Una fantasía en el laboratorio

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Me tomó mucho tiempo un papeleo y arreglarme. Definitivamente ya iba tarde con Carlos, ponerme bella es tardado, pero no me arrepiento, quería que al verme hiciera mi expresión favorita: una expresión que hacia cuando estaba a punto de comer algo sumamente rico.

Iba un poco enojada a su laboratorio, las distancias eran largas y el sol estaba horrible.

Llegué y dentro era una atmósfera deliciosa, el clima tenía una misión sencilla, enfriar un salón muy grande, y por supuesto no lo lograba, pero enfriaba lo suficiente. Cosa anti producente, porque mi cara se empezaba a poner caliente. Carlos tenía el salón para él solito, y ahora nosotros dos.

Al parecer no era la única con papeleo. Había varios escritorios y uno al fondo le pertenecía a él, donde tenía varias hojas regadas y llenando unos formatos.

-Solo tengo media hora, a las 5:00 es el mariachi -me comentó antes de volver a sentarse y tomar la pluma de nuevo. Hizo una mueca y en sus ojos una decepción: no teníamos tiempo. Me miró de nuevo buscando una respuesta de confirmación o negación.

Yo ya había ido antes a su laboratorio y tuvimos unos ricos fajes, pero solo fueron eso. Él siempre quiso llegar más allá, pero el hecho de que estuviéramos en un lugar público me ponía nerviosa y me impedía siquiera relajarme y disfrutar el momento. Me estresaba más que sus amigos llegaran en cualquier momento o tocara la puerta algún profesor.

Estaba recordando aquellos momentos. ¿Por qué sería diferente esta vez que estaba seguro todos llegarían en 30 minutos? En fin, no sé qué vio en mi rostro, tal vez alguna mirada encendida o que mordí mis labios, porque de pronto escuché un fuerte manotazo de las hojas deslizándose al piso mientras mi trasero se sentaba sobre el escritorio. Aquello fue inesperado y si ya estaba caliente por el ambiente eso me excitó aún más. No me había tocado y ya estaba mojada.

Y los ansiosos besos con lengua comenzaron, pero no, era poco tiempo, no podía dejarme ir y disfrutar, alguien podía abrir la puerta y encontrarse con una escena comprometedora. Ya tenía la piel de gallina y mis sentidos comenzaron a distraerse: no podía ya pensar en nada excepto en mantener el hormigueo que me invadía.

Desabrochó los interminables botones de mi blusa y le ayudé a llegar a mis pezones, mi cuerpo me pedía a gritos que me besara aquellas pequeñas zonas. Me lamió desesperadamente como si se los fueran a quitar, seguido de eso me beso y con su saliva me siguió tocando mis pezones con sus pulgares. Solté un pequeño gemido. Podría desabrochar mi pantalón junto con el cachetero que elegí a propósito para provocarlo, bajarlos yo misma y empinarme sobre el escritorio, mismo que había despejado ansioso para mí, para poner mi trasero sobre él.

Quería que él me quitara todo, eso me prendía, pero me desesperé tanto que comencé desabrochando mi único botón del pantalón y el cierre.

-¿Ya quieres que te lo meta? -preguntó sorprendido y sin filtro alguno.

Lo volteé a ver a los ojos y con voz sensual le susurré –Lo necesito.

Sus brazos se pusieron duros para cargarme de mis piernas, me bajó del escritorio y me empinó rápidamente. Le ayudé a bajarme mi apretado pantalón para encontrarse con mi cachetero blanco.

-¿Acaso quieres matarme, mujer?

Moví mis caderas a los lados –Te estoy esperando.

Pasó sus dedos por encima del cachetero –Estás muy mojada-, parecía más nervioso que yo.

-¿Qué estas esperando? –Acto seguido me introdujo sus dedos y su pulgar me empezó a agitar el clítoris.

-No solo eres bueno programando con los dedos, ¿eh? –Escuché una ligera risa y después una lengua saboreándome.

Me volteé con la única intención de ver si estaba tan ansioso como yo. Le quité el cinturón y le bajé ahora yo su pants. Un pene salió como resorte esperándome. Sin pensarlo le di un suave oral. Escuché verdaderos gemidos de placer de su boca. Me tomó del cuello y me levantó para volver a empinarme y sin pedirme permiso me penetró. Empezó suave a probarme mientras me nalgueaba de la manera que tanto me gustaba.

-Justo así -dije entre gemidos. Me taladró hasta que mi trasero sonaba como aplausos contra su pelvis. Tomé los extremos del escritorio para apretarlos. Mis piernas empezaban a temblar y su pene se salía a cada rato pues me encontraba escurriendo.

Quería más. Me terminé de sacar el pantalón y me subí al escritorio de cara con él.

-No te detengas -le supliqué sumamente caliente y le abrí mis piernas.

No esperé respuesta pues ya volvía a tener a su pene dentro de mí. Me agarraba de la cintura para acercarme hacia él, me encantaba que apretara mi cadera tan fuerte que creía que me escaparía. Parecíamos no tener suficiente. Sus gemidos cambiaron a unos más fuertes, fue entonces cuando sentí caliente dentro de mí. Me miró a los ojos sin detener su respiración agitada y sonrió.

-Me encantas -Le respondí con una mordida en los labios.– Quiero hacer esto de nuevo.

Aquella adrenalina mantuvo mi día alegre.

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