Nuestra primera orgía

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T. Lectura: 8 min.

Las olas chocaban suaves contra la playa desierta frente a la casa que rentamos para el fin de semana. Era un lugar perfecto: enorme, con una alberca gigante en el patio trasero, la playa vacía y sin casas cerca porque no era temporada de vacaciones. Nadie nos vería ni escucharía, ideal para lo que planeábamos. La casa tenía una sala inmensa con sillones grandes y cómodos, cuatro recámaras con camas king-size, y una habitación con paredes de cristal que dejaba ver el mar, con un jacuzzi grande adentro que prometía un cierre inolvidable.

El plan nació después de nuestra experiencia con Karina y Luis en el motel, cuando Karina propuso invitar a más parejas. Elegimos a Marcela y Diego, y a Zandra y Carlos, amigos de Luci y Karina de la universidad, con relaciones sólidas y cuerpos atractivos, perfectos para probar el mundo swinger. No les dijimos que era una orgía; solo un fin de semana relajado en la playa. Nuestra estrategia: charlas, baile, tragos, y un juego de verdad o reto para calentar el ambiente, empezando con besos entre nosotros para animarlos, sin contarles que ya habíamos intercambiado parejas.

Antes de salir, le confesé a Luci que siempre me ha atraído Marcela. Es casi idéntica a ella: delgada, con pechos bien formados, piel clara, pero un poco más alta, con piernas más llenitas y cabello corto hasta los hombros. Lo que me enloquece es que es más cachonda, siempre coqueteando. Luci se rió, me dio un beso intenso y dijo: “Disfrútala todo lo que quieras, amor. Pero yo también quiero mi diversión”. Su seguridad me prendió, y ya imaginaba lo que vendría.

Llegamos el viernes al mediodía, bajamos la comida y alcohol del carro: cervezas, tequila, whisky, vino. Cada pareja se instaló en una recámara: nosotros en la principal, Karina y Luis en la de al lado, Marcela y Diego en la tercera, Zandra y Carlos en la cuarta. Marcela, siempre lanzada, bromeaba sobre si se escuchaba si cogían mientras acomodaba sus cosas. Diego, de 1.70 m, delgado, sonreía relajado, aunque noté un brillo de celos en sus ojos cuando su novia hablaba conmigo o con Luis. Zandra, de 1.52 m, con pechos pequeños pero firmes, nalgas pequeñas pero tonificadas, piel muy blanca y cabello rojo largo hasta media espalda, parecía nerviosa y algo seria. Carlos, de 1.90 m, con un cuerpo grande pero no atlético, estaba serio y callado, asintiendo sin hablar mucho.

Nos pusimos trajes de baño. Marcela llevaba un bikini azul que apretaba sus pechos y resaltaba sus piernas llenitas. Zandra eligió un bikini blanco sencillo, que contrastaba con su piel pálida y cabello rojo. Diego, en un short gris, y Carlos, en uno negro, su cuerpo grande dominando el espacio.

La tarde arrancó en la alberca, con el sol calentando el agua y cervezas frías circulando. La música llenaba el aire, y las risas fluían mientras platicábamos de la universidad, viajes y tonterías. Marcela, la más extrovertida, coqueteaba con todos, salpicando agua con sus piernas. Zandra, más reservada, se mantenía cerca de Carlos, pero sus ojos seguían los movimientos de Luci y Karina. Diego observaba a Marcela con atención, su mandíbula tensa cuando ella bromeaba con Luis.

Pasamos a shots de tequila, y el ambiente se puso juguetón. Luci propuso un juego de futbol americano en la alberca, y pronto estábamos todos en el agua, cuerpos rozándose. Sentí las nalgas firmes de Karina contra mi cadera cuando la empujé, y Marcela se acercó a mí, sus pechos rozando mi pecho. “Cuidado, Kouta, no me vayas a ahogar”, dijo con una sonrisa pícara. Luci me guiñó, sabiendo que me atraía, y se acercó a Luis, sus manos en sus hombros mientras reían.

Al caer el sol, cerca de las 6 de la tarde, nos movimos a la sala, todavía en trajes de baño, con toallas sobre los hombros. Las lámparas daban un ambiente íntimo, y pusimos reggaetón suave que invitaba a bailar. Karina, con su chispa, propuso un juego de verdad o reto “para conocernos mejor”. Luci asintió, Marcela aplaudió emocionada, y Diego accedió, aunque con un poco de celos. Zandra dudó, mirando a Carlos, quien se encogió de hombros y dijo: “Está bien”. El juego iba a ser nuestro anzuelo.

Empezamos tranquilo. Verdades: ¿Cuál fue tu peor cita? Marcela contó una anécdota divertida de un tipo que se durmió en el cine. Zandra, tímida, dijo que nunca tuvo citas mala. Retos: bailar pegado con alguien. Luci bailó con Luis, sus cuerpos frotándose, sus pechos contra su pecho. Karina conmigo, sus nalgas presionando mi erección creciente. Sentí mi pene endurecerse bajo el short, y ella lo notó, sonriendo.

El tequila seguía corriendo, y los retos subieron de nivel. Luci retó a Marcela a besar a Luis. Marcela, sin pensarlo, se acercó y lo besó con intensidad, sus lenguas enredándose, sus manos en su cuello. Diego apretó los puños, sus celos claros, pero no dijo nada. Karina retó a Zandra a besar a Marcela. Zandra, reacia, dijo: “No sé, eso no es para mí…”. Luci, Marcela y Karina la rodearon, riendo. “Es solo un juego, amiga, por los viejos tiempos”, dijo Marcela. Zandra cedió, y el beso fue tímido al principio, pero Marcela lo hizo más profundo, sus labios suaves contra los de Zandra, quien se relajó, sus manos tocando su cabello corto.

Luci, sintiendo el momento, retó a Karina a quitarse el top. Karina lo hizo, sus pechos pequeños expuestos, pezones endurecidos. Marcela la siguió, sus pechos firmes saltando libres, casi iguales a los de Luci. Luci se unió, sus pechos perfectos brillando bajo la luz. Zandra dudó más, su piel blanca poniéndose roja, pero las chicas la convencieron: “Somos amigas, no pasa nada”. Se quitó el top, sus pechos pequeños pero firmes a la vista.

Nosotros seguimos: me quité el short, mi pene grueso ya erecto. Luis y Diego hicieron lo mismo, el pene largo de Luis y el curvo de Diego causando murmullos. Carlos, el último, se bajó el short, revelando su pene de 22 cm, grueso como el mío, impresionante incluso en reposo.

El juego se salió de control. Luci retó a Diego a dejar que ella lo tocara. Diego miró a Marcela, quien asintió entusiasmada, y Luci bajó su short, tomando su pene de 16 cm con curva hacia arriba. “Qué forma tan curiosa”, dijo, lamiéndolo lentamente, saboreando la curva. Diego gruñó, sus celos desvaneciéndose, sus manos en el cabello de Luci. Ella chupó con fuerza, sus gemidos vibrando, sus ojos cafés brillando de deseo.

Karina retó a Carlos a lo mismo. Carlos, callado, dejó que Karina tomara su pene grueso, chupando la cabeza con sus labios carnosos. Carlos jadeó, su cuerpo grande temblando. Zandra, viendo a su novio disfrutar, protestó: “Esto es demasiado… no estoy segura”. Luci, Marcela y Karina la rodearon, besándola suavemente. “Es solo diversión, Zandra. Somos amigas”, dijo Luci, lamiendo sus pechos pequeños. Zandra gimió, su resistencia rompiéndose. “Despacio, por favor”, susurró, cediendo.

A las 7 de la tarde, la sala se convirtió en un torbellino de cuerpos. Luci, liderando, se arrodilló frente a Diego, tomando su pene curvo en la boca. Lo chupaba con avidez, su lengua recorriendo la curva, haciendo que Diego empujara contra su garganta. “¡Carajo, Luci, qué boca tienes!”, gruñó Diego, sus manos guiándola. Luci me miró, sus ojos llenos de morbo, sabiendo que me excitaba verla. Su saliva goteaba, cubriendo sus pechos firmes, mientras gemía con la boca llena.

Karina se acercó a Carlos, guiando su pene grueso y largo a su vagina. Se sentó sobre él en un sillón, gimiendo al sentirlo entrar. “Es enorme, me estás abriendo”, jadeó, moviéndose lentamente, sus nalgas rebotando contra sus muslos. Carlos, normalmente callado, gruñó, sus manos grandes apretando sus caderas.

Zandra, aún dudosa, se acercó a Luis. Él la besó suavemente, y ella, cediendo, se arrodilló, tomando su pene largo en la boca. Sus movimientos eran tímidos al principio, pero pronto se volvieron expertos, chupando con una intensidad que sorprendió a todos. “Zandra, qué rico lo haces”, dijo Luis, su mano en su cabello rojo. Ella sonrió, lamiendo hasta el fondo, hilos de saliva conectando su boca al pene.

Marcela, mi crush, se acercó a mí, sus ojos brillando. “Siempre supe que te gustaba, Kouta”, dijo, montándome en un sillón en posición de vaquera. Su vagina era apretada, y su calor me volvió loco. “Eres más cachonda que nadie”, le susurré, y ella rio, moviéndose con fuerza, sus pechos firmes rebotando, sus piernas llenitas abiertas. La penetré profundo, mis manos en sus nalgas, disfrutando mi fantasía cumplida.

Cambiamos posiciones. Luci se puso en cuatro en un sillón, Diego penetrándola desde atrás. La curva de su pene golpeaba un punto que la hacía gritar: “¡Sí, ahí mismo! Me estás haciendo temblar”. Su vagina se contraía, un chorro pequeño escapando con cada embestida. Yo observaba, mi pene palpitando, excitado por su placer.

Karina se acostó boca arriba, y Carlos la penetró en misionero, su pene grueso estirándola. “¡Me llenas tanto!”, gemía Karina, sus piernas temblando. Zandra, ahora más confiada, montó a Luis en vaquera invertida, su cabello rojo cayendo por su espalda mientras sus nalgas tonificadas rebotaban. Luis gemía, sus manos en sus caderas.

Marcela y yo seguimos en el sillón, ella en perrito. La penetré con fuerza, mis manos pellizcando sus pechos, sus gemidos altos resonando. “¡Más duro, Kouta!”, pedía, y obedecí, mis caderas chocando contra sus nalgas. Su actitud ardiente me llevaba al límite del placer.

Las mujeres se besaban entre sí. Luci y Marcela compartieron un beso húmedo, sus lenguas enredándose mientras eran penetradas. Zandra besó a Karina, sus labios rojos contra los de ella, un espectáculo que prendió a todos. Luci me llamó, y me dio sexo oral mientras Diego la penetraba, su lengua experta llevándome al borde.

A las 9 de la noche, la orgía se mudó a la alberca, el agua fresca contrastando con nuestros cuerpos calientes. Luci flotaba mientras Diego la penetraba de pie, la curva de su pene haciéndola temblar. “¡No pares, me estás volviendo loca!”, gritó, un chorro intenso mezclándose con el agua, sus piernas envolviéndolo. La visión de Luci en éxtasis, con las estrellas reflejadas, me puso al borde.

Karina y Carlos estaban contra el borde, él penetrándola por detrás, sus manos en sus nalgas firmes. “Tu grosor me mata”, gemía Karina, sus caderas empujando contra él. Zandra y Luis estaban en el agua poco profunda, ella en misionero acuático, sus pechos pequeños flotando mientras gemía, su cabello rojo pegado al rostro.

Marcela y yo seguimos en la alberca, ella montándome, sus piernas apretándome. “Sigue, Kouta, me encanta”, susurró, sus movimientos ardientes llevándome al clímax. Eyaculé en sus nalgas, su risa sensual resonando.

Zandra, ahora desatada, se sentó en el borde de la alberca, Luis lamiendo su clítoris. Sus gemidos eran agudos, su piel blanca brillando bajo la luna. Luego lo montó, sus caderas girando expertamente, llevando a Luis a eyacular dentro de ella. “¡Zandra, eres increíble!”, exclamó Luis, su control roto.

Luci, viendo a Zandra, se acercó, besándola mientras Diego la penetraba. Las dos mujeres se tocaban los pechos, sus lenguas enredadas, un espectáculo que me endureció aún más. Marcela se unió, besando a Karina, sus cuerpos brillando con agua.

Más noche, nos movimos al jacuzzi en la habitación de cristal, el mar oscuro al fondo. Luci montó a Luis, su pene largo deslizándose fácilmente, el agua burbujeante amplificando los sonidos húmedos. “¡Me estás partiendo!”, gritó, sus pechos rebotando. Karina, a mi lado, me hacía sexo oral bajo el agua, sus labios esforzándose con mi grosor. “Es un reto, pero me encanta”, murmuró, chupando con fuerza.

Zandra, demostrando su transformación, se arrodilló en el jacuzzi, alternando sexo oral entre Luis y Diego. Sus labios rojos chupaban con maestría, superando a Luci, quien la miró asombrada. “Zandra, enséñame eso”, rio Luci, y Zandra guiñó, lamiendo la curva de Diego con precisión. Carlos, observándola, se unió, penetrándola desde atrás mientras ella trabajaba en Luis. “Eres una reina”, gruñó Carlos, embistiéndola.

Luci, no queriendo quedarse atrás, se puso en cuatro en el borde del jacuzzi, y Carlos la penetró, su pene grueso y largo haciéndola gritar. “¡Es enorme, me estás rompiendo!”, exclamó, un chorro explosivo saliendo, mojando el suelo. Yo me acerqué, y Luci me dio sexo oral mientras Carlos la penetraba, su lengua llevándome al límite.

Marcela, me jaló al jacuzzi, montándome en vaquera. Sus movimientos eran salvajes. “Hazme tuya, Kouta”, dijo, sus pechos rebotando. La penetré con fuerza, mis manos en sus nalgas, eyaculando dentro de ella, mi fantasía cumplida otra vez.

Cerca de medianoche, nos dividimos. Luci, Diego, Karina y Luis se fueron a una recámara, mientras Marcela, Zandra, Carlos y yo nos quedamos en la sala. En la recámara, Luci estaba en misionero, Diego penetrándola con su pene curvo, golpeando su punto sensible. “¡Me estás haciendo venir otra vez!”, gritó, un chorro empapando las sábanas. Luis se unió, penetrándola por turnos, mientras Karina lamía sus pechos, sus lenguas sincronizadas.

En la sala, Marcela me montó en un sillón, sus movimientos ardientes llevándome al borde. “Eres mi sueño, Marcela”, dije, y ella rio, apretándome con su vagina. Zandra, en otro sillón, hacía sexo oral a Carlos, sus labios rojos trabajando su pene grueso, mientras yo la miraba, impresionado por su habilidad. Carlos eyaculó en su boca, y ella tragó, sonriendo.

Zandra se acercó a mí, sus ojos brillando. “Quiero probarte”, dijo, chupando mi pene con una técnica que superaba a Luci. Sus labios rojos, su lengua precisa, me hicieron eyacular en minutos, el semen goteando por su barbilla. “Eres la mejor, Zandra”, admití, y ella rio, orgullosa.

En la recámara, Luci y Karina se besaban mientras Diego y Luis las penetraban alternadamente. Luci, en perrito, recibía a Luis, su pene largo entrando y saliendo, mientras Karina lamía sus pechos. Luci tuvo un orgasmo masivo, su chorro mojando a todos, sus gritos resonando.

A la 1 de la mañana, exhaustos, nos reunimos en el jacuzzi, el mar brillando bajo la luna. Bebimos tequila, nuestras risas mezclándose con las olas. “Confesiones, sin enojos”, dijo Karina, como en nuestra primera vez. Marcela admitió que mi grosor la hizo explotar, guiñándome. Zandra, sonrojada, confesó que superar a Luci en sexo oral fue su triunfo, y todos reímos. Luci dijo: “Carlos y Diego me volvieron loca, pero verte a ti, Kouta, con Marcela… me prendió”. Diego confesó que sus celos se convirtieron en placer, y Carlos, serio, dijo: “Zandra me sorprendió”. Luis elogió la energía de las mujeres.

En nuestra recámara, Luci se acurrucó contra mí, su cuerpo cálido. “Gracias por dejarme ser libre”, susurró. “Marcela es puro fuego, pero tú eres mi hogar”. Mis celos se desvanecieron, reemplazados por amor. La orgía, que duró desde la tarde hasta la noche, fue un torbellino, pero nuestra conexión era más fuerte. Mientras el mar susurraba, supe que repetiríamos al día siguiente, aun nos quedaban dos días con la renta de la casa.

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4 COMENTARIOS

  1. He leído todos tus relatos y me imagino cada una de las situaciones que vinieron esos días, la casa los aromas las vibras todo lo que se compartieron estuvo genial.

    Gracias por compartir tus vivencias, saludos!

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