Me llamo Juan y me considero bisexual, aunque públicamente no lo sea, siempre me han gustado y me siguen gustando las mujeres, estuve casado y tengo hijos, mentiría si dijera que me excitan los hombres… no es así. Sin embargo, la sensación ser penetrado, chupar una verga caliente y el poder de un hombre sobre mí, me calientan y me hacen gozar tanto que no puedo contenerme y solo pienso en disfrutarlo mientras dura.
Ha pasado mucho tiempo desde que escribí el capítulo anterior, no tengo mucho tiempo disponible para escribir, pero no quiero dejar a medias la historia, para quienes pudieran estar interesados en conocerla.
Es probable que lo que estoy narrando parezca una fantasía inventada, pero no lo es, son hechos reales de mi vida, quizás aderezados un poco con lo que mi mente crea a partir de la calentura que siento al recordar. Fechas y edades, por obvias razones de publicación quedan a su criterio y entendimiento, señalando la base de la época de los años 70s. que, como ya dije antes, era una época de inocencia; en la que aún no se daba educación sexual en las escuelas (ni en ninguna parte), en la que abundaba la ignorancia y el conocimiento errado sobre el tema.
Por supuesto, no existía el internet y era casi imposible aprender correctamente sobre sexualidad debido a estar en una sociedad llena de prejuicios y autocensura que bloqueaba hablar de esos temas públicamente. Lo único que existía era la retroalimentación, esos diálogos en los que cada quien aportaba lo que sabia o creía saber, ya fuera verdad o mito.
Así que las frases utilizadas por todos salían de forma casi natural, repitiendo quizás los escasos diálogos escuchados por ahí como parte de aprendizaje popular en el barrio.
Ese día, habían pasado muchas cosas en muy poco tiempo, creo que mi estreno fue el inicio de la sexualidad no solo mío, tal vez de algunos más, eso nunca lo sabremos porque nadie habló de otras experiencias o aventuras.
A manera de resumen, para quienes no hayan leído las partes anteriores, les comento que la situación comenzó con una idea en la plática, jugar a la botella y cogernos por parejas. Me tocó ser el primero, con Omar, mi primer macho, el que me estrenó, que me llenó de un placer indescriptible y desconocido hasta entonces.
Después de cogerme le chupé la verga agradecido por la dicha que me dio, y maravillado por las sensaciones descubiertas, descargó dentro de mi boca tragándome todo, saboreando y disfrutando. Eso yo si sabía hacerlo bien, tomando en cuenta que yo ya tenía, de años atrás, el conocimiento de chupar una verga y comerme el delicioso semen de un hombre, como ya conté en mi primer relato.
Después de mamársela a Omar, arrodillado como estaba recargué mi cabeza sobre su pierna mientras el me acariciaba el cabello, tratándome como una mascota agradecida. Andy estaba parado junto a él y por la calentura y curiosidad me acercó su verga, que tragué y que prácticamente exprimí con gran maestría, mientras los demás observaban con sus vergas paradas por la calentura de los acontecimientos.
A partir de ahí cambió el plan, pues aunque ahora me tocaba cogerme a Omar, el tamaño de verguita y su impotencia hacían imposible que sucediera. Vino entonces la propuesta, absurda y poco creíble debido a la realidad, que disfrazaba con palabras la real vergüenza de considerarme el putito al que todos se cogen. Así que como un justo acuerdo, acepté que todos me cogieran a mí, para que después yo me cogiera a todos, salvando “el honor de hombrecito”.
Enseguida me cogió Pancho con su enorme y gruesa verga, haciéndome conocer las delicias de una salchicha enorme y sabrosa. Gracias a él conocí el doloroso placer de ser enculado, llevado al éxtasis, llevando al límite el ensanchamiento de mi culo.
Luego siguió Manuel, que por ser mayor que nosotros tenía una verdadera reata de hombre, con rugosidades y venas saltadas que le daban un aspecto más rudo, con un tronco grueso y una cabeza más ancha en forma de flecha, el garrote mucho más duro y firme que los anteriores. Esa verga cabezona, con su glande gordo y picudo me hizo lubricar el culo en forma natural, o al menos así se sentía.
Luego de toda esa actividad, vino un breve descanso, desnudo, con el culo palpitando y expulsando semen, recostado de lado sobre la colchoneta, mientras Gabriel y Andy fueron a la conserjería (su casa), por sodas y botana.
En ese momento, la conversación de Manuel, Omar y Pancho se centró en señalarme como si fuera un objeto de su propiedad, hablaban de mi pero entre ellos, yo era una cosa de la que hablaban, no un compañero o amigo con el que compartían opiniones.
-Que putilla tan sabrosa es Juanito ¡Quien lo hubiera imaginado!
-¡El mejor culo que he probado! ¡Ese culo te exprime la verga como si fuera una boca!
-¡Y le encanta la verga! La chupa delicioso Lo dicho nació para eso. Puto se nace, no se hace, jajaja.
-Y además, tiene un culito muy bonito, de nena. Si se fijan, tiene las facciones algo delicadas, las piernas, la cintura, toda la figura como de mujer, y como usa el pelo largo, a lo mejor se le puede peinar como tal.
-Totalmente de acuerdo, una faldita, un poco de pintura labial, chapetes, ojos y cualquiera diría que es mujercita.
En ese momento regresaban Andy y Gabriel, el novio de mi hermana María, que comentó.
-Pues parece que estamos de acuerdo o me adivinaron el pensamiento, miren lo que traje. Andy me prestó pinturas y una faldita corta que su hermana ya no usa. Así que vamos a prepararte para la siguiente cogida. Te vas a ver bien bonita.
Inicialmente, me molesté y les reclamé airado.
-¡Yo no me voy a poner eso y a pintar! ¡No soy puto! ¡Yo soy hombre!
Pero luego que vino la explicación de Gabriel, todo tenía sentido.
-Mira – dijo Gabriel.
-A mi no me gustan las mariconerías ni coger putos, así que si quieres que te meta mi verga, vamos a pintarte tu boquita y toda tu carita como de mujercita, y te pondrás la faldita, porque te pareces a tu hermana María, y yo quiero sentir que me la cojo a ella, y así tu no serás un putillo, sino que actuarás como una putilla. ¿De acuerdo?
Ante tal argumento, asentí moviendo la cabeza, tenía sentido y yo aún estaba muy caliente y emocionado. Quizás por coincidencia, ya había estado saboreando que se sentiría cogerme al novio de mi hermana antes que ella, ya que estaba seguro, que ella era virgen.
Lo siguiente fue fácil y rápido, aunque ninguno tenía experiencia en maquillaje de mujer, eso importaba poco. Cualquiera que tenga hermanas ha visto el proceso de pintar los parpados, rubor en las mejillas y lápiz labial.
Desnudo como estaba, ponerme la faldita y alisar el pelo que me llegaba a los hombros me transformó de inmediato en una muchachita. No había espejo para mirarme, pero las caras de todos y sus vergas paradas de nuevo me hicieron ver que los había cautivado. Faltaba seducir, Gabriel quería el show completo, así que me ordenó.
-Vas a pararte en la puerta, caminar moviendo las caderas con las manos en la cintura, hasta que te subas a la colchoneta, te arrodillas, bajas la cara y levantas el culo, luego te das la vuelta para quedar boca arriba, con las piernas abiertas, y levantando un poco las rodillas, con la falda puesta. Quiero que hables como tu hermanita y me pidas que vaya contigo. Yo no te voy a coger por atrás, te voy a coger por enfrente, como se coge a una mujer y no a un puto.
Yo había visto caminar una mujer seductora, me encantaban, me sabía los pasos. Así que no me costó ningún trabajo hacer lo que Gabriel me pedía. A mí me gusta hacer bien las cosas, creo que le puse empeño y estoy seguro que quien no me conociera, fácilmente hubiera caido cautivado por el caminar de una hembra como yo.
Ya en la colchoneta, acostado boca arriba, con las piernas bien abiertas, con la falda corrida hasta la cintura por mi posición, Gabriel tenía frente a sí a una mujercita cachonda, que le dijo:
-Papi, ven conmigo, quítate el pantalón, quiero sentirte, ¡Anda! ¡Méteme tu verga en mi panochita! ¡Ándale mi amor ven! ¡Te deseo!
Gabriel se quitó el pantalón y al verlo de pie frente a mí me pareció enorme. Enorme él como hombre y enorme su verga parada frente a mí.
Inclinándose, se arrodillo en medio de mis piernas y luego se recostó sobre mí, poniendo para empezar sus fuertes brazos a mis costados, con su cuerpo sobre el mío pero aun sin tocarme, a escasos centímetros. En la parte baja donde estaba mi diminuta verguita, sentí el enorme calor de su verga potente, que aun sin tocarme, parecía como si exhalara calor cerca de mi culo.
Paso una mano sobre mi cintura y fue acariciando de ahí hasta mi pecho que, como ya dije antes, en una extraña reacción corporal había puesto ese día mis pezones hinchados y puntiagudos, como de mujercita. Luego la mano siguió recorriendo hasta mi cuello, y acariciando por detrás de mi oreja.
Bajó su cabeza sobre mi pecho y comenzó a besarme las tetillas. Luego a chupar y succionar, como si existiera alguna posibilidad de extraerles lechita, lo cual lógicamente era imposible. Pero mi excitación estaba al máximo, al chuparme las tetillas yo alzaba mi cola levantándola de la colchoneta y pegando mi abdomen a su cuerpo, sintiendo su verga en mi verguita y mi escroto.
Luego levanto su cabeza, y siguió acariciando la parte de atrás de mi cuello con su mano y, mientras miraba fijamente mi rostro me dijo:
-¡Que linda te ves, María! ¡Que carita tan hermosa!
Yo estaba respirando fuerte, con la boca abierta y los labios rojos deseosos de algo más, algo que no comprendía. Y entonces sucedió.
Sin dejar de mirarme a los ojos, acercó sus labios a los míos y me besó en la boca. Un piquito primero y luego con sus labios chupando los míos, con su lengua dentro de mi boca que jugueteó con mi lengua.
¡Mi primer beso! ¡Jamás lo olvidaré!
Un choque eléctrico recorrió todo mi cuerpo de forma maravillosa. Se sentía diferente, no era solo sexo. Ese día conocí el sabor de algo que, mucho tiempo después supe lo que era: ¡Así se siente y así sabe el amor!
Con el sabor de su boca y con la sensación recorriendo mi cuerpo, mi reacción fue automática, mis brazos lo abrazaron rodeando su espalda, alzando mis caderas y pegando su cuerpo al mío, mis nalgas se separaron más y mi culo palpitaba, mi verguita pequeñísima, tuvo una reacción química inevitable, se puso dura (aunque nunca creció), lanzó un chisguete insignificante de eyaculación precoz, y volvió a desaparecer como si fuera una panochita apenas resaltada.
Al separar su boca de la mía, yo no me contuve, con mi voz delgadita, que me salía natural, sin tener que fingirla, empecé a decirle y a rogarle:
-¡Te amo mi amor! ¡Tómame toda! ¡Hazme tuya! ¡Méteme tu verga! ¡Ya! ¡Quiero sentirte todo! ¡Por favor cógeme ya! ¡Hazme el amor! ¡Por favorrr! ¡Yaaa cógemeee!
El sólo decía:
-Que preciosa estas María. Por fin voy a saber que se siente tenerte ensartada.
Entonces se posiciono entre mis piernas, las abrió y las levantó para ponerlas sobre sus hombros, puso su verga en la entrada de mi culo, y me hizo sentir su poder metiéndome un poco la cabeza, sólo para dármela más a desear… sólo para que yo me alzara y me empujara más hacia él y sentirlo entrar.
Y me fue penetrando poco a poco, moviendo su cadera en círculos, no había comparado su tamaño y no sabía si era mayor o menor que las otras, pero se sentía enorme, inmenso. Lo sentía resbalando en las paredes de mi culo y seguía entrando y saliendo un poco y volviendo a entrar por lo que yo ignoraba su tamaño. Realmente no importaba, mi consejo es que, cuando te metan una verga. ¡Disfrútala!, no la estudies.
Con mis piernas sobre sus hombros y su vientre sobre el mío presionando mi “puchita”, pegó como pudo su pecho a mí y volvió a besarme en la boca. Yo no lo soltaba, mis manos en su espalda lo apretujaban hacia mí, y se movían desde su espada baja hasta su cuello o subían hasta su cabeza metiendo mis dedos entre su pelo. El ritmo que tomamos no era un baile, era una sinfonía, era amor, amor total, entregado, sin nada que lo interrumpa. Hasta que volvimos a la realidad.
Las voces que no estábamos escuchando y los rostros que no habíamos mirado de pronto tomaron forma. Se escuchaba aplaudir, animar, darle instrucciones:
-¡Rómpele el culo!, ¡Hazla gritar! ¡Acábala para que le demos una segunda vuelta!
-¡Rellénale el culo! ¡Báñale la cara para acabarla de maquillar!
Y entonces sucedió, tuve lo que algunos llamarían, un orgasmo por el culo. Y con las contracciones intensas de mi ano ya no pudo contenerse y empecé a exprimirlo. Ya había probado varias vergas y varios tipos de descargas. Esta era diferente, por eso creo que se asemeja a la sensación de un orgasmo, por eso tal vez le llaman así.
Gabriel dejó de besarme y bajó mis piernas de sus hombros sin salirse de mi, hasta que su verga se fue desinflando poco a poco y se salió sola.
Sin embargo, mi culo no detuvo sus contracciones ni yo los temblores de mi cuerpo, por lo que empezaron a bromear sobre mí.
-¡Mírala! ¡además de nenita, la linda Juanita resultó ser una ninfómana! Jajaja
-Nada más era que conociera la verga para que ya nunca la quiera dejar.
Gabriel se retiró de mí y yo seguí acostado con las patas abiertas, los brazos extendidos, exhalando fuerte y casi gimiendo con un deseo de ¡más! que no podría explicar, parecía no tener llenadera, no me sentía cansado, el culo no me dolía y el placer me tenía aun en éxtasis.
Por lo que fue algo muy fácil y sin encontrar resistencia, me dieron la vuelta poniéndome a gatas de nuevo y comenzaran a pasar todos de nuevo sobre mí. Ahora de dos en dos. Uno me tomaba, levantaba la cabeza y metía su verga parada a mi boca para que yo chupara y mamara con ahínco, con desesperación y con el gusto de hacerlos sentir más. Ya que ponerlos duros era mi responsabilidad, y yo era experto, sabía hacerlo muy bien. A veces acariciando sus huevos con una mano, y otras veces solo con la boca.
Cuando lograba poner una verga como fierro duro y caliente, se iba a la parte atrás, me abría las nalgas y me ensartaba sin contemplaciones. Mi culo abierto no necesito pausas, las más gruesas, causaban un poco de dolor al entrar, pero yo las había catado a todas. No les temía, todas me cabían. Yo lo sabía, lo sentía, lo gozaba.
Mientras era ensartado por una, otra se metía en mi boca para hacer el trabajo necesario, para ponerlas al punto y para disfrutarlas. No había análisis, no había restricciones y no había porque ocultar el gusto y el placer que sentía siendo la nenita de todos ese día.
El tema de cogérmelos yo no surgió de nuevo, no era importante y no iba a suceder jamás. Para que eso ocurriera, primero tendrían que pasar tres cosas:
- Que se me parara la verguita y tuviera tamaño suficiente para entrar en algún sitio, porque ni siquiera cuando se endureció y eyacule creció más que una canica.
- Que alguno de ellos realmente aceptara dejar de comportarse como macho, cosa que, ahora lo sabía no iba a suceder. La hombría y el poder sobre mi les había dado la seguridad de no actuar como maricas y no iban a experimentar algo que no les gustaba.
- ¡Que yo quisiera cogerlos! La verdad sea dicha, era lo que menos me importaba. Yo no quería que lo que estaba sucediendo terminara, porque ante cada nueva cogida lejos de cansarme y querer parar, cada vez quería más. ¡Sentir más! ¡Gozar más! ¡disfrutar más!.
Eso era el cielo, eso era algo maravilloso, eso era algo que, si no fuera porque no me gustan los hombres, además de las restricciones sociales y de familia que eran muy fuertes, yo lo quería como única opción. Si mi decisión hubiera dependido de mis deseos, posiblemente yo hubiera elegido seguir ese camino de ser una nenita.
Después de que todos y cada uno descargó en mi culo por segunda vez y, gracias al poder juvenil, en mi boca por tercera vez, estuve un rato ahí tirado en la colchoneta, mientras ellos se vestían y me decían que a ver cómo le hacíamos para que me organizara y los visitara después a cada uno donde pudieran cogerme otra vez. Pero todo terminó ahí. Ya se habían ido todos, menos Andy que vivía ahí. Me vestí y me fui a casa.
Afortunada o desafortunadamente, mi destino cambió. Por razones que nada tienen que ver, nos cambiamos de casa y de escuela, por lo que jamás volvimos a ese barrio.
Con el paso de los días, se me fue pasando el deseo y nunca me dio por buscar quien me cogiera, supongo que al no gustarme los hombres, las cosas no se dieron en forma natural. Por el contrario, empecé a tener una novia, después otra y mi historia siguió un rumbo diferente. Tuve otros encuentros con hombres que ya contaré en otro relato si el tiempo me lo permite.
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Deliciosa experiencia que me gustaría tener. Mientras leía me he sentido como Juanita, con grandes deseos de probar una y otra reata sabrosa, pero la que más deseo es una caliente, dura, de cabeza en forma de flecha y de color oscuro de macho de color chocolate para comer toda su envergadura con mis dos bocas hambrientas.
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