Mi joven esposa (4): Cuernos consentidos (parte 2)

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Segunda parte de este capítulo.

Sin esperar nada más, el señor Diego la tomó de la cintura y la llevó a sus labios, Yes lo beso en la boca con torpeza de primeriza, los nervios le estaban ganando, eso le gustaba a Diego que bajo las manos a sus caderas y la pego totalmente a él, a lo que Yes solo reaccionaba dejándose hacer y acelerando su respiración.

En esa pose dieron pasos hacia dentro llegando a la barra que usaba como comedor, yo me senté en una de esas sillas altas, Diego pasó sus manos más abajo, recorrió sus piernas alzando una y pegando a Yes hacia él en con esa pierna arriba, la volvió a bajar y ahora ponía sus manos sobre sus nalgas, nada de esto pasaba desapercibido por ella, cada que la tocaba ella lanzaba un gemido, esta ebria y excitada, su sensibilidad estaba al límite y se notaba.

A mí el momento me parecía irreal, todo lo que habíamos fantaseado, el acuerdo al que habíamos llegado, lo que parecía un juego, ahora estaba haciéndose realidad y esa realidad superaba por mucho la ficción, solo habíamos llegado ahí por casualidad, u2n día aburrido sin esperar nada, se había vuelto el día en que se me cumpliría mi más perverso deseo, que otro hombre se follara a mi esposa.

Ellos continuaban besándose y explorándose, el señor Diego ya había desabotonado la blusa de Yes, ella ya había bajado sus manos hacia el paquete del señor Diego, lo acariciaba por encima del pantalón y ahora era él quien respiraba con mayor frecuencia, le desajusto el cinturón y buscaba despojarlo de sus pantalones, Diego no espero más, así como la tenía besándola de frente, la tomó de las piernas y la levanto, camino hacia la puerta de su habitación y la llevo dentro. Yo me quedé estático ante la situación, les perdí de vista, pero tampoco me animaba a buscarlos con la mirada, la puerta había quedado entreabierta, solo podía escuchar el sonido de sus besos y sus respiraciones entremezcladas.

De nuevo me sumí en mis pensamientos, mucho había deseado que ocurriera esta situación, pero ahora no sabía si lo soportaría, las experiencias que había leído, me decían que podía ser una situación dura para el marido, había veces en que ellos no soportaban los celos y detenían a sus parejas o hasta agredían al tercero, quizás yo no estaba preparado para ello, lo mejor seria dejarlos solos y no ver, pues no quería que un arranque de celos le cortara la experiencia a Yes, con esa idea en mi mente me resigne a quedarme sentado ahí en el comedor, con una cerveza en la mano, mientras ellos consumaban el acto dentro de su dormitorio.

Estaba en eso, cuando el sonido de besos se convirtió en susurros, algo se decían y no podía entenderlo, de poco en poco se escuchó la ropa caer y se hizo el silencio por un momento, cuando preste mayor atención para intentar escuchar algo, en la habitación comenzó a sonar un “gluk, gluk”, la curiosidad se intensificó, haciendo dejar a la duda de hace un momento atrás, casi hipnotizado por el sonido me acerque prácticamente de cuclillas, con total cuidado de que no me escucharan, como si tuviera miedo de que ellos me vieran ahí, abrí lentamente la puerta y despacio entre a la habitación, los busqué entre la oscuridad de la habitación, hasta que finalmente vi las dos siluetas dibujarse ante mí.

Yes estaba de rodillas con la cabeza a la altura de su pelvis, Diego sostenía su cabello en una especie de coleta hecha solo con su mano, la llevaba lentamente, pero con firmeza hacia él, ella engullía su miembro como una golosina, después de un momento de observarlos Diego me percibió.

D: ¿te vas a quedar de pie? es mejor que vayas por una silla

Como si fuera una orden, salí de nuevo de la habitación y busque la misma silla donde estaba sentado antes, entre con ella y busque donde ponerla, no lo había notado hasta el momento, pero la habitación era pequeña, en el medio del piso tenía un colchón King size, que dejaba poco espacio en las orillas, alrededor pocas cosas, algunas prendas tiradas y una gran pantalla en el frente sobre un mueble, al lado de la pantalla estaban ellos dos, puse la silla a la altura de su cabecera, pegado a la pared, en el rincón má2s alejado de ellos, como para no estorbarles.

Con las luces apagadas, era difícil distinguir las siluetas, pero la vista se acostumbra a la oscuridad y poco a poco los pude distinguir mejor, el señor Diego ya había sacado su miembro de la boca de mi esposa, ahora jugaba con esté dándole golpes en sus tetas, la levantó y con una mano tomo su cara, mientras salían hilos de saliva de su boca, él la beso.

Con ese beso guarro, la volvió a levantar y ahora la tiro encima del colchón, no estaba seguro de si ella me percibía o si sabía que yo estaba presente, ya que su mirada estaba centrada en el señor Diego, él se recostó sobre ella y comenzó a jugar de nuevo con su miembro, lo pasaba por su entrada una y otra vez, de forma lenta, pero restregándola con fuerza, ella estaba desquiciada por el placer, se veía en su cara la necesidad de ser penetrada. No pudo soportar más el juego, lo tomó de su cabeza y susurrándole al oido le dijo, “penétrame”.

Diego obedeció, dirigió su miembro a la vagina de mi esposa y la penetró con facilidad, lo húmeda que estaba permitía que el señor Diego entrara y saliera con facilidad, manejo un ritmo regular, ni lento ni rápido, pero asegurándose de hacerle sentir todo su peso en cada embestida, no tardó en llegar el orgasmo de Yes.

Mientras ellos se detuvieron, otro sonido se hizo presente en la habitación, afuera se escuchaban voces y sonidos de platos y cucharas chocando, no me había percatado de que la ventana de la recamara de Diego daba justo en el pasillo por donde antes habíamos pasado, las voces se hicieron más claras, en el otro departamento se encontraban cenando. Ajenos a esto, los ahora amantes volvieron a los movimientos, Diego había tomado de los tobillos a mi mujer y los sostenía alzando completamente sus piernas, de esa manera la volvió a penetrar llegando más profundo en su interior, con cada estocada ella lanzaba un gemido cada vez más intenso, al principio había intentado mantener la calma, pero ante tal placer era inevitable que soportara tanto, así cedió a sus instintos y comenzó a gemir con fuerza.

Las voces afuera seguían, era la voz del niño y la señora que antes habíamos encontrado, hablaban de cosas que no se entendían muy bien, pero sus voces eran distinguibles, lo que quería decir, que, si nosotros los escuchábamos a ellos, lo más seguro era que ellos podrían escucharnos a nosotros también.

En esa posición, Diego recostó su peso en Yes, acercó su cara a la de ella y le decía cosas al oído, “estas muy apretada”, “lo sabias”, “¿tu esposo te lo dice?”, de pronto, Diego volteo a verme y me dijo sin ninguna vergüenza, “gracias por traerme a tu esposa”, Yes soltó un gemido profundo al escucharlo, a mí se me hizo un hueco en el estómago con su comentario, en ese momento sentía rabia, coraje ,enojo, ahora entendía por qué decían que los celos podrían ser un problema, aun así, solo atine a decirle, “de nada”.

Se detuvo y la reincorporo, ahora tocaba ponerla en cuatro, Yes se dejaba llevar sin ningún tipo de oposición, sólo estaba interesada en el placer que le estaba proporcionando su infidelidad, la puso de frente a mí, y volvió a dirigir su pene a su vagina, se quedó en la entrada y le dijo a Yes.

D: voltea a ver a tu marido

Yes obedeció y su mirada se encontró con la mía, ahora dirigiéndose a mí preguntó.

D: ¿te gusta lo que ves?

Con voz cortada conteste

K: S s sii

D: ¡Dile a tu marido que quieres Yes!

Y: ¡quiero que me penetre!

D: jaja, dime ¿se lo meto a tu esposa?

K: si Diego, cógetela por favor

Todo pasaba como un sueño, sin pensarlo tanto, Diego sabia como hacer que dijéramos lo que él quería, nos estaba dirigiendo a ambos y movidos por el morbo, caímos en su juego, Diego la había penetrado de nuevo y tras las pocas palabras que nos dirigió, Yes se mostraba aún más sensible, ya no eran simples gemidos, ahora se escuchaban gritos fuertes, Diego la estaba embistiendo con fuerza y ella solo podía gritar entre una mezcla de dolor y placer.

Cuando mis sentidos volvieron en sí, note que los ruidos de fuera se habían apagado, ya no parecía que hubiera nadie hablando en el otro departamento, solo se escuchaban los gritos de mi esposa mientras recibía en su interior la verga de Diego y los bufidos que este daba en cada embestida, literalmente se la estaba cogiendo y se podía escuchar en toda la habitación y seguramente, en el departamento de sus vecinos.

Diego continúo cogiéndose a Yes en esa posición, mientras le seguía diciendo lo buena que estaba, lo puta que era por coger con otro en frente de su marido, que tenía la edad de las amigas de su hijo, a las cuales también tenía ganas de cogérselas, etc., todo esto para encenderla aún más y vaya que lo logró, fueron minutos de intensos gemidos, hasta que Diego anunció que se venía.

Yes se tiró a la cama de espaldas y Diego se masturbo sobre su vientre hasta que derramó su blanco esperma, lanzó un tremendo bufido mientras se corría, de igual forma Yes gimió mientras sentía su calor caer sobre su piel, por la oscuridad no lo había notado hasta ese momento, pero el señor Diego no se había colocado condón y Yes tampoco se lo había pedido, aun así se vino afuera.

Estuvieron un momento recostados, mientras recuperaban el aire, Diego se levantó y me dijo:

K: ¿terminaste?, yo me voy a dar un baño, están en su casa

Era verdad, de los nervios ni siquiera había considerado masturbarme, tenía una erección considerable desde el principio, pero tenía miedo de que si me corría antes de que ellos terminaran, los celos me podrían traicionar, así que decidí aguantarme hasta volver a casa, sin embargo, quizás por la experiencia de Diego, el nos estaba permitiendo utilizar su habitación para tal fin. Me acerque a Yes, estaba totalmente sonrojada y con la temperatura a tope, me vio a los ojos y me pregunto:

Y: ¿qué tal estuvo, te gusto lo que viste?

K: estuvo genial amor, super caliente

Y: ¿también te corriste?

K: no, no lo hice

Y: entonces ven

Se sentó sobre el colchón, me tomo el pene y comenzó a masturbarme,

Y: ¿imaginaste que iba a ser así?

K: no, fue más intenso de lo que imagine

Y: si lo sé, para sus años el señor Diego tiene buena condición

K: ¿ah sí?, ¿Te gusto como lo hace?

Y: si, desde el principio supo llevar el ritmo, yo solo me deje llevar

K: ya veo, ¿y usaron condón?

Y: no, no traía condones, no esperaba que pasara algo esta noche

K: ¿y, aun así, se lo permitiste?

Y: ya estaba muy caliente, no iba a quedarme con las ganas, pero si te preocupa, me tomare la pastilla

K: ¿pero se vino afuera o no?

Y: si, él se salió por sí mismo

K: jaja, tu querías que se viniera adentro

Y: jeje, pues si, se hubiera sentido más rica su leche adentro

Con ese último comentario me corrí abundantemente, por increíble que parezca, esa fue una de las mejores pajas de mi vida. Nos levantamos de la cama y nos vestimos de nuevo, Diego ya se había terminado de bañar y nos dijo que en un momento nos llevaría de vuelta a casa, nosotros le dijimos que no se molestara y que solo nos acercará al mismo punto de encuentro, a lo que él aceptó.

Salimos de su departamento, tomados de la mano y abrazándonos como una pareja de recién casados irradiando felicidad, hasta que nos pusimos nerviosos, cuando vimos que por las escaleras venía subiendo de nuevo la vecina de horas atrás, en esta ocasión no nos dirigió la palabra, pasó de largo lanzándonos una mirada de desprecio o asco. El señor Diego nos llevó al punto acordado, nos dimos un fuerte estrechón de manos y se despidió de mi esposa besándola en la mejilla, “fue un placer, espero verlos de nuevo”, solo esas palabras quedaron.

Una vez en el camino, nos fuimos besando, acariciándonos, hablándonos de forma tierna como recién enamorados, la experiencia lejos de causarnos un conflicto en pareja, pareciera que nos había devuelto al tiempo de novios, con los nervios y las sensaciones a flor de piel. En casa repasamos lo acontecido, volvimos a desnudarnos y jugar con nuestros cuerpos, lamí y recorrí cada parte de su cuerpo aún impregnado en el sudor de Diego, conversamos sobre lo que había pasado por la mente de la señora.

Había escuchado sexo entre un hombre y una mujer, sabía que los ruidos provenían del departamento de su vecino, los bufidos se escucharían de un hombre mayor y no de un joven como yo, deduciendo que no podrían ser de nadie más que de su vecino; los gemidos eran de una chica y había visto entrar a una chica al departamento con su vecino, pero venia acompañado de su marido, no había mas mujeres, los gemidos definitivamente serian de la chica, pero, nunca se escuchó al marido, solo eran los gemidos de ellos dos.

Supongo que es inimaginable para ella el escenario, pero lo vio, un chico joven trajo a su esposa veinteañera, a la casa de su vecino cincuentón, para convivir y beber unas copas y las cosas irían tal, que su vecino maduro terminó cogiéndose a la chica y lejos de escuchar alguna discusión entre su vecino y el marido, vio salir a la joven pareja feliz y con una total satisfacción en la cara, acompañados de nuevo por su vecino, con toda tranquilidad como si lo que escucho no hubiera pasado.

Toda esa conversación nos dio tal morbo que volvimos a hacerlo durante toda la noche, así, sin siquiera habernos bañado, oliendo el aroma de su sudor en mi mujer, el olor a su semen sobre su vientre e introduciendo mi pene, en el mismo lugar donde el señor Diego había estado hace unas horas, pudiendo notar la lubricación y lo abierta que la había dejado, además de tener presente, que había estado sin condón, mezclando sus fluidos con los de mi esposa y ahora con los míos.

Esta primera experiencia abrió nuestro matrimonio a nuevos placeres, siendo testigos vivos de que cuando se separa el sexo y el amor en un matrimonio, la pareja puede vivir una sexualidad donde disfruten ambos sin tabús ni remordimientos, siendo solo el principio de las tantas experiencias que viviríamos después.

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3 COMENTARIOS

  1. Buen relato, sin embargo espere mas.. espero la continuación sea con mas morbo. No demores en el siguiente capítulo……!!!!!!

  2. Tenia muchas expectativas con la continuación, creo que faltó, estuvo bueno pero faltó mas detalle, y la luz apagada mmm

  3. Exelente relato, me gustaria saber o leer el realto si paso algo con don José, ya que ella estaba decidida a entregarse a un macho alfa.

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