La luz del sol se filtraba por las cortinas de nuestra recámara, calentando la piel desnuda de Luci y la mía mientras nos despertamos abrazados. La orgía de la noche anterior nos había dejado exhaustos, pero también con una excitación latente que no se había apagado del todo. Luci se estiró, sus pechos firmes rozando mi pecho, y me dio un beso suave en los labios. “Qué noche, amor”, murmuró, su mano bajando a mi pene, que ya empezaba a endurecerse con el recuerdo de verla con Diego y Carlos.
Estábamos a punto de empezar algo entre nosotros cuando oímos un golpe suave en la puerta. Luci se levantó, envuelta en una sábana, y abrió. Eran Marcela y Diego, todavía en trajes de baño de la noche anterior, con miradas pícaras. Marcela, con su cuerpo delgado pero piernas llenitas y cabello corto hasta los hombros, entró primero, sonriendo. “No pudimos dormir pensando en anoche”, dijo, dejando caer la sábana que la cubría, revelando sus pechos bien formados, casi idénticos a los de Luci. Diego, delgado y de 1.70 m, entró detrás, su pene de 16 cm con curva hacia arriba ya semi erecto bajo el short.
Luci me miró, sus ojos cafés brillando de deseo, y asintió. “Pasen, hagamos que esta mañana sea igual de buena”, dijo, dejando caer su sábana. Marcela se acercó a mí, recordando mi confesión sobre mi atracción por ella. “Kouta, anoche me dejaste con ganas de más”, susurró, besándome con intensidad, su lengua explorando mi boca mientras su mano bajaba a mi pene grueso. Luci se acercó a Diego, besándolo igual, sus manos bajando su short para liberar su pene curvo.
Nos movimos a la cama king-size, los cuatro desnudos. Marcela se arrodilló frente a mí, tomando mi pene de 18 cm, grueso como una lata de refresco, en su boca. Chupaba con avidez, sus labios estirándose alrededor del grosor, su saliva goteando mientras gemía. “Es tan grueso, me encanta”, dijo entre lamidas, su lengua recorriendo la cabeza. Luci, a su lado, hacía lo mismo con Diego, chupando su pene curvo con su técnica experta, succionando la cabeza hasta hacer que sonara como una paleta. Diego gruñó, sus manos en su cabello, empujando profundo en su garganta.
Las dos mujeres se besaron, sus lenguas enredadas con saliva y pre-semen, mientras nos chupaban alternadamente. Marcela probó mi pene, y Luci el de Diego, sus gemidos llenando la habitación. “Quiero probar algo nuevo”, dijo Luci, mirando a Marcela. “¿Quieres intentar una doble penetración? Pero primero que me penetren a mi.”. Marcela, siempre lanzada, asintió emocionada, aunque con un toque de nervios. “Sí, pero despacio. Quiero sentirlos a los dos”.
Luci fue por el lubricante que teníamos en la maleta, untándolo generosamente en nuestros penes y en su ano. Primero, Luci se posicionó. Se acostó boca arriba sobre mí, guiando mi pene grueso a su vagina. Estaba mojada, y gruñí al sentir como me deslizaba dentro de ella, su calor apretándome. Diego se arrodilló detrás, untando más lubricante, y entró despacio, su pene curvo estirándola. Luci gritó de placer, sintiendo los dos penes dentro de ella, separados por una delgada pared. “¡Los siento a los dos! ¡Me están llenando tanto!”, jadeó, sus caderas moviéndose para acomodarlos.
Empezamos a movernos sincronizados: yo empujando desde abajo en su vagina, Diego desde arriba en su ano. Luci temblaba, sus pechos rebotando, sus ojos en blanco. “¡Más fuerte! ¡Me van a hacer explotar!”, gritó, y un chorro intenso salió de su vagina, mojando mi pene y las sábanas. Tuvo orgasmo tras orgasmo, su cuerpo convulsionando, sus uñas clavándose en mis brazos. Diego eyaculó en su ano, su semen caliente goteando, y yo seguí, penetrándola hasta eyacular dentro de su vagina, sintiendo su calor mezclado con el lubricante.
Ahora era el turno de Marcela. Estaba nerviosa, pero excitada, su vagina ya mojada de vernos. Se posicionó igual sobre Diego, guiando su pene curvo a su vagina. “Despacio”, dijo, gimiendo al sentir la curva golpeando su punto sensible. Luci me guiñó, y me acerqué por detrás, untando lubricante en su ano virgen para esto. Entré poco a poco, mi pene grueso estirándola, y Marcela gritó: “¡Es demasiado! ¡Pero qué rico se siente!”.
Nos movimos con cuidado al principio, Diego empujando desde abajo, yo desde arriba. Marcela temblaba, su cuerpo adaptándose a la doble penetración. “¡Me están abriendo en dos!”, jadeó, sus pechos firmes rebotando, sus piernas carnosas temblando. Luci se acercó, besándola y lamiendo sus pechos, añadiendo placer. Marcela tuvo su primer orgasmo así, gritando alto, su vagina contrayéndose alrededor de Diego, su ano apretándome. “¡No paren! ¡Es mi primera vez y me está encantando!”, exclamó, un pequeño chorro escapando.
Aceleramos, sincronizados, y Marcela llegó a otro orgasmo, sus uñas clavándose en Diego. Diego eyaculó en su vagina, y yo en su ano, nuestro semen caliente llenándola. Marcela colapsó jadeante, su rostro sonrojado. “Fue mi primera vez… pero no la última”, dijo riendo.
Cambiamos posiciones. Luci se arrodilló, chupando mi pene cubierto de lubricante y semen, mientras Diego la penetraba por detrás. Marcela hizo lo mismo con Diego, chupando el pene de su novio mientras yo la penetraba. Las dos mujeres se besaron de nuevo, sus bocas llenas de penes, saliva goteando.
Luci se montó en mí en vaquera, mi pene grueso entrando profundo, mientras Diego la penetraba por el ano de nuevo. Marcela observaba, tocándose, y luego se unió, besando a Luci mientras era doble penetrada. Luci tuvo otro chorro masivo, mojando mi pene, sus gemidos altos. “¡Me encanta sentirlos!”, gritó.
Para Marcela, cambiamos: se montó en mí, mi pene grueso en su vagina, y Diego en su ano. “¡Es diferente así! ¡El grosor me mata!”, jadeó, moviéndose con su actitud ardiente. Tuvo múltiples orgasmos, su cuerpo temblando, un chorro pequeño escapando por primera vez. Diego y yo eyaculamos casi al mismo tiempo, llenándola.
La mañana siguió con más rondas: sexo oral grupal, donde Luci y Marcela nos chuparon a los dos, alternando, sus lenguas lamiendo semen y lubricante. Luci tuvo otro squirt al ser penetrada por Diego mientras chupaba mi pene. Marcela, ahora adicta, pidió más doble penetración, gimiendo sin parar.
Al final, exhaustos, nos acostamos en la cama, sudados y satisfechos. Marcela besó a Luci: “Gracias por esto, fue mi primera doble y fue perfecto”. Diego admitió: “Al principio tuve celos, pero verlas así me prendió”. Luci me miró: “Amor, esto fue delicioso”. Yo asentí, mi crush con Marcela cumplido, pero mi amor por Luci más fuerte. La mañana había sido un buen inicio para el día.
Mientras descansábamos, pudimos escuchar a los gemidos de Zandra y Karina en el otro cuarto. “Parece que ellos también ya empezaron” dijo Marcela. “Vamos a tener que decirle que nos hagan espacio porque yo sigo queriendo más” respondió Luci mientras se levantaba de la cama, se limpiaba los restos de semen de la cara y salía del cuarto lista para seguir cogiendo.
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