Permiso otorgado

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T. Lectura: 3 min.

La cosa venía de mucho antes, de ver aquella mala película francesa, aunque nunca me atreví a confesárselo directamente. Me calentaba de manera exorbitante imaginar a mi esposa siendo poseída por otro hombre, me transportaba inexplicablemente a un sitio repleto de emociones contrapuestas, desde los celos incontrolables hasta la satisfacción plena por alentar o permitir que otro varón gozará de aquella piel casi virginal de mi mujer, que a sus 27 años se ruborizó al admitir que le agrado la temática del film.

En la película una pareja de mediana edad que estaban por casarse, deciden probar sexo con otras personas alentadas por unos amigos gay. Luego de meditarlo por un tiempo, logran lanzarse a un torbellino de aventuras y termina espantoso. El caso es que Noelia (mi esposa) se sintió identificada con la protagonista, quien nunca había estado con otro hombre que no fuera su marido. –La dinámica, fue muy rápida. Entre qué lo piensan y lo llevan a cabo. Sentenció Noelia, como una crítica de cine.

–Si, es que la peli dura una hora y media. Si lo piensan mucho nos dormimos en el cine. Contesté.

–Podríamos intentar probar algo así, algún día. Sugirió la farmacéutica con los ojos raramente brillosos. Las risas se extendieron en el habitáculo del coche y cesaron con un contundente y desafiante –No, creo que te animes a tanto.

– ¿A, no?… Ponlo a prueba y vas a ver que si.

La charla prosiguió todo el viaje, un poco en broma y otro poco enserio al llegar al apartamento cogimos como pocas veces antes lo habíamos hecho. Yo imaginaba que era otro y ella luego admitió que también. Tres o cuatro días pasaron con la libido a tope y la fantasía también. Yo no paraba de pensar en ello y deseaba que ella sacará a relucir el tema y eso no pasaba así que finalmente pregunté…

–Bueno, ¿qué ocurrió con lo del permiso para coger con otros?

–Pensé que habías desechado la idea, como no insististe. Pensé que habías arrugado. Aseguro la rubia recogiéndose el pelo.

–No, obvio que no. Es más ya tengo una para el viernes. Mentí.

–¡Pero, sos rapidísimo! ¿Quien? Pregunto con media sonrisa.

–Gabriela, una mesera simpática qué está loca por comerme la pija a besos. Continúe mintiendo.

–Bueno, pero no vengas hasta las tres mínimo y menos arrepentido. Aviso la estampa de 1.66, desabrochando su camisa y dejando aquel par de tetas turgentes al aire.

–Gerardo seguro va a saber que hacer con ellas. Aseguró mi esposa llenándose las manos de esa masa con pezones duros y negros qué apuntaban a mi.

–¿Gerardo?… ¡El que repara aire acondicionado! Casi grite.

–Ese mismo. A juzgar como me miró la otra vez, seguro se prende y le echa un buen polvo a la clienta.

–¿Estas segura? Pregunte totalmente excitado.

–¡Por supuesto! –Contesto rápidamente y agregó– Somos adultos, merecemos otras experiencias sexuales. Te contaré todo a detalle y quiero que vos también lo hagas.

Noelia estaba decidida a llegar al final fuera con Gerardo o con otro, ella ansiaba la experiencia en realidad ambos la ansiábamos, por eso continúe fingiendo que Gabriela existía.

Llego el viernes, tenía pensado alquilar una habitación pero me fui al bar con unos amigos. Les dije que mi mujer estaba en un cumpleaños y disfrutamos de la velada. Gerardo había quedado en “revisar el artefacto” a las 7 y media y ya eran la 1 de la mañana. El morbo me tomaba de rehén y las mil preguntas también. Un mensaje de audio llego al móvil, 1 y 9 minutos “amor, venite. Gerardo recién se fue… fue… maravilloso.”.

15 minutos después estaba llegando en taxi.

Noe estaba en la cama, la piernas fornidas escapaban a las sábanas exultantes y aun temblorosas, el olor a sexo deambulaba en el aire y no cabía duda Gerardo la había follado. Las bragas blancas de encaje yacían en la alfombra con otras prendas y con los preservativos rojos caídos como cuerpos en el campo de batalla, me senté en la cama y la bese despacio.

–No, enciendas la luz por favor. –Rogó tan suavemente como la penumbra del cuarto.– ¿Como te fue con la mesera? –Preguntó.

–Bien… Pero prefiero saber que paso aquí.

Gerardo llegó cuarenta minutos tardes, claro que si hubiera imaginado lo que le esperaba hubiese llegado antes. Pregunto por vos y le dije que no vendrías esta noche, que seguro tenías una amante, se sorprendió porque alzó las cejas y se dio cuenta casi enseguida que el aire andaba perfectamente. Lo que no sé es porque carajo seguía acá, si fue por la copa de vino que le ofrecí o por el deseo que le pedí que pidiera mientras me quite la blusa para mostrarle la rigidez de los pezones.

Dios, se me abalanzo como una jauría de perros salvajes alzándome de un tirón, no sabes la fuerza que tiene ese hombre y la boca, dios que boca casi podía devorarme los dos pezones al mismo tiempo. Una vorágine de deseo vertiginoso nos atrapó, nos desnudamos en un ya, tenía la verga grande, sudorosa, peluda, ligeramente torcida hacia arriba, un ramillete de venas lo adornaban y las chupe una a una mientras sus dedos largos hurgaban mi raja incandescente.

No sé cómo fue, debo haber perdido el conocimiento, pero cuando lo recobre me había ensartado, estaba encima de el contra su pectoral velludo saltando y gritando, lo gozaba, por la sonrisa dibujada debajo del espeso bigote y yo también, rebotaba como una goma al compás de aquellas piernas fornidas mientras las tetas golpeaban aquel pecho macizo. Me vine, pero creo que ya lo había hecho antes, era una máquina.

Cuando la piedad llegó extrajo aquel magnífico falo empapado en mis jugos y me suplico que lo mamara nuevamente y lo hice. Soy tu mujer pero fui su puta por cinco horas y me encantó, me encantó quiero que lo sepas.

–¿qué más paso? Pregunte totalmente sorprendido y excitado.

–Hubo de todo, en varias posiciones, acabamos una y otra vez. Estoy destrozada, mañana te cuento con más detalles. Te amo.

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