De monja a putita
Todo su cuerpo se volvió una miel caliente y excitada que se pegaba a mí, me clavaba las uñas y emitía quejidos mientras cerraba los ojos y se retorcía entre mis brazos hasta que estalló entre gritos, jadeos y llantos. Tanto que me asusté, pero al verle la cara solo vi felicidad, goce, placer, éxtasis. Me abrazó y se quedó...