Maestra en mini (6)

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T. Lectura: 5 min.

Raúl mi marido y yo retomamos nuestras actividades sin ningún reproche a cerca de su relación con Ana, su alumna o mis roces con el esposo de ella, Lalo, en fin, el a sus asuntos y yo a dar mi clase, ataviada en mi minivestido negro, con vuelo a medio muslo, elegante, con los hombros descubiertos, mis zapatillas altísimas negras, con un coordinado de bra y tanga negros, finamente maquillada como la profesora de clase que soy.

Ya casi son las nueve de la noche, la hora de la salida y a lo lejos veo a mi marido y a Ana muy sonrientes esperando a que todos salgan para dar rienda suelta a sus besos y caricias, es algo raro, no me siento bien, quizá no debí de haber ido demasiado lejos en mis infidelidades o por lo menos no hacerlas tan notorias delante de mi propio esposo, bueno, me resigno, quizá es el pago por lo hecho.

Son las 11 de la noche en punto y suena el timbre de la puerta, mi marido sale presuroso a abrir mientras yo meto mis cosas al estudio, se oyen voces que van subiendo de tono.

–Puedes venir por favor, me grita Raúl, accedo haciendo una mueca de fastidio

–A como chingas… que quie…

No termino la frase, Lalo el marido de Ana le reclama lo sucedido con su esposa, mi marido tratando de defenderse le reclama sus roces y alcances conmigo, Ahora es Ana con mi marido que le reclaman a Lalo, en fin, como puedo jalo a Lalo hacia una esquina de la casa y mi marido hace lo mismo con Ana al lado contrario.

En medio de la discusión siento las manos de Lalo envolviendo mi delgada cintura desde atrás, mirando hacia donde esta Raúl de vez en vez, no me muevo, empiezo a sentir su grueso y largo miembro apoyarse sobre mi cadera, Raúl se lleva a Ana a la cocina lo que aprovecho para restregarme en el bulto de Lalo, me volteo hacia el y le ofrezco mis labios, el me abraza con fuerza sin despegar su boca de la mía yo como hipnotizada me dejo guiar, alargo mi mano e intento bajar el zíper de su pantalón.

–espérate, me dice, tu marido nos puede ver.

No le digo nada, le hecho mis brazos a su cuello y lo beso con pasión, ya con más confianza el mismo se baja el Zíper del pantalón y sacando su poderosa verga, toma mi mano y la coloca sobre ella, así con los ojos cerrados se la empiezo a acariciar, la siento crecer, abro los ojos y bajo la mirada viendo mi manita alrededor de su deliciosa verga, masturbándola, Lalo empieza a acariciarme un pecho, empieza a morder mis senos por encima de mi vestidito y acariciarlos.

–Ah,

baja mi vestido por la parte de arriba hasta mi cintura, dejándome en brasier

–que preciosa estas Laura, eres una muñequita

Me desabrocho el brasier, me lo quito, mis pechos quedan desnudos ante su mirada, hace un gesto de emoción y de gusto por verlos así, mientras el acaricia mis senos yo sigo masturbándolo, aprieta mis pezones, los chupa y los muerde como un desesperado eso me gusta muchísimo, con una mano lo masturbo mientras que con la otra dirijo su cara hacia mis pechos para que los chupara más.

-ha, Lalo, chúpamelos, así, que rico

Me desnudo y él también se desnuda, sin prisas, lo tomo de la mano y lo guío al sillón, Raül sigue en lo suyo con Ana me imagino.

Lo observo, pero esta vez, me doy el placer de acariciarlo completamente, su pecho, sus tetillas el cierra los ojos, me acerco pasando mi pierna por encima de las suyas frotando mi sexo contra su muslo mientras mis suaves manitas recorren su cuerpo, mi piel blanca, contrapuesta contra su masa de pelo morena y peluda, mis manos acarician ahora sus testículos, beso su barbilla, su cuello, empiezo a bajar por su cuerpo, besando, lamiendo, mordiendo, tirando con mis labios su alfombra de pelos. tengo su miembro a mi alcance, lo observo detenidamente, mientras mi mano, hace que su prepucio cubra y descubra su cabezota.

Lo beso y comienzo despacito a chuparlo, lo chupo con un placer inusual en mí, ¡como queriéndolo atrapar eternamente en mi boca!, mi mano aprieta suavemente sus testículos, siento su mano en mi cabeza y sus gemidos confirman su aprobación.

–así… mami, cómetelo todo

Ya no puedo esperar, me pongo de pie limpiándome la boca, con suavidad abro completamente sus muslos, me siento de frente a él con las piernas abiertas. tomo su verga y la guio a mi sexo, la siento, lanzo un gemido dejándome caer lentamente sobre ella, despacito pero constante, hasta sentir que ya no había más que meter.

Con los ojos entrecerrados por el placer de sentirme así de llena, tomo su cara y la guío hacia mis pechos es increíble, estoy aquí ensartada, sin moverme, sintiendo como mi hombre me chupa los pechos, arrancándome gemidos intensos, mientras mis manos acarician tiernamente su cabeza.

Le ruego que succione mis pezones, lo miro hacia abajo y toda una gama de sensaciones me envuelve, al ver y sentir su boca atraparlos, mientras el me chupa de ese modo, apoyo mis manos en sus hombros fuertes y aún a pesar de su panza, comienzo a mover rítmicamente mis caderas de adelante y hacia atrás. mis ansias de venganza me hacen experimentar el más delicioso orgasmo que jamás haya sentido en mi vida, mi útero es un pequeño corazón que palpita alrededor de su delicioso pito contrayéndose una y otra vez en estertores gloriosos.

–Ah, dios, que rico, ah

Agradecida me abrazo a él y lo beso apasionadamente mientras sus manos agarran mi cintura, continuo moviéndome, pero ésta vez, de forma circular, me abrazo a él, lo muerdo, lo beso, le digo:

–Papito rico… me tienes loca mi amor

Desahogo toda mi furia y todo lo que tengo guardado en mi corazón.

–abrázate bien a mí, me dice, al momento que me toma de las nalgas con firmeza y se levanta del sofá, llevándome con él, lo abrazo con mis piernas ensartándome lo más que puedo en esta posición, camina conmigo, dirigiéndose a la cocina donde esta Raúl, lo escucho preguntar dónde está la recámara, le indica el lugar Lalo le da las gracias y al voltease lo observo penetrando a Ana de forma bestial encima de la mesa de la cocina, cierro los ojos escuchando sus gritos de perra en brama mientras mi amante camina hacia el dormitorio teniéndome bien ensartada, como botana en palillo.

Una vez dentro, cierra la puerta, me apoya contra una pared y así en vilo toma fuertemente mis nalgas y comienza a culearme de una manera bestial, nunca me imaginé que me culearían en esa posición y que una pudiera sentir tan profundamente el pene de un hombre, mis gemidos se iban poco a poco convirtiendo en gritos desaforados por tanto placer, lo beso y muerdo como loca sintiendo su gruesa tranca partiéndome en dos, me bombea de tal forma que suenan en toda la habitación el choque de su pelvis con mi colita.

–así, hum, así ¡por favor! le digo a gritos

Nuevamente camina conmigo bien ensartada y me deposita en la cama suavemente, de espaldas, con emoción lo observo acomodarse entre mis piernas y nuevamente me la clava entera, me tiene afirmadas las piernas con ambas manos, abiertas, tomadas por los tobillos y me hace sentir su verga entrando y saliendo de mí, grito de placer, al sentir que mi vagina se va expandiendo más y más, amoldándose al gran falo de mi macho.

–¡Laura!, ah, ¡me voy a venir!, no quiero perjudicarte.

Me dice gimiendo, entonces lo atraigo hacia mí y lo abrazo con todas mis fuerzas, el suelta mis tobillos y se deja caer sobre mí, lo aferro con mis piernas y lo beso, ya no se resiste. Me hace sentir sus gruesos, calientes y potentes chorros de semen en mi útero, se descarga como si tuviera mucho tiempo sin descargar, lo beso tiernamente mientras siento sus semillitas nadando dentro de mi buscando algo por todas partes, termina, se quiere desprender quizá pensando que me aplasta, lo detengo abrazándolo con ternura.

Me acorruco en sus brazos escuchando a lo lejos los gritos y gemidos de Ana y mi marido, quiero más, no puedo quitarme las ganas de sentir más que Ana, estiro mi mamo para masturbar a Lalo, pero está roncando completamente exhausto, pasa el tiempo y estas ansias de querer más sexo no me las puedo quitar de encima.

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  1. Raúl mi marido y yo retomamos nuestras actividades sin ningún reproche a cerca de su relación con Ana, su alumna o mis roces con el esposo de ella, Lalo, en fin, el a sus asuntos y yo a dar mi clase, ataviada en mi minivestido negro, con vuelo a medio muslo, elegante, con los hombros descubiertos, mis zapatillas altísimas negras, con un coordinado de bra y tanga negros, finamente maquillada como la profesora de clase que soy.

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