Un jueguecito morboso
Suena el timbre de casa. Me siento algo nervioso. Llevo ya un rato esperando sin saber qué hacer, viendo un programa de esos en los que no paran de gritarse entre unos y otros, y sin sentirme cómodo con ninguna postura apoltronado en mi sofá de piel. Me levanto y me dirijo hacia el interfono situado justo al lado de l...