Una reforma de la casa puede cambiarlo todo
Los otros dos no permanecían ociosos y el negro pronto se había tumbado debajo de mí para apoderarse de mis pechos de nuevo. Les hacía de todo, y lo más raro es que empezaba a gustarme su obsesivo interés y el modo en que los maltrataba cariñosamente con su lengua, dientes y manos. Y el grosero, detrás de mí, no...