nada? No lo sé, solo los contemplo.

Viéndolo bien Ana no esta tan mal, tiene buen cuerpo, firme aún a pesar de sus casi cuarenta años, bien arreglada se ve diferente.

Ella empieza a bajar lamiendo el cuerpo de mi marido, besando y lamiendo su pecho, su panza, su ombligo empieza a mamarle el pene, me levanto un poco para ver el miembro de mi marido perderse en su boca, le pasa la lengua con delicadeza, como rindiéndole pleitesía, mi marido se queja fugazmente, a pesar de la lluvia se escuchan los chasquidos de las chupadas que Ana le da a su miembro, lo traga con ansiedad y desesperación.

Por unos instantes me acerco a la puerta para cerciorarme de que nadie estuviera cerca, de regreso ya están en un perfecto 69 el lamiendo y enterrando su cabeza con fuerza en su vagina y ella mamando desesperadamente su verga, después de un rato se incorporan, se besan sonrientes, Ana le da la espalda inclinándose un poco en el viejo tocador de su recámara, mi marido la penetra de un empujón mientras ella grita de placer, es como ver una película tres equis pero en vivo, donde el protagonista es mi marido y su alumna.

Pasan unos cuantos minutos, los gritos de Ana indican que se está viniendo, mi esposo sin soltarla se la mete con más fuerza logrando que ella explote, sus gritos y gemidos la delatan.

Él se desprende lentamente, se sienta en el borde de la cama, ella se monta en el metiéndose la erga de mi marido sin dejar de besarlo y alabarlo diciéndole que es su rey, su amor, su hombre.

No pasan más de cinco o diez minutos, cuando es ahora mi marido que con sus gritos indica que está a punto de venirse, Ana se desprende y con mucha ternura y paciencia se lleva ese pedazo de carne a la boca, mientras mi esposo le toca las tetas, ella mama con cariño tragándose hasta la última gota de semen que sale de la verga de mí amado esposo.

Ya no es necesario esconderse, me hago visible a los amantes que de repente se separan al verse sorprendidos.

-Laura, yo… balbucea mi esposo

No le digo nada, así como el reaccionó al verme con mis amantes, ahora yo me acerco a él dándole un beso y diciendo sus mismas palabras.

-Feliz día mi amor.

Ellos felices como un par de chiquillos traviesos vuelven a la cama mientras yo cubriéndome de nuevo con los plásticos mojados, salgo de la escuela tratando de evitar mojarme con la tenaz lluvia.

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