Salida en ruta con sorpresa incluida.
Saludos a todos los lectores.
Somos un matrimonio maduro con muchos años de convivencia, hemos superado la mayoría de las etapas que a lo largo de un matrimonio se suelen atravesar, desde los momentos iniciales de sexo y deseo continuo, a que esto pase a un segundo plano, pero con el refuerzo de otros sentimientos más firmes y tranquilos que suplen los anteriores y que permiten una vida en común con menos expectativas, pero también agradable y placentera.
Una evolución que cuando serenamente se piensa nos hace pensar en los cambios que la mente sufre, de molestar que alguien mire el culo a tu mujer por la calle, a desear que su ropa sea provocativa para lograr que aumente el morbo con esas miradas de deseo. De pensar que ese pastel es para ti solo, a desear que ese sabor de gloria lo prueben otros, y sobre todo verla gozar del sexo y placer que ya no le das con la misma pasión que antes.
Poco a poco notas esa evolución y no solo consientes, sino que animas para que se insinué a otros en un baile, que se despelote en una playa o a cosas inimaginables en la primera fase.
Ha pasado el tiempo y ya somos maduros, mi mujer Noel ya cumplió los 61, fue una mujer no muy alta, pero con una figura muy bonita, de unos 68 kg, vientre plano, de caderas marcadas de ensueño, un pecho mediano y enhiesto de una talla 90, castaña pero siempre teñida de rubia, guapa, de labios sensuales y un carácter abierto y tranquilo.
Es pasional llegado el momento, pero no lo busca, nunca da el primer paso, no es morbosa, pero disfruta mucho con una buena y larga penetración.
Era profesora en Bellas Artes, muy implicada en su labor, responsable y con don de trato con los compañeros y amigos.
Yo Juan, de 71 años, Perito de mantenimiento en una empresa que funcionaba las 24 horas, con la obligación de realizar guardias programadas en cada turno de trabajo, 1.76 m, 78 kg, musculado y también con buena planta.
Nuestra vida era muy normal, trabajo, cena los fines de semana, baile y una gran pasión, las motos.
Teníamos una Honda Goldwing 1500, comodísima, (un sofá con ruedas) y entre nuestros amigos, unos con especial compenetración con los que solíamos salir los fines de semana, cenar o hacer alguna ruta por carreteras sinuosas; y fueron esas salidas en moto lo que motivaron un cambio en nuestras vidas.
Lola, una morena de ojos negros, profundos, con labios carnosos y boca grande, que en mis pensamientos morbosos tendrían que dar placeres maravillosos a su afortunado marido; sus pechos siempre insinuantes por sus camisas o escotes entreabiertos que mostraban el canal que separaban dos tetas magnificas, medianas pero duras, con pezones punzantes. De estatura similar a Noel, algo más delgada, con ropa muy ajustada y marcada le daban un aspecto muy sensual permanentemente.
Carlos, de características similares a las mías, tres años más joven que yo, buen conversador, picante en sus insinuaciones, atrevido, con buena planta, buen sentido del humor y las manos un poco volátiles siempre en su justa medida y arriesgado en la búsqueda de situaciones novedosas.
Su moto, una nakert BMW 1000 Z, color verde pistacho, con mucho genio, era su mayor pasión terrenal.
Nuestra relación estaba muy consolidada, solíamos quedar los festivos y fines de semana, planificábamos rutas moteras, salíamos a cenar juntos, a bailar, tomar una copa y algún viaje, nuestra confianza era muy alta y nunca hubo problemas por cambiar de pareja para bailar, respetábamos nuestra amistad, aunque a veces vi a Carlos arrimarse algo más de lo que se puede considerar involuntario, (yo también pecaba con Lola por lo mismo, así que pelillos a la mar).
Una semana, planeamos una ruta y comida a un Mesón con un buen restaurante de comidas caseras, que estaba en una sinuosa carretera comarcal a unos 280 km de nuestra localidad, situado entre una impresionante arboleda de pinos y un mirador donde el Mediterráneo se abría y brillaba en un inmenso panorama azul de agua y cielo.
Quedamos como otras veces en el punto de salida o punto de reunión con nuestros amigos Lola y Carlos, y tras los saludos y café obligatorio, partimos hacia nuestro destino.
Era Junio y se presumía que el calor iba a ser el protagonista, llevábamos un equipo ligero, botas de moto, vaqueros, una camiseta negra de manga corta y los chalecos de la moto en prevención de una caída.
Carlos y Lola salieron en primer lugar, el culo de Lola apretado en aquellos vaqueros elásticos marcaban unas braguillas muy pequeñas, elevado en el asiento trasero se apreciaba prieto y duro, despertando deseos inalcanzables, se reclinaba agarrándose a Carlos, su piloto.
Nosotros salimos tras ellos, mi silenciosa Goldwing siseaba su poderoso motor sin dejar distancia y nuestros intercambiadores de voz permitían mantener entre mi mujer, Noel y yo, una conversación permanente de cosas de escasa importancia. Después de rodar una hora, las señales de Carlos me indicaron que íbamos a parar, era ya medio día, sobre las 12 h y hacia calor.
Nos detuvimos en una gasolinera y estiramos las piernas, bebimos un poco de agua y nos dispusimos a continuar.
Lola dijo: ¡Me duele la espalda hoy, ayer estuve en pilates y parece que me he hecho daño!
Mi mujer, Noel contestó: ¡podías haberlo dicho, cámbiate a mi moto que el asiento es muy cómodo, y yo me paso a la tuya!.
La idea era buena y como partió de las chicas se aceptó sin objeciones, se cambiaron los intercomunicadores y nos subimos a las motos.
Como era habitual Carlos salió delante, al pasar junto a mí y ver a mi mujer en aquella posición sobre Carlos, el bajo vientre me dio una contracción.
¡Joder, exclamé!
Lola me oyó por el intercomunicador y me preguntó: ¿pasa algo?
¡No que va, que he visto a mi mujer en tu moto y se le hace un culo divino!
¡jajaja. ¡Parece que no has visto nunca un culo bonito, jajaja!
¡Sí el tuyo, que es precioso, jajaja! ¡y con pantalón, así que al natural tiene que ser un jardín! Le respondí.
¡Es verdad, jajaja, un jardín, pero para un capullo que no le hace mucho caso!
Me quedé un poco sorprendido pero no comenté nada de aquella matización.
Cambiamos de conversación por entrar en una zona de curvas sinuosas y la atención debía ser extrema. Un camión circulaba delante y Carlos llegó a tiempo de pasarlo antes de entrar en la raya continua, nos quedamos rezagados y vimos a Carlos y Noel alejarse y perderse en las curvas.
El camión fue perdiendo velocidad por la fuerte rampa y nos obligó a seguir tras él.
El ascenso de aquel largo puerto de varios kilómetros y la circulación en sentido contrario, nos hizo perder más de 20 minutos, por lo que Carlos llego con mucha diferencia, antes que nosotros.
Después de una lenta subida llegamos a la cima desde donde se veía el restaurante; a unos 200 metros estaba el viejo caserío, rodeado de una pinada impresionante y matorrales que le daban un aspecto salvaje al paisaje, más allá a la caída de la sierra un fuerte acantilado natural formaba el espléndido mirador.
Nos salimos de la carretera y enfilamos el carreterín que conducía al restaurante, desde allí no vimos la moto verde pistacho, pero conforme nos acercamos Lola la vio.
Lola: ¡Mira allí, a la izquierda, debajo de aquellos pinos están!, pero no solo vio la moto, vio algo más, estaban casi ocultos, conforme avanzábamos comenzamos a verlos cada vez mejor, por un momento los vimos completamente antes de perderlos de nuevo de vista.
Noel mi mujer, semiculta, estaba reclinada en un gran pino inclinado con su espalda apoyada en el tronco, encima de ella Carlos le había levantado la camiseta y le cogía las tetas, las besaba y se las comía, Noel tenía el pantalón bajado a medio muslo y había abierto la bragueta a Carlos, sujetando su polla con la mano derecha, mientras la izquierda, luchaba con desabrochar el pantalón de Carlos.
¿Has visto lo que yo? Me preguntó Lola alterada.
¡Claro, pero que cabrones son!
Al avanzar los pinos nos taparon la vista y continuamos despacio al parking del restaurante.
Posiblemente oyeron llegar la moto y tal vez vernos, no lo sé, creo que no.
Fue un momento, los árboles nos taparon la visión, el ruido de la moto los avisó y recomponiéndose la ropa se fueron hacia su moto, llegamos a la puerta del restaurante y decidimos dejar la moto a la sombra bajo un pino, por lo que nos dirigimos a donde estaba la de Carlos, cuando llegamos estaban allí sentados junto a ella, como si nada.
Lola: ¡No les digas nada, vamos a averiguar hasta donde están liados, asi que por favor te lo pido, como si no hubiésemos visto nada!
¡De acuerdo, Juan!
Al vernos llegar Noel nos dice: ¿cómo tardáis tanto, empezábamos a preocuparnos?
Menuda preocupación tenías tú, pensé yo, pero me callé a duras penas.
Yo: ¡Un camión no nos dejó pasar y nos ha jodido la subida, casi llegamos! ¿Habéis cogido mesa?
– ¡Nooo estábamos viendo el paisaje desde el mirador, es precioso!
-¡Hala pues venga vamos a ello que vengo seco y me voy a tomar una cerveza fresquita!
¡Menudo paisaje estabas viendo tú! Pensé.
Lola y yo nos mirábamos durante la comida y todo era tan natural que nos convencimos que no se habían percatado de que los habíamos visto
Terminamos de comer, un café y nos salimos al mirador a reposar bajo los pinos, el fresco de la brisa contrastaba con el fuerte calor de la carretera, nos tumbamos y relajados gozamos de aquel lugar y de su paz, pero mi cabeza no paraba de recordar lo que había visto, dos sentimientos se encontraban, rabia por un lado y morbo por otro, el ver unas manos distintas a las mías sobar las tetas de Noel y una boca comerse sus tiesos pezones, el recuerdo me tenía excitado.
¿Qué me ocurría?, ¿me gustaba?, por otro lado, su traición me dolía, ¿qué le ocurría a Noel, no me deseaba ya, no me amaba? Tendría que averiguar desde cuando mantenían ese secreto, ¿habría follado con Carlos o sería un calentón por ir en la moto con él? Aunque yo sabía que una vez empezado el melón no se acaba con una tajada, y más si era una fruta tan apetecible y excitante Noel.
Mis pensamientos los interrumpió Carlos.
Carlos: ¡Esto es precioso y se está bien entre los pinos, no hace ningún calor, podríamos volver el viernes que es festivo y pasar el día por aquí!
Lola: ¡Yo no puedo, el viernes por la tarde he quedado con las compañeras de trabajo para salir y cenar juntas!
Yo: ¡Yo tampoco, tengo guardia hasta las 12 de la noche!
Noel: ¡No me habías dicho nada, marido!
Yo: ¡Creí que te lo había dicho ya!
Carlos: ¡No pasa nada, lo dejamos pendiente, la verdad es que esta ruta me ha gustado mucho!
Lola y yo nos miramos, como por telepatía nuestras mentes habían pensado lo mismo; habíamos puesto los anzuelos, ya veríamos si pescábamos algo.
No os desaniméis, el relato continúa, veremos qué ocurre, pero sin premeditación preparábamos un complot para averiguar lo que ignorábamos.
Saludos.