Tavo, Sandra, yo y… (2)

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T. Lectura: 8 min.

Apenas había bajado dos escalones cuando escuche un “chist… chist…”, voltee hacia donde provenía el sonido, en la puerta del cuarto de Tavo estaba su prima Irma, con su mano me hacia la seña de que no hiciera ruido mientras que con la otra me llamaba. Le hice señas de que no, moviendo solo los labios le dije, vámonos. Con la cabeza se negó mientras seguía moviendo su mano para que me acercara.

La familia de Irma era muy conservadora, su padre era muy estricto, tanto que a pesar de que ella tenía diecinueve años, su apariencia y vestimenta eran como de una adolescente de secundaria. Su figura no era la de una chica que llamara la atención, además de que por ser prima de Tavo, nadie del barrio la había pretendido.

Usualmente vestía con faldas que le llegaban debajo de las rodillas, blusas tipo chazarilla, calcetas y zapatos informales sin tacón. Su cabello largo siempre estaba relamido, recogido en una cola de caballo o en una trenza. Su piel era lechosa sin imperfecciones, usaba unos lentes de aro que la hacían verse más como una estudiante modelo. Tenía una vibra totalmente virginal.

Me dirigí hacia ella y entramos en la habitación, Irma se puso de rodillas en la cama para asomarse discretamente por la ventana.

–¿Qué haces aquí?, vámonos. –Le susurré.

–Sandra me dijo que iba a ver una película con mi primo, ella me invitó.

–Vámonos. –Le insistí.

–¿Por qué no te quedaste con ellos?

–¿Cuánto tiempo llevas aquí? Mejor vámonos. –Le insistí.

Irma volteo a verme, su mirada bajó a mi entrepierna, mi pene seguía duro.

–La tienes parada ¿verdad? Ven, vamos a espiarlos.

Me acerqué para mirar por la ventana, Sandra seguía montando a Tavo, solo que ahora le estaba dando la espalda, desde el ángulo en que estábamos se veía como rebotaban sus senos.

–Acércate. –Me insistió Irma.

Me puse junto a ella, y me preguntó nuevamente por qué no seguí con ellos.

–¿No te gusta Sandra? ¿está muy buena, porque no se la metiste? ¿Te dio miedo?

Irma estaba haciendo muchas preguntas, y qué tipo de preguntas, su apariencia virginal se estaba desmoronando ante mí.

–Tu primo la quiso para él solo.

Tavo y Sandra se pusieron de pie, se abrazaron y mientras se besaban Sandra le acariciaba el pene.

–Nos van a ver. –Dijo Irma mientras se escondía.

Yo también me agaché, Irma me miró, pude ver que estaba excitada, su mirada reflejaba curiosidad y un poco de complicidad por estarlos espiando. Sonrió con actitud de travesura tapándose la boca. Le insistí que mejor nos fuéramos, su respuesta fue mover la cabeza negándose.

Escuchamos los gemidos en aumento de Sandra, nos asomamos nuevamente, la cabeza de Tavo estaba entre las piernas de Sandra haciéndole un oral.

–¿Querías cogerte a Sandra?

–Si.

–¿Quieres conmigo? ¿te gustaría que cogiéramos?

–Eres la prima de mi amigo, no puedo hacerle eso, además, no tengo condones. –Le respondí buscando un pretexto para evitar tener sexo con ella.

–Están en ese cajón, con las revistas.

–¿Ya viste esas revistas?

–Si, una vez las encontré por andar buscando unas cosas, cuando sé que no hay nadie a veces las vengo a ver.

Escuchamos que Sandra gemía cada vez más fuerte, nos asomamos nuevamente, Tavo seguía mamándosela hasta que ella se vino.

–Ay qué rico, me vine riquísimo, méteme tu verga otra vez. –Dijo Sandra.

Tavo se acomodó entre sus piernas para penetrarla.

Sentí la mano de Irma acariciando mi entre pierna, en ese momento noté que había metido su otra mano en su falda, se estaba masturbando.

–La tienes bien dura.

–¿Quieres hacerlo? ¿Me dejas tocarte? -Le pregunté a Irma.

–Si, quiero hacerlo.

Nunca se me quitó la excitación, estaba en un punto en que no me importaba quién me había puesto así, sino con quién me desquitaba. Sentí algo de remordimiento por ser la prima de mi amigo, pero estaba tan caliente y con ganas de coger que no me importó.

Mientras Irma seguía viendo por la ventana, me puse atrás de ella, la abracé pegando nuestros cuerpos, empujé mi pene hacia su trasero para que sintiera la dureza. Exploré sus pechos con mis manos, sus senos eran mucho más pequeños que los de Sandra. Levanté su ropa un poco para acariciar mejor sus senos.

En alguna de tantas pláticas con Tavo, me dijo que si un día lo hacía con una chica que fuera virgen, debía ser muy cuidadoso y paciente para no lastimarla, nuestros sexos debían estar bien lubricados para que fuera más fácil la penetración.

Fui por un condón, tomé el primero que encontré, me quité los pantalones y me lo puse.

Desabroché la falda de Irma y la dejé caer. Bajé su pantaleta. Vi sus nalgas bien redonditas, ovaladas, bien marcadas cada una. Por su usual vestimenta, no podía imaginar que estaban así, una delicia de trasero.

Acaricié sus nalgas, bajé mi mano entre ellas para llegar a su vagina, sentí como se estremeció, como se tensaron sus muslos. Su vagina se sentía abierta y bastante húmeda. Irma suspiró fuerte cuando toqué su clítoris, lo froté suavemente.

–Relájate y disfruta, te la voy a meter suavemente.

Jalé un poco su cadera, Irma levantó sus nalgas para recibir mi miembro, lo tomé de la base para que se impregnara de sus fluidos y quedara lubricado, con esta acción Irma gimió un poco.

–La tienes grande y muy dura.

Apunté a su entrada, empujé un poco para penetrarla, sentí la calidez de su vagina, empujé un poco más y retiré mi miembro.

–Qué rico, métemela más. –Dijo Irma en voz baja.

Empujé nuevamente y metí mi glande, lo mantuve un poco y lo retiré nuevamente.

–Métemelo más, cógeme rico, así como le están dando a Sandra.

De nuevo, suave y lentamente lo fui introduciendo, Irma se pegó a mi cuerpo y entré en ella sin dificultad, no era virgen, vaya, eso me quitaba un poco de culpa.

La aseguré por la cintura y me moví con esas ganas que ya tenía acumuladas de coger. Dicen que el fuego se combate con fuego, sentir su vagina caliente estaba aliviando la calentura que me había quedado por no poder hacerlo con Sandra. Me sentía reconfortado con el placer que estaba sintiendo.

–¿Ya viste?, creo que se van a venir, están gimiendo mucho.

No quise darle mucha atención, estaba extasiado aliviando mi calentura. Además de que en la posición que estaba no podía ver por la ventana.

Acaricié sus senos, esos pequeños bultitos redondos y firmes, su piel se sentía muy suave, sus pezones estaban duritos.

–Se levantaron, Sandra se puso de perrito, mi primo se hincó y se la está mamando.

Irma me describía lo que Sandra y Tavo estaban haciendo, poco me interesaba, me agarraba de sus senos, acariciándolos mientras seguía penetrándola, pegando con la parte baja de mi abdomen en sus nalgas.

Abrí su chazarilla para quitársela, solté su cabello y besé su cuello. Irma gemía suavemente, sabíamos que no debíamos hacer ruido y trataba de contenerse.

–Estás muy buena Irma, no creí que estuvieras así.

Escuchamos gritar a Sandra, estaba teniendo otro orgasmo y era intenso.

–Que vergota tienes, está muy dura y tienes de sobra. –Decía Sandra.

–Quiero metértela toda. –Respondió Tavo.

–No seas cabrón, no me cabe. Luego me va a doler.

–Te puede caber por el culo, quiero sentir toda mi verga a dentro de ti. Déjame intentar.

Irma se ocultó detrás de la cortina, y volteo a verme con una sonrisa de sorpresa por lo que habíamos escuchado.

Penetrar a Irma era bastante placentero, aún tenía ganas de que me la chupara y le pedí que lo hiciera.

–Yo también quiero que me beses en mi rajita.

–Acuéstate encima de mí, ponme tu vagina en la cara y nos la chupamos al mismo tiempo.

Me acosté en la cama, Irma pasó su pierna para acomodarse. Abrí su vagina y me alcé un poco para chupársela. Irma me agarró el pene, jaló el condón para quitármelo.

–Sin condón para que sientas más rico.

Clavé mi lengua en su entrada y provoqué que jadeara. La boquita de Irma se ajustaba al grosor de mi pene, subía y bajaba dándome mucho placer. Mi respiración se agitaba.

–Así se la estaba mamando Sandra a mi primo, ¿lo hago bien?

–Mmm, si, muy bien.

Recorrí con mi lengua su vagina, le di unos chupetones suaves a su clítoris, lamí de arriba abajo su sexo, alternando los recorridos de mi lengua, Irma se estremecía y jadeaba más con cada movimiento.

Sandra gemía, pero era con cierto dolor.

–Me duele Tavo, no voy a poder.

–Relájate, suéltate y va a ir entrando poco a poco.

Irma estaba atenta, dejó de chupármela para escuchar lo que decían. Sandra seguía quejándose.

–Ya está, relájate, ya la tienes toda adentro.

–¡Quiero ver! –Dijo Irma levantándose como si la impulsara un resorte.

No me quedó otra más que asomarme también. Sandra estaba de rodillas en el piso, con su cuerpo apoyado en el sillón. Tavo estaba pegado a ella, la tenía metida hasta el fondo de Sandra.

Irma me volteó a ver, asombrada por lo que veíamos. Tavo se movió lentamente, podíamos ver todo el recorrido de su pene hacia afuera y luego como se la ensartaba hasta que sus cuerpos volvían a estar pegados, estando así, Tavo le daba unos empujones más a Sandra, como para que no quedara duda que estaba totalmente adentro de ella.

–Acuéstate Irma, sigamos.

–Déjame ver más.

Fui por otro condón, al ponérmelo, vi a Irma, contemplé su figura, tenía bonito cuerpo, menudito, bien formado. Su cabello caía hasta la mitad de su espalda.

–Ven Irma, acuéstate.

Volteó a verme, con el cabello suelto, sus facciones se veían más femeninas, y no como las de una niña, se veía muy bonita, su cara estaba sonrojada.

–Acuéstate y separa las piernas.

Me acomodé para penetrarla, su vagina húmeda y caliente me recibía nuevamente. Lentamente inicié mi recorrido, entrar y salir con suavidad para incrementar los movimientos.

–Mmm si, dame…

–Que rica estás Irma, no sabía que estabas bien buena, aprietas bien rico.

Irma entrecerró los ojos y gimió, un poco más cada vez que entraba y salía mi pene.

Sus gemidos se hacían más largos, Irma estaba muy excitada, pude advertir que no tardaría en correrse.

–Mmm, que rico, tus huevos pegan en mis nalgas, me prende.

–Córrete si quieres Irma.

La penetré más fuerte pensando que no tardaría en venirse.

Sandra había estado gimiendo, y de pronto, escuchamos que Tavo gemía más fuerte.

–Ya casi me vengo Sandra, tienes el culo poniéndome para venirme.

–Si, vente, ya, hazlo.

Sandra gemía más fuerte al ritmo de los gemidos de Tavo, no sé si se estaba corriendo nuevamente, o solo lo hacía para prenderlo más y que se viniera.

Tavo se vino en Sandra, casi al mismo tiempo Irma gimió y su cuerpo vibró al tener su orgasmo, Irma no pudo contener sus gemidos al correrse.

–Javier, ¿eres tú? ¿Te estás masturbando en mi cuarto? –Gritó Tavo.

Irma se tapó la boca con sus manos, yo al saberme descubierto la penetré más fuerte, quería venirme rápido pensando que nos habían descubierto.

Tavo entró a su cuarto seguido por Sandra, los dos aún estaban desnudos.

–¡Wey que pedo!, ¿Por qué estás con mi prima?

Irma se cubrió la cara, yo dejé de moverme sin sacársela, tonto de mí, pretendía cubrirla para que no la vieran desnuda.

–¡No te pases de cabrón!

Tavo estaba bastante molesto, Sandra detrás de él sonreía al ver como estábamos.

–Déjalos que se diviertan, ven, déjalos que terminen.

Puedo apostar a que si Sandra no hubiera intervenido Tavo me hubiera molido a golpes.

–Anda ven, te la voy a mamar hasta que se te pare otra vez, y me vuelves a dar por el culo si quieres. Déjalos.

Sandra lo tomó de la mano y se lo llevó. Escuchamos lo chupetones que Sandra le estaba dando.

Irma se incorporó y ya no pude penetrarla.

–¡Nos encontró!, ¿y ahora? Si le cuenta a mi papá me va a matar.

–No creo que le cuente, él también estaba haciendo lo mismo y se culparía también.

–Si, pero es hombre, de seguro mi papá le diría que estaba bien.

Irma estaba muy mortificada y asustada. En ese momento me resigné a no tener mi orgasmo.

–Tranquila, yo hablo con él para que no cuente nada.

No encontraba palabras para tranquilizarla, entre los silencios incómodos pudimos escuchar que Sandra y Tavo lo estaban haciendo nuevamente.

Me sentí incómodo de seguir desnudos y le dije a Irma que nos vistiéramos.

–Pero no has terminado, no te viniste.

Irma me miró pensativa.

–Bueno, si voy a tener problemas, que sea con provecho. Lo bailada nadie me lo quita.

Se puso de pie, de espalda frente a mí, separé un poco mis piernas para que se sentara, se inclinó y sujetó mi pene, fue bajando lentamente, se dejó caer y movió en círculos su cadera.

Puse mis manos en su cintura y dejé que ella tomara el control, bajaba y subía haciendo que sus gemidos se fueran incrementando. Apretaba rico, su instinto le iba dictando como moverse.

–Cuanto placer, tu verga está tan dura que me voy a correr otra vez.

–Vente Irma, déjame sentir tu orgasmo.

Irma temblaba, sus piernas se cerraban apretando más mi pene, se sentía tan bien que se estuviera viniendo, con fuerza la sentaba en mi para darle más placer.

–Irma, híncate en la cama.

Su trasero se veía suculento, expuesto para el placer. Me agaché para darle un par de lamidas, sentí como se estremecía al sentir mi lengua recorriendo su entrada, succioné su clítoris mientras mi lengua lo recorría.

Me incorporé para penetrarla, entré en ella en un movimiento, hasta el fondo.

–Qué rico, me gusta sentir tus huevos.

Empecé a darle con fuerza, rápido como si tuviera prisa. En realidad, así era, escuchábamos los gemidos de Sandra y Tavo, eran intensos, no tardarían mucho. Tenía que venirme antes de que ellos terminaran.

Irma se descontroló, gemía y jadeaba con intensidad, no sé si lo que pasaba alrededor había dejado de importarle o estaba compitiendo con los gemidos de Sandra por demostrar quién sentía más placer.

Irma no tardó en venirse de nuevo, yo ya estaba a punto también. Bufé de placer mientras sentía las descargas de mi orgasmo, ya sabían que estábamos teniendo sexo, ya no lo ocultamos y nos dejamos llevar.

Irma volteó a verme complacida.

–Me encantó, coges bien rico.

–Tú también Irma, estuviste dándome placer todo el tiempo. Estás bien buena y te disfruté mucho.

No pudimos relajarnos, de inmediato nos vestimos y nos preparamos para ver finalmente cómo reaccionaría Tavo.

–Espero que estén vestidos, vengan a la sala. –Nos gritó Tavo.

Sandra estaba terminando de vestirse, acomodándose la ropa, Tavo ya estaba vestido, sus ojos echaban fuego.

–¿Lo disfrutaron chicos? –Preguntó Sandra.

Apenas asentimos con la cabeza.

–Ven chica, vamos a mi casa, te arreglo un poco y luego te llevo a tu casa. –Le dijo Sandra a Irma.

En cuanto se fueron, Tavo empezó su reclamo.

–¿Te cuidaste wey? ¿Usaste condón? Si queda embarazada vas a armar un pedote.

–Si, use condón, nos cuidamos.

Tavo me dio un sermón de los códigos de amistad, de no meterse con las hermanas ni las primas. Eso de las primas era nuevo porque siempre se hacía referencia solo a las hermanas de los amigos.

Cuando Tavo terminó con su sermón, me despedí de él.

–¡Eres un ojete!, te cogiste a mi prima.

–Si no te hubieras puesto mamón en lugar de tu prima hubiera sido Sandra.

–¡Pinche ojete!, te cogiste a mi prima. No pongas pretextos.

Esa frase me la repitió Tavo muchas veces, solamente cuando estábamos solos. Nadie más se enteró de lo que pasó entre Irma y yo.

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