Primera Parte:
Felisa tenía 38 años, medía un metro setenta, y pesaba 60 kilos, tenía los ojos y el cabello negro y largo, buenas tetas, buen culo y era guapa, se parecía a Zoe Saldana, pero vestía como una vieja de aldea, con la ropa hasta los tobillos y tapada hasta el cuello, no en vano era una ex novicia, que ahora daba catequesis, y que no se perdía ni la misa del gallo.
Era la segunda esposa de Anibal, un vigilante nocturno. Vivía en una casa de campo con su hijastro y su hijastra, Berto y Nuria, dos adolescentes criados en el temor a Dios.
Pasaba de la una de la madrugada de un caluroso viernes del mes de julio cuando Felisa, con los ojos entornados, vio a su hijastro Berto entrar en su habitación. Estaba en calzoncillos. Felisa estaba tapada sólo con una sábana blanca. Berto se acercó a la cama. Le apartó la sábana hasta dejar sus grandes tetas al descubierto. Echó una larga mirada, después le pasó un dedo por un pezón y acto seguido por el otro. Después le quitó la sábana de encima. Le pasó la lengua por los pezones. Felisa levantó los brazos y se estiró. Un: "Ummmm", salió de su boca. Berto le mamó las tetas. Le quitó las bragas, muy lentamente. Un coño peludo quedó al descubierto. Le acarició el interior de los muslos. Felisa abrió las piernas de par en par. Berto mojó un dedo en la boca y le acarició el clítoris. A Felisa se le escapó un pequeño gemido: "¡Ooooh!" Berto sacó la verga, gorda y larga, y le puso el cabezón en los labios a su madrastra al tiempo que le metía un dedo en el coño mojado. Felisa abrió un poquitín la boca y la punta del glande entró en ella. Felisa, como si fuera sin querer, le pasó la lengua por él un par de veces. Berto le metió unos centímetros más de verga en la boca. Sacó el dedo, le metió dos y la masturbó con ellos. Felisa seguía con la boca llena pero no mamaba. No quería que su hijastro supiese que estaba despierta.
El olor a coño que había en la habitación dejo paso al aroma del jabón de la Toja.
Berto le quitó los dedos del coño y Felisa sintió como una lengua se lo lamía. No podía ser otra más que Nuria, su hijastra. Felisa comenzó a mamar la polla de su hijastro. Berto le metió a su hermana dos dedos en el coño, la masturbó y se masturbó… Al rato, Felisa, temblando, se corría en la boca de Nuria y recibía en su boca la leche de Berto.
Al acabar de correrse Felisa. Nuria, le puso su pequeño chochito en la boca y Berto se la metió en el coño. Felisa sacó la lengua y Nuria se la folló hasta que se corrió y se la llenó de jugo… Poco después, Berto le llenó el coño de leche. Felisa se volvió a correr.
Al acabar de correrse por segunda vez, despertó. Había tenido un sueño húmedo. Bajó una mano. La metió dentro de las bragas y se encontró con el coño empapado. Sacó la mano. Se persignó, juntó las manos para rezar, pero la mano que había bajado al juntarse con la otra se rebeló y volvió a bajar al pozo. Felisa se hizo un dedo que le dejó el coño a temblar.
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Segunda Parte:
Felisa dejó de dar catequesis y de ir a misa. Vestía faldas por encima de la rodilla y algún que otro escote más que generoso. Decía que tenía una crisis de fe, pero lo que le pasaba era que se estaba hartando de hacer pajas fantaseando con su hijastro y su hijastra y no era cuestión de ir a confesárselo al cura.
Un mes más tarde. A las once de la noche de un sábado. Berto, que era un yogurín, delgado, moreno, muy alto, muy guapo y muy religioso, lo mismo que su hermana, salía de la ducha en dirección a su habitación para cambiarse, salir y encontrarse con su hermana y otros jóvenes de una congregación católica. Al pasar por delante de la puerta de la habitación de su madrastra, Felisa, lo llamó.
-Ven un momento, Berto.
Berto entró en la habitación de su madrastra y se llevó un sorpresón. Felisa estaba descalza junto a la cama, vestía un body negro que mostraba la mitad de sus grandes tetas y sus largas y preciosas piernas. La mujer le preguntó a su hijastro:
-¿Crees que le gustará a tu padre?
Berto, llevaba puesta solo una toalla, y su verga la levantó.
-Le va a encantar, madre.
Felisa, con voz melosa, mirando para la erección, le dijo:
-No hay duda de que a ti sí que te gusta lo que ves.
Berto, avergonzado, le dijo:
-Lo siento.
-No lo sientas, hijo. Es una reacción natural. -Se acercó a su hijastro- A ver que tienes debajo de la toalla -le quitó la toalla y la dejó caer al piso de la habitación- ¡Jesús, es más gorda que mi brazo!
Berto, nervioso, le dijo a su madrastra:
-¿Qué le pasa, madre? Está desconocida.
-Lo que estoy es muy necesitada, hijo.
-Eso le pasa por alejarse de Dios.
-No, eso me pasa por falta de verga.
Felisa le echó a su hijastro las manos al culo y la apretó la polla erecta contra ella. Berto, se resistía.
-No le podemos hacer esto a papá. Es un santo.
-Si fuera menos santo y atendiera a mis necesidades no tendría que recurrir a ti.
-Está poseída por el Mal, madre.
Felisa, o follaba o reventaba.
-Por las ganas, hijo, estoy poseída por las ganas. Te deseo. ¡Comámonos vivos!
-¡La lujuria es un pecado capital
Felisa besó a Berto, con lengua, hasta que le devolvió los besos. Después lo besó en el cuello, le metió la lengua en una oreja, le besó, lamió y chupó las tetillas, se puso en cuclillas, le lamió la cabeza de la verga y después la metió en la boca. Berto, era virgen y eyaculador precoz y a la quinta mamada se corrió en la boca de su madrastra. Felisa no dejó que se desperdiciase ni una gota de leche. Al acabar de correrse, le preguntó:
-¿Te gustó correrte en mi boca hijo?
A Berto se le quitara la tontería.
-Sí, mamá.
-A mí también me gustaría que me hicieras tú cositas. ¿Me las harás?
-Sí, le haré lo que me pida.
Felisa se quitó el body. Sus tremendas tetas quedaron al aire y con ellas su coño peludo.
-¡Soy toda tuya!
Berto le miró para las tetas y para el coño.
-¿Qué hago con todo eso? ¿Por dónde empiezo?
-Bésame.
La besó largamente.
-Lame los pezones.
Lamió los pezones. Felisa acariciaba el cabello de su hijastro.
-Chupa y magrea las tetas.
Esto ya se le daba mejor. Felisa comenzó a gemir.
-Agáchate y cómeme el coño.
Felisa le fue indicando donde estaba el clítoris, como lamerlo y como chuparlo, cuando debía follarle la vagina con su lengua. Le fue diciendo lo que a ella le gustaba que le hicieran en cada momento.
Un poco más tarde, Felisa, caliente como una bicha, cogió a su hijastro de la mano, lo llevó a la cama. Lo empujó sobre ella y después cogió una teta con las dos manos y se la puso en la boca.
-Come, cariño.
Berto, estaba mamando cuando su madrastra le cogió la verga… Le dio dos toques y se volvió a correr.
-¡Jesús! Así no vas a poder meter. Me dejarías preñada.
Felisa le puso el coño en la boca, y le dijo:
-Lame desde el ojete hasta la pepita.
Berto era un buen alumno. Le agarró las tetas y le comió el coño… Al rato largo le decía Felisa a su hijastro:
-Más aprisa, hijo, más aprisa. Así, así así. Mamá se va a correr para ti. Más aprisa, más, más. ¡¡Mamá se corre!!!
Felisa, sacudiéndose, se corrió en la boca de su hijastro. Berto tragaba sin parar. Había descubierto el sabor de la lujuria y le encantaba.
Al terminar de correrse, Felisa, le hizo otra mamada a Berto. Esta vez, el yogurín, tardaba más en llenarle la boca de leche. Felisa sabía que si se la acercaba al coño no le daba ni tiempo a meter la cabeza, pero el culo lo tenía sin estrenar. Algún día había que estrenarlo.
-¿Le comerías a mamá el culo?
-Si.
Felisa se puso a cuatro patas.
-Cógeme las tetas, lámeme el culo, y después, encúlame.
Berto, le devoró el culo… Al rato, al ver el coño empapado y abriéndose y cerrándose, en vez de follarle el culo, con un golpe de riñón, se la clavó hasta el fondo del coño, Felisa exclamó:
-¡Malo!
La verga de Berto, a toda hostia, entraba y salía del coño de su madrastra. Felisa ya se arriesgaba a que Berto se corriese dentro de ella, ya que cuando su hijastro paraba de darle caña lo seguía follando ella con su culo buscando el orgasmo, y lo encontró.
-¡Me voy a correr, hijo, me voy a correr!
Berto ya tuteaba a su madrastra…
-Dámela, mamá, dámela.
Felisa, se corrió, diciendo:
-¡¡¡Jooooder, que gustazo!!!
Al acabar de correrse su madrastra, Berto, sacó la verga del coño y le clavó el glande en el culo, Felisa, empujó, y poquito a poco la metió hasta el fondo. Después de darle caña brava durante un tiempo, Berto, le llenó el culo de leche.
Al rato, le dijo Felisa a Berto:
-De lo que hicimos ni una palabra a nadie. Es nuestro secreto,
-¿Ni en confesión?
-¡Ni se te ocurra confesarlo! Es mejor fiarse de una puta que de un cura.
Berto, se vistió, y en vez de ir a la reunión se metió en un bar de copas. El también tenía una crisis de fe.
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Tercera Parte:
Una semana más tarde. Nuria, la hijastra de Felisa, que era una jovencita morena, delgadita, con buenas tetas y mejor culo, a la que apodaban Sopitas, estaba encima de la cama de su habitación, boca abajo, vestida con el uniforme de las monjas franciscanas, estudiando historia con su amiga Linda, otra joven con un cuerpo muy similar al suyo. Linda, le preguntó:
-¿Te besaste con algún chico, Nuria?
-No, es pecado.
-¿Y con alguna chica?
-El pecado aún es mayor.
-¿Te haces deditos?
-¡No! La masturbación aún es un pecado mayor que los besos.
Linda, juntó sus labios con los de su amiga y le dio un piquito.
-¿A qué te supo, Nuria?
-A pecado.
-A mi me supo a poco, a muy poco.
La besó de nuevo, esta vez con lengua. Después, Linda, le preguntó a Nuria:
-¿Me dejas tocarte las tetas?
Felisa, apareció en la puerta de la habitación de su hijastra, y le dijo a Linda:
-En mi casa, no.
Linda se levantó de la cama, colorada como una grana, como colorada estaba Nuria, que le dijo a su madrastra:
-Era solo una pregunta, mamá, no le iba a dejar que me tocase las tetas.
-Mentir también es pecado, Sopitas.
Linda, se calzó, cogió los libros y salió corriendo de la habitación. Felisa, le dijo:
-Adiós, Linda.
Linda no estaba para despedidas.
Felisa se sentó en el borde de la cama y le dijo a su hijastra:
-Dime, Sopitas. ¿Le ibas a dejar que te tocase las tetas?
Nuria, bajó la cabeza, y le contestó:
-Sí.
-No te avergüences, yo a tu edad le dejé a una monja que me tocase las tetas.
Nuria se vino arriba.
-¡¿De verdad?!
-Sí, y si fuese solo eso. Acabamos haciendo un dedito juntas.
Nuria no daba crédito a lo que estaba oyendo.
-¡¿Te masturbabas en el convento, mamá?!
-Me masturbaba, me masturbaban, y hacía y me hacían cosas peores.
– ¡No! No me digas que…
-Sí, hija, sí, eso que estás pensando.
-Se le quitan a una las ganas de creer.
-Una cosa es creer en Dios y otra en los hombres y en las mujeres.
-¿A qué edad dejaste de masturbarte, mamá?
-No dejé, aún lo hago, Sopitas. Tu padre trabaja de noche, y al estar sola por las noches… ¿Nunca estuviste tentada a hacerlo?
-Sí, pero entre que es pecado y que me da miedo hacerme daño, superé la tentación.
-No debías tener miedo. No tienes porque meterte un dedido para llegar al orgasmo, y eso de que es pecado. No creo yo que a Dios le moleste que nos demos placer, dentro de un orden.
-¡¿No?!
-No. ¿Has sentido algún orgasmo, Sopitas?
-En sueños.
-¿Puedo pedirte un favor, mamá?
-Pide, Sopitas
¿Me enseñas a masturbarme sin meter el dedo?
-Eso no es ningún favor, Sopitas. Será un placer enseñarte. Esta noche después de irse tu padre a trabajar y cuando duerma tu hermano, vengo a tu habitación y aprenderás a masturbarte.
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Cuarta Parte:
A la una de la madrugada, Felisa, entró en la habitación de su hijastra. Estaba con la luz apagada. Felisa, le preguntó, en bajito:
-¿Duermes, Sopitas?
-No, ven, mamá.
Felisa, en camisón, levantó las sábanas y se metió en la cama. Extendió una mano y se encontró con el cuerpo desnudo y caliente de su hijastra. Le tocó el chochito y vio que estaba mojado.
-¿Estuviste jugando tú sola, Sopitas?
-No.
Felisa le tocó el clítoris con un dedo, y le dijo:
-Vamos a empezar la lección. Acarícialo con tu dedo de abajo arriba, hacia los lados y alrededor y piensa que estás haciendo el amor con alguien que te guste.
Nuria hizo lo que le dijo su madrastra y se puso como una moto…
-Dame un beso, mamá.
-¿En quién estabas pensando?
-En ti.
Felisa le metió un morreo que la dejó a temblar.
-¿Quieres que juegue con tus tetas, Sopitas?
-Siiii.
Felisa le magreó y le mamó las tetas. Nuria, gimiendo, le dijo:
-Cuéntame al oído como fue tu primera vez con una monja en el convento.
Felisa, magreándole las tetas a su hijastra, le contó al oído:
-Estaba en camisón, rezaba arrodillada al lado de la cama de mi celda. La madre superiora, que era una cuarentona viciosa y pervertida, llegó con otra novicia, guapísima, cerró la puerta de la celda, y le dijo: "Desnúdese, hermana". La novicia se quitó la túnica, la toca, el cordón, el habitó y las bragas blancas. Tenía el cabello negro. Sus tetas eran grandes y redondas y su coño estaba rodeado de vello negro. Al estar desnuda, me dijo a mí: "¿Este cuerpo la invita a pecar, hermana?"
-No, madre.
-"A mí, sí".
Se arrodilló, la besó, le comió las tetas, se agachó y le comió el chochito. A los cinco minutos, más o menos, me volvió a preguntar:
-"¿Siente deseos de pecar, hermana?"
-Sí.
-"Ocupe mi lugar".
-Fui al lado de la novicia, la besé. Sus labios eran tiernos y cálidos y su lengua como una serpiente que reptaba por la mía… Le comí las tetas, duras y puntiagudas… Le pasé la lengua por el chochito. Lo encontré mojado… La madre superiora se sentó en mi cama, levantó el hábito, metió una mano dentro de las bragas y comenzó a masturbarse. Yo comiendo…
Nuria ya no aguantaba más.
-¡Cómemela, mamá. Cómemela!
Felisa quitó el camisón y las bragas. Se metió entre las piernas de su hijastra. Le apartó la mano. Metió todo el coñito en la boca, lamió y, Nuria le llenó la boca con el flujo de una corrida brutal.
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Quinta Parte:
Berto había oído los gemidos de su hermana al correrse. Se imaginó lo que estaba pasando y fue a la habitación. Encendió la luz y vio que su madrastra y su hermana se estaban besando.
Nuria no sabía dónde meterse, ni que decir. Tapó la cabeza con las sábanas. Berto le preguntó a su madre. ¿Puedo jugar con vosotras?
-Pregúntaselo a tu hermana.
Nuria, era cortita, pero no tanto. Al ver que su madrastra ni se inmutaba, sumó uno más uno.
-¡Vosotros ya pecasteis juntos!
Berto se acercó a la cama, destapó a las dos mujeres, y le dijo a su hermana:
-Y lo pasamos de miedo. ¿No quieres sabes cómo sabe un pene?
Nuria, en posición fetal y tapándose las tetas con las manos, le respondió:
-¡No, pecador!
-¡Anda que túúú!
Felisa quería guerra.
-¿Quieres ver como tu hermano me hace lo que me hacía el confesor, Sopitas?
-No! Ir a hacer esas cosas a otra parte.
-Pensé que te gustaría ver cómo me la mete en el culo.
Nuria, se horrorizó.
-¡¿En el culo?! ¡¡No quiero ver como descendéis a los infiernos!!
-Que te acabo de comer el chochito, Sopitas. Ya descendiste al infierno conmigo.
-No es lo mismo. Era algo dulce. El sexo anal es obscenidad, lascivia, o lo que es lo mismo, lujuria.
-El sexo cuanto más guarro más placentero, hija.
-¡Qué descaro, madre, que descaro!
Berto, buscó la boca de su hermana, Nuria no lo quiso besar. Su boca y la de su madrastra besaron la parte de arriba de las tetas, a las que tapaba con los brazos. Al sentir los besos fue quitando los brazos, y cuando los quitó, Berto le mamó una teta y Felisa la otra. Nuria les dijo:
-No puedo resistirme. Las ganas me impiden luchar.
Nuria se estiró y abrió las piernas. Berto y su madrastra buscaron su boca. Besó a los dos. Felisa le acarició el clítoris… Poco después, decía:
-¡¡Me voy a correr otra vez!!
Berto, le preguntó:
-¿Me dejas beber de ti, Sopitas?
-Bebe, goloso.
Berto metió su lengua en el coño de su hermano, y no hizo falta más, se volvió a correr, diciendo:
-¡Me voooy!
Nuria se corrió retorciéndose de placer y le llenó la boca de flujo a su hermano mientras su madrastra le comía la boca.
Berto, al acabar de correrse su hermana, le preguntó:
-¿Quieres seguir jugando, Sopitas?
-Sí, mi puto coño me pide más,
-Felisa, la reprendió.
-Cuida tu vocabulario, Sopitas.
-Sopitas es lo que quiero que vuelvas a hacer con mi coño.
-¡Nuria!
-¡¡¿Qué?! ¿Me habéis convertido en una puta y queréis que hable como una beata?
Felisa no reconocía a su hijastra.
-Estás desatada hija.
-Mira, me has dado una buena idea. Atadme a la cama y disfrutemos.
Felisa y Berto se miraron. La idea no era mala.
La ataron de pies y manos a la cabecera y a los pies de la cama. Pensó que le iban a devorar las tetas, el culo y el coño, pero la iban a sorprender. Felisa, se puso a cuatro patas. Su culo estaba al lado de su cabeza. Nuria vio cómo su hermano le lamía el culo a su madrastra… Luego como se lo follaba con la lengua y después la tranca de su hermano, tiesa, entrar y salir empapada del coño de su madrastra. Protestó.
-¡Seréis cabrones! ¡¿Y yo qué?!
Berto, la amenazó.
-Silencio o te meto mis calzoncillos en la boca.
Nuria, se calló.
Berto después de follarle el coño a su madrastra le folló el culo. Nuria vio cómo su madrastra se metía dos dedos en el coño. y poco después, oyó como decía:
-¡¡Me cooorro!!
Nuria vio como salía un chorro de jugo a presión del coño de su madre. Parte de él cayó en su cara y en sus labios. Su chochito latía y soltaba jugo como si se estuviera corriendo.
Berto, a punto de correrse, la quitó del culo de su madre, se la puso en la boca a su hermana. Nuria chupó como una descosida. Berto, se corrió en su boca.
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Final
Felisa le dijo a su hijastro:
-Berto, haz todo lo que haga yo.
Felisa, le desató un pie de la cama a Nuria.
-¡¿Me vais a soltar sin hacerme nada?!
– Calla y disfruta.
Felisa le masajeó la planta de los pies y después lamió y chupó dedo a dedo mientras masajeaba la planta y los tobillos. Berto, haciendo lo mismo que ella, le preguntó:
-¿Quién te aprendió a hacer esto, madre?
-La madre superiora del convento en el que estuve.
-¡Qué puta!
-Sí, era la puta, jefa. El convento era una gran casa de putas, pero ahora atiende a lo que estás haciendo.
Nuria, con los ojos cerrados, guardaba silencio.
Subieron lamiendo y besando el interior de los muslos hasta llegar al chochito abierto de Nuria. Al encontrarse las lenguas de madre y hijastro, se besaron. Luego, juntos, le lamieron el coño. Nuria, al sentir las dos lenguas en su coño, se volvió a correr diciendo:
-¡Corridóóón!
Al acabar de correrse y de beber de ella, subieron lamiendo y le comieron una teta cada uno, luego le comieron la boca. Hubo besos a dos y a tres lenguas. Después le besaron y lamieron la unión de los codos por el interior. Le desataron las manos, besaron sus muñecas y acabaron en la boca besándose a dos y a tres lenguas.
Felisa, le dijo:
-Ahora tú decides. Te das la vuelta, te pones a cuatro patas y dejas que tu hermano y yo te hagamos de todo, o te vas, te das una ducha y se acabó lo que se daba.
Nuria, le preguntó:
-¿Me vais a comer el culo?
-Culo y chochito.
-No sé, bueno, vale, me dejaré… Qué puta me he vuelto, coño. ¡Qué puta me he vuelto!
Nuria se dio la vuelta. Felisa le lamió y le folló el ojete con la lengua. Le encantaba, sus gemidos así lo decían. Al acabar ella se lo lamió y folló Berto, que le seguía haciendo a su hermana lo que primero le lacia Felisa… Volvió el turno de Felisa. Le metió un dedo en el culo, después dos, después el dedo pulgar, y cuando ya Nuria jadeaba como una perra, le dijo a Berto:
-Encula a tu hermana.
Berto le metió la cabeza de la tranca en el culo. Nuria, exclamó:
-¡Cuuuuño!
Berto, le preguntó:
-¿Te duele?
Nuria, le respondió:
-No, me hace cosquillas, no te jode.
-Habla bien.
-Hablo como me sale del coño. ¡Ni que estuviéramos en misa! ¡¡Ay que me corro, ay que meee. ¡¡¡Me corro!!!
Nuria tuvo un orgasmo anal. Berto le llenó el culo de leche.
Felisa, le dijo a su hijastro:
-Métesela ahora en el chochito y desvírgala. Es el momento.
Berto, sacó la tranca del culo. El chochito de Nuria, encharcado y abriéndose y cerrándose, la fue acogiendo dentro… Poco después ya follaba Nuria con el culo a su hermano, y le decía:
-Magrea con más fuerza mis tetas que no van a romper.
Berto le magreo las tetas apretándolas, y dándole caña, le dijo:
-¡El chochito es lo que te voy a romper!
Un cuarto de hora más tarde, Nuria, se volvió a correr:
-¡Me voy a morir de guuuusto!
Al encharcar su tranca con el jugo de la corrida, Berto, sintió que se iba a correr otra vez. La quitó. Iba a eyacular en las nalgas de su hermana, Felisa, como una loba, se abalanzó sobre la tranca y la mamó hasta tragarse la última gota.
La noche iba a ser larga, como todas las de este tipo.
Se agradecen los comentarios buenos y malos.