Salí y me fui al octavo piso, como el día anterior. No los veía. Estaba por irme cuando pasé por el baño y escuché lo que claramente eran dos personas teniendo sexo. No era gran cosa… pero me descolocó creer reconocer la voz de Pamela. Me quedé un rato escuchando, disimuladamente.
Se oía una penetración rápida, jadeos contenidos. Pasaron unos 30 segundos y el ritmo era el mismo.
Hombre: Qué buen culote, Pamela. – seguía el golpeteo rápido –
Pamela: Mhmm… sigue… sigue así, papito.
¿Eran ellos? ¡Claro que eran! Escuché su nombre, y por la voz parecía ser ella. Dudé entre entrar o quedarme para confirmarlo, pero ya llevaba demasiado tiempo parado ahí. Algunas personas empezaban a verme raro, así que me retiré y me senté en la sala, con vista directa al baño, esperando que salieran.
De pronto sentí una mano en mi hombro.
Julio: Acá estás. Te tengo noticias: Teodoro tomó el primer vuelo, ya está en camino.
No sabía qué me sorprendía más: la noticia de don Teodoro o el hecho de que Julio llegaba acompañado… de Sergio. ¿Entonces mi Pamela no era la del baño? Ya no entendía nada.
Sergio: Vamos a servirnos algo carnal, que muero de hambre.
Nos levantamos y nos dirigimos a la mesa, cuando vi llegar a Pamela, con un bikini que le resaltaban sus atributos. No vi de dónde venía. Giré hacia el baño: estaba vacío. Ella se me acercó, natural.
Pamela: Hola, gordo. – me saludó con un beso rápido -. Ya regreso, me voy a poner algo más cómodo.
Me dejó sin respuesta, tanto ella como todo lo que acababa de pasar. Pasó tal vez media hora hasta que Pamela regresó. Había más gente, más música.
Sergio en un lado, Julio en otro, y Pamela almorzando conmigo. Hablamos un poco, aunque con tanto ruido no se entendía mucho.
Más tarde, Pamela se fue a conversar con algunos conocidos. En una de esas, la vi con un tipo alto, de cabello negro y bigote llamativo, de esos que parecían de actor de la época. Conversaban de manera coqueta. Por la posición en la que estaba, no pude confirmar si él le acariciaba el trasero o solo la tenía de la cadera. El brazo subía y bajaba disimuladamente. Pamela miraba de reojo, como buscando mi mirada.
Me iba a acercar, pero Joaquín vino hacia mí a hablarme casi gritando, andaba ya muy pasado de copas, por lo que Pamela notó la situación y se me acercó, pidiéndome que saliéramos.
Ya fuera, camino a nuestro piso, aproveché para aclarar las cosas.
Yo: ¿Con quién estabas conversando?
Pamela: Un tipo que conocí arriba, en la piscina.
Yo: Por cierto… ¿qué pasó en la piscina?
Pamela: Mmm, nada. ¿Por qué?
Yo: No sé… te pregunto por eso.
Pamela: Ya te dije que nada. No sé por qué estás con esas ideas.
Yo: Sabes bien por qué.
Pamela: ¿Ahora vas a sacar ese tema? ¿Sabes qué? Cree lo que quieras.
En ese momento venía Julio, notando que discutíamos. Así que no le quise dar razones a que supiera algo y actué de lo más natural.
Julio: ¡Saúl! Teodoro acaba de llegar. Te espera abajo… ¿Todo bien?
Yo: Sí, todo bien. – miré a Pamela – Ahora regreso, amor. – le di un beso.
Ya habría momento para aclarar… pero no delante de Julio.
Bajé al lobby con él para recibir a don Teodoro. No estaba molesto, pero sí decepcionado de que no lográramos el trabajo. Hablamos de los problemas y de cómo solucionarlos.
Don Teodoro: Te vas a tener que quedar, Saúl.
Yo: Pero don Teodoro, usted me dijo que solo sería cosa de un día…
Don Teodoro: Pero no lo hicieron bien. No te contaré estos días como vacaciones, quédate tranquilo con eso. Pero terminamos esto ahora. Te llamo para que llegues al hotel donde estaré.
En pocas palabras, me obligaba a quedarme. No sabía si sería un día más o más tiempo, pero tenía que estar ahí.
Julio se quedó con él. Yo subí, molesto, para contarle lo sucedido a Pamela… pero no estaba sola. Para mi sorpresa, conversaba con Sergio en la cocina, casi en el pasillo de los cuartos. Aproveché para escuchar antes de entrar.
Sergio: Claro, pero cuando yo llegué ya andabas pegada de Luis.
Pamela: ¿Y estás celoso acaso? – con voz coqueta – Porque también te vi ocupado.
Sergio: Jajaja, bueno… tal vez un poco celoso sí me puse. Es solo que me hiere que me hayas cambiado tan rápido. Incluso al comer te vi con él.
¿Se refería al bigotón del buffet?
Pamela: Uy, cómo no… si primero me dices una cosa y luego me entero de otras.
Sergio: ¿De qué cosas?
Pamela: Debes saberlo muy bien. Recuerda la noche que me conociste. Se escucha todo, solo te diré.
Sergio: Usted es la celosa entonces.
Pamela: Para nada. No tengo por qué.
Sergio: Entonces no hay problema. Mañana la quiero conmigo arriba, para que me anime con esas nalgadas.
Pamela: Jajaja, ya me disculpé por eso. Me aguantaré la próxima vez.
Sergio: Eso quería escuchar güerita, que habrá una próxima vez… ¿A qué hora la veo en la noche?
Ya había escuchado suficiente. ¿A qué se refería con “nalgadas”? ¿Y esa cita en la noche? Decidí entrar.
Giré y vi a Sergio, erguido, sin camiseta, apoyado en la pared. Pamela, recargada en ella, como pareja acorralada. Al verme, se enderezó. Sergio giró hacia mí.
Sergio: Ey, Saulito, ¿cómo estás carnal?
Yo: Todo bien, gracias. ¿Y tú? ¿A qué se debe la visita?
Sergio: Como le comenté a Pamelita, en la noche hará una fiesta Sara. Espero verte ahí, carnal. Te veo solo trabajando, jaja.
Ah… de eso se trataba.
Yo: Pues gracias. Veremos si tenemos tiempo.
Sergio: Claro. ¿Y el otro? – refiriéndose a Julio -.
Pamela: Debe estar por ahí. Yo le aviso cuando venga.
Pamela entró al cuarto, como despidiéndose de Sergio. Él entendió, se marchó.
La seguí y, ya solos, le hablé.
Yo: ¿Qué fue todo eso? ¿Qué viene pasando?
Pamela: ¿De qué hablas? ¿Qué viene pasando? – me hablaba sin mirarme –
Yo: Hay cosas que no me estás diciendo. Y me he tenido que enterar por otros.
Pamela: ¿Qué cosas?
Yo: Como lo que pasó ayer arriba. ¿Qué nalgadas le diste?
Se quedó fría, con gesto sorprendido.
Pamela: ¿Has estado espiando?
Yo: Claro que no. Solo escuché que le das nalgadas cuando estaba entrando.
Pamela: Ah, pues solo fue por el vóley arriba. Me emocioné y ya.
Yo: ¿Y te parece bien eso?
Pamela: Solo fue un juego Saúl. No sé por qué haces tanto escándalo.
Yo: Porque se supone que son vacaciones, amor. Pero no hemos pasado mucho tiempo juntos, y pareciera que ni lo quisieras.
Pamela: Pero porque tú estás trabajando, Saúl. Tampoco me voy a quedar aburrida. Paso demasiado en casa en Lima y ahora que tengo oportunidad de salir sin los niños, me reclamas y me celas. No me parece justo.
Yo: ¿Y qué pasó en la mañana? Tu tanga en esa bolsa que te trajo Sergio.
Se quedó callada unos segundos, sin saber qué responder.
Pamela: ¿Qué tanga?… ¿De qué bolsa hablas?
Yo: La bolsa que estaba metida entre esa ropa.
Pamela: Esa bolsa la traje anoche. Era mi bikini. Sergio solo me trajo unos aretes. No sé qué más quieres que te diga.
Yo: Solo quiero que me digas a dónde vas al menos. Te he tenido que buscar y sabes lo enorme que es este hotel.
Pamela: Todo ha pasado tan espontáneo. No hemos tenido oportunidad de estar juntos.
Yo: Bueno, ahora como última noche, tenemos oportunidad de hacerlo en la fiesta que dice Sergio.
Pamela: Claro… – dijo sin mucho entusiasmo -.
Yo: Tendré que ir un rato con don Teodoro, pero no demoraremos.
Era la primera vez que podríamos disfrutar desde que llegamos. Pamela alistaba su vestido cuando Julio me avisó que don Teodoro nos esperaba. Nos dirigimos a su hotel, mientras yo aún lidiaba con los celos y la incertidumbre.
Apenas llegamos, con don Teodoro empezamos a trabajar en el convenio. Más que nada él y yo, porque Julio no tenía nada que hacer ahí; solo intentaba hacer bromas como siempre. Desde que llegó, don Teodoro estaba molesto; recuerdo que incluso lo mandó a comprar comida en un momento.
Don Teodoro: Ya corregimos todo lo que habían hecho mal, ahora vamos a redactarlo de nuevo – se giró hacia Julio -. Regrésate, hijo, estás estorbando nomás acá.
Julio no dijo nada y se retiró con su aire socarrón. Me quedé solo con don Teodoro, y trabajamos durante horas. Cuando finalmente hicimos una pausa para comer, ya pasaban las nueve. Le pedí el teléfono para llamar a Pamela.
Ring… nada. Ring… tampoco. Recién a la tercera contestó.
Pamela: ¿Sí?
Yo: Hola, amor, soy yo. ¡Al fin contestas! – traté de sonar divertido, aunque mi voz traicionaba preocupación -.
Pamela: Me estaba alistando y Julio no respondió. Tuve que salir yo… ¿Ya estás en camino?
Yo: Todavía no, tenemos que terminar acá. No sé cuánto más tomará. Te llamo cuando esté saliendo y vamos.
Pamela: Pero si es a las 9, ¿cómo quieres que espere más?
Yo: Ya sé amor, pero no vas a ir sola tampoco.
Intenté no alzar mucho la voz, pero igual don Teodoro notó que discutía.
Pamela: Entonces qué, ¿me quedo acá? – estaba claramente enfadada –
Yo: Está bien, amor. Te llamo saliendo, ¿sí? Cuídate.
Colgué sin esperar respuesta. Don Teodoro, que ya conocía de mi pasado con Pamela, me miró preocupado.
Don Teodoro: ¿Cómo está Pamela y los niños?
Yo: Bien, Pamela está en el hotel ahora. Los niños se quedaron en Lima.
Don Teodoro: ¿No ibas a traerlos contigo?
Yo: Esa era la idea, sí… pero surgieron problemas, así que solo viajamos Pamela, Julio y yo.
Don Teodoro: Lamento ponerte en esta situación con Julio, hijo. ¿Por qué no trajiste a Pamela aquí? No la debes dejar sola.
Yo: Oh, no, ella está allá con Julio. – Al decirlo me miró raro -. Pasa que su amigo nos está hospedando y nos dio esa habitación.
Don Teodoro: ¿Están los tres en la misma habitación?… ¿No te incómoda eso?
Yo: Sí… y sí me incomoda… pero estoy pendiente de ellos. No se preocupe, don Teodoro – forcé una risa -.
Don Teodoro: Bueno, hijo, está bien. Pongámonos a terminar esto de una vez.
Seguimos trabajando hasta casi la medianoche. Ya por salir, intenté llamar a Pamela cinco veces, ninguna respuesta. La preocupación de Teodoro era evidente.
Yo: Debe estar ya durmiendo – dije para disimular mi vergüenza -. Bueno, don Teodoro, lo veo mañana.
Salí del hotel y, claro, Julio se había llevado el carro. Tomé un taxi. Llegué cerca de la una de la madrugada a nuestro piso. Entré a la habitación: nadie.
Ni Pamela ni Julio. “Estarán en la fiesta”, pensé. No tenía fuerzas para salir, pero no podía dejarla sola otra vez. Me cambié y bajé.
Lo raro era que no había música. Llegué al lobby y pregunté a un botones, pero no me dio respuesta certera tampoco. Subí a la terraza: nada, apenas algunas personas, pero ninguna fiesta. “Quizás ya terminó”, me dije, y volví al cuarto. Pero Pamela y Julio no habían llegado. Decidí esperar despierto, pero el cansancio me venció.
Al abrir los ojos, pasaban las cuatro. Pamela estaba en la cama, boca abajo. Olía a alcohol. Lo sorprendente: ropa que nunca había visto en ella, falda de jean, blusa de flores y tacones. El vestido verde que llevaba antes ya no estaba. Me acosté a su lado, sin saber en qué pensar.
La mañana siguiente me despertó el alboroto de Pamela.
Pamela: Hola amor -se notaba sorprendida, casi asustada al verme despierto-
Yo: Hola. – me esforzaba por abrir los ojos -. Anoche no me esperaste.
Pamela: Lo hice… Pero era ya tarde – se cubría apresurada -.
Al levantarse, noté sus pezones marcados. No tenía sostén.
Yo: ¿Estás sin sostén?
Pamela: – se miró sorprendida – … sabes que no me gusta dormir con sostén. Me lo quité al llegar.
Yo: ¿Y por qué la blusa?
Pamela: Ahh… no sé, estaba muy cansada. Ahora vuelvo.
Agarró su toalla y se fue volando al baño. Apenas me dio tiempo a abrir bien los ojos. Miré el reloj: ¡9:30!
Yo: ¡Pamela, son 9:30! ¡Abre que tengo que ducharme rápido!
Pamela: Ya salgo…
Yo: ¡Solo abre!
Un minuto después salió apurada. Me metí a la ducha de inmediato. Junto a la puerta estaba su ropa, pero solamente la blusa y el jean. Sabía que no llevaba sostén… ¿pero tampoco tanga? No se la hubiera puesto solo para cubrirse con la toalla.
No importaba en ese momento. Me vestí con lo mismo del día anterior y bajé.
Llegué donde don Teodoro, pero me abrió con extrañeza.
Don Teodoro: Hijo ¿qué haces acá?
Yo: ¿Cómo, no tenemos reunión?
Don Teodoro: Pero más tarde. Te dije que te llamaría.
Yo: – me sentí como un estúpido -. Ah claro, egreso después entonces.
Regresé al hotel. Entré a la habitación y me impactó ver a Pamela en ropa interior, en la cocina. Bueno, la había visto muchas veces así, lo que me impactó fuer ver que detrás de ella, estaba Julio, sin polo y solo con un pantalón de pijama, frotando su miembro descaradamente contra el trasero de ella.
Al verme, como si lo hubieran ensayado, Julio estiró el brazo como para alcanzar algo de la repisa mientras Pamela me miraba con gesto de fastidio.
Pamela: Mejor aplástame – girando hacia Julio -.
Julio: Pensé que sí llegaba. Perdón, jaja. – me miró -. ¿Qué haces acá? ¿No ibas a estar con el viejo?
Yo: Me llamará cuando sea la hora. ¿Y tú por qué no estás vestida? – le dije serio a Pamela-
Pamela: Estábamos por subir a la piscina. Termino mi jugo y vamos.
Yo: Pero estás en ropa interior Pamela.
Pamela: No tengo más bikinis limpios. Además es lo mismo.
Yo: ¿Y tú irás acaso en pantalón? – mirando a Julio –
Julio: Pensaba ir desnudo, la verdad. ¿Me hubieras querido ver desnudo ahora? – se burlaba -. No sería novedad tampoco, ¿cierto?
Pamela: Ay, no empieces Julio – se fue al cuarto –
Lo ignoré y fui tras ella.
Yo: A veces quiero golpearlo.
Pamela: -susurrando- Deberías
Yo: No sé qué te hizo querer estar con él.
Pamela: – giró hacia mí – No le hagas caso. Sabes cómo es. Y no vamos a hablar de eso Saúl.
Yo: Bien, hablemos de anoche. Fui a buscar fiesta y no había nada.
Pamela: Fue más una reunión.
Yo: No escuché música. Caminé por todo el hotel…
Pamela: Es un hotel, no iba a haber música tan alta a esas horas.
En eso, Sergio entra
Sergio: ¿Y la reina dónde está?
Julio se quedó callado unos segundos, dudando.
Julio: Ya se fue a la piscina, no nos esperó. Vamos a buscarla.
Pamela: – se ruborizó, evitando mirarme- Julio y sus mentiras…
Yo: ¿Qué pasa con Sergio? ¿Por qué siempre te busca y te llama tan cariñosamente?
Pamela: Así es él. Los mexicanos son muy amistosos.
Yo: ¿No es solo él entonces?
Pamela: No me refiero a eso… pero no es solo conmigo, si te refieres a eso. Cuando subas vas a ver que es igual con todos.
Yo: Tengo que estar atento a la llamada de don Teodoro.
Pamela: Bueno, voy a subir y le digo a Julio que baje y se quede hasta que salgas.
Pamela salió casi huyendo. Se fue sin dejarme responder. Pasaron minutos y Julio nunca bajó. Esperaba también la llamada de don Teodoro, que no llegaba. Me había puesto lo primero que vi en la mañana así que decidí cambiarme mejor. Me vestí y cuando al medio día me llama don Teodoro al fin.
Subí antes a la azotea para despedirme… pero no había nadie, absolutamente nadie. Ya no me sorprendía.
El resto del día lo pasé inquieto. Incluso en la reunión don Teodoro me notó en otro mundo.
Don Teodoro: Saúl, espérame afuera – con una mirada seria -.
Salí de la reunión y los esperé. Cuando salieron, me alivió verlos estrechándose las manos una y otra vez, todo había salido bien.
Eran ya cerca de las 2 por lo que iríamos a almorzar, pero cada vez los pensamientos venían de a más, así que me disculpé con don Teodoro y le consulté si ya me podía retirar.
Don Teodoro: ¿Está todo bien?
Yo: Si todo bien, solo estoy algo cansado.
Claro que no me creyó. Ni siquiera yo lo decía con convicción, pero aun así accedió que me vaya.
![]()
Cuál número tres es el correcto??
Hola Sebastian, por casualidad subí dos veces la misma parte, aunque en este relato me doy cuenta que lo subí completo y continuación directa a la última parte.