Mi suegra Leonor. Sorpresa y algo más

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Maldiciendo a mi mujer que esa mañana me había pedido pasar por el departamento de mi suegra para asegurar que todo estaba en orden, pues la veterana regresaba al día siguiente de sus vacaciones, me bajo del auto y camino hasta el departamento con el duplicado de las llaves que mi señora tiene.

Cuando abrí la puerta, me sorprendió escuchar música acompañando a unos quejidos de los que no pude determinar su origen. Preocupado por la posibilidad de encontrar ladrones avancé sigilosamente hacia el dormitorio, lugar desde donde provenían los ruidos.

Mi sorpresa fue mayúscula al ver a mi suegra Leonor con el camisón aun puesto yaciendo sobre la cama. Lo raro era que estaba tendida en forma inversa, es decir con la cabeza a los pies del lecho y sus pies sobre la cabecera, con sus ojos cerrados razón por la cual no podía verme. El espectáculo era apasionantemente morboso porque sorprendí a mi suegra haciéndose una brutal paja. Mujer de 58 años, separada, rubia muy bonita con unos ojos celestes preciosos y de un físico que hasta ese momento no me había parecido nada especial, y que demostraba cuán equivocado estaba. Lo que tenía frente a mis ojos era sencillamente apetecible. Tanto que la reacción de mi verga fue inmediata.

Había sacado los senos fuera del camisón y había recogido este hasta su cintura. A los pies se veía sus bragas colgando de uno de ellos. Una de sus manos jugaba con unos de sus pezones, mientras que la derecha, la más hábil, se solazaba en su entrepierna metiendo un par de dedos en un constante movimiento que interrumpía a cada rato para llevárselos a la boca y chuparlos Mientras se daba placer a dos manos, dejaba oír gemidos profundos y se revolvía en la cama. Cada tanto se le escapaba la palabra Alberto, es decir que nombraba a este servidor.

Como ya imaginarán mi calentura fue creciendo a medida que seguía mirando. Realmente no sabía qué hacer. Por un lado el frenesí y el morbo que había desatado en mí la situación de la cual era testigo, y por otro la duda de meterme en un lío familiar. El espectáculo desató mis deseos y me decidí por tratar de sacar provecho de la situación.

Me acerqué a ella muy despacio para sorprenderla, y agachándome le susurré al oído…

–Acá estoy Leonor listo para ti

–Pero, pero, ¿qué haces tú aquí? dijo irguiéndose sorprendida y manoteando las sábanas para tratar de taparse sus partes íntimas, lo cual le resultó imposible porque estaba sobre ellas.

–Calma Leonor, calma. Pasé por pedido de tu hija a ver si todo estaba en orden, y menuda sorpresa me has dado.

–Que haces aquí arrodillado al lado de mi cama, vete por favor, déjame sola… me dijo sollozando.

–No te pongas así, yo te comprendo. Fue un rapto de lujuria, lo que no entiendo bien es que nombrabas a un tal Alberto. ¿No seré yo?

–Nada que ver, nada de eso, y te repito que te marches. Ah, y espero que esto quede entre nosotros.

–Mira suegrita, nadie sabrá lo que aquí ha pasado y lo que pasará… dicho esto me tendí sobre la cama y le di un fuerte beso en los labios que no supo, no pudo o no quiso impedir.

Tendido junto a ella, la abracé fuerte y repetí el beso, esta vez buscando su lengua. Si bien en un principio resistió el abrir la boca, en seguida admitió mi lengua en ella. Sentí que la batalla estaba ganada y lista para la faena. En un santiamén me separé para quitarme la ropa y calzado, y volver junto a ella.

–Leonor, sólo te pido que por unas horas te olvides de todo y compartamos este momento que prometo será inolvidable para ambos. Déjame hacer a mí y no te arrepentirás… dije a su oído mientras mordía suavemente su oreja.

Me miró dubitativa, había una lucha interior entre sus deseos sexuales y mi condición de yerno. Dejó caer un suspiro profundo como de resignación, y calladamente aceptó mi propuesta.

Con la mayor suavidad posible le di vuelta para ponerla boca abajo. Con dos manos comencé acariciando sus cabellos. Luego mis dedos, rozando su piel, dibujaron círculos en su cuello y luego bajar a su espalda. Su piel era muy suave e invitaba a la caricia. A medida que mis manos bajaban por su cuerpo, su respiración se volvía más profunda. Cuando llegué a sus nalgas, agregué a las caricias, unas lamidas, luego separé sus piernas y pasé ligeramente un dedo por su raya. Con solo rozar su ano bastó para que su cuerpo se pusiera tenso y se acelerara la respiración. Me alejé de esa zona yendo por sus piernas hasta sus pies.

Le pedí luego que se volviera de espaldas. Lo hizo sin abrir los ojos. Repetí las caricias empezando por su cara, cuello y pechos. Sus senos, algo caídos, estaban adornados con un par de pezones que estaban muy duros debido a su estado de excitación. Fue un placer tener en mi boca esos pezones para poder jugar con ellos besando, lamiéndoles y a veces mordiéndolos con los labios. Sin embargo lo mejor estaba por venir a medida que bajaba en mi empeñosa tarea.

Su ombligo fue la etapa siguiente, y después su pubis. Allí me encontré con una zona cubierta con unos pelos abundantes en forma de rizos cortos que cubrían la zona hasta el vértice vaginal. Como es obvio allí fue donde dedique mi mayor atención. Apoyé mi cabeza y besé toda la zona bajando hasta la entrepierna. Abrí sus piernas para favorecer mi labor y allí estaba un coño hermoso, mojado totalmente por los efectos de la masturbación reciente y la calentura de mis caricias. Lucía unos pliegues color rojo intenso, supongo por la tremenda excitación, y debajo de los labios, un interior de un rosado pálido totalmente mojado con un color entre blanco y ocre. Su clítoris no se veía a simple vista porque estaba bien cubierto por su funda.

Empecé lamiendo las cavidades de las piernas alrededor de la vagina, para ir acercándome a la zona principal muy lentamente. Noté que Leonor comenzaba a jadear más profundo, y en el momento que posé mi boca en su mojada vulva tensó su cuerpo, apretó sus labios y manos y se descargó con un violento orgasmo que duró varios segundos. Detuve mi trabajo hasta que se recuperó. Le pregunté…

–Te encuentras bien Leonor?

–Mejor que bien… respondió luego de unos segundos

–Quieres que me detenga con las caricias?

–No mi amor, sigue, sigue, que no tienes una idea del paraíso en donde estoy ahora.

No terminó esa frase cuando retomé la labor con el mayor empeño posible. Fue un festín de mi lengua y mis labios que no se cansaron de lamer, chupar y sorber todo lo que su vagina me ofrecía. En un momento bajé un poco más hacia su ojete y le di en su esfínter profundos besos y lamidas que actuaron como un nuevo acicate para que mi suegra volviera a derramarse en mi boca dando gritos ahogados de placer.

El juego duró largo rato porque a mí me pone loco chupar coños y a Leonor, al parecer, que se lo mamen. Fue un festival de corridas de mi suegra que me parece tuvo más orgasmos en esa situación que en muchos años de matrimonio.

Cansados ambos luego de tanta lujuria, nos dispusimos a un breve paréntesis y la consiguiente conversación.

–Alberto, creo que no podré levantarme después de tanto placer.

–Querida Leonor, la verdad es que me has sorprendido con la cantidad de orgasmos que tuviste. Realmente perdí la cuenta.

–Es que hace bastante tiempo que no tenía relaciones sexuales. Hasta había perdido la idea de lo hermoso que era. Por supuesto que me refiero a relaciones con un hombre.

–¿Y hasta ahora siempre lo resolvías con la masturbación?

–¿Y que más podía hacer?

–Haberlo sabido te hubiera tentado hace tiempo.

–No sé si te hubiera correspondido, siempre me gustaste pero la condición de yerno te alejaba de mí.

–El destino quiso que te encontrara en esa situación y la verdad es que lo disfruto mucho.

–Y yo también, aunque….

–Silencio, no volvamos al tema de suegra y yerno, por favor, que todavía tenemos más para complacernos.

Dicho lo anterior, la volví a abrazar y le acomodé mi verga en erección en su entrepierna. Gozó por un rato en esa posición, en un determinado momento liberando una mano tomó contacto con mi verga apretándola con firmeza, y sin soltarla se agachó y lamió la cabeza unos segundos para luego introducírsela en la boca dando el comienzo de una sensacional mamada. Probó hasta donde podía caberle dentro de la misma, para luego correr el prepucio, y con su lengua darme innumerables lamidas que me produjeron un enorme placer. Siguió su tarea y comenzó a chupar y succionar el glande, para continuar con una mano haciéndome una paja que tuve que suspender porque me estaba llevando al derrame.

A estas alturas de los acontecimientos la calentura de ambos era muchísima. Decidí que era el momento de cogérmela, para ello la acomodé de espaldas, abrí bien sus piernas las acomodé sobre mis hombros, y apunté mi verga a su vagina. La penetración fue en cámara lenta para sentir el mayor goce. Ella me pedía que fuera a fondo pero no le hice caso. Cuando hube llegado a fondo, la tomé por sus caderas y empecé el juego del pistón, despacio al principio para ir acelerando hasta que ambos llegamos al éxtasis total con sendos orgasmos. Mi picha que había aguantado ese momento, se descargó con varios latigazos de esperma que Leonor agradeció.

Cuando yo creía que había llegado el momento de una pausa, Leonor me sorprendió apoderándose de mi verga se la llevó a la boca para chupar los restos de esperma. Lo hizo tan prolijo que creo no dejó ni una gota.

–¿Te gustó? me preguntó.

–Mucho ¿y a ti?

–También. Quería volver a sentir el gusto de una corrida.

–Vaya, vaya, mira que tenías gustos escondidos.

Y llegó la pausa que esperaba para reponer mi virilidad. La abracé fuerte y así nos quedamos un largo rato en silencio. Pasado el momento comencé a besarle el cuello y su oreja, que era su zona erógena por excelencia. Eso la puso a mil y empezó a besarme por toda la cara para terminar con un beso profundo y largo en mi boca.

Eso me calentó mucho y motivó que mi picha volviera a tomar la dureza necesaria para otro round. Tenía muchas ganas de hacerlo por detrás, pero no me animé a pedírselo en esa primera ocasión. Más bien preferí darle el gusto y someterme a una mamada con final feliz. Se lo propuse y la idea le encantó.

Me pidió que me pusiera de espaldas con las piernas abiertas. Se arrodilló junto a mí y comenzó su sesión. Primero me acarició los testículos y me hizo una breve paja. Cuando sintió que mi verga estaba dura se la llevó a la boca y a partir de allí comenzó una sucesión de caricias, besos, mamadas y chupadas que prácticamente me volvieron loco. Nunca me habían hecho gozar tanto con una mamada. Con tales atenciones no fue de extrañar que rápidamente llegara al éxtasis y me derramara en su boca con varias entregas que Leonor saboreó y tragó, para luego, volver a limpiarme la verga como en la ocasión anterior. Me quedó claro que mi suegra era adicta a mamar vergas y tragar semen.

Después de ese polvo tremendo quedé deshecho físicamente, solo quería reponerme. Leonor me dejó por unos minutos, no muchos, para volver a la carga con sus caricias. Lamentablemente no tuvo resultado porque su mamada me había sacado todo lo que le podía dar y se lo dije. Me miró un poco desencantada y me dijo que tenía que recompensarla, porque todavía estaba caliente.

Hice un esfuerzo tremendo y me arrojé a su chocha para comérmela. Volví a ese rincón tan deseado y con la ayuda de mis labios y lengua me ensañé con esa vulva ardiente, digo ardiente porque estaba realmente muy caliente. Creo haberle hecho de todo y por todos los lados. Puse el clítoris al servicio de mi lengua y durante varios minutos lo besé, chupé y sorbí. Cuando notaba que estaba por venirse, interrumpía y empezaba de nuevo en un juego infernal que solo iba detenerse cuando ella lo pidiera.

Supongo que el goce era mucho, pero la calentura también porque tardó en llegar el orgasmo. Fue intenso y prolongado. Me hundió la cabeza en su entrepierna y cruzándolas me encerró en esa posición hasta que un largo derrame de jugos y unos golpes con sus manos a la cama junto con unos rugidos, me anunciaron que había logrado hacerla correrse con un polvo brutal que la dejó sin fuerzas y sin palabras.

–Me hiciste volver loca con tu mamada

–Hubo retribución de atenciones y creo que no estuvo mal

–Fue tremendo. Nunca en mi vida había acabado tan profundamente. Fue algo hermoso porque placer era infinito. Gracias yernito, te portaste muy bien.

–Todo bien Leonor pero la hora pasa y me parece que se nos va la mañana.

–Tienes razón. Pasa que cuando uno está disfrutando, como yo lo hice, el tiempo se debería detener, ¿no te parece?

–Sin duda, pero ya habrá otros momentos para disfrutar. Lo prometo.

Salí volado para darme una ducha rápida y salir para mis obligaciones. Leonor me despidió con un beso y un abrazo haciéndome prometer que desde ese día sería su amante.

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3 COMENTARIOS

  1. Estuvo fabuloso y muy caliente este relato y se me antojo estar ahi, con Leonor…lo pa padre es que llegó a muchos orgasmos👍👍👍

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