Mi casa se descontroló (2): Cogí con mi esposa y mi hijastra se unió

2
41285
75
T. Lectura: 5 min.

En la historia anterior les conté como fue el inicio del descontrol en casa, me había cogido a mi hijastra Sofía y a la niñera Valentina en un trío monumental.

Durante el resto de ese día traté de mantener distancia con Sofía, sobre todo cuando Claudia, mi esposa, llegó a casa. Trataba de actuar con normalidad, como si nada hubiese ocurrido.

Sofía no podía ocultar su deseo; cada vez que cruzaba alguna mirada conmigo, sonreía o se mordía los labios. Esas pequeñas actitudes llenaban de morbo mi cabeza, y la verdad es que quería cogérmela de nuevo.

Se hizo la noche, cenamos los tres juntos, y después nos quedamos viendo una película. Sofía estaba perdida en su celular. Mientras yo trataba de concentrarme en la pantalla, no podía evitar preguntarme si estaría escribiéndose con Valentina, tal vez fantaseando con lo que había pasado. Solo pensarlo hizo que mi erección volviera a aparecer, dura y urgente.

Tuve que levantarme a buscar un vaso con agua a la cocina. Al darme vuelta, noté que Sofía también se levantaba, pero anunciando que se iba a acostar. Saludó a Claudia, luego se acercó a mí, me dio un beso en el cachete y me susurró al oído: “hoy quiero verte, no cierres la puerta”. Su voz, cargada de deseo, hizo que mi pene se endureciera aún más.

Volví al sillón, tratando de disimular frente a Claudia, quien no parecía notar nada… hasta que se acurrucó a mi lado. Puso sus piernas sobre el sillón y apoyó su cabeza en mi pecho, sin dejar de mirar la película.

La situación me volvió loco; mi verga estaba dura y Claudia parecía divertida por ello. Se inclinó un poco, y con la mano comenzó a acariciarme sobre el pantalón. Sus dedos abiertos recorrían toda la zona, cerrando el puño en los puntos más sensibles.

No podía resistirme. Con una mano acariciaba su cabeza y con la otra saqué mi pija del pantalón, dejándola expuesta frente a su rostro.

Claudia, entre nerviosa y excitada, susurró: “acá no… vamos al cuarto”. Sonreí ante su audacia y aceptación, nos levantamos, apagamos la tele y nos dirigimos hacia el cuarto.

Al ingresar, Claudia me miró con esa mezcla de nervios y deseo que me volvía loco. Se acercó lentamente, se agachó, y apoyándose sobre mis piernas, comenzó a quitarme el pantalón y el bóxer, dejando mi verga al descubierto. Apenas la vio, la tomó con sus manos, con delicadeza al principio, mientras sus ojos brillaban de excitación. Luego, sin avisar, la llevó a su boca.

El contacto de sus labios y lengua me hizo arquear la espalda. Empezó despacio, jugando con la punta, luego subiendo y bajando, acariciando cada centímetro con una mezcla de hambre y ternura que me volvía loco.

Mis manos se enredaron en su cabello, guiándola un poco, disfrutando del calor de su boca y de la forma en que me miraba mientras lo hacía.

Cada vez que subía, cada movimiento, cada suave succión me hacía respirar con dificultad. Sentía como mi cuerpo respondía a todo lo que ella hacía, y la urgencia de cogérmela se mezclaba con el placer intenso de tenerla ahí, completamente entregada a mí.

El sonido húmedo de su boca y sus pequeños gemidos me retumbaban en la cabeza. Su lengua jugaba con el tronco y luego descendía, llenándose la boca, mientras yo no podía evitar soltar gemidos profundos y llenos de deseo.

Claudia se puso de pié, se desnudó completamente y se tumbó en la cama, las piernas abiertas y su respiración ya acelerada por la anticipación.

Yo la miré unos segundos antes de inclinarme sobre ella, mi boca acercándose a su concha húmeda. Sus gemidos suaves me guiaban, y no podía resistirme a saborear cada centímetro de su piel.

Mientras mis labios y lengua la recorrían, levanté la vista un instante… y la vi. Sofía estaba parada en la puerta, descalza, con un shortcito y una blusa blanca, observándonos. Su respiración era contenida, los ojos brillantes de deseo.

Un escalofrío me recorrió, pero en lugar de detenerme, seguí chupándole la concha a Claudia, escuchando sus gemidos mezclarse con los míos. Sofía, al notar que su presencia no me incomodaba, lentamente, metió su mano dentro del short y comenzó a tocarse mientras nos miraba.

Claudia arqueaba la espalda cada vez que mi lengua entraba en ella, y yo sentía cómo su excitación me volvía aún más loco. Cada gemido de Claudia, cada suspiro de Sofía al tocarse frente a nosotros, hacía que mi cabeza se llenara de pensamientos sucios.

El morbo que tenía en la cabeza era tan intenso que se me ocurrió algo. No quería que Claudia supiera que Sofía estaba observando, así que le dije al oído: “No te muevas, quiero hacer algo distinto”.

Claudia me miró sorprendida, pero la excitación brillaba en sus ojos y se dejó llevar sin dudar. Saqué de su mesita de luz el antifaz que usa para dormir y se lo indiqué. Su cara, ya llena de placer, era un poema; se lo puso rápidamente y sonreía mientras respiraba con fuerza.

La di vuelta sobre la cama y la coloqué en cuatro. Los suspiros de Claudia eran incontrolables. Miré a Sofía, que seguía tocándose en la puerta, y con un gesto de dedo le hice señal de entrar en silencio. Ella se sonrió, se desnudó dejando la ropa tirada en la puerta y se acercó como quien sabe exactamente lo que quiere.

Bajé de la cama, dejando que Claudia se acomodara hasta el borde, y comencé a chuparle el culo y la concha con una mezcla de delicadeza y hambre. Sofía se acercó en silencio y comenzó a chuparme la pija, tratando de hacer el menor ruido posible.

La escena era un festival de lujuria: mientras mi boca recorría cada rincón de Claudia, mi verga desaparecía dentro de la boca de Sofía, La excitación era tan intensa que Claudia no pudo contenerse: soltó un squirt poderoso, sus piernas temblaban y sus gemidos se llenaban de desesperación y placer.

El momento era perfecto. La urgencia de cogerme a Claudia era imposible de ignorar. Todo el cuarto estaba cargado de deseo y morbo, un juego sucio y extremo que nos tenía a los tres al borde de la locura, listos para cruzar cada límite que se nos ocurriera.

Giré a Claudia ligeramente, aún en cuatro, y la penetré de golpe, sintiendo cómo su cuerpo se arqueaba y sus gemidos explotaban en la habitación. Cada embestida era intensa, fuerte y llena de hambre, haciendo que sus caderas se movieran al ritmo de mis golpes.

Claudia gemía desesperada, su respiración entrecortada, sus manos aferrándose a las sábanas mientras yo no soltaba su culo ni un segundo, alternando entre empujar profundo y acariciarle la espalda y las nalgas.

Sofía se puso a un lado, descalza y desnuda, con las piernas abiertas, tocándose mientras nos miraba con deseo voraz. Sus suspiros suaves se mezclaban con los gemidos de Claudia, creando una sinfonía sucia de excitación y lujuria. Cada vez que miraba a Sofía, verla tocarse mientras nos veía coger aumentaba aún más mi placer, haciéndome querer embestir con más fuerza, con más ansias.

La necesidad de cogerme a Sofía también era imposible de ignorar. Saqué mi verga de la concha de Claudia y comencé a cogérmela con los dedos con ritmo. Le guiñé a Sofía para que entendiera. Ella no tardó; se acercó, se arqueó un poco hacia abajo, y dejó su conchita lista para que la penetrara.

Con cuidado, despacio, para que Claudia no notara su presencia, se la metí a Sofía. No podía embestirla con fuerza, pero el solo hecho de estar adentro, sentirla cálida y húmeda, me volvía loco. Sofía suspiró bajo mi toque y cada roce hacía que su excitación creciera, igual que la mía.

La temperatura en la habitación se disparaba. La excitación era tal que Sofía no pudo contenerse: soltó un squirt que me bañó la pija con sus jugos. Antes de que pudiera reaccionar, Claudia, totalmente entregada y llena de placer, también me bañó la mano con su propio squirt.

El morbo era un descontrol absoluto. Estaba cogiendo con mi esposa y mi hijastra, ambas gimiendo y suspirando, temblando, mientras sus fluidos se mezclaban con mi calor.

Ya no podía más, le dije a Claudia que se bajara de la cama y se arrodillara, pero que mantuviera el antifaz puesto. Quería acabarle en la boca y ella, completamente entregada, accedió sin dudar.

Se puso frente a mí, y Sofía, aún deseosa de mí, se acercó también, manteniendo distancia para que Claudia no notara su presencia. La escena era gloriosa: dos bocas abiertas, expectantes, y yo, con la pija dura, comenzando a pajearme rápido mientras jadeaba, perdiéndome en el placer de verlas así.

El primer chorro de leche fue a la boca de Claudia, la siguiente descarga fue en la de Sofía. La sensación fue impresionante, fue una acabada más intensa que la de la mañana con Sofía y Valentina.

Ambas tragaron cada gota, sin desperdiciar nada. Claudia, un poco más atrevida, después de tragar, agarró mi verga y me la chupó un poco más para dejarla completamente limpia.

Sofía aprovechó ese instante para levantarse y dirigirse hacia la puerta. Antes de irse, se dio vuelta y nos miró: vio a Claudia chupándomela mientras yo no podía apartar la mirada de ella. Me lanzó un beso al aire y se marchó.

Claudia dejó de chuparme, se sacó el antifaz y me miró con una mezcla de lujuria y satisfacción. Yo la devolví la mirada, lleno de deseo y morbo, mientras ambos respirábamos agitadamente.

Después de tanto desenfreno, ambos nos bañamos, dejando atrás los restos de nuestro placer compartido. El agua caliente recorría nuestros cuerpos, suavizando la tensión y el morbo que todavía nos recorría.

Terminados, nos secamos y nos metimos en la cama. Nos abrazamos, cuerpos pegados, respiraciones entrecortadas, todavía sintiendo la intensidad de la noche.

El cansancio era absoluto, pero también había una satisfacción que nos mantenía sonriendo entre suspiros.

Fue una noche intensa, llena de placer, lujuria y morbo descontrolado. Nos dejó exhaustos, pero a mí, más que a cualquiera, porque había tenido el privilegio de cogérmelas a ambas, sintiendo su entrega y excitación a cada instante.

Sabía que esto no iba a terminar acá, más cosas pasarían, entendí que podía cruzar muchos limites, y vaya que los crucé.

Mi casa se volvió un descontrol.

Loading

2 COMENTARIOS

  1. Tu primer relato fue mucho mejor, más coherente, más real. Si en ese buen relato hubiera aparecido la puta de tu mujer y al ver el descalñabro se un{ia incestosamente al grupo hubiera sido un relato genial.

DEJA UN COMENTARIO

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí