La madre de un amigo
Shelley es como un sol que inicia el crepúsculo, de un dorado claro y transparente. Su cabello es liso y mono, y sus ojos cafés son diáfanos y puros. Sus cuarenta años no se le notan en absoluto; parece de treinta y cinco años o un poco menos. Es casi imposible que pase desapercibida a la vista de cualqu...