-Esther, ayer estuve hablando con Lole y me dijo que su hermana Juani y Lucas están tan contentos contigo.
-¿A sí? –me ruborizo.
-Dice que los chicos están sacando sobresalientes.
-Bueno, en realidad… o sea… yo no…
-No te quites mérito. Está claro gracias a ti y a tus clases. ¡Eres un sol! –me da un beso.
-¡Gracias, mamá!
Termino de desayunar y me visto para la universidad. Me encantan los profesores del máster. Creo que soy su alumna favorita. También estoy haciendo muy buenos amigos entre los compañeros de clase.
Me quedo a comer en el comedor de la universidad con Sandro y otros compañeros del máster y luego ellos se van y yo me quedo un rato en la biblioteca a estudiar. A las cuatro y cuarto, me dispongo a marcharme, pero antes voy a cambiarme a uno de los lavabos, el que está más cerca de la salida. Me quito los jeans y también las braguitas, Después de mear y limpiarme con las toallitas que llevo en el bolso, me pongo una faldita muy corta al estilo colegiala, de cuadros azules y negros. Lucas me puso la condición de que no usara bragas cuando fuera a dar clase a sus hijos y la cumplo con satisfacción: me da morbo.
Al salir de los aseos, me encuentro con Sandro, que se sorprende al verme vestida de esa manera. Me guiña un ojo y me dice que estoy muy guapa. Sonríe al exclamar que más que una universitaria, parezco una niña de escuela. Me arremango unos centímetros la falda y le pregunto si le gusta. Él se sonroja, me dice que le gusta mucho y me pregunta si siempre voy sin bragas. Le digo que solo cuando sé que me voy a encontrar con él. Aunque tengo poco tiempo, le pregunto si quiere entrar conmigo a los servicios.
-¡Sandro, porfa! –arremango un poquito más la faldita.
-¡Pues claro, Esther! –sorprendido.
Entramos y allí me quito el top y el sostén, le tomo sus manos para que me agarre los pechos y me pongo de cuclillas. Le abro la cremallera del pantalón y le saco el miembro ya muy parado. Mientras me acaricia las tetas, le hago una de las mejores mamadas de mi vida. Él no tarda en correrse en mi boca y yo saboreo su semen y me lo trago. Me visto, nos damos un beso en los labios, salgo del lavabo y, pícaramente, me arremango la falda para él.
Un profesor me mira y se queda sorprendido al ver como salgo de los servicios con un chico y más cuando ve que le enseño el culo. ¡Qué vergüenza! En fin, por suerte no nos conocemos. Me prometo que seré más prudente. Aunque me gusta exhibirme, no puedo arriesgarme tanto. Y menos en la universidad.
Para no llamar la atención, voy con chaqueta larga por la calle, pero me aso de calor. Esta primavera empieza a hacerse notar con un sol radiante a ratos. Como veo que hay poca gente, me atrevo a quitarme la chaqueta. Noto que estoy muy excitada. Lástima que no haya podido estar un rato más con Sandro. Tengo la sensación de que todo el mundo me mira y que se da cuenta de que voy sin bragas bajo la faldita. Como camino deprisa, seguro que se me ve el culo. Tengo ganas de llegar y hacerme pasar la calentura con los dos alumnos particulares, así que me apresuro, aunque eso signifique que lo vaya enseñando todo andando.
Llegó a casa de Lucas y Juani y los chicos están algo disgustados porque es un poco tarde, aunque solo pasan unos minutos de las cinco.
-Lo siento, chicos. Es que he tenido algún contratiempo –cuando digo eso, aun noto el sabor del esperma de Sandro en la lengua y el paladar y me relamo. -Pero bueno, ya estoy aquí. Y os lo voy a compensar. ¿Os gusta cómo visto? –doy una vuelta de 360 grados y la faldita me sube hasta la cintura.
-¡Mucho!
-¡Oh, guau!
Me siento en una silla delante de ello. Les ordeno que se arrodillen y miren bajo mi falda. Separo las piernas, primero unos milímetros, poco a poco, más. Ellos obedecen y miran fijamente mi sexo.
-Poneos a cuatro patas. Cuando veáis que empiezo a mojar mi coño, por favor, lamed como buenos perritos obedientes. No dejéis de sorber ni una gota.
-¡No, no, nos encantan tus jugos!
-¡Saben muy bien!
-Nos lo beberemos todo, de verdad.
-Así me gusta, perritos buenos.
Me bajo el top hasta debajo de los pechos. Me quito el sostén sensualmente.
-¡No, malos chicos! ¡No me miréis las tetas, solo el chichi! Bueno ¡y el culo también, que sé que os encanta! No os preocupéis, luego os daré de mamar.
-Sí, sí, Esther.
-Yo soy vuestra perrita mimosa –separo más las piernas. –¡Venid, va!
Mi vagina empieza a rezumar y los dos muchachos andan a cuatro patas hasta mí y me empiezan a lamer, desde el clítoris hasta el ano. Me besan los labios, me introducen sus lenguas, me chupan el clítoris, me lamen el culo. Yo me abro completamente de piernas y tengo la falda en la cintura. No tardo en tener mi primer orgasmo y ducho la cara de los chicos con varios chorros de squirt. Ellos se lo beben y me van dando placer con sus lenguas y labios. El segundo orgasmo es casi insoportable del gusto que siento y les lanzo tanto squirt que les empapa incluso la ropa. Gimo, suspiro y grito.
Ellos siguen chupando, besando y lamiendo. Después de no sé cuántos orgasmos, sé que ellos deben estar a punto de explotar, así que les digo que se sienten en el sofá y que ahora seré yo la perrita que les dará placer. Acompaño mis palabras con un par de “guau, guau” y saco la lengua como una perra deseosa. Me pongo a cuatro patas y ando sensualmente hacia ellos. Tengo el top y la faldita en la cintura. Los pechos se balancean apuntando hacia abajo. Seguro que a ellos les encanta porque se sacan sus penes y están muy hinchados. Les doy un par de lametones y me encanta su sabor.
-Me encantan vuestras pollas ya tan tiesas por mí. Oh ¿qué ha sido eso? –oigo un ruido –¿Hay alguien en la casa?
-¡No hay nadie!
-¿Y ese ruido?
-No he oído nada.
-Te lo habrás imaginado, Esther.
-No, no, he oído algo, seguro.
-Estamos solos.
-Bueno, quizá sí me lo imaginé. –vuelvo a ponerme a cuatro patas y contorneo el culo. Vuelvo a emitir unos “guaus” mientras saco la lengua deseosa. El flujo me resbala por los muslos. Beso y lamo las vergas de los chicos, que no paran de aumentar de tamaño. Ahora una, ahora la otra. Voy sorbiendo el delicioso líquido preseminal que va humedeciendo sus glandes –¡Eh! ¿Y ahora lo habéis oído?
-¡Será un ratón!
-¡Un ratón! ¡No, por favor! ¡Les tengo pánico! –chillo y me levanto de golpe asustada. –Por favor, ¡decidme que no es un ratón!
-No, no… es…
-No temas, Esther. No es un ratón. Es solo que…
-¿Qué? –me pongo el sostén.
-Que tienes razón.
-Es verdad, no estamos solos.
-¿Cómo? ¿Qué? ¡Y yo así! –me subo el top y me doy cuenta de que la falda no me tapa nada, que lo enseño todo. –Pero ¿quién es? ¿Vuestro padre? ¿Vuestra madre?
-No, no, Esther.
-Es Nicolás.
-¿Quién es Nicolás?
-Un amigo, un compañero de clase.
-De la clase de Ángel.
-¿Está aquí?
-¡Sí!
-En la habitación.
-¿Dónde? ¡Esperad, ya sé!
Me precipito a la puerta del armario, la abro y sí, ahí está ese Nicolás, con los pantalones y calzoncillos en los tobillos y el pene erguido en la mano.
-¡Sal del armario! ¡Ya está bien! ¡Me habéis fallado, chicos!
-Lo siento, Esther.
-Es que le conté lo guapa que eres y lo que hacías cuando venías.
-Ángel me dijo que qué me parecía si le invitaba un día cuando vinieras. –se excusa Jorge.
-Pero solo a mirar. –exclama Ángel.
-¡Pero me podíais haber avisado!
-Temíamos que si sabías que había alguien mirando, tú no…
-¡Pues claro que no! Y tú, métete la polla en los calzoncillos. ¿Nicolás, no?
-Sí, señora. Perdón. Es que no… no puedo… la tengo muy dura.
-¿Sabes que es de pervertidos eso de mirar estas cosas?
-Sí. Bueno, no. No sé, señora. Es que Ángel siempre está hablando de usted … lo guapa que es. Y que les deja hacer de todo. Y yo no…
-No te lo creías, ¿verdad? –intento que la falda me cubra un poco, pero es en vano.
-Es que… la verdad… me parecía imposible que… una señora…
-Oye, basta ya de llamarme señora. Tengo pocos años más que tú. Porque… ¿tendrás unos veinte años, no?
-Sí, los cumplí en diciembre.
-Pero te ves más niño.
-Esther, perdona, es verdad que no hicimos bien en invitarle a mirar a escondidas.
-Pues no, la verdad. Ya os digo, deberíais haberme pedido permiso.
-Pero tú no…
-… seguro que no lo hubieras aceptado.
-¡Pues claro que no! Bueno, no sé… o sea… quizá sí. No me duele tanto que Nicolás me haya visto desnuda y dejando que los dos me comierais el chocho, sino que me hayáis querido engañar.
-Señora, yo creo que… que a usted… que le ha gustado.
-Sí, Nicolás, no puedo mentir en eso. Ya has visto que me he estado corriendo en su cara.
-Y les ha lanzado chorros de… no sé… yo no sabía que… porque, perdone que le pregunte, señora, eso no es pipí, ¿verdad?
-No, no es orina, no. Claro que no.
-¡Es un líquido muy sabroso! –se relame Ángel.
-¡Sale hirviendo y es como un caldo muy rico! –exclama Jorge, relamiéndose.
-Y sale a mucha presión.
-¡Nos encanta cuando te corres así!
-Gracias, chicos. Bueno, la verdad es que ni yo misma sabía que eso existía ni que yo tenía ese líquido, dentro, no sé dónde. Ni que salía a chorros con esa presión. Hasta hace uno meses yo no… o sea… nunca antes…
-¿Hasta que usted tuvo su primer novio, no?
-No, no, Nicolás. Yo novios he tenido muchos. Pero nunca antes, con ninguno, había eyaculado squirt.
-¿Y con Jorge y Ángel, sí?
-Sí, ya lo has visto. Bueno, y antes de ellos con algunos amantes que he tenido últimamente. Pero ya te digo, desde solo hace unos meses. Eso sucede cuando estoy muy, muy excitada. Bueno, yo me voy a ir.
-No, por favor. –ruega Jorge.
-No te vayas. Nicolás, te vas tú y ya está. –le dice Ángel.
-Sí, claro. –acepta Nicolás, que por fin se ha podido meter su miembro, ya solo morcillón, en el pantalón.
-No seas maleducado, Ángel. Él es quien tiene menos culpa.
-Señora, gracias, pero yo…
-A ver, son ellos los que me han engañado, no tú. Mirad, la verdad es que por él me iba a quedar. E incluso a darle clase.
-Pero… ¿y nosotros?
-Ya sabéis que os estaba a punto de hacer una felación, pero no os la merecéis. Si me aseguráis que solo vais a mirar, le doy clase a vuestro amigo, si queréis, delante de vosotros.
-Eso no es justo, nosotros te hemos hecho correr y disfrutar.
-Además, es papá quien te paga por las clases, no los padres de Nicolás.
-No te equivoques en eso. Tu padre no me paga por dar el tipo de clase que os doy. No habría suficiente dinero en el mundo para pagarme eso. El dinero que me da es por enseñaros Matemáticas –aunque yo mismo dudo de que sea así y que Lucas no sepa lo que enseño a los chicos en realidad.
-Bueno, o me voy o aceptáis que solo podéis mirar.
-¡Sí, sí, por favor! –casi suplica Nicolás.
-Mejor que te quedes a que te vayas, claro.
-Sí, sí. Quédate, Esther. Solo miraremos.
-A ver, Nicolás ¿tú quieres que… o sea… que yo dé a ti la clase? –aunque tiene la cara llena de acné, es bastante atractivo. Y su pene me ha parecido el más grueso de los tres, aunque no es demasiado largo. En todo caso muy apetecible. -¿Quieres que te enseñe o que me vaya?
-Yo, señora, me encantaría que usted… verla otra vez desnuda y… claro… pero es que no tengo dinero y no podría pagarle nada.
-Pero… ¿es que te crees que soy una prostituta?
-No, no, para nada. Al contrario. Usted es una señora educada y elegante. Pero ellos me han dicho que su padre le paga.
-A ver, Nicolás, yo no cobro por eso. Lo hago porque me gusta. Y con quien me gusta. ¿Lo entiendes? Y tú me gustas ¿vale? Y lo que escondes debajo del pantalón, también. –le guiño un ojo mientras le miro la bragueta y me relamo.
Me acerco a él y le desabrocho el pantalón. Se lo quito y también los calzoncillos, que están empapados. Los huelo, le miro con picardía, los beso y los lamo. Él se sorprende al verme hacer eso. Me relamo para indicarle que me gusta el sabor. Me arrodillo en la alfombra y veo que su pene no está erecto. No me había fijado que tiene unos testículos muy grandes y apetecibles. Quizá no había visto nunca unos tan gordos. Noto que eso me excita. Saco la lengua como una perrita y su verga empieza a crecer y más cuando me quito el top y el sostén. Noto mis pechos hinchados y los pezones erectos.
Se los ofrezco para que me los acaricie, lo que hace con gusto y le agrada tanto que, en menos de unos segundos, su miembro está muy duro, aun sin habérselo tocado ni nada. Decido empezar por lamerle y besarle los testículos, pero al primer beso, Nicolás gime y se disculpa y me lanza chorros de su esperma a mi pelo y a mi cara. Le miro sorprendida, empapada de su abundante lefa caliente.
-Perdone, señora, es que yo nunca antes… no he tenido nunca novia ni… y al dejarse usted tocar los pechos, yo… ya ha visto que…
-No pasa nada, Nicolás, guapo. –con la cara llena de su abundante eyaculación- Oye, puedo… o sea… ¿me dejas que pueda lamer y tragarme tu leche ¿sí?
-¿Le gustaría? ¿No le da asco?
-¡Pues claro que no, seguro que está muy rico!
Alcanzo todo el semen que puedo con la lengua y el que no, lo recojo con un dedo y lo llevo a mis labios y lo sorbo mientras miro al chico. Cuando ya no me queda en mi cara, veo que su pene sigue erecto.
-¿Dejarías que te limpie tu polla? ¿Con mis labios y mi lengua? ¿Sí?
-Sí, pero a lo mejor le da asco, no sé.
-¡Y dale con el asco! Pero si lo estoy deseando desde que te he visto tu polla irresistible.
Le aparto el prepucio y le lamo el glande. No hay manera de secarle la punta porque en lugar de bajarle la erección, su pene sigue creciendo y no deja de sacar líquido preseminal.
-¿Dejas que te acaricie y te bese los huevos? ¿Y que te los lama y te los chupe? ¡Es que me encantan tus cojones enormes!
-Sí usted lo desea, sí. ¡Pero son muy sensibles!
-No te preocupes, te los trataré muy bien.
Al cabo de un par de besos en su escroto, Nicolás suspira y grita que no puede resistir y vuelve a eyacular en mi cara. Esta vez, le agarro su pene y se lo ordeño con la punta en mis labios. Le acompaño sus manos hasta mis pechos y él me los agarra fuerte. Noto que alguien me sube la falda y me agarra por las nalgas y me levanta el culo. Es Jorge que además acerca la punta de su pene a mi ano.
-¡No, Jorge! No te mereces que… ¡oh! ¡Ya está bien! ¡Eres malo! –ya tengo la mitad de su miembro en mi culo y aunque mis palabras lo niegan, deseo que me lo rompa y me bombee durante un buen rato –¡Saca, saca tu polla de mi culo!
Por suerte, no me hace caso y el cabroncete me folla bien el culo, mientras sigo chupando el pene de Nicolás. Me sabe mal por Ángel y le llamo:
-Ven, Ángel. Tú has sido obediente y te mereces que te levante el castigo. Oh, hum, Jorge… tú… ay… deja, deja que tu hermano me dé porculo.
-Sí, sí, ven Ángel. –me saca su verga y noto el ano abierto para recibir la de su hermano.
Jorge se viene y eyacula en mi cara, mientras Ángel ya me está enculando y yo chupo el pene de su amigo, aún erecto. Ha cogido gusto a mis pechos y no deja de acariciármelos y eso, además de mi mamada, le debe excitar mucho.
Ángel demuestra haber sido buen alumno y resiste un buen rato follándome el culo. Siento mucho gusto, aunque de momento no me corro.
-Oye, Nicolás ¿quieres tú también darme porculo?
-¿Yo? Me gustaría, sí, claro. Pero no sé, yo nunca… quizá no sabré…
-Sí, sí, verás como sí. Lo tengo muy abierto y empapado porque estos dos perritos me lo han estado follando bien. Tu polla es muy gruesa, pero verás como te entra. Porque… no te dará asco ¿no?
-Al contrario, no. Me gustaría darle porculo, señora. Me he fijado que es muy bonito.
-Pues va, apártate, Angelito, deja que tu amigo me encule con su polla gordota. Y tú, ven a eyacular en mi cara, ¡va!
Ángel, muy obediente él, me lanza su abundante semen a mi cara y noto la punta del pene de Nicolás en mi ano. Apenas me penetra unos centímetros y a pesar de haberse corrido ya dos veces, no resiste ni unos segundos y tiene un orgasmo acompañado de suspiros y disculpas.
-No pasa nada, Nicolás, es muy normal si nunca has estado antes con una mujer. Intenta metérmela un poco más, sí, sí, aprieta, no temas que no me haces daño. Aunque notes mi culo tan prieto, lo tengo muy flexible y abierto. Así, así, hum, ya la noto muy adentro. ¿Te gusta? ¿Te gusta mi culo?
-¡Sí, señora, mucho, oh, hum!
-Aprieta, aprieta, bombéame el culo, que me encanta. Agárrame las tetas, hazme sentir tu perra caliente.
En menos de un par de minutos, Nicolás siente tanto placer que vuelve a eyacular en mis entrañas entre gritos y palabras de agradecimiento. Es su cuarto orgasmo. Realmente sus testículos son eficientes.
A cabo de poco, siento que ha bajado la erección de Nicolás.
-Bueno, chicos, ahora quiero correrme yo, así que, espero que seáis mis perritos buenos.
Me quito la falda y quedo completamente desnuda. Me siento en el sofá y me espatarro.
-Va, a ver, uno que me lama el coño y los otros dos, me mamáis los pechos. Y luego os vais turnando. A ver quién es el primero que me hace correr.
-Esther, no, no puede ser. Es muy tarde.
-¿Cómo? ¿Ya?
-Sí, sí, son casi las ocho.
-¡Las ocho!
-Mamá está por llegar.
-¡Vaya, con las ganas que tenía que me dierais un buen rato de placer! Es que me habéis excitado mucho.
-Uy, creo que se oye llegar su coche.
-Oh, no, pero ¿dónde tengo mi ropa?
-No sé, Esther. Bueno, sí, el top lo tengo yo.
-Y yo, el sostén.
-Señora ¿puedo quedarme con su falda?
-No, ¿pero cómo quieres que…?
-¡La puerta, la puerta!
-Esther, ¿todavía aquí? ¡Oh, hola, Nico!
-Hola, Juani.
-Nico vino también a… que Esther le diera clase de repaso. –explica Ángel.
-Pero eso no puede ser. Esther, creo que mis hijos abusan de ti.
-No, no, no me importa, Juani. Nicolás ha sido muy buen alumno ¿verdad?
-Sí, sí, señora –rojo como un tomate.
-Le diré a Lucas que te pague más, no es lo mismo dar clase a dos que a tres. ¡Y además hasta tan tarde!
-No, no, no me importa. Al contrario, me ha encantado. Nicolás, ven siempre que quieras.
-Bueno, veo que ya llevas puesta la chaqueta. Es que ya te ibas, ¿verdad, Esther?
-Esto… o sea… sí… bueno…
-Hace bastante calor en la calle, creo que no necesitas la chaqueta. –me aconseja Juani.
-Sí, sí, quítate la chaqueta, venga –dice Jorge pícaramente.
-No, no… bueno… me voy. ¡Hasta mañana, chicos! –doy un par de besos a cada uno y también a Juani.
Ando por la calle sin nada debajo de la chaqueta. Noto que mi ano rebosa de las dos corridas de mi nuevo alumno y su semen resbala por mis muslos. Estoy caliente como una mona. Deseo llegar pronto a casa y masturbarme. Veo que un operario descargando unas cajas se me queda mirando y, muy amable, me piropea:
-¡Guapa, o eres un ángel o una princesa!
-Una princesa, señor. Un ángel, no. –me paro y me sorprendo al oírme decir -¿Quiere comprobarlo?
-¿Cómo?
El hombre se queda pasmado cuando ando coqueta hacia él, le tomo de la mano y le acompaño a la entrada donde descargaba las cajas. Aunque huele a sudor, no me molesta y le beso en los labios, me abro la chaqueta y acerco sus manos grandes a mis pechos. Él alucina y más cuando me quito la chaqueta y ve que no llevo nada debajo. Le doy la espalda y me inclino para exponer mi culo y mi sexo al desconocido. Aunque no hay mucha luz, sé que me lo ve todo.
-Ya ve, caballero, que no soy un ángel. ¡Una princesa, sí! –me abro el ano con las dos manos y noto que el agujero es inmenso. Quizá él se da cuenta de que lo tengo lleno de esperma.
Veo que se saca su miembro parado y lo apunta hacia mí.
-No, no, por el culo –le acompaño su pene hasta mi ano.
-¡Serás guarra!
-No, no, es solo que tengo novio.
-¡Puta, ah, toma, puerca, cerda!
-¡Así, sí, hasta el fondo, métamela hasta el fondo, sí!
Me bombea salvajemente el culo y hago que me acaricie el coño con una mano mientras con la otra me magrea los pechos. No sé cuántas veces me corro y realmente me siento una cerda, pero consigo que me pase la calentura. Él me llena el culo son su lefa mientras me grita improperios y palabras soeces. Al cabo de unos minutos, le saco la verga y se la chupo como si se la ordeñara hasta que le baja la erección.
-Bueno, ya ha visto que de ángel nada. Más bien una diabla ¡je, je, je!
-Oye, no llevo dinero en metálico, lo siento.
-No, no quiero su dinero. Al ver que era usted tan amable de llamarme princesa y eso… o sea… pero nada de dinero.
-Ah, vale… esto… ¿cómo te llamas?