El curso terminó, podíamos ir a casa.
Subimos al auto y tomamos el camino habitual… se sentía la tensión cuando rompí el silencio diciendo: – dime que no avisaste que se acabó el curso.
Él volteó y una sonrisa de complicidad enmarcó su rostro.
El calor de medio día y el tráfico del viernes estaban volviendo eterno el camino. Comenzaba a desesperar y el miedo de que cambiara de opinión me invadía, así que me recargué en él y comencé a acariciarlo, tocaba sus piernas, su pecho y un poco su entrepierna.
Al fin llegamos. La última villa disponible del hotel parecía esperarnos…
Tan rápido entramos a la habitación sus brazos me tomaron por detrás, beso mi cuello y caminamos hacia la cama para caer abrazados.
Sus manos comenzaron a deslizarse bajo mi blusa, en busca de mis pechos, nuestras miradas se cruzaban llenas de complicidad, sabiendo lo que iba a pasar.
Los besos suaves comenzaron, sus manos recorrían con suavidad mis pechos y bajando poco a poco hasta encontrar mi entrepierna donde sus dedos comenzaron una batalla con mi ropa interior para poder adentrarse en mis labios…
Su boca bajó a mis pechos que recibieron con gran placer cada beso, cada lamida y mordida que les regalaba mientras sus dedos jugaban en mi, haciéndome humedecer y comenzar a gemir, sintiendo su erección frotando en mi muslo.
Ya húmeda desabroche su pantalón y metí mi mano para sentir su pene, para ayudarle con esa erección… comencé a masturbarlo, su excitación subía, lo sentía en la frecuencia con la que sus dedos entraban en mí… fue inevitable el orgasmo.
Con esa sonrisa de victoria que lo caracteriza pregunto: – ¿vamos bien?…
Gire sobre él y lo bese con calma desde el cuello hasta su pelvis, termine de quitar su pantalón y los boxers que aún me estorbaban, masajeé sus muslos antes de recorrer todo su pene con mi lengua… de escupirle y chuparlo como una paleta.
Hasta que dijo: -ven.
Subí a darle un beso mientras mis piernas se abrían sobre él… su cabeza rosada sintió lo húmeda que estaba y levantando su pelvis tomó mis caderas para clavarme… sentí todo su miembro dentro en seguida y como su manos pasaban a sujetar con fuerza mis pechos.
Comencé a montarlo y aumentar de a poco la frecuencia, trababa de seguir el ritmo que me marcaba con sus manos sosteniendo mis caderas, cuando sin entender cómo, en un segundo estaba sobre mí, sus brazos bajo mis piernas que las mantenía elevadas y abiertas para que entrara en mi con la fuerza y rapidez que me encanta.
Solo podía gemir de placer, pedirle que no parara y disfrutar de su respiración agitada hasta sentir su leche caliente en mi.
Tomamos una pausa para comer algo y el segundo round llegó. Sentados frente a frente sobre la cama tomó un poco de yogurt en sus dedos y lo puso sobre mis pezones, tomó un poco más y lo llevo a mi boca acercándose para besarme. Mi cuerpo se estremeció en segundos y de un jalón me acercó a él, mis piernas abrazaban su cintura y mientras me besaba sentí lo duro que ya estaba, me penetró y chupando mis pechos comenzó el vaivén. Sentía como chupaba con fuerza y ocasionalmente mordía mis pezones estaba muy caliente y sus manos apretaban con fuerza mis nalgas pegándome hacia él.
-En cuatro, le dije en la pausa de un beso y cambiamos. Sentía el golpeteo fuerte de sus bolas en mí, sus manos sostenían las mías dejando sueltos mis pechos que ya rojos pedían un respiro de sus labios. -¿así?, ¿así te gusta? Preguntó dándome una cuidadosa nalgada.
Mis gemidos no podían engañarlo estaba disfrutando cada embestida y pidiéndole más. Su mano me abrazó y con la otra buscó mi clítoris. Ya no podía aguantar más y con un fuerte gemido le anuncié que me había hecho llegar otra vez.
Sacó su pene y golpeándolo en mis nalgas las llenó de él.
El tiempo nos apremiaba, parecía que era hora de irnos pues lo esperaban en casa. Dijo que tomaría una ducha para irnos y no pude aguantar las ganas de verlo en la regadera.
Ya estaba enjabonado cuando llegué preguntando: -¿te puedo ayudar? El solo soltó una pequeña risa cuando me vio hincarme y sostener su pene en mi mano.
Bajé su prepucio para disfrutar de su cabeza rosada que tanto me gusta, parecía que aún estaba sensible, lo recorrí todo y mientras mis manos lo masturbaban mi boca exploraba sus bolas lamiéndolas por completo y escuchando sus gemidos. Sus manos quitaban mi cabello de la cara y me invitaban a incorporarme, pero viéndolo fijamente y con su verga en mi boca mostré una negativa. – Me voy a venir, dijo. Y como si no hubiera dicho nada seguí chupando su miembro, acariciando sus bolas y sus nalgas hasta que un -“ayyy… tronó su fuerte respiración llenando de su rica leche mí boca y sin dudarlo ni un minuto la trague toda con mi mirada siempre fija en la suya.
Bese sus muslos y un poco más su verga antes de levantarme… nos dimos un beso y terminamos de bañarnos juntos.
Al salir del hotel y dejarme en la plaza de siempre se despidió diciendo – gracias por la comida, moría de hambre.
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